miércoles, 30 de septiembre de 2015

Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016


 
Mensaje del Santo Padre Francisco

para la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016

 

Confiar en Jesús misericordioso como María: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5)

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

La XXIV Jornada Mundial del Enfermo me ofrece la oportunidad para estar especialmente cerca de vosotras, queridas personas enfermas, y de los que se ocupan de vosotras.

Debido a que este año, dicha jornada será celebrada de manera solemne en Tierra Santa, propongo meditar la narración evangélica de las bodas de Caná (Jn 2,1-11), en las que Jesús hizo su primer milagro gracias a la intervención de su Madre. El tema elegido - Confiar en Jesús misericordioso como María: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5) se inscribe muy bien en el marco del Jubileo extraordinario de la Misericordia. La Celebración eucarística central de la Jornada tendrá lugar el 11 de febrero de 2016, memoria litúrgica de la Beata Virgen María de Lourdes, precisamente en Nazaret, donde «la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14). Jesús inicio allí su Misión salvífica, asumiendo para sí las palabras del profeta Isaías, como nos refiere el evangelista Lucas: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos; para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor» (4,18-19).

La enfermedad, especialmente aquella grave, pone siempre en crisis la existencia humana y trae consigo interrogantes que excavan en lo íntimo. El primer momento a veces puede ser de rebelión: ¿Por qué me ha sucedido justo a mí? Se puede entrar en desesperación, pensar que todo está perdido y que ya nada tiene sentido…

En estas situaciones, por un lado la fe en Dios es puesta a la prueba, pero al mismo tiempo revela toda su potencialidad positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad, el dolor, o los interrogantes que derivan de ello; sino porque ofrece una clave con la cual podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo; una clave que nos ayuda a ver de que modo la enfermedad puede ser el camino para llegar a una cercanía más estrecha con Jesús, que camina a nuestro lado, cargando la Cruz. Y esta clave nos la proporciona su Madre, María, experta de este camino.

En las bodas de Caná, María es la mujer atenta que se da cuenta de un problema muy importante para los esposos: se ha acabado el vino, símbolo del gozo de la fiesta. María descubre la dificultad, en cierto sentido la hace suya y, con discreción, actúa rápidamente. No se limita a mirar, y menos aún se detiene a hacer juicios, sino que se dirige a Jesús y le presenta el problema tal cual es: «No tienen vino» (Jn 2,3). Y cuando Jesús le hace presente que aún no ha llegado el momento para que Él se revele (cfr v. 4), dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga» (v. 5). Entonces Jesús realiza el milagro, transformando una gran cantidad de agua en vino, en un vino que aparece de inmediato como el mejor de toda la fiesta. ¿Qué enseñanza podemos obtener del misterio de las bodas de Caná para la Jornada Mundial del Enfermo?

El banquete de bodas de Caná es un icono de la Iglesia: en el centro está Jesús misericordioso que realiza la señal; a su alrededor están los discípulos, las primicias de la nueva comunidad; y cerca de Jesús y de sus discípulos, está María, Madre previdente y orante. María participa en el gozo de la gente común y contribuye a aumentarlo; intercede ante su Hijo por el bien de los esposos y de todos los invitados. Y Jesús no rechazó la petición de su Madre. ¡Cuánta esperanza en este acontecimiento para todos nosotros! Tenemos una Madre que tiene sus ojos atentos y buenos, como su Hijo; su corazón materno está lleno de misericordia, como Él; las manos que quieren ayudar, como las manos de Jesús que partían el pan para quien estaba con hambre, que tocaban a los enfermos y les curaba. Esto nos llena de confianza y hace que nos abramos a la gracia y a la misericordia de Cristo. La intercesión de María nos hace experimentar la consolación por la cual el apóstol Pablo bendice a Dios: «¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios! Pues así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación» (2 Co 1,3-5). María es la Madre “consolada” que consuela a sus hijos.

En Caná se perfilan los rasgos característicos de Jesús y de su misión: Él es Aquel que socorre al que está en dificultad y en la necesidad. En efecto, en su ministerio mesiánico curará a muchos de sus enfermedades, malestares y malos espíritus, donará la vista a los ciegos, hará caminar a los cojos, restituirá la salud y la dignidad a los leprosos, resucitará a los muertos, a los pobres anunciará la buena nueva (cfr Lc 7,21-22). La petición de María, durante el banquete nupcial, sugerida por el Espíritu Santo a su corazón materno, hizo surgir no sólo el poder mesiánico de Jesús, sino también su misericordia.

En la solicitud de María se refleja la ternura de Dios. Y esa misma ternura se hace presente en la vida de muchas personas que se encuentran al lado de los enfermos y saben captar sus necesidades, aún las más imperceptibles, porque miran con ojos llenos de amor. ¡Cuántas veces una madre a la cabecera de su hijo enfermo, o un hijo que se ocupa de su padre anciano, o un nieto que está cerca del abuelo o de la abuela, pone su invocación en las manos de la Virgen! Para nuestros seres queridos que sufren debido a la enfermedad pedimos en primer lugar la salud; Jesús mismo manifestó la presencia del Reino de Dios precisamente a través de las curaciones: «Id y contad a Juan lo que oís y lo que veis: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y los muertos resucitan» (Mt 11,4-5). Pero el amor animado por la fe hace que pidamos para ellos algo más grande que la salud física: pedimos una paz, una serenidad de la vida que parte del corazón y que es don de Dios, fruto del Espíritu Santo que el Padre no niega nunca a los que le piden con confianza.

En la escena de Caná, además de Jesús y de su Madre, están los que son llamados los “sirvientes”, que reciben de Ella esta indicación: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Naturalmente el milagro tiene lugar por obra de Cristo; sin embargo, Él quiere servirse de la ayuda humana para realizar el prodigio. Habría podido hacer aparecer directamente el vino en las tinajas. Pero quiere contar con la colaboración humana, y pide a los sirvientes que las llenen de agua. ¡Cómo es precioso y   agradable a Dios ser servidores de los demás! Esto más que otras cosas nos hace semejantes a Jesús, el cual «no ha venido para ser servido sino a servir» (Mc 10,45). Estos personajes anónimos del Evangelio nos enseñan mucho. No sólo obedecen, sino que obedecen generosamente: llenaron las tinajas hasta el borde (cfr Jn 2,7). Se fían de la Madre, y de inmediato hacen bien lo que se les pide, sin lamentarse, sin hacer cálculos.

En esta Jornada Mundial del Enfermo podemos pedir a Jesús misericordioso, a través de la intercesión de María, Madre suya y nuestra, que conceda a todos nosotros esta disponibilidad al servicio de los necesitados, y concretamente de nuestros hermanos y de nuestras hermanas enfermas. A veces este servicio puede resultar fatigoso, pesado, pero estamos seguros que el Señor no dejará de transformar nuestro esfuerzo humano en algo divino. También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos. También nosotros, sanos o enfermos, podemos ofrecer nuestras fatigas y sufrimientos como el agua que llenó las tinajas en las bodas de Caná y fue transformada en el vino más bueno. Con la ayuda discreta a quien sufre, tal como en la enfermedad, se toma en los propios hombros la cruz de cada día y se sigue al Maestro (cfr Lc 9,23); y aunque el encuentro con el sufrimiento será siempre un misterio, Jesús nos ayudará a revelar su sentido.

Si sabremos seguir la voz de Aquella que dice también a nosotros: «Haced lo que Él os diga», Jesús transformará siempre el agua de nuestra vida en vino apreciado. Así esta Jornada Mundial del Enfermo, celebrada solemnemente en Tierra Santa, ayudará a realizar el augurio que he manifestado en la Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia: «Este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con el Hebraísmo, con el Islam y con las demás religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae Vultus, 23). Cada hospital o cada estructura de sanación sea signo visible y lugar para promover la cultura del encuentro y de la paz, donde la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, así como también la ayuda profesional y fraterna, contribuyan a superar todo límite y toda división.

En esto son ejemplo para nosotros las dos monjas canonizadas en el mes de mayo último: santa María Alfonsina Danil Ghattas y santa María de Jesús Crucificado Baouardy, ambas hijas de la Tierra Santa.  La primera fue testigo de mansedumbre y de unidad, ofreciendo un claro testimonio de cuan importante es que seamos unos responsables de los otros, de vivir uno al servicio del otro. La segunda, mujer humilde e iletrada, fue dócil al Espíritu Santo y se volvió instrumento de encuentro con el mundo musulmán.

A todos los que están al servicio de los enfermos y de los que sufren, deseo que sean animados por el espíritu de María, Madre de la Misericordia. «La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, a fin de que todos podamos descubrir la alegría de la ternura de Dios» (ibid., 24) y llevarla impregnada en nuestros corazones y en nuestros gestos. Confiemos a la intercesión de la Virgen las ansias y las tribulaciones, junto con los gozos y las consolaciones, y dirijamos a ella nuestra oración, a fin de que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, especialmente en los momentos de dolor, y nos haga dignos de contemplar hoy y por siempre el Rostro de la misericordia, a su Hijo Jesús.

 

Acompaño a esta súplica por todos vosotros mi Bendición Apostólica.

 

Desde el Vaticano, 15 de setiembre de 2015

Memoria de la Beata Virgen María Dolorosa

 

Papa Francisco

viernes, 25 de septiembre de 2015

LA VIDA CONSAGRADA AL SERVICIO DE LOS ENFERMOS


 

Mucho hay que agradecer  a la Vida Consagrada en este sector de servicio  a los enfermos, nos han abierto muchos surcos, nos han ofrecido muchos signos evangelizadores, mucho evangelio que inspira fuerza, coraje, audacia y esperanza, mucha profecía hecha realidad, evangelio, buena noticia.

Hoy el servicio a los enfermos ofrece nuevas oportunidades para abrir, estrenar e inaugurar nuevos signos de evangelio en una sociedad donde la técnica puede apoderase del hombre y reducirlo a cosa o aun caso clínico. La enfermedad es un “lugar privilegiado” para la evangelización. El hospital es el lugar más frecuentado por la sociedad, el lugar por donde pasan más personas – niños, jóvenes, mayores, creyentes y no creyentes, ricos y pobres, sabios e ignorantes…, pasan más que por nuestras parroquias, catedrales, mezquitas y sinagogas.

Toda la historia de la Iglesia está jalonada por numerosos Institutos, cercanos a las necesidades de nuestro mundo, siendo signo del amor de Dios. La constante  presencia de la Iglesia en este sector sanitario subraya algunos rasgos significativos que siempre ha tenido en cuenta. La persona enferma al centro, identidad con Cristo del Evangelio que pasó haciendo el bien. La Iglesia, y en ella muchos Fundadores, algunos santos, realizaron una evangelización mediante el gesto y hechos de curación, como signo de amor a los hombres, su evangelización era: ha llegado el Reino, éstas son las credenciales: se da alimento al hambriento, refrigerio al sediento, vestido al desnudo, se cura al enfermo (Cfr. Mt 25).

Nuestro mundo tiene necesidad del ejercicio de estos valores tan cercanos al evangelio, tiene necesidad de tocar con mano la parábola del Buen Samaritano (Lc 10), la practicaron ayer y la practican hoy un numeroso ejército de hermanos y hermanas a los que debemos homenaje y gratitud por la generosidad, por el espíritu, por la caridad y la alegría compartidas después de tanto cuidado, de tantos desvelos, momentos difíciles y de una recuperación que alimenta esperanzas. Este sector tiene, en anonimato, cientos y cientos de hombres y mujeres que no se contarán entre los grandes héroes, pero que el libro de la vida sabe de su eficacia entre el silencio, sabe de su sencillez y de su presencia constante. Son muchos los lugares al servicio de los enfermos que los medios de comunicación ignoran pero que hacen su labor, misión, de curación, de sanación, de salvación. 

QUE DIOS LOS COLME DE BENDICIONES

jueves, 24 de septiembre de 2015

4. LA VISITA A LOS ENFERMOS


SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD

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4. LA VISITA A LOS ENFERMOS

“… estaba enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36)

“Me produce una rabia y sensación de malestar la contemplación de escenas desagradables para el enfermo cuando un visitante, en lugar de aliviar con su presencia, molesta, reprocha, habla por los codos, hace caso omiso de la situación concreta en que el enfermo se encuentra… y, lleno de buena voluntad, su presencia se convierte en un virus que eleva la temperatura interior de la lucha contra el mal”

J.C. BERMEJO, La visita al enfermo. PPC.

Cuando nos enfrentamos a las situaciones más difíciles, y en muchas ocasiones cuando nos acercamos ante un enfermo, el impulso natural nos lleva de manera automática a intentar “hacer algo”. Movernos, hablar, consolar, ayudar… y no nos damos cuenta que más que unas determinadas acciones, a veces la simple presencia o acompañamiento silencioso es lo que transmite de manera íntima el mayor sosiego y tranquilidad. En muchas visitas a personas enfermas las palabras que utilizamos para consolar (lo que hacemos9 importan menos que la habilidad para conectar plenamente con él en el momento presente (lo que somos).

 

Por todo ello, es necesaria una preparación y adquirir unas habilidades para que nuestra visita sea de consuelo y esperanza más que una carga para el propio enfermo y para su familia.


Es evidente que no es lo mismo ir por primera vez a visitar a un enfermo que hacerlo habitualmente, por eso es necesario distinguir bien los distintos momentos y las distintas circunstancias personales y familiares. Es conveniente preparar antes la visita en y con el grupo de Pastoral de la Salud y no ir de francotiradores.

I.                    ANTES DE VISITAR A UN ENFERMO

 

-          ORACIÓN. Siempre pedir ayuda a Dios para realizar la visita en su nombre. Es sumamente importante hablar a Dios del enfermo. Comentar con el Señor lo que vamos a hacer y las dificultades que nos encontramos.

-          PREPARACIÓN. Conectar y contra con la familia, con algún conocido o con quien le cuida, en definitiva ellos son los responsables y quizás también necesiten nuestro consuelo. Preparar antes las visitas en el equipo de Pastoral de la Salud o de voluntarios. Debemos ser conscientes de que nuestras visitas bien preparadas pueden ayudarle notablemente, que es lo que busca todo visitador.

-          INFORMACIÓN. Hay que pensar y estudiar cómo llegar mejor al enfermo. ¿Qué se acerca de él? ¿Cuál es su enfermedad? ¡Cómo le condiciona su vida actual? ¿Cómo se encuentra su familia? ¡Es creyente, y si lo es, cómo vive su fe?

-          CONCIENCIACIÓN. Concienciarse para evitar en todo momento mostrase superior o excesivamente paternalista, cualquier tipo de curiosidad, etc. Nuestra visita no debe causarle molestias, cansancio, tensiones. El enfermo tiene una sensibilidad especial para captar quien se acerca a él por compasión social, “por cumplir”; quién se acerca como haciéndole un favor, “por compasión”; quién lo hace con sentimiento de superioridad, “él está sano”, y quien le visita con entera disponibilidad y con afán de compartir.

 

II.                  EN LAS VISITAS

 

A.      EN LA PRIMERA VISITA

-          PRESENTARNOS, es decir quién somos y que vamos  en nombre de la Parroquia…

-          EXPLICAR en pocas palabras, el porqué de la visita, el cómo nos hemos enterado de que está enfermo.

-          PREGUNTAR cómo se encuentra sin más, con delicadeza y cariño. No es necesario y, a veces ni conveniente, preguntar qué le pasa. Ya te irás enterando por otro camino. No es ese el motivo de la visita.

-          DISPONIBILIDAD. Ofrecerte a ayudarle en lo que necesite, acompañarle algún rato y anunciarle que volverás a visitarlo. También el enfermo se le debe dar ocasión para que hable de su enfermedad, de sus dolores, de sus preocupaciones y temores. Hay que mostrar interés, sincera y delicadamente, por su situación y sus problemas. Hay que saber aceptar lo que él dice sin discutírselo, pero también sin reforzarle en lo que nos parece que exagera por más o por menos. La visita no es para que nosotros vayamos a hablar y obligar al enfermo a escuchar. La visita es fundamentalmente para que el enfermo tenga ocasión de hablar y encuentre oyentes acogedores.

-          ATENCIÓN A LA COMUNICACIÓN NO VERBAL. Tratar de aceptar ya preciar la situación del enfermo tanto personal, como familiar. (Querido, bien o mal atendido, etc.)

-          EQUILIBRIO. Procurar que la visita no sea larga o pesada. No le debe cansar ni molestar. Más bien que sea corta, que sepa a poco, que le agrade.

 

B.      EN LAS VISITAS POSTERIORES

-          LA RELACIÓN DE AYUDA. Ser el amigo fiel que le da conversación si la necesita. Que guarda silencio cuando hay que guardarlo si esto ayuda al enfermo. Que escucha pacientemente si el enfermo se desahoga. Sin cortarle aunque repita muchas veces lo mismo. Tiene que verse sin esfuerzo nuestros deseos de ayudarle, de acompañarle. Saber infundirle ánimos y ganas de vivir. No aumentar su dependencia. Si el enfermo puede moverse, intervenir lo menos posible, dejarle hacer lo que pueda; hacerle sentirse útil, únicamente ayudarle si fuera casi imprescindible.

-          RESPETO. No tratar como niños a personas que no lo son. Evitar las palabras vacías, frases hechas, consejos fáciles. Desterrar la falsa compasión y la superprotección. No andar con engaños respecto al diagnóstico de su enfermedad pero tampoco decir más de lo que él sabe. 8En esta materia deben ser los profesionales y, o, la familia quienes digan y comuniquen). No hay que decirle mentiras acerca de su estado y situación. No se trata de decirle “toda” la verdad, pero nunca engañar. No juzgar o moralizar sobre la vida del enfermo o sobre aquello que él les comunicó en visitas anteriores o nos hemos enterado por otros medios. Respetar sus creencias, huir de todo proselitismo y de toda forma de coacción.

-          PRUDENTE. Acortar o alargar la visita según se vea conveniente. No ser esclavo del reloj y tener muy en cuenta todas las circunstancias que rodean al enfermo y a su familia.

-          DISCRETO. Discreción absoluta de lo que se ve y de lo que te cuentan. Solamente tratar las cosa en el equipo de Pastoral de la Salud. Si no fuera así, no servirá de nada nuestra labor y estaríamos cayendo en la más grande de las vilezas.

-          HUMANIZADOR. Crear un clima humano, cercano, de amistad e interés; no sólo de cumplimiento. Ser conscientes de nuestra misión  no consiste en resolver los problemas de los enfermos, sino en transformarse en compañero de viaje de quienes sufren.

-           

III.                ASPECTOS A TENER EN CUENTA

-          LA FAMILIA. Es la que más cerca vive los problemas del enfermo y más directamente afecta la enfermedad en lo emocional, económico, laboral, relacional, etc. El papel de la familia es insustituible y en muchas ocasiones difícil de suplir. La enfermedad puede desestabilizar a la familia o ayudarla a madurar, puede destrozarla o unirla más, alejarla de Dios o hacerla más religiosa. El agente de Pastoral de la Salud debe ser consciente de esa realidad y ser comprensivo, él está der paso y la familia sigue las restantes horas. No debe juzgar ligeramente, al contrario, debe alentar, ilusionar, valorar y ayudarla en lo que pueda. Debe ser sensible con el dolor, compartirlo y ofrecer ayuda y consuelo.

-          LA FE. (LA CREENCIOA O INCREENCIA). Siempre hay que tener un respeto profundo a las creencias religiosas del enfermo y de sus familiares. Para situarnos mejor en nuestra visita como agentes de Pastoral de la Salud hay que tener en cuenta que la actitud del enfermo ante lo religioso puede ser:

·        Creyente – practicante. Si su vivencia cristiana es y ha sido profunda, será para el agende te pastoral muy enriquecedor.

·        Creyente – indiferente. La vivencia de la fe en Jesús y en el Evangelio ha sido pobre y superficial. En este caso hay que ser delicados y respetuosos y no tener prisa. Hacernos compañeros de camino del que sufre y dar testimonio de nuestra fe manifestado en la entrega y oración.

·        No creyente. Su fe ha sido y sigue siendo nula. El Agente de Pastoral de la Salud deberá quedarse en el plano humano, de amistad, de servicio, de solidaridad, de ayuda fraterna y testimonio. Poner al enfermo en manos de Dios y dejar que él haga el resto. El motivo de la visita no puede ser sólo “por amor de Dios2. Hay que visitarle por amor al prójimo “con el amor de Dios”.

 

-          LA PSICOLOGÍA. Hay un arte de relacionarse con las personas (enfermas).

. Saber. (Formación) CABEZA

. Saber hacer. ( habilidades, destrezas). PIES Y MANOS

. Saber ser. (actitudes, disposiciones interiores) CORAZÓN.


Hay que crear un clima humano de confianza y, a partir de ahí, será mucho más fácil todo. Tener en cuenta que el 75% de lo que trasmitimos es por lenguaje no verbal. Lo hacemos a través de gestos, tonos de voz, actitudes, modos, etc.

Por ello:

-          Nuestro tono de voz ha de ser audible y suave.

-          Nuestra postura será relajada, pero atenta.

-          Expresiones faciales congruentes con lo que estamos escuchando o diciendo (asintiendo con la cabeza, el uso frecuente de la sonrisa, etc). Gestos suaves que subrayen el contenido de nuestro mensaje.

 

 

3. EL ENFERMO


SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD

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3.    EL ENFERMO

 

“Lo que hicisteis a cada uno de los más pequeños, a Mi me lo hicisteis” (Mt 25,40)

 

EL ENFERMO

 

Introducción

 La enfermedad no respeta clases sociales, raza, religión y muchas veces ni el dinero puede solucionar lo que la enfermedad ocasiona.

 

El dolor y la enfermedad, forman parte del misterio del hombre.

 

Es importante tener una distinción entre dolor y sufrimiento: 

Dolor es sensación desagradable y una experiencia emocional. Tiene un origen principalmente físico.

Sufrimiento, en cambio, responde a la dimensión psicológica y espiritual de la persona humana.

 

El sufrimiento que acompaña a la enfermedad, es una realidad a la que nos enfrentamos todos los seres humanos, es parte de nuestra vida. Impacta profundamente dentro de nuestra persona.

 

¿QUÉ ES LA ENFERMEDAD’?

 
La enfermedad es todo aquello que origina una alteración o rompe la armonía del individuo, ya sea a escala corporal, mental, emocional o espiritual.
 

La palabra enfermedad procede del latín y quiere decir “falta de firmeza”.

 

La enfermedad es un proceso que se da en el ser vivo y que consiste en alterar su estado normal de salud.

 

EL ENFERMO

 

El enfermo es una persona que vive con una enfermedad.

 

Para mejor comprenderle, ya desde el principio tenemos presente, que la enfermedad es una visita que cuando llega nos desbarata la vida.

 

La forma como las personas vivimos la salud o la enfermedad es muy particular, depende de muchos factores.  Ya la sabiduría popular dice que “no hay enfermedades, sino enfermos”.

 

Aunque cada persona tiene su propio modo de vivir la enfermedad y de enfrentarse a su situación, todos los enfermos van a sufrir cambios; van a tener una repercusión en diferentes aspectos de su persona. Como puede ser, en la realidad física, el aspecto emocional, en la dimensión familiar-social y en su mundo espiritual.

 

Estas nuevas situaciones van a producir unas emociones, unos sentimientos y unas formas de reaccionar, nuevos.

 

1.      REALIDAD FÍSICA

Siente alteradas las funciones de su organismo. Puede tener dolor, fatiga, cansancio, que le van a impedir hacer lo que hacía antes… Experimenta que disminuyen sus fuerzas, tiene menos energía (está más apagado). El cuerpo no le obedece para asearse, moverse, andar,… necesita ayuda y ve que va perdiendo autonomía.

 

En la enfermedad aparecen muchas situaciones a las que hay que adaptarse. Ejemplo: Alguien se cae y como consecuencia necesita un andador para andar. Artrosis, reumas,… que limitan y requieren coger una cachaba.

 

2.      ASPECTO EMOCIONAL

Se encuentra disgustado, con poco ánimo, angustiado por las posibles consecuencias. Está enfadado, deprimido, con poca esperanza. Tiene miedo a lo desconocido. Empieza a pensar en la muerte y se siente amenazado.

 

Comenta un inválido:

Al principio mi enfermedad me asustó perdí mi ánimo., mi ilusión por la vida, la muerte la creía cercana. Estaba desesperado, no encontraba explicación al dolor ni a la enfermedad.

 

3.      DIMENSIÓN FAMILIAR Y SOCIAL

Ve alterado el “papel” que tenía en la familia. Varía si es el cabeza de familia, la madre, una persona mayor… Ahora está enfermo y necesita de todos.

 

Se resiente la economía, al menos hay más gastos, con repercusiones familiares. Puede requerir estar en una institución y entonces va a sufrir la separación del entorno familiar.

Queda trastocada la utilización del tiempo libre. Paseo, partida, deporte. Se siente menos considerado, o no atendido, o abandonado. Experimenta un aislamiento social.

 

Carlos: Tengo una enfermedad de origen hepático la cual me impide hacer una vida normal. A medida que va pasando el tiempo, se me hace más difícil pensar que ya no puedo ejercer ninguna actividad relacionada con la profesión. Esto me lleva a ver la soledad del enfermo en muchas cosas y a palpar el abandono.

 

Santi: Estas situaciones –la enfermedad de una persona mayor en casa- tienen gran repercusión en la familia, absorben todo el tiempo, esclavizan. Crean tensión y hay un ambiente triste en casa, y los demás vemos un retrato de nuestro porvenir.

 

4.      MUNDO ESPIRITUAL

Sentimientos de culpa o remordimiento. Por ejemplo, ante un olvido, una caída, un accidente (no de importancia a…)

Dificultad para perdonar, sentirse o no sentirse perdonado (me tiró, él es el culpable,…)

 

Encontrar o no encontrar sentido a  la vida y a la enfermedad (ser positiva). Tener un vacío interior o una paz interior.

 

MUNDO RELIGIOSO

Sobre el sentido y la vivencia de la vida. ¿Para qué llegar a esto? ¿Para qué sufrir? Dios me ha castigado. Todo lo que se está planteando hace sufrir más que la propia enfermedad.

Asunción. Siento que el mundo se me ha venido abajo y me pregunto repetidas veces ¿Dios mío, por qué yo?, ¿por qué yo Señor?

Rosa, decía: Dile a tu Dios que cómo me ha hecho esto a mí esto. Ya sé que esto puede ocurrir, pero ¿pasarme a mí?, Dile que me ayude

Un cambio de mirada, ayuda.

El cuerpo es un organismo vivo y puede enfermar. Dios está para acompañar nuestro sufrimiento. Para darnos fuerza.

Las creencias influyen de forma que benefician o perjudican.

 

A)     ALGUNAS REFLEXIONES

Estas situaciones de los enfermos ya nos permiten ver.


-          La enfermedad produce sufrimiento y lo expresan según sea su experiencia.

-          Como se ven tratados, a veces les duele más, que la enfermedad física.

-          Estas expresiones brotan de sus sentimientos que son dolorosos, pero también les duele si el que los oye, nos muestra la comprensión que ellos esperan.

-          Estos desahogos, son una forma de pedir ayuda.

-          Tienen algunos aspectos enfermos, pero otros están sanos. En estos sanos, el enfermo tiene que encontrar apoyos para seguir adelante.

-          Hay un sentimiento que se confirma en la realidad: “estar enfermo es estar fuera de la norma social”.

 

B)     POSIBLES CAMINOS

Ya tenemos alguna pista que nos dice como tenemos que hacer

 

-          Primero escuchar su realidad, creernos lo que nos dice y sufre y después demostrarle que le hemos entendido. No pasar por encima como si no ocurriera nada. Si disimulamos no querer enterarnos, le hacemos más daño.

-          Necesitamos mucha disponibilidad para entender lo que le está haciendo sufrir.

-          El consuelo no consiste en decir palabras amables, “tonterías”, ni argumentos a veces engañosos.

-          Reclaman un mínimo de escucha, compañía, afecto, cariño. Dicen de mil modos que necesitan alguien que rompa su soledad.

-          Tenemos que escuchar y comprender y después valorar lo positivo, lo que le puede ayudar.

-          Darle esperanza, abrir caminos y preguntarle cómo lo ve él y en qué cree le podemos ayudar.

-          Ofrecer a la familia apoyo para compartir sentimientos. Compañía y hasta momentos de descanso.

                   Regla de oro. “Que el enfermo sienta nuestra cercanía y comprensión”.

 

C)      COMPORTAMIENTO ANTE LA ENFERMEDAD

Las emociones y lo sentimientos suelen ser más comunes, pero las reacciones son muy diferentes. Encontramos una gran variedad en la forma como las personas reaccionan ante la enfermedad, tanto en la propia, como en la ajena. Aunque podemos admitir, que la conducta que tenemos en la enfermedad, es la que solemos tener para controlar las adversidades de la vida.

 

La cultura también influye. A pesar de las reacciones individuales, el entorno cultural, el apoyo familiar y social, los valores religiosos que vivimos, nos facilita unos modelos, limitando el comportamiento a ciertas formas aceptables culturalmente.

 

En el mundo de los enfermos, usamos el término padecer. Con él entendemos que es la manera como una persona sufre el deterioro de su salud, o más bien los estragos de su enfermedad. Cómo los interpreta, los encaja… con qué esperanzas.

 

D)     ENFERMOS QUE NOS PODEMOS ENCONTRAR

Vamos a encontrar diferentes tipos de enfermos, por lo tanto la forma de mostrarles cercanía y alivio, será distinta. Algunos ejemplos:

1.      Enfermo que tiene aceptada su enfermedad y la vive con paz.

2.      Enfermo preocupado por su enfermedad, busca, pregunta, está angustiado.

3.      Enfermo deprimido, hundido, desesperanzado.

4.      Enfermo excitado, que reacciona bruscamente ante la enfermedad porque ve desbaratada su vida.

5.      El enfermo que está inconsciente, desconectado del ambiente. Aunque no tiene capacidad para expresarse, suelen percibir las caricias, el cariño, el trato delicado.

6.      El enfermo a quien le ha abandonado su memoria.

Alguno de estos enfermos puede que no perciban lo que significan para nosotros. Estas situaciones influyen mucho en la familia y es a ella a quien daremos, atención y apoyo.

Bibliografía: - La experiencia de estar enfermos. Escuela de medicina.escuela.med.puc

    - Vivir sanamente el sufrimiento. CEE