domingo, 17 de marzo de 2024

PASTORAL DEL DUELO: 3.FORMACIÓN DE LOS COORDINADORES. (GRUPO RESURRECCIÓN)

 

LA IRA

Cuando toma cuerpo la realidad de la muerte y se aminora la fase de la negación, surge la ira con diversas tonalidades.

La ira o agresividad es un intento de adaptar la realidad a uno mismo, lo que refleja nuestra impotencia o de falta de previsión.

Hay ira contra uno mismo por lo sentimientos de culpa. Contra los profesionales negligentes, contra los amigos que no aparecieron. Ira contra la familia que no apoyó, contra el responsable de la muerte. Ira contra la vida, incluso contra Dios.

 

La ira que no se libera nos pudre por dentro. Incluso es la sombra negra del resentimiento.

Hay que sanarla y sanearla, expresándola oportunamente para que, canalizada y reflexionada adecuadamente, se recupere su energía en la tarea de elaborar positivamente toda desgracia, asumiendo iniciativas constructivas, provechosas para la comunidad.

De la ira, a la paz. De la ira, a la creatividad.

Cristo ha enseñado al mismo tiempo al hombre a hacer el bien con el sufrimiento y a hacer el bien al que sufre (Juan Pablo II, Salvifici Doloris 30).

 

LA BAJA AUTOESTIMA

El padecimiento desgarrador acorrala la vida. Siembra la firme convicción de que no hay fuerzas para remontarlo, que nada, ni nadie, puede hacer que se supere ese desgarro del corazón. La autoestima toca fondo.

Cuando un padre/madre u otro doliente comentan:<<¿Por qué no me habré muerto yo en su lugar?>>, o <<querría morirme para estar con él>>, manifiestan un deseo que inicialmente arrastra con fuerza.

Hasta el miedo se mete en el cuerpo:<<¿Seremos capaces de cuidar a los otros hijos?>>.

Surge así la desmotivación más radical. Hay una sensación de agresión por tamaña injusticia. Se ve uno distinto, y hasta inferior, a los demás. Se deja creer en uno mismo. Surge la culpa. Desaparecen los proyectos. La vida se descarrila.

En honor al ser querido fallecido, se decreta la propia muerte en vida. Solo se cumplen las funciones básicas, necesarias e imprescindibles para sobrevivir, para que los allegados puedan salir adelante.

Se habla con el convencimiento de que no se puede volver a ser feliz; es más, no se quiere ser dichoso.

Pero llega la reacción, que ha de ser positiva, y con ella la liberación. Es entonces cuando vuelve a florecer la autoestima y se comprende que el principal motivo por el cual se debe vivir plenamente  es por uno mismo, en sintonía con los demás, concediéndose caricias gratificantes ante la vida.

El sufrimiento, sanamente elaborado, da como resultado una sólida motivación para encontrar un nuevo significado a la existencia, generoso, más participativo y trascendente. En esta nueva etapa se enmarca la posibilidad de volver a ser felices. Eso sí, con una felicidad más madura, nacida desde el conocimiento experiencial de su lado oscuro.

Llegando al final del proceso del duelo, se puede decir que se ha superado el mayor escollo que puede entorpecer la existencia terrena. La autoestima no solo crecerá, sino que nos llevará a sentirnos a nosotros mismos satisfechos de lo que se ha logrado. Teniendo la alternativa de vivir como víctima, cómodamente de la lástima de los demás, el doliente decide enfrentarse con su propia pena, aprendiendo que se puede aprovechar de él para crecer como persona y responder ante otros hechos dolorosos con entereza y serenidad.

Como fruto del fortalecimiento de la autoestima, prevalece el deseo de ayudar al que está herido y de colaborar a dejar este mundo un poco mejor.

 

LAS CARICIAS POSITIVAS

<<¡Si sigo adelante, es por mis otros hijos!>>, se suele escuchar. ¿Ha de ser así?

Permitámonos en el proceso de duelo caricias gratificantes. No es egoísmo, es caridad saludable para con nosotros mismos y para con los demás.

Recordemos:

·         Amo sanamente a quien se murió, si me amo a mí mismo.

·         Amo verdaderamente a quien se murió, si amo a los que quedan vivos.

·         Amo limpiamente a quien se murió, si me dejo amar por quienes están vivos.

·         Amo gozosamente a quien se murió, si lo amo desde el amor de Dios y en Él.

·         Amo Plenamente a quien murió, si me dejo amar desde el amor de la resurrección por quien se murió.

La inteligencia de la fe nos enseña que el amor es más fuerte que la muerte, atraviesa la distancia de las dos orillas. Por eso el amor es de ida (hacia el que se murió) y de vuelta (desde el que se murió).

¡Despertad todos los lenguajes interiores del amor y de la fe!.

 

FRASES HECHAS QUE DESHACEN

·         Al menos te quedan otros hijos.

·         Sé perfectamente cómo te sientes.

·         Es mejor así. Dejó de padecer.

·         Si tenía que suceder, mejor que fura pronto.

·         Dios quería un angelito.

·         Es la voluntad de Dios.

·         Jesús también sufrió. ¿Por qué no tú?

·         Dios se lo ha llevado. Lo necesitaba junto a Él.

·         Si me pasara a mí, me moriría.

·         ¡Ánimo, otros pasaron esto!

·         El destino lo ha querido así.

·         Es ley de vida.

·         Es así, hoy estamos, mañana no.

·         Hemos nacido para penar.

·         Sé fuerte. No llores.

·         Si lloras, no lo dejes descansar.

·         No pienses tanto en él, así no te afliges.

·         El tiempo cura todas las heridas

·         Era demasiado buena para este mundo.

Hay que purificar el lenguaje insano sobre el sufrimiento y evitar os eufemismos <<<<<( Irse, perder, partir, abandonar, desaparecer…), que no ayudan en nada. ¡Lenguaje sano, duelo sano!

COMPARTIENDO EL DUELO CON LOS NIÑOS

Cuando muere alguien en la familia, suele suceder que ni los padres, ni los otros familiares ni los amigos saben muy bien cómo responder, qué decir o hacer para que los niños comprendan y asimilen lo que ha ocurrido. Sin embargo, estos necesitan la ayuda de los adultos para asumir y procesar la nueva situación.

¿Cómo se les puede explicar qué es la muerte?

Hay que adherirse lo más posible a la verdad. Es fundamental que la explicación se dé en términos sencillos y que sea verídica. No dudar en usar las palabras muerto y muerte. Por ejemplo, habría que sentarse con el niño, abrazarlo y decirles:<<Ha ocurrido algo muy triste. Tu hermano ha tenido un accidente de coche, fue muy grave… y ha muerto. Le vamos a extrañar y a echar mucho de menos, porque lo queremos mucho>>.

No obstante, es conveniente explicarle al niño que ni él, ni ningún otro miembro de la familia va a morirse tan solo porque de vez en cuando se enferme, se haga daño o sufra un accidente. Los niños necesitan seguridad.

Hay que aceptar las preguntas de los niños:<<¿Qué quiere decir se murió?>>. Se puede responder: <<Que murió significa que el cuerpo ha dejado de funcionar y ya no puede correr, jugar, hablar como antes>>. Desde la fe se le puede explicar que está junto a Dios, muy feliz. Pero hay que evitar presentar a un dios que rapta a la gente. Ni que hay que asustarse, si el niño afirma:<< Yo también quiero morirme para estar con mi hermanito>>.

¿Qué es lo que conviene decir?

No es acertado decir que el difunto está realizando un largo viaje, ya que espera el retorno. Tampoco es saludable decirle a los niños muy pequeños que el fallecido está durmiendo, pues espera su despertar. Los pequeños tienden a interpretar las cosas literalmente. Si equiparan el sueño con la muerte, podrían desarrollar miedo a dormirse.

No hay que subestimar el sentimiento de culpa de los pequeños

Con frecuencia se sienten responsables de la muerte de un ser querido por las palabras, pensamientos o acciones que le hicieron enojar. Tal vez haya que decir algo como:<<Tus pensamientos y tus palabras no hacen que nadie enferme, ni tampoco que muera>>. Si es de corta edad, quizás haya que repetírselo muchas veces.

Conviene recordar como entienden los niños la muerte

Antes de los tres años, desde el punto de vista cognostitivo y afectivo, el niño no comprende el significado de la muerte. De los tres a los cinco años, considera la muerte como un evento temporal, reversible, una especie de sueño prolongado. De los cinco a los nueve, la percibe como un acontecimiento definitivo que le sucede a los demás, no a él. De los diez a adelante es un hecho inevitable para todos y está asociado al cese de todas las actividades humanas. Sin embargo, los niños que han pasado por una experiencia fuerte de aflicción pueden tener una conciencia más temprana y realista de la muerte.

¿Deben asistir al velatorio y al entierro?

Se deben tener en cuenta los sentimientos y la decisión de los niños. Si no quieren ir, no hay que obligarles, ni hacer que se sientan culpables por ello. Y si desean ir, es prudente dar una descripción detallada de lo que sucederá, por ejemplo, que se encontrará al difunto en un ataúd, y si estará abierto o cerrado. Hay que contarle también que a lo mejor verán a mucha gente llorando, porque están tristes. Una vez más, hay que permitir que los niños pregunten con libertad. También, debemos informarles de que podrán marcharse, si lo desean.

¿Se debe ocultar la tristeza y el llanto a los niños?

En una situación dolorosa para todos, llorara delante de los niños es normal, además de saludable, si no es un llanto con manifestaciones altamente desgarradoras y cargado de desesperación. Por otra parte, resulta casi imposible ocultar por completo los sentimientos a los niños ya que suelen ser muy perspicaces, y si algo va mal, normalmente lo perciben. Si se exterioriza el dolor, es conveniente explicar que se debe a que se extraña al ser querido, pero ha de añadirse que poco a poco volverá la serenidad.

Que los niños expresen su pena

Ellos, como los adultos necesitan desahogarse y comunicar su angustioso malestar a lo largo del proceso de su duelo. Hay que aceptar con naturalidad su manera propia de expresarse y hasta sus manifestaciones salidas un poco de tono. Conviene favorecer su comunicación verbal y no verbal. Los dibujos, los juegos y demás dinámicas son de gran ayuda. Y, por supuesto, que nunca se sientan solos o aislados. Hay que estimular su vida comunitaria y social.

¿Y DIOS?

Dios, que en su hijo Jesús,  pasó haciendo el bien,  que tocó y sano a los leprosos, que estuvo junto a los más débiles,  que en la cruz de su suplicio perdonó a sus verdugos, que ayudó a sus compañeros tormento, y consoló a los suyos, ¿te va a quitar a tu ser querido?  ¿Te va a querer mal? ¿Te va a abandonar? ¿Te va a probar con el sufrimiento?¿Te va a castigar?

 

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante (Jn10,10)  

DIOS, BUEN TERAPEUTA

La sabiduría de Dios conoce bien el corazón dolorido del hombre. Él pasó por el duelo de su Hijo Jesús.

Dios sabe que los sufrimientos del hombre –hasta los más irresponsables- no siempre suben al cielo con susurro de plegaria confiada, sino también con voces de enojo, desconcierto y rabia; voces insultantes y provocadoras, que incluso dudan de su existencia.

Y dios es acusado de inepto, de no haber sabido hacer bien el mundo, incluso de no tener corazón humano. ¿Qué padre del mundo iba a consentir para sus hijos lo que él permite? Y casi como venganza, se deja de orar, de creer y de pisar el terreno de Dios, la Iglesia; de tratar con sus representantes…

¡Qué llamativo! Todo esto se lo decimos al Padre de Jesús, al Padre que pasa por el duelo de su Hijo negando, traicionado, abandonado, juzgado, encarcelado, torturado y crucificado por los hombres; a Aquel que da un hogar feliz a nuestro ser querido fallecido; a Aquel que más nos ama y es el mejor amigo de quien se nos murió.

Dios deja que se desahogue el corazón torturado por la herida interna y con su actitud paciente y terapéutica va sanando nuestra dolencia.


DESDE MI SUFRIMIENTO PERDÓN

Perdón por pensar que eras un Dios sin entrañas y sin corazón.

Perdón por creer, Señor, que evadías mi mirada y mi razón.

Perdón por decir:<<Si yo fuera Dios, sería más humano y lo haría mejor>>.

Perdón, Señor, por rebajar tu amor, argumentando:<<Esto es castigo de Dios>>

Perdón por acudir al todopoderoso Dios, ignorando al que en una cruz murió.

Perdón por <<chantajear>> mi curación con limosna, novena o peregrinación.

Perdón, porque pensé en mi dolor; Dios es engaño, quimera, invención.

Perdón, no por ser humano yo, sino por negar tu humanidad, Señor.

 


jueves, 14 de marzo de 2024

+ ESTEBAN RUIZ SANTAMARÍA

 (


EXDIRECTOR DEL SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD, CAPELLÁN DEL HOSPITAL SAN PEDRO DE LOGROÑO  Y DEL HOSPITAL GENERAL DE LA RIOJA

Don Esteban Ruiz Santamaría

“Si morimos con el Señor, viviremos con Él” (2 Tim. 2)

«Sacerdote»

Falleció ayer en la paz del Señor, a la edad de 81 años, confortado con los auxilios espirituales y la Bendición Apostólica de S.S.

Su hermana: Emilia; hermano político: José Luis Bretón Lasanta; sobrinos: Emilio y Chus, Javier, Pilar y Max; sobrinos-nietos: Adriana, Víctor, Héctor, Marcos y Nicolás; primos y demás familia,

R.I.P.

El Sr. Obispo y el Presbiterio Diocesano, junto con todas las parroquias a las que sirvió en la diócesis y en la emigración, y los residentes en el hogar sacerdotal dan gracias a Dios por su vida entregada al Ministerio Sacerdotal e invitan a orar por su eterno descanso y a participar en las celebraciones indicadas a continuación,

Logroño, 14 de marzo de 2024

Funeral y misa: HOY, JUEVES, a las CUATRO Y MEDIA de la tarde, en la iglesia parroquial de Santa María de Palacio, Logroño.

Conducción: En la intimidad.

La familia recibe HOY, JUEVES, de NUEVE Y MEDIA a ONCE Y MEDIA de la mañana, en la sala nº 3 del Tanatorio San José, de Logroño.

 


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miércoles, 13 de marzo de 2024

ACOMPAÑAR EN LAS RESIDENCIAS DESDE LA ESPERANZA

 

ESCUELA DIOCESANA DE PASTORAL DE LA SALUD 2024 archizaragoza Participan: Ponente: Dª Emilia Bergasa Lázaro - Médico y presidenta de LARES Aragón Presenta: Dª Pilar Molina - Delegada Episcopal de Pastoral de la Salud La delegación episcopal de Pastoral de la Salud ha preparado una nueva edición de su Escuela de formación con el tema ‘Dar esperanza en la tristeza’. L

jueves, 7 de marzo de 2024

PASTORAL DEL DUELO: 2.FORMACIÓN DE LOS COORDINADORES. (GRUPO RESURRECCIÓN)

 

RECORRIDO, MANIFESTACIONES, DIMENSIONES

El trabajo del duelo no se improvisa, no se hace de la noche a la mañana, tiene: recorrido, manifestaciones, procesos, trabajo de elaboración multidimensional, revisión y un final. Sí, afrontar la aflicción con una positiva intervención del duelo ha de tener un inicio, lo más pronto y decidido posible, un desarrollo constante y una sana conclusión. ¡No se puede estar <<duelandp>> toda la vida!

Estas pueden ser las posibles manifestaciones en el recorrido de su elaboración, vividas unas sí y otras no, con mayor o menor intensidad, transversalmente, superpuestas o presentes al mismo tiempo, con idas y venidas. El trabajo del duelo avanza más en espiral que en línea recta:

·         Aturdimiento inicial: la aflicción puede dejar al doliente anestesiado, perturbado, mudo, incluso privado de autonomía de pensamiento y acción.

·         Lamentaciones: surgen las primeras expresiones inarticuladas, abundan los gestos, viene la queja:<<No me lo puedo creer!>>.

·         Negación: <<¡ No es cierto!>>.

·         Rechazo:<<¡ No lo acepto!>>.

·         Tristeza profunda: <<¿ Qué sentido tiene ya?

·         Miedo y ansiedad: <<¡ Y si me sucediera…!

·         Culpa insistente:<<¡ Si yo no hubiese…!

·         Cuestionamiento persistente:<< ¿Por qué a mí?>>, <<¿ por qué lo hiciste, Dios?>>.

·         Brunca y resentimiento: <<¡ Esto no te lo voy a perdonar jamás!>>.

·         Alejamiento de los demás y de Dios. << ¿Quién puede entender lo que yo padezco?>>.

·         Resignación: << ¡Me tocó a mí, es la fatalidad!>>.

·         Reencuentro purificado con Dios: <<Siempre estuvo a mi lado>>.

·         Serenidad interior: <<¡ Después de tanto penar, estoy recobrando la paz!>>.

·         Aceptación y asunción: <<¡  Hay que volver a vivir! Mi ser querido me quiere feliz>>.

El trabajo del duelo es una tarea en fondo y forma, donde se han de tratar saludablemente los aspectos relacionados con las tres heridas vitales: la de la vida (cómo sigue esta para el doliente, después de la muerte del ser querido), la de la muerte (lo que representa el fallecimiento para el difunto y para el mismo sufriente)  y la del amor (cómo queda el vínculo amoroso del apenado con sus allegados y con la persona que murió). Sí, es imprescindible encarar las grandes cuestiones existenciales de toda persona.

El proceso del duelo ha de hacerse en todas y cada una de las dimensiones de la persona.

Física – Emocional – Intelectual – Social – Valórica – Espiritual.

TIPOS DE DUELO

Suele hablarse de diversos tipos de duelo, según sea la preparación previa para la elaboración de las adversidades por parte del afectado, su psicoeducación, la utilización de recursos personales y comunitarios; también según sean sus actitudes, acciones, procesos, tiempos, situaciones, cosmovisión de vida y fe y resultados. He aquí algunos tipos de duelo:

·    Psicoeducado. La persona se ha informado, formado y preparado con tiempo en los procesos  de elaboración del sufrimiento, proceso en el que es muy útil contar con los buenos patrones de gestión vistos en otros dolientes, obteniendo así un <<botiquín de duelo>>. Ello no exime de la dureza del golpe, pero el doliente no está desarmado.

·         Normal. En los primeros días después de la muerte, la mezcolanza de fuertes emociones, la confusión de ideas  y las reacciones instintivas trastornan a la persona produciendo: conducta de búsqueda, rabia, rabia, tristeza profunda, soledad, alucinaciones… Son reacciones NNN: normales, naturales y necesarias. Tras un proceso de elaboración de la aflicción, se llega a la paz y serenidad.

·         Anticipado. Asumiendo la pérdida antes de tiempo, con pleno conocimiento de la situación y con aceptación, es posible prepararse, reactivando todos los recursos multidimensionales.

·         Retardado. Si no se afronta la situación y se demora el proceso de aceptación, perdura la dolencia y la falta de elaboración positiva.

·         Crónico. Como el abordaje no es decisivo, el pesar echa raíces, pasando factura al tiempo.

·         Extraordinario. Hace referencia a las causas críticas de la muerte: por aborto, suicidio, homicidio, tortura, accidentes fatales, guerras, catástrofes…

·         Ambiguo. Se aplica a situaciones específicas, por ejemplo, cuando falta información sobre el paradero de la persona querida, no sabiendo si se encuentra viva o muerta.

·         Patológico. La muerte superó de tal manera al doliente que alteró grávemente su persona.

·    Inmanente o trascendental. Una visión materialista, donde todo termina con la muerte, ocasiona un trabajo del duelo inmanente. Una visión de fe conlleva un proceso de duelo trascendente.

No olvidemos que el mayor sufrimiento y el más doloroso proceso de duelo, pese a que los vínculos, las causas y circunstancias sean muy importantes, son aquellos que no se trabajan adecuadamente hasta cicatrizar la herida.

PALPITAR CON TRES CORAZONES

Ya sabemos que en el trabajo del duelo se tiene en cuenta el vínculo afectivo, las causas y circunstancias de la muerte, el factor tiempo y, por supuesto, la persona del doliente-<<dueliente>>: los recursos internos de todas y cada una de sus dimensiones, la actitud del abordaje, las aptitudes o capacidades y las acciones de quien es sanador-Herido; todo ello para confrontarse con su pena, es decir, consigo mismo.

En una gran aflicción, las etapas del tiempo (pasado, presente y futuro) se trastocan y mezclan. El viandante de este ejercicio de duelo tendrá que palpitar en todo su esfuerzo recorrido con tres corazones en uno. Insistimos en que transitará una senda con muchos recovecos, con subidas y bajadas, con avances y retrocesos, conjugando simultáneamente el presente con el pasado y el futuro.

El primer corazón es para <<des-ahogar>> en el presente la pena, para <<com-partir>> imágenes y recuerdos punzantes, para ir aceptando y asumiendo la dura realidad.

Así se expresa san Bernardo de Claraval (1090-1153):

Estaba quebrantado y no hablaba. La pena reprimida echó raíces más profundas en mi interior; y creo que se intensificó más, por no haberle permitido su desahogo. Lo confieso: me ha vencido. Debe salir fuera lo que sufro dentro. Sí, brote mi llanto (Sermones sobre el Cantar de los cantares, XXVI).

Una obra muy interesante es la Consolación a doña Juana de Mendoza, de Gómez Manrique(1412-1490), escrita para su esposa tras la muerte de dos de sus tres hijos. Sobre la necesidad de su desahogo, aun por escrito, se manifiesta así el compungido padre:

Y así, señora, pensé hacer este tratado para consolación de tu merced y para mi descanso, porque descansando en este papel, como si contigo hablara, aflojase el hervor de mi congoja, como hace el de la olla cuando se sale que, por poca agua que salga, ayuda mucho y ella no revienta (vv.28-29).

El segundo corazón es para <<re-cordar>> (traer a la mente y al corazón) lo bueno y agradable vivido, que la pena no borre la memoria del pasado placentero, lo proyectado en común, las ilusiones y sueños compartidos.

El tercer corazón necesita vuelos de águila, para mirar adelante y arriba, consolidado el presente y abriendo brecha en el futuro, latiendo en esperanza y felicidad.

Tres corazones latiendo al unísono, padeciendo, recordando, con esperanza dentro de una persona herida-sufriente-sanadora, siempre activa, en camino, hasta que llegue la sanación integral.

CUANDO LA TRISTEZA Y EL MIEDO CALAN EL ALMA

En nuestro mundo emocional encontramos emociones, sentimientos y constructos psicoafectivos como el amor, el odio, la culpa, los apegos, los celos…

Tenemos cuatro sentimientos básicos: alegría, tristeza, miedo e ira. En ellos la intensidad es variable.

De todos ellos, cuando son provocados por la muerte de un ser querido, el de la tristeza es el más frecuente, visible y mejor reconocido. Cumple una función de alerta. Es un intento de focalizar el campo de atención para hacer más manejable la punzada hiriente y centrar los esfuerzos en su elaboración con un buen ejercicio de duelo.

La tristeza se viste de llanto, nostalgia, amargura, soledad. Puede incubarse en el corazón hasta convertirse en un estado de ánimo, una compañera de viaje de la vida; lo que puede llegar a desmotivar y hacer desembocar al doliente en el mar del desánimo profundo e incluso en la depresión.

A loa sombra de la tristeza anidan la impotencia, el miedo y la baja autoestima. Se siembra la convicción de que nunca se podrá volver a ser feliz.

La tristeza crece en fechas claves, como Navidad, Fin de Año, aniversarios, cumpleaños. Se agazapa entre los recuerdos que tendrían que ser gozosos.

La tristeza perenne llega a causar lástima en los demás y hace naufragar la vida. Cuando cala el alma, la esperanza se oxida.

¿Y qué decir del miedo? El temor o amenaza es un signo de que algo ha mudado en nosotros o para nosotros y nos resistimos al cambio. En toda intensa tribulación, los temores se meten en el cuerpo. El tratamiento de duelo es para dar nombre, afrontar y dominar esos miedos.

De sufrimiento

se ensombreció mi corazón.

Y lo que veía

era la imagen de la muerte.

Hasta mi ciudad natal

se me convirtió en tormento

y la casa paterna

en innegable pena.

Por todas partes,

lo buscaban mis ojos,

pero no lo encontraban

y todo se tornó aborrecible,

porque las cosas no eran ya.

Y mismo me volví

un enigma ante mis ojos.

SAN AGUSTÍ, Confesiones IV,4,9

 DESAHOGAD EL CORAZÓN

Hay que limpiar con lágrimas el sufrimiento. Hay que hablar de él. Hay que elaborarlo sanamente. Hay que sembrar esperanza en él.

Es una reacción más que normal sentir grave tribulación cuando muere un ser querido. Y aceptar la pena de otra persona es signo de sensibilidad y sabiduría.

¿Cómo desahogar el corazón? Es mejor expresar la aflicción que reprimirá. No todo el mundo manifiesta sus sentimientos de la misma manera, adecuadamente y a tiempo. Desahogarse alivia la tribulación y es camino hacia la  sanación. Hay  que procurar:

·         Dar libertad al llanto. No avergonzarse de llorar lo necesario: <<El rey David se estremeció por la muerte de su hijo. Subió a su habitación y rompió a llorar. Decía entre sollozos: “¡Hijo mío, Absalón; hijo mío, hijo mío , Absalón! ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, hijo mío Absalón, hijo mío”>> (2Sam 19,1).

·         No somatizar el sufrimiento inadecuadamente: <<Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas>> (Sal 22,15).

·         No reprimirse angustiosamente, ni aislarse: <<Insomne estoy y gimo cual solitario pájaro entejado>> (Sal 102,8).

·         Identificar y dar nombre específico al sentimiento –miedo, tristeza, ira- <<Como alimento viene mi suspiro, como el agua se derraman mis lamentos. No hay para mí tranquilidad ni calma, no hay reposo; turbación es lo que llega>> ( Job 3,24-26)

·         Hablar, expresando las aflicciones <<Derramaré mis quejas sobre mé, hablaré de la amargura de mi madre>> (Job 10,1).

·         Sacar la rabia (contra uno, los otros, con Dios):<<Diré a Dios. ¡No me contenes, hazme saber por qué me enjuicias! ¿Acaso te está bien menospreciarte la obra de tus manos?>> (Job 10,2-3).

·         Abrir el corazón al <<Dios de todo consuelo>>: Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros>>81 Pe 4,7)

·         Hablar con quien pasó por una experiencia similar y con quien puede entender y ayudar: <<Déjala, porque su alma está en amargura>> (2Reyes 4,27)

·         No obstinarse el relacionarse los porqués del sufrimiento.

·         Desahogarse, pero practicar también actitud e escucha.

·         Sin olvidar que siempre el sufrimiento del doliente es mayor que el más grande de todos los males.

EL sufrimiento tapado es como un horno que está cerrado: arde y reduce a cenizas el corazón que lo encarcela.(W. Sahakespeare)

QUE LA CULPA NO SEA UN TORMENTO

La culpa es una reacción común ante la muerte de un ser querido. Su aparición manifiesta un comportamiento (real o no) contrario a los principios básicos del individuo.

Un remolino de acusación y su círculo vicioso se gestan en la conciencia. Surge la convicción, con fundamento o sin él, de que hubo error o negligencia  en lo que se hizo, o en lo que se podía haber hecho, y de que el tiempo estranguló la oportunidad de remediarlo.

La culpa es un pensar interior por las cosas que no se hicieron y se debieron hacer, por lo que no se dijo y se debiera haber dicho, por las caricias que nunca salieron de las manos.

Hay que purificar la culpa, tanto si hubo como si no hubo, superando la autoagresividad, asumiendo que se vale más que lo que se hizo, reconciliándose con nuestro propio pasado, con los demás, con Dios, optando por hacerlo mejor en el futuro.

No hay que enviar a otras personas flechas envenenadas de culpa, como un mecanismo de defensa y desplazamiento, para justificar lo que pasó, ya que se vuelven contra uno hasta enfermar el propio corazón.

Debemos pasar de la culpa al perdón, poniendo amor.

Perdonar será encontrar el mayor alivio y sanación.

Dejarse perdonar será reconstruir la paz interior.

 

MIL Y UNA PREGUNTAS

En el tratamiento de las heridas, la gestión del duelo encuentra problemas y los grandes <<misterios>> de la persona. Es cierto que, hay que ser pacientes con todo lo que queda sin resolver en nuestro corazón. Nuca debemos huir de las preguntas, ni de las que hace el sufrimiento, ni de las que se hacen al sufrimiento ni de las que se dirigen al mismo sufriente.

¿Y si se sabe de antemano que no hay respuestas convincentes? No importa, porque las preguntas y las quejas no deben quedar dentro, en un pecho cerrado, añadiendo más pena a la ya existente.

Hay que recibir y convivir con todo tipo de preguntas, plantearlas a larga distancia, porque tal vez sin notarlo, se están elaborando gradualmente las respuestas, que, llegarán en su momento oportuno.

Hay preguntas hacia fuera y preguntas hacia dentro. Estas últimas son imprescindibles. Las preguntas internas llevan a dialogar con el padecimiento, es decir, al afectado consigo mismo. Es una manera de abrir ventanas a la aflicción.

Acepta la catarata de preguntas de tu mente, de tu corazón y de tu espíritu. Respóndelas desde tu misma vida, desde todas y cada una de sus dimensiones. Si te exigen cambios personales, afróntalos.

Agota  el <<porqué>> de tu aguijón, revisa el <<cómo>> y construye sobre << para qué>>.

Entiende tu sufrimiento y entiéndete en tu sufrimiento.

No te detengas para siempre en lo que dejas atrás. No te des permiso para seguir perdiendo y abatiéndote.

¿Qué provecho te aporta esta pena elaborada?