domingo, 26 de noviembre de 2017

"Los capellanes en los hospitales son parte de la humanización sanitaria"


El director de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal
 
Jesús Martínez Carracedo ha llegado muy lejos sin alejarse demasiado de su pueblo natal, Salceda de Caselas (Pontevedra). A caballo entre Madrid y Galicia, combina el sacerdocio en su parroquia de Vigo con la dirección de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal. Tras pasar años 13 años como capellán de hospital y especializarse dos años en Roma, fue nombrado hace cuatro años para este puesto. Sobre sus hombros descansa la coordinación de la relación entre la iglesia y las instituciones sanitarias en las 70 diócesis españolas. Esto abarca tanto a los muchos hospitales católicos presentes en nuestro país, como a los hospitales de la red pública, donde la iglesia mantiene una asistencia “espiritual” no exenta de críticas. También han sido polémicos algunos posicionamientos de la iglesia exigiendo límites en aspectos médicos por razones de conciencia, un ámbito que compete asimismo a la Pastoral de la Salud. Martínez Carracedo conversa sobre estos aspectos con LA REVISTA de Redacción Médica con tono calmado, pero ideas firmes.

Primero de todo, ¿Jesús o Suso? 

En Galicia a los Jesús nos llaman casi siempre Suso y, como el Martínez es tan conocido, soy Suso Carracedo. Pero puedes decir Jesús Martínez Carracedo, sin problema.

¿Por qué la Conferencia Episcopal le eligió a usted al frente de la Pastoral de la Salud?

Bueno, además de mi experiencia en los hospitales, yo fui el primer cura de España en hacer la licenciatura en Pastoral de la Salud, en Roma.
 
Martínez Carracedo, en su despacho.
Ha sido capellán de hospital durante 13 años. Una pregunta un poco polémica: ¿quién le pagaba la nómina?

La nómina a nosotros nos la paga la diócesis. El servicio religioso es un servicio que el hospital ofrece a los pacientes, pero lo hace a través de, entre comillas para que nos entendamos, “una empresa subcontratada”, que es la diócesis, a la que paga una cantidad por dar ese servicio. La diócesis tiene sus trabajadores, que somos los capellanes, que tenemos que tener la aprobación del gerente. La diócesis propone trabajadores y la Gerencia los aprueba. Somos un servicio para garantizar un derecho del enfermo, que es el derecho a tener la asistencia religiosa.

En esta experiencia de 13 años como capellán de hospital me imagino que habrá estado al lado de muchos enfermos en situaciones muy graves.

Estuve cuatro años en el Hospital Xeral Cíes de Vigo. Una de las plantes en las que acompañaba era la de Pediatría y, bueno, ver morir a niños son de esas situaciones difíciles. Tengo algunos en mente… el acompañarles a ellos, a sus padres, hacer incluso después el entierro con sus compañeros de clase. Experiencias duras, sobre todo el sentido de injusticia… la muerte de un niño es algo casi antinatural. Si se te mueren tus padres, eres huérfano, si se te muere tu marido o tu mujer eres viudo o viuda, pero si se te muere un hijo, ¿qué eres?

Imagino que en este tiempo se habrá encontrado tanto con gente que agradecía su presencia en el hospital, como con gente a la que le molestaba.

Sí. Pero dos o tres personas, no más. La gran mayoría, o me acogían bien, o eran respetuosos, e iniciábamos un diálogo social con tranquilidad. Yo siempre entraba en la habitación y si era en una habitación nueva decía: “soy el capellán, venía a hacerle una visita”. Con la verdad por delante. Entonces, alguno que estaba en la cama de al lado se daba media vuelta y tú ya sabías que a ese no le apetecía. Yo creo que lo primero es que hay que ser normales. Alguna persona me ha dicho “ahora mismo no quiero nada con usted” y yo he salido con toda la tranquilidad del mundo, porque para mí también era difícil entrar en esos momentos tan graves y en su misma situación quizá yo habría hecho lo mismo.
 
Martínez Carracedo defiende la labor de la iglesia en materia de sanidad.
¿Cómo cree que contribuye la figura de un sacerdote en el hospital al bienestar del paciente?

El paciente tiene varias dimensiones reconocidas por la OMS: la dimensión física, a la que se dedican básicamente los médicos y enfermeras; la dimensión psicológica, que el hospital también garantiza con atención psicológica; la dimensión social, de la que se ocupan los trabajadores sociales y tiene una dimensión espiritual o religiosa, que se garantiza también a través de la atención espiritual. En nuestro país hay un acuerdo con la Iglesia Católica para atender a los católicos en el hospital, básicamente porque en principio son bastantes más, pero algo que algunos no saben es que hay acuerdos con las demás religiones mayoritarias. Nosotros estaríamos dentro de la humanización del hospital y de la atención integral al paciente. Nos centramos en la dimensión espiritual, aunque después podamos hacer trámites a nivel social, a través de Cáritas.

La sanidad y la Iglesia Católica han ido de la mano durante siglos, pero eso cambió a raíz del establecimiento de un sistema de salud público...

La Iglesia casi siempre trató de dar respuesta a aquello que no daba el sistema público y hoy está yéndose a los campos que la sanidad pública sigue sin cubrir. Hay dos campos donde inciden los hospitales católicos y donde lo público invierte poco: cuidados paliativos y salud mental. Hace poco Podemos denunciaba que en Madrid hay seis centros paliativos de la Iglesia y uno público. Para mí el problema no es que haya seis de la iglesia, sino que haya sólo uno público. Cómo puede ser que se invierta tan poco en paliativos y hablemos después de acompañar en el final de la vida. En Salud Mental, desde que se cerraron los antiguos manicomios, lo público se quedó solo con la atención a los crónicos muy crónicos que no tienen apoyo familiar o a los agudos.
 
en corto
Un libro: En primer lugar La Biblia. Después, 'El Alquimista', de Paulo Coelho.

Una película: 'La Historia de Marie Heurtin'.

Una canción: 'O voo da pomba', de Milladoiro.

Una ciudad para vivir: Vigo… o Roma.

Una ciudad para viajar: Urueña, uno de esos pueblos desconocidos de Galicia.

Un objeto imprescindible: Un bolígrafo.

Un personaje de su vida: Mi madre y ahora mismo mis sobrinas.

Un personaje histórico: Jesucristo.

Equipo de fútbol: El año pasado fui feliz con el Celta, porque ganó al Barça y al Marid.

Lema vital: 'Cualquier otro es mi hermano'.

¿Qué le hace feliz?: Estar con la gente y ayudar.
La Pastoral se encarga de los aspectos de bioética, donde ha habido grandes polémicas. ¿No ha obstaculizado la Iglesia Católica algunos avances que hubieran revertido en más salud y bienestar para los enfermos?

Esa crítica no se le hace solo a la iglesia, sino a todo bioético. Siempre dicen que los comités de bioética son los que limitan las cosas. Pero es que, a lo mejor, no todo vale. Hay una máxima en Bioética que dice “no todo lo posible es éticamente factible”. La Bioética nació como respuesta a los experimentos que se hicieron sobre humanos sin pedir permiso a nadie. Con los enfermos, con los negros en Estados Unidos, infectándolos del sífilis; con los presos en las cárceles y con los prisioneros en los campos de concentración nazis. Todos esos crímenes éticos provocaron que la Bioética dijese que había que poner unos mínimos éticos. La Iglesia propone, pero hoy día no es la voz más importante en Bioética.

¿Qué grado de interlocución tienen con el resto de actores?

He estado 11 años de secretario del Comité de Ética de Vigo. No pedí yo estar allí, sino que fue al revés. Éramos 20 miembros, yo era el único cura: el resto eran profesionales médicos, enfermeras. Allí se decidía sobre cada caso en concreto para informar al médico o a la familia que nos pedía su parecer o a la familia que nos pedía nuestro parecer, que nunca es vinculante. Después, la Xunta de Galicia me lo solicitó y estuve cuatro años en el Comité de Ética de Galicia.

Hay personas que desean morir debido a sus enfermedades.

No niego que pueda haber algún caso muy puntual de una petición de eutanasia, pero a los Comités de Ética en los que yo he estado, no ha llegado ninguna. Mi experiencia es que hablamos mucho de necesidad de eutanasia cuando en España hay un problema mayor, que es el excesivo alargamiento, y de eso no habla nadie, porque alargar las cosas parece que queda bien, y acortar no. Yo creo que la calidad está en cómo ayudar a morir bien. Y en ese acompañamiento final es verdad que hay muchas necesidades en España.

En ese sentido, ¿qué opinión tiene respecto de la sedación terminal?

Hoy la sedación es una parte terapéutica. Pero lo que no se puede es, para una persona que está bien, sin dolor, pedir la sedación porque la familia está llena de ansiedad y miedos. Nosotros a veces en contexto de broma decimos que casi a quien hay que ponerle sedación es a la familia. La familia está angustiada, porque se le está muriendo su ser querido, pero tú ves al enfermo y éste está tranquilo. Te dicen “sédelo”, “pero que está tranquilo, que no tiene dolor”, “ya, pero es que se está dando cuenta de que se está muriendo”. Muchas veces sedamos a las personas sin dejarle la opción a que se enteren de que se van a morir. ¿Por qué digo esto? Porque es muy importante saber que puedes morirte, porque a lo mejor tienes cosas que arreglar: o quieres cambiar el testamento, o quieres pedir que venga el capellán a hablar contigo, o el psicólogo, o quieres llamar a aquel nieto que está en no sé dónde, con el que has tenido un enfrentamiento por teléfono la última vez y quieres pedirle perdón. Y esta parte humana no se la permitimos. Hablamos mucho de autonomía de la persona, y resulta que después no le damos la autonomía, le damos la información a la familia, y es la familia la que decide a quién le da la información. Dicen cosas como: “es que no sé si decirle a mamá que papá está con cáncer”. ¿Pero tú sabes las cosas que ha vivido ya tu madre a sus 80 años? La Guerra Civil, la muerte de sus padres…

“Hablamos mucho de eutanasia y hay un problema mayor: el excesivo alargamiento. Yo creo hay que ayudar a morir bien”

¿Cree que las nuevas generaciones están menos preparadas para enfrentarse al dolor y a la muerte?

Van a sufrir más. Ese “no le vamos a decir al niño que papá está en paro, que igual sufre”.

¿De dónde le vino la vocación sanitaria en un principio?

En el seminario, los formadores me pidieron que fuese a hacer ayuda pastoral en el hospital. Era la época en que había mucho sida y estuve acompañando a los enfermos. A raíz de ahí empezó mi interés en que un sacerdote pueda hacer un bien grande en medio del mundo de la sanidad y de la salud.

¿Echa de menos Galicia?

No, porque yo me voy todos los viernes y vuelvo todos los lunes. Yo trabajo aquí de martes a viernes, el sábado y el domingo estoy en mi parroquia en el centro de Vigo y el lunes doy clase en el seminario de Bioética y Pastoral de la Salud.

Vive a caballo de Madrid y Galicia.

Sí. Estoy financiando Renfe (ríe).

¿Dónde y cómo descubrió la vocación religiosa?

Yo soy del rural, mis padres son creyentes y acudíamos a la iglesia. Teníamos contacto con el sacerdote, que me invitó a ir al seminario cuando terminé EGB y allí entré. Entré con una idea de sacerdote y fui descubriendo otro estilo que me gustaba más.
 
Martínez Carracedo, junto a una imagen de la Virgen en la entrada de la sede de la Conferencia Episcopal.
¿Cuál es ese estilo? 

A mí me gusta mucho escuchar a la gente. Creo que a la gente se le descubre escuchándola, que se le ayuda simplemente con escucharle para que puedan sacar a fuera también sus miedos, sus lágrimas, sus sufrimientos, pero también sus alegrías y sus esperanzas. Entonces creo que eso hace feliz y yo es donde me siento más a gusto.

¿Tiene algún recuerdo especialmente querido de su infancia?

Yo creo que me tiene marcado el mundo rural. Tengo mentalidad rural incluso para leer las cosas del día a día en la ciudad. El rural tiene una cosa bonita y es que el tiempo lo marcan los acontecimientos. En la ciudad el tiempo lo marca el reloj. En nuestra sociedad hoy parece que tú lo controlas todo, cuando la mentalidad del rural te da la conciencia de que tú no eres el que lo controla todo, tú lo que tienes es que adaptarte al medio, y adaptarte al medio no siempre es fácil, pero te da mucha paz.

¿Qué hace en su tiempo libre?

El trabajo me ocupa bastante, pero no me pesa, disfruto con lo que hago. Cuando no tengo trabajo, mis hobbies son sobre todo salir con la bici, estar con los amigos, y normalmente los domingos como en casa con mis padres y mis hermanos, mis cuñados y mis sobrinas. 
 

sábado, 25 de noviembre de 2017

MISIÓN EN LA RIOJA,IGLESIA EN SALIDA



Los pobres (enfermos, ancianos, discapacitados…) fueron una prioridad en la misión de Jesús (Lc 4, 14 ss); a ellos les dedicó una parte significativa de su tiempo. La Iglesia ha de prestar hoy a los enfermos una atención prioritaria, siguiendo el mandato del Señor: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios» (Mt 10,8)
A la luz de la actuación de Jesús con los enfermos y de la rica tradición de la historia de la Iglesia en este campo, deseamos contribuir desde nuestro sector pastoral que abarca varios campos: parroquias, servicios de asistencia religiosa en centros hospitalarios y residenciales, profesionales cristianos y religiosos/religiosas socio-sanitarios a impulsar una Iglesia de La Rioja en Misión.

jueves, 16 de noviembre de 2017

I JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

Jesús desamparado
Escultura del canadiense Thimoty P. Schamalz
 
Se trata de una escultura de Jesús, en tamaño natural, que representa una persona sin techo acostada en un banco, cubierta entera con una manta salvo los pies, que sobresalen marcados por los clavos de la crucifixión.
 
1. Sentémonos con los pobres y descartados. Sentarse es atenderlos, verlos, acercarlos a nuestro corazón, no desentendernos de todas las situaciones que afectan a la dignidad del ser humano. Las pobrezas son muchas y de muy diferentes clases. Como en el banco de la escultura, siempre hay un sitio para nosotros.
 
2. Contemplemos sus heridas, las pobrezas. Pueden ser diferentes pero todas hacen sufrir al que las padece. Probablemente también nosotros tengamos llagas. Como nos dice Jesús cuando resume todos los mandamientos –«amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo»–, pensemos en lo que nos gustaría que hiciesen por nosotros y en lo que podemos hacer por otros.
 
3. Obremos dando respuestas concretas. Nuestra vida ha de tener respuestas concretas para nuestros hermanos. No lo dejemos para mañana. Muchas personas pasan a nuestro lado; entre todos, con todos y para todos podemos realizar algo. La Iglesia nos ofrece una manera de actuar desde el inicio mismo de su misión, no lo hace con ideas sino con obras concretas. Al final, Jesús nos juzgará por nuestras obras, que tienen un rostro y un nombre, por amor.
 

No amemos de palabra sino con obras, 
Mensaje del papa Francisco
 

martes, 14 de noviembre de 2017

Vaticano acoge congreso para buscar solución a la desigualdad mundial en temas de salud


Evangelizar la Salud

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Evangelizar la cultura de la salud

“Vivir sanamente la salud”
 
OBJETIVOS
  Ver qué piensa, cómo vive y cuida hoy la gente la salud.
  Reflexionar sobre lo que aportan a la cultura de la salud los valores saludables del Evangelio.
  Trazar unas líneas orientadoras para la acción de la Iglesia en relación con la salud.
 
1. LA SALUD, HOY
Todos, más o menos, creemos tener un concepto claro de la salud y según el mismo decimos: «tal persona está sana», «estoy sano». Sin embargo, la cosa se complica en cuanto profundizamos un poco y nos preguntamos, por ejemplo, ¿qué queremos decir cuando hablamos de que alguien está sano?, ¿en qué consiste o debe consistir la salud?, ¿qué es la salud para el hombre de hoy?, ¿qué clase de salud quiere tener?, ¿qué es lo prioritario en la salud?, etc.
Estar sano y sentirse sano
Estar sano puede tener diversos significados:
• No padecer malformaciones o lesiones.
• Estar limpio de toda causa que provoca enfermedad.
• Funcionar dentro de los límites de unas constantes vitales que se consideran normales.
• Ser útil para el cumplimiento de alguna actividad social.
• Estar integrado en la sociedad mediante un comportamiento normal.
Además, una cosa es estar sano y otra sentirse sano. El sentimiento de estar sano o, como suele decirse, gozar de buena salud, puede significar:
• La conciencia de la propia validez. Así decimos: «yo puedo comer, pasear, leer, conversar...», «yo me valgo».
• Un relativo bienestar o «silencio» del cuerpo, por ejemplo, digerir o respirar sin sentirlo, no saber por experiencia que se tiene hígado, etc.
• Cierta seguridad de no sentirse vitalmente amenazado, aún reconociendo teóricamente que uno puede enfermar gravemente y morir.
• Una libertad respecto del propio cuerpo; nuestro cuerpo nos responde, nos permite actuar como queremos.
• Cierta semejanza con los demás que llevan una vida sana y normal.
• La posibilidad de quedarse solo o buscar compañía, sin depender de los otros.
Ahora bien, el sentimiento de estar sano no lo es todo: ¿cómo podría considerarse sano un hombre que tuviera, sin saberlo, un cáncer incipiente? Y en ciertas formas leves de neurosis, ¿dónde está el límite entre la neurosis y la normalidad? Y en casos de simulación, ¿dónde está el límite entre la simulación y la enfermedad?
Salud y no solo ausencia de enfermedad
Según la Organización Mundial de las Naciones Unidas (OMS) en su carta fundacional (1946), la salud es «un estado de perfecto bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad».
La definición de la OMS distingue dos niveles de salud. La salud en el nivel 1, podemos llamarla «salud biológica» y consiste en no padecer una alteración funcional o morfológica de las que vienen en los tratados de medicina. La salud en el nivel 2, podemos llamarla «salud biográfica o moral» y consiste en la realización del proyecto de perfección de cada persona.
La OMS identifica la perfección con el perfecto estado de bienestar físico, mental y social. Ahora bien, ¿existe un solo proyecto de perfección?, ¿la perfección consiste sólo y primariamente en el bienestar o pueden darse otros ideales de perfección distintos al del bienestar? ¿Quién define y propone los ideales de perfección? Detrás de un modelo de salud y de bienestar, se esconde siempre una determinada concepción del hombre.
Las religiones tienen ya poco que ofrecer a la salud a nivel 1. pero muchísimo que hacer a nivel 2. No en vano las religiones han sido tradicionalmente los grandes proyectos de perfección de las personas y de la sociedad.
En el ser humano hay, pues, dos niveles de salud. Toda definición que quiera ser coherente tiene que manejar los dos niveles, el biológico y el biográfico. Ninguno de los dos funciona solo hay que articularlos buscando el modo de hacerlos coherentes y complementarios.
Otras definiciones
Actualmente, se dan otras definiciones de la salud: He aquí algunas:
«Aquella manera de vivir que es autónoma, solidaria y gozosa» (X Congreso de Médicos y Biólogos de Lengua Catalana 1976).
«La salud es principalmente una medida de la capacidad de cada persona de hacer o convertirse en lo que quiere ser. »
«La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades.»
«El logro del más alto nivel de bienestar físico, mental, social, y de capacidad de funcionamiento que permiten los factores sociales en los que viven inmersos el individuo y la colectividad.»
«La capacidad del hombre de apropiarse su cuerpo de forma racional y gozosa. No está sano quien mayor bienestar siente, sino quien es capaz de apropiarse y cultivar más plenamente su propio cuerpo». (Dr. Gracia Guillén).
«La salud es algo que todo el mundo sabe lo que es hasta el momento en que la pierde, o cuando intenta definirla» (Piédrola Gil)
«Un estado de bienestar transitorio que no presagia nada bueno» (Jules Romains).
 
La definición de la salud es relativa y es la persona o, en su caso, la sociedad, quien tiene la última palabra para decidir lo que es para ella la salud, cuál es su concepción de la vida, qué clase de salud quiere tener, cómo quiere ser tratada por el sistema sanitario, con qué prioridades y con qué gastos.
Actitudes y comportamientos
La forma de entender y de valorar hoy la salud genera en las personas y en las instituciones unas determinadas actitudes y comportamientos. Por ejemplo:
• Absolutizar la salud, convirtiéndola en el criterio supremo de lo que es bueno y lo que es malo.
• Idealizar y exaltar la salud, viviendo de espaldas a la enfermedad.
• Maltratar, descuidar o arriesgar la salud, llevando un estilo de vida poco sano: estrés, tabaco, droga, alcohol, accidentes, contaminación, destrucción de los bosques...
• Institucionalizar y medicalizar la salud, recurriendo para todo a las medicinas y a los centros sanitarios.
• Buscar la salud en medicinas alternativas.
• Centrarse en la simple asistencia, olvidando la educación y la promoción de la salud.
ELIXIR DE LARGA VIDA
Dr. José Letamendi
Vida honesta y arreglada.
Usar de pocos remedios,
y poner todos los medios
en no alterarse por nada.
La comida moderada,
ejercicio y distracción,
no tener nunca aprensión,
salir al camp algún rato,
poco encierro, mucho trato
y continua ocupación.
 
 
2. JESUS Y LA SALUD
Jesús no hace discursos sobre la salud. La salud es el horizonte, la meta y la inspiración de su actividad mesiánica. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, l0). Su persona irradia y genera salud en los individuos y en la convivencia social. Su presencia y sus intervenciones sanadoras, sus gestos, toda su actuación y su vida tienen un carácter saludable, es decir, despiertan y promueven la vida y la salud del ser humano. Pero, ¿qué tipo de salud es la que genera y promueve Jesús? Veamos algunos de sus rasgos.
Salud integral y en la raíz
Jesús busca, no la simple mejoría física, sino la sanación integral de la persona, la reconstrucción entera del enfermo el nacimiento de un hombre nuevo, sano y curado por entero (Jn 7, 23).
Jesús cura a la persona desde sus raíces, desde el centro, desde la fuente. Pone al enfermo en contacto con esa parte de su ser que está todavía sana y estimula lo mejor de ese deseo de vida que se esconde en todo hombre: «¿Tú quieres curarte?» (Jn 5, 6). Urge a todos a la «conversión del corazón», lugar donde se decide la vida y la muerte de la persona.
Jesús pone paz, bendición, perdón, armonía y confianza ante el futuro en la vida de las personas. Jesús sana a la hemorroisa y perdona a la pecadora con las mismas palabras: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Lc 7, 50; 8, 48). La persona recobra salud reconciliándose con Dios, consigo misma, con los demás y con la creación entera.
Salud liberadora
Jesús entiende la salud como liberación. Para él, sanar es liberar la vida encadenada por el mal, desbloquear lo que impide el despliegue sano de la persona: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad» (Lc 13, 12). La sanación libera a la persona, la conduce a una apropiación más plena de su cuerpo y de su propia existencia. Jesús libera de todo lo que oprime y esclaviza el verdadero ser del hombre, libera de la culpa, del miedo y de la ansiedad ante el futuro.
Salud responsable
Jesús no atribuye toda enfermedad a la responsabilidad culpable de la persona, como si estuviera siempre vinculada a un desorden moral: «Ni él pecó ni sus padres» (Jn 9, 3). Pero tampoco elimina de manera absoluta la responsabilidad de cada uno ante su propia salud: «Mira, has quedado sano. No peques más, no sea que te suceda algo peor» (Jn 5, 14).
Salud no idolatrada
No hay nada en Jesús que sugiera un culto al cuerpo joven, sano, vigoroso y bello. La salud que él promueve no es un objetivo en sí mismo, un absoluto al que hayamos de subordinarlo todo. «No es el hombre para la salud sino la salud para el hombre». No vivimos para cuidar nuestra salud, sino que cuidamos la salud para vivir humanamente. Ahora bien, no se trata de cuidar la salud a cualquier precio, a costa de quien sea, actuando incluso de manera inhumana o arriesgando nuestro último destino. El bienestar físico no tiene la última palabra: «Lo primero es buscar el Reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 31-33).
Salud crucificada
Hay una manera sana de perder vida y salud ganándolas para siempre. Es disponer de ellas al servicio del Evangelio: «Quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará» (Mc 8, 35). Los cristianos seguimos anunciando que la salvación del mundo acontece en una «salud crucificada» por amor a Dios y a los hombres. La cruz sigue siendo hoy «escándalo y necedad» en la mayoría de los modelos vigentes de salud. Esta salud crucificada por amor es el juez más implacable y el libertador más radical de cualquier salud deshumanizada por el egoísmo, el orgullo, la insolidaridad o el miedo. En ella descubrimos los creyentes que «da necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres» (1 Co l, 15).
Salud individual y social
Jesús no se preocupa sólo de la salud de los individuos, sino también de la salud colectiva. Jesús promueve una salud social: él defiende una convivencia fundamentada en la verdad; crea fraternidad entre los hombres; invita a una vida liberada de la esclavitud del dinero y de la obsesión de las cosas; condena una vida religiosa y moral, reducida al legalismo y culto vacío y olvidada de la justicia y del amor. Incluso cuando sana y transforma la vida de una persona, esta sanación tiene una repercusión comunitaria: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (Lc 19, 9).
Salud ofrecida a los más débiles
Jesús, así lo subrayan los evangelios, ofrece la salud a los más débiles e indefensos, se acerca preferentemente a los más desvalidos y sin recursos, que no tienen alguien que se ocupe de ellos (Jn 5, 7), enfermos que experimentan su mal como algo insoluble en aquella sociedad.
Salud abierta a la salvación
La salud humana es limitada y vulnerable, está expuesta al sufrimiento, amenazada por la enfermedad, el desastre y el envejecimiento, y destinada a la muerte. Por eso, nuestra salud necesita ser salvada. Jesús afirma nuestra vida, la restituye a su verdadera dignidad y la despliega hacia su plenitud total en Dios. Jesús es portador de la vida que no acaba: «Todo el que crea en él, aunque muera, vivirá» (Jn 11, 25).
Esta vida definitiva no es, sin embargo, algo que comienza después de la muerte. El creyente la puede experimentar de alguna manera ya desde ahora: «El que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna» (Jn 5, 24). Y también: «Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos» (1 Jn 3, 14).
 
3. LA IGLESIA Y LA SALUD
La salud ha de ser para la Iglesia, como lo que fue para Jesús, horizonte, meta e inspiración de su acción evangelizadora. Por ello, ha de preguntarse cuál es y cuál puede ser hoy su servicio a la salud. Inspirándose en los valores saludables del Evangelio, podrá contribuir a entender mejor lo que es la salud de todo el hombre y colaborar en la consecución de una salud para todos; podrá ayudar a buscar y disfrutar gozosamente la salud, a vivir «sanamente» la enfermedad y asumir serenamente lo incurable; podrá irradiar salud en las personas y en la sociedad.
La Iglesia, siendo fiel a Jesús que es la salud y al hombre de hoy que la desea profundamente, ha de trazar las grandes líneas de su acción como portadora de salud y servidora de la vida. He aquí las más significativas:
Impulsar la Pastoral de la Salud
Impulsar una pastoral renovada de la salud: una pastoral que se propone como objetivo primario la salud y la vida; una pastoral que se dirige al sano para fortalecer en él todos sus aspectos sanos y para estimularle a ser promotor de salud y de vida; una pastoral que acompaña al enfermo en el proceso de su enfermedad, le conduce a tomar las riendas del mismo y a echar mano de todos sus recursos curativos, le libera de sufrimientos errados, reaviva en él sus ganas de vivir y le ayuda a encontrar el «sentido» a cuanto le pasa, a convivir con su enfermedad y a asumir serenamente lo incurable.
Promover la salud integral
Promover la salud integral de la persona y de la comunidad es una tarea importante que la Iglesia lleva a cabo a través de variadas acciones como las de: educar para vivir en salud la vida en su totalidad, incluidas las limitaciones, contrariedades, sufrimientos, enfermedades y muerte; acompañar al enfermo en el proceso de su curación, ayudándole a recuperarse en todas sus dimensiones, a reconciliarse consigo mismo, con la vida y con Dios, a curarse de sus heridas pasadas, a recobrar unas relaciones nuevas y más sanas con los demás, a descubrir nuevas posibilidades y un sentido a su vida, a abrirse, en definitiva, a su salvación total.

Proponer una cultura del cuerpo

Una cultura del cuerpo que subraya no sólo el vigor, la belleza y el bienestar corporal, sino también la salud afectiva, mental y espiritual. El cuerpo no es simplemente una máquina cuyo buen funcionamiento hemos de asegurar. No es algo vacío, privado de interioridad. Somos cuerpo, materia viva donde crece y se expansiona el Espíritu de Dios, que anima todo nuestro ser. La criatura viviente es templo donde se sirve y se glorifica a Dios, es el lugar permanente de homenaje a Dios. Por ello, la Iglesia ha de ayudar a las personas a cultivar su vida espiritual, a hacer silencio interior, a abrirse a la experiencia del Espíritu, verdadero "dador de vida".

Proponer una vida más sana

Promover una vida más sana viviendo y fomentando el estilo de vida evangélico. Mostrar que es sano creer, esperar, amar, vivir como criatura, vivir en comunión y en paz con uno mismo, con Dios y con los demás. Descubrir al hombre de hoy que seguir a Cristo es la manera más sana de vivir, es una de las tareas más saludables que la Iglesia puede y debe llevar a cabo. Eliminar lo insano en su interior, pues sólo una Iglesia sana puede irradiar y ser foco de salud.
Promover una vida más sana también apoyando, comprometiéndose y colaborando en iniciativas y programas orientados a ello. El campo es amplio: lucha por unas condiciones de vida más saludables para todos (alimentación, higiene, vivienda, respeto y mejora del medio ambiente, seguridad en el trabajo y en la carretera...); logro de estructuras más humanas que faciliten el bienestar integral de las personas; cultivo de unas relaciones más sanas y cordiales; fomento de costumbres sanas en el estilo de vida, utilización del tiempo libre, descanso, cuidado del cuerpo y del espíritu...

Buscar salud para todos

Dentro de una sociedad estructurada al servicio de los privilegiados, el cuidado de la salud no está siempre al alcance de los más pobres. Amplios sectores de personas quedan excluidos o marginados. Millones de seres humanos del Tercer Mundo no pueden tener acceso a una vida sana. La solidaridad es expresión de buena salud y de salvación. Los gestos de solidaridad acrecientan la salud de los que los realizan. Una Iglesia sana es sólo una Iglesia de los pobres.
Crear comunidades vivas
 Una comunidad viva, capaz de acoger de manera cálida y atenta, es un hogar de salud en medio de la sociedad donde crece la incomunicación, la soledad, el anonimato y la agresividad. La relación fraterna, la celebración gozosa de la salvación, la oración comunitaria, la escucha de la Palabra de Dios, Palabra de vida y de vida abundante, son actividades que hacen de la experiencia comunitaria fuente de salud.

Educar para vivir la salud

Para ello conviene llevar a cabo las siguientes acciones:
Ayudar a entender lo que es la salud integral, a buscarla y disfrutarla gozosamente, a conservarla y promocionarla, puesto que se trata de un bien de gran valor, aunque no sea absoluto, de un don de Dios y una responsabilidad del ser humano.
Educarse y educar para vivir la salud como una responsabilidad cotidiana ante a uno mismo y ante los demás.
Mostrar que seguir a Jesucristo es precisamente el modo más sano y positivo de vivir, el camino que mejor puede conducir a una autorrealización sana.
Educar en los valores del respeto a los seres humanos, la solidaridad, la ayuda mutua, el socorro a los necesitados, la compasión, el despego de las realidades terrenas, el control del consumo desenfrenado, la búsqueda de objetivos distintos del mero disfrute...
 
Tareas de las instituciones de la Iglesia en el campo de la salud
Las comunidades cristianas, los movimientos apostólicos, las instituciones sanitarias y educativas de la Iglesia y todos los cristianos hemos de plantearnos cuál ha de ser nuestra tarea y colaboración en este campo. Con tal fin, proponemos las pistas siguientes:
• Educarse y educar para vivir la salud como un don y como una responsabilidad cotidiana ante a uno mismo y ante los demás.
• Mostrar que es sano creer, esperar, amar, vivir como criatura, confiar en Dios, darle gracias y alabarle, estar alegres y en paz consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios, fuente de vida y salud plena.
• Promover la salud integral abierta a la salvación plena a la que el hombre está llamado desde lo más hondo de su ser.
• Liberarnos y ayudar a liberarse a las personas de hábitos perjudiciales para la salud, tales como el abuso del tabaco, el alcohol y otras drogas, la violencia, la competitividad, la conducción temeraria de vehículos, el consumismo, etc.
• Colaborar en iniciativas y programas que fomenten una vida sana, tales como: la lucha por un medio ambiente y unas condiciones de vida saludables para todos, el logro de estructuras justas y humanas, el cuidado del cuerpo y del espíritu y el cultivo de relaciones auténticas y cordiales y de costumbres convenientes en la utilización del tiempo libre.
• Participar en el desarrollo de las sociedades más deprimidas y comprometerse en el logro de un orden internacional justo que haga posible una paz efectiva.
• Acompañar a los enfermos para reavivar en ellos sus ganas de vivir, para ayudarles a encontrar el sentido a su enfermedad, a luchar y a convivir con ella y, llegado el caso, a asumir serena y cristianamente el mal incurable.
• Sanar las heridas físicas y morales causadas por los enfrentamientos sociales de todo tipo: guerras, terrorismo, agresiones...
Mensaje de la Comisión Episcopal de Pastoral. Día del Enfermo 1991
Jesús es la salud. Oración
Señor, Tú eres la Salud.
Tú viniste para darnos Vida,
para ofrecernos nuevas posibilidades
y abrirnos nuevos horizontes.
Señor, Tú ensanchas nuestro corazón
y das alas a nuestra libertad.
Tú curas nuestras heridas internas
y nos invitas a ser
dueños de nosotros mismos
y servidores de los demás.
Tú nos ayudas a vivir sanamente
las experiencias dolorosas de la vida
y a crecer desde la pequeñez.
Gracias, Señor,
porque has compartido nuestra vida,
y, amándonos hasta el final,
nos has revelado
que sólo el amor sana y salva.  Amén.
 

La vida es

La vida es una oportunidad aprovéchala.
La vida es bella, admírala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózala.
La vida es un misterio, desvélalo.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, arróstrala.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es la vida, defiéndela.
 
MADRE TERESA DE CALCUTA

PARA LA REFLEXION PERSONAL Y EN GRUPO
1. ¿Cuáles son —en el medio en que vives— las actitudes y comportamientos más frecuentes en relación con la salud? ¿Cómo cuida la gente su salud y cómo la cuidamos nosotros?
2. Rasgos más significativos de la salud que genera y promueve Jesús.
3. ¿Qué puede hacer hoy una comunidad cristiana para evangelizar la salud, para promover la salud y para ayudar a vivirla sanamente?
 
BIBLIOGRAFIA
Departamento de Pastoral de la Salud. Congreso Iglesia y Salud. Edice, Madrid, 1995.
Departamento de Pastoral de la Salud. Los 10 Días del Enfermo en la Iglesia española. Edice, Madrid, 1995.
Alvarez F. El evangelio de la salud. San Pablo. Madrid, 1999.
Conde J. Introducción a la pastoral de la salud. San pablo, Madrid, 2004.
Häring B. La fe, fuente de salud. Ed. Paulinas, Madrid, 1986
Pagola JA. Es bueno creer. San Pablo, Madrid, 1996.
Pagola JA. Id y curad. PPC, Madrid, 2004.
VV.AA. La nueva salud. Kairós, Barcelona, 1990.
Labor Hospitalaria nº 219: Iglesia y salud.
 
ANEXO 1
 
CATEQUESIS DE JÓVENES
¡La salud es preciosa, cuídala!
 
INTRODUCCIÓN
El hombre actual exalta el valor de la salud física y mental y dedica toda clase de esfuerzos a prevenir y combatir las enfermedades. Pero, el mismo tiempo, está construyendo una sociedad donde no es fácil vivir de manera sana. Nunca ha estado la vida tan amenazada por el desequilibrio ecológico, la contaminación, el stress, los accidentes de tráfico, el consumo de drogas... Por otra parte, estamos fomentando un estilo de vida donde la falta de sentido, la masificación, la soledad, la imposibilidad de realizar un proyecto vital y tantas otras frustraciones impiden a las personas, también a los jóvenes, crecer y desarrollarse de manera sana.
La salud es una de las aspiraciones más importantes en esta sociedad que valora tanto al hombre sano, joven, fuerte, vigoroso. Gracias a la salud se puede disfrutar, alcanzar un nivel de vida, divertirse, etc.
Los jóvenes gozan de salud y la experimentan como algo normal y seguro en su vida. Quizás, por ello, “juegan con ella” arriesgándola y poniéndola, a veces, en serio peligro. La salud no suele ser un tema de conversación y de reflexión entre los jóvenes de hoy. Sin embargo, es un valor que tiene garra para implicar y orientar la vida del joven. Por ello, lo proponemos como tema de esta catequesis.
 
OBJETIVOS
·          Tomar conciencia del valor y sentido de la salud en nuestra vida.
·          Examinar lo que favorece y lo que impide en los jóvenes llevar una vida sana.
·          Descubrir los valores saludables que encierra el Evangelio.
·          Responsabilizarnos del cuidado de nuestra propia salud y de la promoción y defensa de la salud de los demás.
 
1. EL JOVEN Y SU SALUD
Vamos a acercarnos a la experiencia humana de la salud en los jóvenes de hoy: qué es para ellos la salud, cómo la valoran, de qué forma la cuidan, q comportamientos de la juventud actual fomentan o favorecen la salud y cuáles la perjudican o deterioran; hasta qué punto se sienten los jóvenes protagonistas de su salud y de la salud de los otros.
ç Hay diversas formas de hacerlo: formular las preguntas al grupo e invitarles al diálogo; observar y tomar nota de lo que se ve, oye o lee sobre el tema en la calle, en la tele, la prensa... ; abrir un diálogo sobre la relación que existe entre algunas realidades humanas y la salud. Aconsejamos la última. En función del grupo se eligen las más significativas. El catequista a la vez que modera el diálogo, ayuda a tomar conciencia de los diferentes niveles de la salud (físico, mental, social, espiritual, ambiental...), de cómo en la vida de la persona y del grupo todo tiene una relación con la salud, etc. He aquí una lista de posibles realidades:
 
§   Vivienda y salud.
§   Look o imagen personal y salud.
§   Trabajo y salud.
§   Contaminación y salud.
§   Ruidos y salud.
§   Alimentación y salud.
§   Ocio y salud.
§   Moto y salud.
§   Tabaco y salud.
§   Relaciones sociales y salud.
§   Estrés y salud.
§   Sexo y salud.
§   Ejercicio físico y salud.
§   Aburrimiento y salud.
§   Comunicación y salud.
§   Descanso y salud.
§   Humor y salud.
§   Creencias religiosas y salud.
§   Amistad y salud.
§   Solidaridad y salud.
§   Alcohol y salud.
§   Estudios y salud.
§   Relaciones familiares y salud.
§   Pasarlo bien y salud.
§   Minusvalía y salud.
§   Enfermedad y salud.
§   Otras.

 Tras el diálogo, el grupo hace un resumen de los comportamientos de la juventud actual que, a su parecer, favorecen la salud y de aquellos que la perjudican, deterioran o ponen en peligro. El resumen puede plasmarse en un mural, una pancarta, un documento, etc.
Si se ve oportuno, el grupo puede dedicar un tiempo a hablar sobre cómo valoran los jóvenes la salud y qué hacen para cuidar su propia salud y la de los demás.
“La mayor parte de la juventud gasta su dinero en los bares. Son lugares donde se citan e intentan combatir al aburrimiento... Para conseguir valores, que en sí son positivos, como la alegría, amistad, valentía o seguridad, la adolescencia y la juventud recurre al consumo del alcohol. En nuestras ciudades hay más bares que tejas. ¿Por qué extrañarnos si la juventud va de cogorza en cogorza, sábado tras sábado? (joven ex-alcohólico).
Una joven postrada en cama y reducida a la inmovilidad más absoluta por una parálisis incurable. Sabiendo que no volverá a caminar con sus pies, cada vez que el médico la visita le dice sin cansancio: Por favor, doctor, dŽime lo que necesito para vivir... DŽése cuenta ¡yo quiero vivir! ¡quiero vivir!” (ESTHER, Enfermera).
2. JESUS Y LA SALUD
Hemos tomado conciencia del valor de la salud, de cómo todo en la vida tiene relación con la misma, hemos detectado los comportamientos que favorecen o perjudican una vida sana, hemos hablado de cómo valoran y cuidan los jóvenes su propia salud y la de los demás. Nos acercamos ahora a Jesús de Nazaret, a sus comportamientos, sus palabras y su vida, para descubrir la salud que EŽl vive y propone y los valores saludables que encierra el seguimiento de su persona y la vivencia de su evangelio.
ç El catequista propone al grupo diferentes caminos para acercarse a Jesús y le acompaña en el camino elegido. He aquí algunos:
4 Presentar varios pasajes del evangelio e invitar a leerlos e interpretarlos desde esta perspectiva de la salud. Por ejemplo: la samaritana (Jn 4, 3-43); Llamada de Mateo (Mt 9, 9-13); El sermón del monte (Mt 5, 1-11; 6, 19-34); La curación del paralítico (Mc 2, 2-13); Parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32); El paralítico de la piscina de Betesda (Jn 5, 1-15); La conversión de Zaqueo (Lc 19, 1-9); Jesús, modelo de pastor (Jn 10, 10-21).
4 Recoger aquellas frases de Jesús que tengan para ellos un contenido saludable y comentarlas con el grupo. Por ejemplo: “No necesitan de médico los sanos sino los que se encuentran mal” (Lc 5, 31); El agua que yo voy a darle se convertirá dentro en un manantial de agua que salta dando vida definitiva” (Jn 4, 14); “Yo he venido para que tengan vida y vida abundante” (Jn 10, 10); “Si uno quiere poner a salvo su vida la perderá; en cambio el que pierda su vida a causa mía, se la pondrá a salvo” (Lc 9, 24); “Conmovido, extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero, queda limpio” (Mc 1, 41); “Haz eso y vivirás” (Lc 10, 28);  “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19, 9); “No andéis preocupados por la vida. No andéis preocupados por el mañana. Cada día tiene bastante con su inquietud” (Mt 6, 25.34); “Si os mantenéis fieles a mi Palabra seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31)...
Jesús apuesta por la vida, por la salud. “He venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia” (Jn 10, 10). Él es la salud. Su persona, sus intervenciones sanadoras, sus gestos, toda su actuación y su vida despiertan y promueven la vida y la salud del ser humano. Muestra de ello son su cercanía a los enfermos y sus curaciones, su lucha contra los comportamientos que oprimen a las personas y las esclavizan, sus esfuerzos por crear una convivencia más humana y más fraterna y su ternura hacia los maltratados por la vida.
Jesús nos invita a vivir sanamente, a sentirnos responsables de nuestra salud, a cuidarla como un tesoro que nos permite vivir humanamente, a entregarla por amor al servicio del amigo y del necesitado. Jesús nos invita a vivir y a potenciar la vida, a sanar amando, liberando, ofreciendo desinteresadamente ayuda al que la necesita. Jesús es la salud. Seguirle es una de las maneras más sanas y gratificantes de vivir.
¡Ven, sígueme!
Deja el tedio de vivir sin ilusión.
¡Ven, sígueme!
y el esfuerzo que defrauda cada vez,
esa oculta soledad,
ese íntimo penar,
el vacío y el dolor,
el fracaso y el temor,
y ¡sígueme!
que tú buscas calor
y mi reino es un reino de sol.
 
¡Ven, sígueme!
Lo que el hombre no se atreve a imaginar.
¡Ven, sígueme!
Lo que mente nunca pudo concebir,
la gozosa libertad,
la dichosa gratitud,
la alegría para amar
y el remanso de la paz,
¡Ven, sígueme!
en mi reino ya aquí
con la vida que no tiene fin.
 
¡Ven, sígueme!
Deja toda la miseria del tener,
¡Ven, sígueme!
Rompe toda la mentira del fingir,
Te daré cien veces más
los hermanos de verdad,
que te quieren por ser tú,
sin envidia o mezquindad,
y al lado Yo,
con el Padre de amor
y el Espíritu que os hace un corazón.
Jesús es la salud. Muchos jóvenes lo experimentan en su propia vida y hacen presente la salud de Jesús en su medio, junto a los que sufren por la enfermedad, el alcohol, la droga, el paro, la cárcel y todo tipo de sufrimiento. Por ellos “entra hoy la salvación en sus casas”.
«Pertenezco al colectivo juvenil de la Asociación de Ex-alcohólicos que desde 1983 viene trabajando contra el alcoholismo entre los adolescentes mediante campañas de información, prevención y animación cultural. Una gran parte de nuestra labor se centra en la atención que dedicamos a los hijos de alcohólicos. Intentamos distraerles de los problemas que sufren en sus hogares y explicarles que sus padres son enfermos y, como tales, hay que tratarles.» (LUIS).
«Inma, Emilio, Carlos, Sara y otros amigos se reúnen con frecuencia para compartir su fe y conocer más a Jesucristo. Un día se han dado cuenta de que no pueden quedarse tranquilos sin hacer algo por los que sufren. La invitación de Jesús "haz tú lo mismo" le ha interpelado. Han oído hablar de los inmigrantes, marginados de nuestra sociedad, y "se han puesto en camino". "Yo sé inglés y puedo ayudar a otros a aprender el castellano" dice Inma; y nosotros podemos colaborar a preparar una fiesta para ellos... y todos se ponen a mentalizar a otros sobre la situación en que viven. Hablan con el africano y con el marroquí y con el sudamericano y se interesa por su vida y sus problemas... Y así, Inma, Carlos y Emilio y los demás han hecho posible que “hoy la salvación, la salud, entre en sus casas”, en sus corazones y en sus vidas.»
«A María "se le conmueven las entrañas" ante tantos ancianos enfermos y solos y "siente lástima de ellos" María es alegre, decidida, dinámica... y decide poner al servicio de los demás sus dones. Los sábados y los domingos tiene tiempo para llevar su consuelo y su alegría a los mayores... Y doña Concha, el señor Manuel, la señora Pepa, el abuelo Paco y otros "reciben la salvación de Dios" a través de María porque el Señor "está" con María y ella cuenta con El.»
«Sólo tú y la llamada silenciosa de los más pobres, enfermos y necesitados, han sido lo que me ha movido y me mueve a entregar mi vida cada día. Tú sabes a los enfermos que atiendo: enfermos mentales, ancianos, niños, personas al borde de la muerte, presos... Todos ellos han sentido tu mano y tu mirada porque te has dignado servirte de mí, de mis manos y de mi mirada. Gracias a ellos he aprendido a valorar la vida y la salud, descubro mis fallos, mis egoísmos y mis impaciencias. Gracias a ellos he aprendido la belleza de lo pequeño y de lo inútil, la grandeza de la sonrisa de un subnormal, lo inmenso de un apretón de manos de un enfermo mental, las lágrimas de un preso, la desesperación de un moribundo, el "sin sentido" del que sufre... Gracias a ellos soy feliz.» (J. ANTONIO)
«Desde muy pequeña mi minusvalía me ha supuesto no poder ir al colegio con normalidad ni tener unos estudios, ilusión de mis padres y mía. Perdí a mis padres muy pronto. Llevo con normalidad mis limitaciones y me esfuerzo por ser útil a los demás. Me confío al Señor. El sabe lo que hace; nunca me ha faltado su protección; ha puesto a mi lado personas que me han ayudado. Miro a mi alrededor y a mí misma para descubrir tantas cosas como tengo, a pesar de mi minusvalía: ojos, brazos, inteligencia, cultura, medios de toda clase. Doy gracias a Dios y las pongo al servicio de los demás. Es, desde mi experiencia y la de otros muchos, el camino más seguro para ser felices también aquí en esta vida y la única forma de hacer un mundo más habitable, más humano.» (TRINI)
3. NUESTRA RESPUESTA
Seguramente, hemos descubierto que es fenomenal tener salud y poderla disfrutar, que todo en nuestra vida está en relación con la salud, que hay costumbres y comportamientos que fomentan nuestra salud o que la perjudican y la ponen en peligro. Jesús, su evangelio, y las personas que le siguen y lo viven, nos han ayudado a profundizar en la verdadera salud y nos ha invitado a ser protagonistas de nuestra propia salud y a responsabilizarnos de la salud de nuestro entorno. Ahora nos planteamos como grupo y también personalmente lo que podemos y lo que estamos dispuestos a hacer para cuidar nuestra salud, para promover la salud de nuestros compañeros, de nuestro barrio/pueblo..., para defenderla y para ayudar a recuperarla a quienes la han perdido.
ç El grupo lo habla, lo discute y, al final y, asume unos compromisos muy concretos y ve la forma de hacerlos realidad y de evaluarlos.
 
SUGERENCIAS
·         Estudiar los problemas de salud que hay en el pueblo/barrio.
·         Participar en acciones en favor de la defensa de la naturaleza; protección del entorno natural y artificial; conservación de los recursos naturales...
·         Luchar por unas condiciones de vida más saludables para todos: vivienda, medio ambiente, seguridad en el trabajo y en la carretera...
·         Evitar comportamientos perjudiciales para la salud: uso y abuso del alcohol y otras drogas; conducta temeraria en la carretera; relaciones sexuales anárquicas; actos de violencia; competitividad destructora; consumismo; la incomunicación...
·         Fomentar estilos de vida, costumbres y comportamientos sanos: alimentación sana, ejercicio físico, manualidades, música, pasear y viajar, relación con los amigos... silencio interior, cultivo de la vida del espíritu...
·         Cultivar unas relaciones sanas y cordiales, impregnadas de amor, en la propia familia.
·         Cultivar unas relaciones sanas con Dios.
·         Prepararse para afrontar todas las etapas de la vida y para enfrentarse con las enfermedades y lesiones crónicas.
·         Participar como monitores en las colonias de verano.
·         Promover en el colegio un taller para estudiar la salud.
·         Buscar información sobre asociaciones y grupos dedicados a la promoción y defensa de la salud, o a la recuperación de las personas que perdieron su salud.
·         Ir a un centro para acompañar y animar a los enfermos o minusválidos.
·         Sacar a pasear a un enfermo o minusválido que no puede hacerlo éŽl solo.
·         Ofrecernos para llevar a enfermos/minusválidos de excursión, de merienda, al cine, o a la parroquia para participar en la Misa.
·         Hacerse donante de sangre.
·         Plantearnos la donación de nuestros propios órganos en caso de muerte.
 
Preparado por Rudesindo Delgado