viernes, 29 de abril de 2022

PASCUA DEL ENFERMO 2022

 

SECRETARIADO DIOCESANO DE PASTORAL DE LA SALUD

                                             

“Sed Misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36)

“Acompañar en el sufrimiento”

Queridos hermanos en el Señor:

El sexto Domingo de Pascua, 22 de Mayo, la Iglesia en España celebra la Pascua del Enfermo, con la que concluye la Campaña que comenzó el 11 de febrero, festividad de Ntra. Sra. de Lourdes, Jornada Mundial del Enfermo.

La Iglesia española se acerca tradicionalmente en este domingo, en el seno de sus comunidades parroquiales, al mundo de los enfermos, sus familias y los profesionales sanitarios, así como mostrando el rostro de Cristo curando y acompañándolos.

 Es un día en el que las comunidades parroquiales oran con y por los enfermos y   en algunas de ellas se administra el sacramento de la unción de los enfermos.

Acompañar a quienes sufren como consecuencia de la enfermedad es una obra de misericordia y una finalidad fundamental en la Pastoral de la Salud.

El Papa nos recordaba en el Mensaje de la Jornada  Mundial del enfermo 2022 cómo el sufrimiento de nuestros hermanos se convierte en una urgente llamada a ser “testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre” y así acompañarlos en su sufrimiento.

Los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social nos ofrecen el Mensaje de la Pascua del Enfermo 2022.

Acompañar en el sufrimiento de nuestros hermanos, que pasan por el valle del dolor, de la enfermedad, de la soledad, de la muerte, es una de las obras de misericordia más hermosas que estamos llamados a realizar.

Nuestro obispo D. Santos visitará el  Hospital San Pedro de Logroño con motivo de la Pascua del Enfermo, el  18 de Mayo.


Se hace urgente que, desde el Secretariado y las parroquias, se incentive esta importante labor, sensibilizando a nuestras comunidades y promocionando el voluntariado pastoral, pues son numerosas las personas que sufren. Tenemos que seguir haciéndonos presentes en el mundo del sufrimiento, muy especialmente en los hogares y residencias de mayores, así como en los centros de día, centros de jubilados, hospitales, allí donde se encuentre alguien que esté sufriendo.

Las experiencias vividas y sufridas como consecuencia de la pandemia nos invitan a aumentar el cuidado mutuo. Todos conocemos el rostro y las circunstancias de quienes, de hecho, se sienten solos, no comprendidos y no escuchados. Ancianos, adultos, jóvenes y niños pueden ser víctimas de la cultura del descarte.

Seamos portadores de esperanza a cuantos sufren por la enfermedad, sin olvidarnos de cuantos cuidan a los enfermos y de aquellos que padecen enfermedades menos “visualizadas” que provocan un sufrimiento grande: las personas con enfermedad mental (la depresión es cada vez más frecuente y en edades más bajas, el suicidio como segunda causa de muerte en los jóvenes), neurodegenerativas (ELA, Alzheimer…) o las denominadas “enfermedades raras” (para las que se destinan menos recursos y padecen un mayor abandono).

Al acercarnos al dolor de las personas que sufren como consecuencia de la enfermedad, lo hacemos con respeto, porque el dolor es un misterio insondable que no puede ser aclarado con bellas palabras, sino combatido y aliviado por el amor.

 Invitamos a reflexionar sobre el documento 'Sembradores de esperanza', publicado con motivo de la aprobación de la ley de eutanasia, los obispos españoles nos exhortaban a "buscar el sentido del sufrimiento, acompañar y reconfortar al enfermo en la etapa última de su vida terrenal, llenar de esperanza el momento de la muerte, acoger y sostener a su familia y seres queridos e iluminar la tarea de los profesionales de la salud".

El día 20 de Mayo en el Centro Ibercaja de Logroño tendrá lugar la Conferencia ”La comprensión del ser humano en la Eutanasia” de la mano de Roberto Germán Zurriaráin, sacerdote: profesor Universitario; doctor en Filosofía; Licenciado en Teología, Máster en Derechos Humanos y libertades Fundamentales; Máster en Bioética y Derecho.

Os recordamos que la  XXVIII Peregrinación Diocesana con Enfermos a Lourdes está programada del 25 al 28 de Junio de 2022.

 

Unidos en la Oración con María, Salud de los Enfermos

Rafael Gil Vicuña

Director del Secretariado Diocesano de Pastoral de la Salud

jueves, 21 de abril de 2022

Caminos para recuperar y renovar la Unción y la pastoral de enfermos .


La pastoral del sacramento de la Unción una asignatura pendiente para muchas de nuestras parroquias y centros sanitarios. No es fácil. Lleva a múltiples conversiones. Requiere asumir unas orientaciones pastorales y ponerlas en práctica, con decisión y prudencia, con paciencia y delicadeza.

Apoyado en las Orientaciones de la Unción, señalo algunas pistas pastorales para la preparación y celebración del Sacramento.

1.ª Insertar la celebración de la Unción en la praxis renovada de la pastoral de enfermos.

Situar la Unción en el corazón de la presencia sanitaria junto al enfermo. Presencia expresada en una sinfonía de gestos, que son expresión y revelación del Reino.

Situar la Unción en el corazón de la presencia fraternal de la Iglesia “sacramento” junto al enfermo.

Situar la Unción en el itinerario humano y de fe del enfermo. Por medio de la fe el enfermo se encuentra con Cristo y responde a su oferta: suponen, expresan y robustecen la fe

2.ª Recuperar la Unción como el sacramento específico de la enfermedad (RU 65), requiere poner en práctica, con decisión, prudencia y delicadeza, una serie de acciones:

● Promover un cambio de mentalidad en el Pueblo de Dios respecto a la Unción, mediante una catequesis que llegue a todos sus miembros: los pastores, los agentes de pastoral, los que asisten a los enfermos y todos los fieles cristianos (RU 13, 17, 47, 49)

● Celebrar la Unción en el tiempo oportuno de recibirla, "con plena fe y devoción de espíritu" sin retrasarla indebidamente. (RU 13) "La catequesis será poco eficaz o inútil, si la práctica sacramental viene a desmentirla dejando su celebración para última hora" (RU 66).

3.ª Preparar con esmero y celebrar con gozo el sacramento de la Unción

● Instruir mediante una catequesis adecuada al enfermo y a los fieles en general que los disponga a participar realmente en ella (RU 36)

● Contar con el enfermo, pues debe ser él, su nivel de fe, su estado de salud y de fuerzas, quien ha de marcar el ritmo de la celebración, las lecturas, oraciones, los cantos etc. (RU 73.75). Quienes preparan la celebración han de estar a la escucha del enfermo y de sus familiares de modo que puedan después reflejar en la celebración sus sentimientos y la situación que viven.

● Crear un clima gozoso, sereno, religioso y de oración en la celebración. El comienzo de la celebración es vital

● Dar relevancia a la Palabra de Dios, su proclamación y acercamiento a la realidad que viven los enfermos y a su nivel de fe

● Cuidar los gestos del sacramento

- Imposición de manos

El gesto más antiguo de la liturgia cristiana. Significa la bendición de Dios, su protección (“nadie arrebatará a mis ovejas de mis manos”; “a tus manos encomiendo mi vida”), su curación y el envío del Espíritu. Hemos de procurar que sea una verdadera imposición.

- Unción con el óleo del amor

Es símbolo de fortaleza (el olivo crece en tierra árida), de fortaleza y vigor (penetra profundamente en el cuerpo, proporciona fuerza y vigor) de curación (el amor de Dios impregna y alivia las heridas, puede curar la enfermedad y siempre acompañar), de alivio (bálsamo en las heridas)

Se unge la cabeza, símbolo de la persona (sus pensamientos, ideas, recuerdos, cavilaciones, miedos…)

Se ungen las manos, símbolo de nuestro obrar (trabajar, acariciar, sostener, levantar, proteger, bendecir, amparar… )

- Oración de la Iglesia

La oración de la fe de la Iglesia, elemento principal de la acción sacramental junto con la unción (Sant 5,15) pone de manifiesto que la Unción no es un medio que actúa de 13 manera mecánica y mágica, sino que se ordena a actualizar la relación personal del enfermo con Dios. La oración de la Iglesia por el enfermo no es una palabra mágica, sino la plegaria de intercesión al “Señor de la vida y de la muerte” por el hermano enfermo, para que le auxilie, le alivie y le salve. Hay que seleccionar las oraciones más apropiadas.

 - Incorporar otros símbolos y gestos a la celebración

4.ª Cuidar la dimensión eclesial y comunitaria de la Unción

La dimensión comunitaria y eclesial de la Unción se manifiesta de formas diversas antes, en y después de su celebración. Cuidar esta dimensión, comporta: ● Sensibilizar a toda la comunidad cristiana sobre su misión de evangelizar curando. ● Dar protagonismo y procurar la participación activa del enfermo, la familia, los agentes de pastoral que los acompañan y toda la comunidad. ● Procurar la participación activa de todos los miembros de la comunidad en la celebración de la Unción. ● Promover y cuidar las celebraciones comunitarias de la Unción. Estas celebraciones despiertan la solidaridad de todos, facilitan la apertura de los enfermos, destacan el papel de la comunidad, ayudan a comprender y vivir sentido esperanzador y permiten celebrarlo en su debido tiempo. Pero se ha de evitar que se conviertan, sin más, en una "fiesta de la tercera edad", en una forma de trivializar la Unción o en una excusa para no atender de forma personalizada a los enfermos o para olvidarlos, al considerar que ya están preparados.

miércoles, 20 de abril de 2022

RITUAL DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

SALUDO

La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.

AGUA BENDITA

Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.

MONICIÓN

Queridos hermanos. En el Evangelio leemos que nuetro Señor Jesucristo curaba a los enfermos, que acudían a él  en busca de salud. él mismo que durante su vida surió tanto por los hombres, está ahora presente en medio de nosotros, reunidos en su nombre, y nos dice por medio del apóstol Santiago:<< ¿Está enfermo alguno de vostros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en nombre del Señor, y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido pecado, lo perdonará>>

ACTO PENITENCIAL

Hermanos, para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados.

·         Tú que por el misterio pascual nos has obtenido la salvación del Señor: Señor, ten piedad. R/. Señor ten piedad.

·         Tú que no cesas de actualizar entre nosotros las maravillas de tu pasión: Cristo, ten piedad. R/. Cristo ten piedad.

·         Tú que por la comunión de tu cuerpo nos haces participar del sacrificio pascual: Señor, ten piedad. R/. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. R/. Amén.

(Si el enfermo puede confesarse, es conveniente que lo haga en este momento. También se le puede dar la Bendición Papal)

BENDICIÓN PAPAL

En nombre de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, te concedo indulgencia plenaria y el perdón de tus pecados. En el nombre del Padre, + y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 8,5-10.13

Al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó, rogándole: - Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.

Jesús le contestó: - Voy yo a curarlo.

Pero el centurión le replicó: -Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes: y le digo a uno <<ve>> y va; al otro <<ven>> y viene; a mi criado, <<haz esto>>, y lo hace.

Al oir Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: - Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.

Y al centurión le dijo: - Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído. PALABRA DEL SEÑOR.

LITURGIA DEL SACRAMENTO

Con humildad y confianza invoquemos al Señor, a favor de nuestro hermano N. – Dígnate visitarlo con tu misericordia y confortarlo con la santa Unción.

·         Líbralo Señor, de todo mal. R/. Te rogamos óyenos.

·         Alivia el dolor de todos los enfermos (de esta casa). R/. Te rogamos, óyenos.

·         Asiste a los que se dedican al cuidado de los  enfermos. R/. Te rogamos, óyenos.

·         Libra a este enfermo del pecado y de toda tentación. R/. Te rogamos, óyenos.

·         Da vida y salud a quien en tu nombre vamos a imponer las manos. R/. Te rogamos, óyenos.

ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

*Bendito seas, Dios, Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación enviaste a tu Hijo al mundo. R/. Bendito seas por siempre, Señor.

* Bendito seas, Dios, Hijo único que te has rebajado haciéndote hombre como nosotros, para curar nuestras enfermedades. R/. Bendito seas por siempre, Señor.

 * Bendito Dios, Espíritu Santo Defensor, que con tu poder fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo. R/. Bendito seas por siempre, Señor.

Mitiga, Señor los dolores de este hijo tuyo, a quienes ahora, llenos de fe, vamos a ungir con el óleo santo; haz que se sienta confortado en su enfermedad y aliviarlo en sus sufrimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/. Amén.

SANTA UNCIÓN

(El sacerdote en silencio, IMPONE LAS MANOS sobre la cabeza del enfermo; después toma el santo óleo y unge al enfermo en la frente y en las manos , diciendo una sola vez:)

Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. R/. Amén.

Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad.  R/. Amén.

OREMOS

Te rogamos, redentor nuestro, que por la gracia del Espíritu Santo, curas el dolor de este enfermo, sanes sus heridas, perdones sus pecados, ahuyentes todo el sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le devuelvas salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu misericordia, se incorpore de nuevo a los quehaceres de su vida.Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

(Para uno que está en AGONÍA):

Padre misericordioso, tú que conoces hasta dónde llega la buena voluntad del hombre, túu que siempre estás dispuesto a olvidar nuestras culpas, tú que nunca niegas el perdón a los que acuden a ti, compadécete de tu hijo N., que se debate en la agonía.

Te pedimos que, ungido con el óleo santo y ayudado por la oración de nuestra fe, se vea aliviado en su cuerpo y en su alma, obtenga el perdón de sus pecados y sienta la fortaleza de tu amor.

Por Jesucristo, tu Hijo, que venció a la muerte y nos abrió las puertas de la vida y contigo vive y reina por los siglos de los siglos. R/.Amén.

PADRE NUESTRO

 Y ahora todos juntos invoquemos al Señor con la oración que el mismo Cristo nos enseñó: Padre nuestro…

BENDICIÓN

-          Que Dios Padre te bendiga. R/. Amén.

-          Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. R/. Amén.

-          Que el Espíritu Santo te ilumine. R/. Amén.

-          Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma. R/. Amén.

-          Que haga brillar su rostro sobre ti y te lleve a la vida eterna. R/. Amén.

-          Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo. R/. Amén

RECOMENDACIÓN DEL ALMA O ENTREGA DE LOS MORIBUNDOS A DIOS

Alma cristiana, al salir de este mundo, marcha en el nombre de Dios Padre todopoderoso que te creó; en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que murió por ti; en el nombre del Espíritu Santo, que sobre ti descendió.

Entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios en la Patria celestial, con Santa María Virgen, Madre de Dios, con San José y todos los Ángeles y santos.

A continuación se puede rezar la SALVE

SI ACABA DE FALLECER

V./ Venid en su ayuda, santos de Dios. Salid a su encuentro, ángeles del Señor.

R./ Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

V./ Cristo que te llamó, te reciba, y los ángeles te conduzcan al regazo de Abraham.

R./ Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

V./ Dale, Señor el descanso eterno, y brille para él (ella) la luz perpetua.

R./ Recibid su alma y presentadla ante el Altísimo.

Oremos. Te pedimos, Señor, que tu siervo (-a) N., muerto (-a) ya para este mundo, viva para ti, y que tu amor misericordioso borre los pecados que cometió por fragilidad humana. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

 


lunes, 18 de abril de 2022

Efectos de la celebración del Sacramento de la Unción

 La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. 

 Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo.

Los enfermos que reciben este sacramento, "uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios" (LG 11)

La Unción de los enfermos es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana. Ofrece al término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos combates y entrar en la Casa del Padre.

«En medio de la prueba, el dolor y la enfermedad, la Unción ha sido una experiencia gozosa, llena de paz, alegría, fortaleza y esperanza para que sea más llevadero el camino de la cruz. Es sacramento de “vida”, ya que poniéndome en manos de Dios y dejándole hacer, Él obra maravillas en mí y podré continuar su misión salvadora.» [ENFERMA EN DIÁLISIS, POR RECHAZO DEL TRASPLANTE]

 «La Unción le dio fortaleza ante el dolor físico y el sufrimiento espiritual. Pudo soportar los tratamientos. Dos días antes de su muerte, recibió la Unción de nuevo, acompañada de algunos hermanos de la comunidad. Esa celebración la tranquilizó, le dio paz y una fortaleza extraordinaria, y la preparó para el final. Su serenidad ante la muerte y su abandono en el Señor nos edificó a todos: “No es normal que esté tan tranquila, con tanta paz” decían los médicos y enfermeras» [ENFERMA DE CÁNCER. 33 AÑOS]

El enfermo acoge al Señor en la fe y se une a Él

En la santa Unción, que va unida a la oración de la fe (cf. Sant 5, 15), se expresa ante todo la fe que hay que hacer suscitar tanto en el que administra como, de manera especial, en el que recibe el sacramento; pues lo que salvará al enfermo es su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección de Cristo, de donde brota la eficacia del sacramento. (RU 7).

La Unción no es un rito mágico con el que se manipula lo sagrado. No es un remedio extraordinario-milagroso ni un rival de las técnicas terapéuticas (RU 67). No es una cosa que se recibe. Es un gesto que, como los demás sacramentos, supone la fe y a la vez la alimenta, la robustece y la expresa por medio de palabras y cosas (SC 59). 

«Nuestra fe en El tiene la fuerza de transformar nuestros sufrimientos y enfermedades, al sentirnos miembros de su Cuerpo, continuadores de su Pasión y cooperadores de su Redención. Pero, a la vez, sabemos que El ha triunfado de la muerte y que es capaz de comunicar su energía vivificadora a todo nuestro ser, corporal y espiritual.» (RU 45)

El sacramento cristiano sólo es sacramento en el horizonte de la fe. Exige, por tanto, una respuesta personal, libre y consciente.

El Señor confía al enfermo una misión: evangelizar: desde su vida

El sacramento de la Unción inserta al enfermo, como enfermo, en el misterio pascual de Cristo, del que ya participa como bautizado, y le confía la misión de evangelizar desde la enfermedad en la comunidad cristiana y en el mundo

1. El enfermo evangeliza siendo un testigo que nos ayuda a ser realistas en un mundo que vive de apariencias, de espaldas a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, porque nos recuerda que somos frágiles, limitados, mortales, pero con un caudal de energías ocultas muy considerables. Nos ayuda a experimentar la necesidad que tenemos de ser salvados. 

2. El enfermo evangeliza siendo testigo que enseña a relativizar los valores, que hacen al hombre inhumano, y a descubrir lo que importa verdaderamente. Pone en crisis valores que hoy están muy cotizados, como la eficacia a toda costa, la ambición de dinero, de poder y de éxito, el ansia de tener y de consumir, la belleza externa, etc. 

 3. El enfermo evangeliza siendo testigo que nos llama a vivir y recuperar los valores fundamentales del Evangelio: la gratuidad de la existencia, vivirla como don y realizarla como entrega, la fuerza del amor, desinstalarse y andar ligeros de equipaje como peregrinos, la entereza en la hora de la prueba. 

4. El enfermo evangeliza invitando, desde su postración, a la solidaridad humana, al amor servicial y sacrificado y a la reivindicación de sus derechos. El enfermo, necesitado de atención, es para la comunidad cristiana el eco del Evangelio que llama a:• ser sensibles ante la necesidad del otro, a conmoverse ante la desgracia del prójimo, a ser misericordioso; • solidarizarse con el enfermo y da la oportunidad y la posibilidad de ser prójimo. Ante la pregunta que tantas veces se hacen los sanos: ¿quién es mi prójimo?, el enfermo responde: El prójimo eres tú para mí, si me atiendes (Lc 10,25-37); • al amor desinteresado. El enfermo nos da la oportunidad de entregarnos sin esperar nada a cambio.

5. El enfermo evangeliza, mostrando el rostro de Jesús y lo más original y llamativo del Dios cristiano: un Dios sufriente que comparte por amor hasta el fondo el dolor del hombre, y así le salva.

 6. El enfermo evangeliza cuando es testigo vivo, de que es posible mantener la esperanza, la paz serena e incuso la alegría; ser fiel al Dios que es siempre fiel; luchar contra la enfermedad, asumirla con amor, y madurar humana y cristianamente»

«Como sacramento del restablecimiento, la pastoral de la Unción debe preparar al enfermo para su reintegración a la vida ordinaria. El enfermo que ha recorrido el itinerario sacramental de la enfermedad y ha recobrado la salud, se reincorpora a su actividad normal tras haber vivido un peculiar encuentro con Cristo. Una pastoral postsacramental le hará descubrir la urgencia de vivir más evangélicamente sus relaciones con Dios y con los hermanos y le vinculará más estrechamente con la comunidad cristiana, a la que con gratitud al consuelo que de ella recibió durante la enfermedad, tratará de dar ahora un testimonio más claro de su fe.» (RU 69)

La Unción, sacramento de la presencia fraternal de la Iglesia (RU 449)

El sacramento de la Unción es un signo que expresa, celebra y compromete la solidaridad eclesial con el enfermo. Como los demás sacramentos, la Unción no es un gesto aislado y esporádico de la Iglesia con el enfermo. Es un gesto que comienza en la vida, celebra la vida y termina en la vida.

La Unción comienza en la vida, no es un gesto aislado de la comunidad

La verdadera liturgia de la Iglesia con los enfermos no espera a la celebración; comienza con la vida, hecha servicio. La Iglesia, a ejemplo de Jesús, el Señor, y siguiendo su mandato, cuida y asiste con solicitud a los enfermos, se interesa por sus problemas, les acompaña en su soledad, lucha por sus derechos, ora por ellos, les ayuda a vivir su situación en la fe. Esta solidaridad con los enfermos es uno de los signos privilegiados que el Señor ha confiado a su Iglesia para manifestar la llegada del Reino; un signo más expresivo hoy en un mundo como el nuestro, que olvida o margina a los enfermos; un signo que, por ello, autentifica a la Iglesia y hace creíble la buena noticia de que el Evangelio es anunciado a los pobres.

La Unción celebra la vida: del enfermo, familia, sanitarios, comunidad.

La comunidad cristiana culmina y celebra litúrgicamente, en la Unción, su solicitud, sus cuidados y desvelos por los enfermos, su presencia fraternal junto a ellos. La expresa por el ministro que la preside, signo de la presencia de la misma Iglesia; con la oración de fe y el gesto de ungir con el óleo al enfermo; con la participación activa del enfermo que manifiesta su experiencia y su fe y contribuye así a la edificación de la Iglesia; con la presencia y la participación activa de la comunidad cristiana tanto en la preparación como en la celebración de la Unción, porque los conoce y quiere vivir este acontecimiento con ellos y porque como ellos se sabe limitada y necesitada de la ayuda del Señor. El enfermo puede así percibir que no está solo y sentirse confortado con el respaldo de la comunidad.

La Unción continúa en la vida: confía la misión de sanar a la comunidad

La Unción envía, compromete y da fuerzas a la comunidad cristiana que la celebra para mostrar con su comportamiento lo que celebró en el sacramento: • que el enfermo no está solo, dejado de la mano de Dios; • que Cristo está a su lado como compañero de camino; • que no va hacia la nada; • que tiene un lugar y un papel en la comunidad y en el mundo; • que nada ni nadie podrá apartarle del amor de Dios manifestado en Cristo...

Sería una mentira y una hipocresía hablarle al enfermo de que Dios no le abandona y tenerle abandonado nosotros; decir a los enfermos que tienen una misión en la comunidad y no permitirles en la realidad desempeñarla, etc

El sacramento de la Unción confía a la comunidad cristiana la tarea y la responsabilidad de sanar, con la fuerza del Espíritu, al enfermo y al que se cree sano: • dar sentido a sus vidas; • dinamizar el potencial de salud que hay en ellos; • despertar la fe y el amor que son una fuente de salud; • crear espacios en los que el enfermo se sienta acogido, escuchado y querido como él es; • fomentar una vida comunitaria en la que las relaciones sean saludables y no insanas...

El sacramento recuerda a la comunidad que la tarea de sanar le conduce a cargar con las enfermedades y dolencias de sus miembros enfermos

SENTIDO DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

1. La Unción, sacramento específico de la enfermedad «¿Sufre alguno de vosotros? Que rece. ¿Hay alguno enfermo? Llame a los presbíteros de la comunidad, que recen por él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud al enfermo y el Señor hará que se levante. Si, además, tiene pecados, se le perdonará.» (Sant, 5,13-15).

Uno de los cambios fundamentales en la comprensión y en la práctica del sacramento es su inserción en la vida del cristiano en un momento concreto, como es la hora de la enfermedad. El uso lo había reservado frecuentemente a los moribundos. De ahí su nombre de Extremaunción. 

El Concilio Vaticano II y la Constitución apostólica de Pablo VI, que promulga el nuevo Ritual Romano, devuelven este sacramento a sus primeros destinatarios, los enfermos. (LG 11). Y en la constitución sobre la Sagrada Liturgia dice: «La extremaunción, que también, y mejor, puede llamarse unción de enfermos, no sólo es el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o por vejez» (SC 73).

Las orientaciones doctrinales y pastorales del Episcopado español muestran aún con mayor claridad este cambio. «La neta distinción establecida con el Viático, como sacramento del tránsito de esta vida, ayuda a situar la santa Unción en su justo momento» (RU 65, 66, 68, 67).

La santa Unción está destinada a los que se encuentran seriamente afectados por la enfermedad y no a los moribundos. En esa especial situación de ansiedad y prueba, el hombre necesita verse robustecido con el sacramento de la unción y ayudado con la gracia del Espíritu Santo, para vencer las tentaciones del enemigo, superar la angustia de la muerte y recuperar, tal vez, la salud perdida. (RU 47e) 

La enfermedad y la ancianidad son una de las situaciones críticas de la vida en que el cristiano necesita una ayuda especial del Señor y de la comunidad cristiana para poderlas vivir humanamente y desde el evangelio. (RU 5).

Vivir humanamente la enfermedad, la ancianidad y la muerte no es fácil. Vivir la fe en ellas, tampoco.

 El enfermo cristiano, requiere, junto a la normal atención médica, la presencia fraternal de la comunidad, la oración común, la luz de la palabra de Dios, la presencia del Señor y de su Espíritu, el sacramento de la Unción para • afrontar su enfermedad –y la ancianidad- con realismo y asumirla con paz con todas sus consecuencias; • recuperar la comunicación con los demás y acrecentarla; • mantener la serenidad, la paz y la esperanza; • comprender que, en el peor de los supuestos, no va hacia la nada; • descubrir el amor de Dios que le ilumina con su Palabra y le robustece con su Fuerza.• descubrir ahí la presencia de Jesús, que sigue sanando, cargando con nuestras enfermedades y dolencias; • descubrir una nueva posibilidad de ser útil, evangelizar desde la enfermedad.

2. La Unción, encuentro con el Señor muerto y resucitado con el enfermo

La Unción, como el resto de los sacramentos, es un encuentro privilegiado del Señor resucitado -médico y paciente- con el enfermo y de éste con El.

Jesús el Señor, que pasó haciendo el bien y curando a los enfermos, está hoy -por su Espíritu y gracias a un gesto sensible y visible de la Iglesia- junto al enfermo como compañero de camino que:  comparte su existencia, la ilumina y la llena de sentido; • asume y estimula su deseo de curarse dándole una significación más profunda; • infunde aliento, coraje y paciencia en la lucha por su curación; • consuela en la angustia y robustece en la inseguridad; • ayuda a sobreponerse ante la situación irremediable y a asumirla con entereza; • despierta su confianza en el Padre y renueva su capacidad de seguir amando a Dios y a sus hermanos aun en medio del dolor.

La Unción celebra este encuentro sanador Cristo resucitado, Médico y Paciente con el enfermo. La sanación-curación que aporta no es la simple restitución del equilibrio biológico anterior a la enfermedad, ni una vuelta al tipo de existencia anterior, sino una vida nueva, una visión nueva y más profunda de sí mismo, del mundo, de las relaciones con los demás, de la existencia, de los valores y de Dios.

«La gracia propia del mismo consiste en acoger en sí a Cristo médico. Sin embargo, Cristo no es médico al estilo de mundo. Para curarnos, Él no permanece fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el enfermo. La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el dolor. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que se ofrece al Padre, como miembro sufriente de Cristo y participando, en Él, al nacimiento de la nueva creación.» (Benedicto XVI)

En la Unción, Jesús comunica al enfermo la gracia del Espíritu Santo, el don por excelencia con el cual el hombre entero es: ayudado en su salud, confortado con la confianza en Dios, robustecido contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la muerte, de tal forma que pueda no sólo soportar sus males con fortaleza, sino luchar contra ellos e, incluso, conseguir la salud, si conviene para su salvación espiritual; asimismo le concede, si es necesario, el perdón de los pecados y la plenitud de la penitencia cristiana (RU 6). 

La Unción de enfermos, sacramento de la fortaleza, del consuelo y de la esperanza

 Dios nos acoge, consuela y fortalece en nuestra fragilidad

La Unción de los Enfermos no debe ser considerada casi como “un sacramento menor” respecto de los otros. La atención y el cuidado pastoral a los enfermos es señal de la ternura de Dios para los que sufren, y enriquece espiritualmente a los sacerdotes y a toda la comunidad cristiana, sabiendo que todo lo que se hace al más pequeño, se hace al mismo Jesús.» (Mensaje JME 2012)

1. LA UNCIÓN DE ENFERMOS EN LAS COMUNIDADES PARROQUIALES

 La Unción suele dejarse para el final, se celebra muchas veces deprisa y sin una preparación. Corre el riesgo de parecer un rito mágico y aislado y se asocia a la muerte cercana.

A las dificultades comunes a la celebración de todo sacramento, hay que añadir algunas propias de éste:

1. La Unción es un sacramento temido. Se ve, por una buena parte de los enfermos y familias, como un anuncio de la muerte, como el pasaporte para el más allá. Y se comprende que se vea así pues durante siglos se administró tan sólo a los moribundos. Esta percepción del sacramento está motivando que no pocas familias – incluso creyentes y practicantes- retrasen la llamada al sacerdote hasta que el enfermo ha perdido el conocimiento, o dificulten el acercamiento del sacerdote –visto como el mensajero de la muerte- por temor a que el enfermo se vaya a asustar.

2. Su celebración se ha privatizado. Antes, en las comunidades rurales sobre todo, su celebración era conocida. Se hacía públicamente y constituía una especie de invitación a la solidaridad con el enfermo que la recibía y una llamada a la reflexión y a la necesidad de prepararse. Hoy, generalmente, se celebra en la intimidad, a veces a solas, en ocasiones con algunos familiares, casi nunca con la comunidad.

3. La celebración ha cambiado de escenario. Antes era la casa. Hoy es el hospital, un lugar tecnificado y secularizado en el que la Unción puede aparecer como un rito desfasado y extraño.

4. La Unción se celebra en una cultura que, al ocultar y evadir la enfermedad y la muerte, no facilita al enfermo la posibilidad de vivirlas de manera consciente y en comunicación con los que le rodean. La conjura de silencio en torno al enfermo es más frecuente de lo que sería de desear

5. La Unción es uno de los sacramentos menos estimados y más olvidados en nuestra Iglesia. Benedicto XVI lo reconoce en el Mensaje de la Jornada Mundial del Enfermo de 2012: “Este Sacramento –escribe Benedicto XVI- merece hoy una mayor consideración, tanto en la reflexión teológica como en la acción pastoral de los enfermos. Valorando los contenidos de la oración litúrgica que se adaptan a las diversas situaciones humanas unidas a la enfermedad, y no sólo cuando se ha llegado al final de la vida (cfr. CIC, 1514), la Unción de los Enfermos no debe ser considerada casi como “un sacramento menor” respecto de los otros.”1

«En el pueblo persiste una imagen distorsionada de estos Sacramentos, especialmente de la Unción de los Enfermos. Se acentúa su carácter de último sacramento, de extrema unción antes de la muerte, convirtiéndolo en un sacramento temido. Esta convicción está arraigada en el subconsciente colectivo del pueblo en general, pero también en el de la comunidad cristiana. Si bien existen notables diferencias, marcadas por la calidad de su vivencia religiosa y eclesial. Hay personas - frecuentemente mayores y practicantes- que están abiertas a la recepción de los Sacramentos y se sienten consoladas por éstos, mientras que muchas otras apenas se plantean la posibilidad de ser auxiliados por los Sacramentos cuando se sienten enfermos.»2

En los últimos años, constatamos una serie de hechos que permiten entrever perspectivas más favorables para una recuperación de la Unción:

1. La renovación de la presencia de la Iglesia en el mundo de los enfermos y la reforma litúrgica han llegado también a este sacramento.                                                                                                   

2. La publicación del Ritual de la Unión y de la Pastoral de Enfermos (1974), con sus ricas orientaciones pastorales, ha presentado una visión nueva y más dinámica de este sacramento. 

3. En los últimos años, sobre todo desde la celebración del Día del Enfermo, hay un fuerte resurgir de la pastoral de la salud en las comunidades parroquiales. 

4. Por otra parte, son cada día más las parroquias que celebran la Unción comunitaria.

La renovación de la Unción de Enfermos es todavía una asignatura pendiente. Requiere la aportación de los teólogos, catequetas y pastoralistas. Pero no se logrará sin el empeño de los sacerdotes y comunidades cristianas para renovar la atención y cuidado de los enfermos, las familias y los propios profesionales sanitarios.

«En el pueblo persiste una imagen distorsionada de estos Sacramentos, especialmente de la Unción de los Enfermos. Se acentúa su carácter de último sacramento, de extrema unción antes de la muerte, convirtiéndolo en un sacramento temido. Esta convicción está arraigada en el subconsciente colectivo del pueblo en general, pero también en el de la comunidad cristiana. Si bien existen notables diferencias, marcadas por la calidad de su vivencia religiosa y eclesial. Hay personas - frecuentemente mayores y practicantes- que están abiertas a la recepción de los Sacramentos y se sienten consoladas por éstos, mientras que muchas otras apenas se plantean la posibilidad de ser auxiliados por los Sacramentos cuando se sienten enfermos.»3


Pascua del Enfermo, 22 de mayo de 2022

 MENSAJE DE LOS OBISPOS DE LA SUBCOMISIÓN EPISCOPAL PARA LA ACCIÓN CARITATIVA Y SOCIAL

ACOMPAÑAR EN EL SUFRIMIENTO 

“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”

 (Lc 6,36)

El 11 de febrero pasado celebramos la trigésima Jornada Mundial del Enfermo, instituida por San Juan Pablo II en 1992 con la finalidad de sensibilizar a la Iglesia y a toda la sociedad de la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos y a cuantos los cuidan, así como procurar que cuantos viven y trabajan junto a los que sufren, comprendan mejor la importancia de la asistencia religiosa a los enfermos. La Jornada Mundial de este año se desarrolla bajo el lema: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Con esta Jornada, las Iglesias que peregrinamos en España iniciamos la Campaña del enfermo que culmina el 22 de mayo, VI Domingo de Pascua. Durante este tiempo, centraremos nuestra atención en la necesidad y urgencia de “acompañar en el sufrimiento”. 

En el Mensaje que el Santo Padre, el Papa Francisco, nos dirige con este motivo (10.XII.2021), nos recuerda que Dios “nos cuida con la fuerza de un padre y la ternura de una madre” y que “el testigo supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito”. Ciertamente, los Evangelios nos narran los continuos encuentros de Jesús con las personas enfermas para acompañar su dolor, darle sentido, curarlo. Como discípulos suyos, estamos llamados a hacer lo mismo. 

Aunque la ciencia médica, apoyada por los grandes avances técnicos, ha permitido erradicar multitud de enfermedades, la experiencia vivida durante estos dos últimos años con la pandemia de la Covid-19 nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad y, sobre todo, nos ha hecho percibir la necesidad de acompañar a los que sufren cualquier tipo de enfermedad, ya sea de las más habituales, ya de otras menos “visualizadas” que provocan un sufrimiento grande como las enfermedades mentales, las neurodegenerativas (ELA, Alzheimer…) o las denominadas “enfermedades raras”, para las que se destinan menos recursos humanos y materiales.

 Como nos recuerda también el Papa Francisco, el sufrimiento de nuestros hermanos se convierte en una urgente llamada a ser “testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre”. Ciertamente, “cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican”. El Señor, a través de su grito, reclama nuestro acompañamiento. 

El enfermo es siempre el centro de nuestra caridad pastoral. No podemos dejar de escuchar al paciente, su historia, sus angustias y sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir nuestra cercanía. Lo que el Papa recuerda a los agentes sanitarios cuando explica cómo “sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre” es válido para todos los que cuidan a los enfermos. “La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Job 2,13)” (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de 2015).

 El mayor dolor es el sufrimiento moral ante la falta de esperanza. En consecuencia, hemos de ser muy conscientes de nuestra misión: “siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pida” (1 Pe 3, 15). Se hace necesario estar preparados para aportar esperanza; pero no una esperanza cualquiera, sino -como recuerda Benedicto XVI- una esperanza “fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (Spe Salvi, 1).

Esta falta de esperanza nace con frecuencia en terrenos donde no se ha sembrado la fe. Como nos recuerda el Papa Francisco, “si la peor discriminación que padecen los pobres -y los enfermos son pobres de salud- es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la cercanía de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe” (Evangelii gaudium, 200).

 Para concluir, junto con al Santo Padre, deseamos “reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su cercanía a los enfermos más pobres y a las situaciones más olvidadas… Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además del cuidado del cuerpo con toda la pericia necesaria, también aquella caridad gracias a la cual el enfermo y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del descarte está muy difundida y a la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y el cuidado de toda existencia, aun de la más frágil, desde su concepción hasta su término natural”.

 Encomendamos a los enfermos, a sus familiares y acompañantes a la intercesión de María, Salud de los enfermos. De este modo, abrazados a la cruz de Jesucristo, encontrarán sentido, consuelo y esperanza

Obispos de la Subcomisión de Acción Caritativa y Socia

miércoles, 13 de abril de 2022

LOS ENFERMOS Y LOS ANCIANOS EN ESTA SEMANA SANTA "COMPRENDEN MEJOR LA PASIÓN DE CRISTO"


Los enfermos y los ancianos que por diversas razones no podrán salir de casa , de la residencias o del hospital en esta Semana Santa, también pueden vivir intensamente este tiempo, especialmente porque por su propio estado, “comprenden mejor la Pasión de Cristo”.

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Qué paradoja, muchos que podrían ir a la iglesia en esta Semana Santa no irán, simple y llanamente, porque no quieren; y a otros que desearían ardientemente ir a los oficios, no les será posible, o porque están enfermos o son ancianos, o simplemente porque no hay quien los lleve a una iglesia, y justo ahora, cuando por su propio estado comprenden mejor la Pasión del Redentor.

Pero para todos ellos hay una verdad consoladora . Quien más participa en la Redención, no es el que materialmente asiste a los oficios de Semana Santa, sino el que se une vitalmente al Misterio Pascual del Señor; y es que alguien puede ir a todo lo que organice su parroquia, la cofradía, pero por mera costumbre, o sin recta intención; incluso se puede ir con deseos de protagonismo, de fama y prestigio, o para sacar ventajas personales, etc., etc.

 Pero ¿de qué me valdrían los sacrificios físicos si no me llevarán a la conversión?, ¿de qué serviría mi cansancio si mi vida se queda sin tocar y sigo con los mismos vicios?

Cierto que la enfermedad o ancianidad por sí mismas no me harían cambiar de actitud con respecto a Dios y la salvación que me ofrece, pero cuando uno se siente visitado por la enfermedad y el sufrimiento aqueja, cuando se experimenta la propia impotencia, los límites y la finitud temporal, cuando se vislumbra la cercanía de la muerte, todo cambia.

Es la oportunidad de volver la mirada a Dios, a las realidades eternas, de suplicar la asistencia divina para no caer en la angustia, de pedir la gracia para no replegarse lastimosamente sobre uno mismo y hundirse en la depresión.

La Semana Santa, vivida desde mi lecho de enfermo o desde una sillita en casa, puede ser la oportunidad que esperaba de salir de mi rebelión contra Dios, de maravillarme del amor que me ha tenido al entregar a su Hijo por mi salvación, de unirme a la Pasión de ese Hijo para colaborar con la Redención de mi familia y de la humanidad.

Otros lo han logrado, ¿por qué no yo? Santa Teresita del Niño Jesús, enferma de tuberculosis, postrada en una cama, con accesos terribles de tos y vómitos de sangre, con ratos de inconciencia por el dolor y espantosas dudas de fe, sabía que, aunque no viera en esos momentos la luz por las espesas nubes que la rodeaban, detrás de esos nubarrones seguía el sol brillando y que, pasada la hora de las tinieblas esa luz no sólo la iluminaría sino que la envolvería y la transformaría en luz.

Si el Señor nos ha visto con ojos de predilección y nos ha participado de su cruz, aunque ahora no lo entendamos, aunque para nosotros sea como una noche oscura. ¡Aprovechemos! contemplemos la Pasión del Señor, unámonos a ella, aceptemos nuestro sufrimiento y ofrezcámoslo a aquél que “me amó y se entregó por mí”, a aquél que “me ha amado primero”, ofrendémoslo por nuestra propia salvación, la de los nuestros, por el Papa Francisco y por nuestros obispos; por los  religiosos  y los sacerdotes;por los seglares; y en estos momentos por la paz en el mundo.

Desde nuestro lecho, podemos rezar; podemos unirnos a los actos religiosos a través de la televisón , la radio o internet  que nos mueva el corazón e incluso recibir alguno de los sacramentos de sanación y la comunión; alguna alma caritativa nos puede leer las lecturas de las misas y otros oficios de esta semana,contemplar algunas procesiones y desde allí, desde nuestra cruz, con nuestra oración sostener a la Iglesia y salvar a la humanidad.  

lunes, 11 de abril de 2022

MISA CRISMAL

 BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS


La Misa Crismal es una celebración especial y única en el año litúrgico. Tiene muchas particularidades.

Tradicionalmente es celebrada en el Jueves Santo de cada año, y la ceremonia la debe presidir el obispo titular de la diócesis, y en la que debe participar el mayor número de sacerdotes del presbiterio diocesano. En ella, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los Santos Óleos.

En nuestra Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, se viene celebrando desde hace muchos años en la mañana del Lunes Santo.

Este lunes 11 de abril, a las once de la mañana y en la Concatedral de Santa María de La Redonda de Logroño, se celebrará dicha Misa Crismal, signo sacramental de la comunión de todo el Pueblo de Dios, de su dignidad sacerdotal, profética y real. En ella se consagrará el Santo Crisma y se bendecirán los óleos, signos de misericordia, de fortaleza, de júbilo, de belleza, de amor y de paz.

Santos Montoya Torres, nuestro Obispo Diocesano presidió por primera vez esta ceremonia y todos nuestros sacerdotes como cada año, renovaron su compromiso sacerdotal.

La conveniencia de celebrarla el Jueves Santo

Tradicionalmente, cada diócesis celebraba su Misa Crismal durante la mañana del Jueves Santo. Pero en la actualidad, por razones de conveniencia pastoral, puede ubicarse en cualquier día de la Semana Santa previo al Jueves Santo, a decisión del obispo diocesano.

La razón de celebrar esta ceremonia en Jueves Santo está motivada por la necesidad de tener a disposición el Santo Crisma y los otros aceites de cara a los bautizos y confirmaciones que se vayan a celebrar durante la Vigilia Pascual.

Hay que tener en cuenta que no está permitido celebrar misa desde la tarde del Jueves Santo, en la que se celebra la Misa de la Cena del Señor (tiene su propia liturgia), hasta la noche del Sábado de Gloria, cuando se celebra la Vigilia Pascual. Esto hace que la mañana del Jueves Santo sea el momento más propicio para la celebración de la Misa Crismal. Sin embargo, las características especiales de esta celebración pueden obligar a que se celebre en otro momento de la Semana Santa, principalmente, para facilitar que acuda el mayor número posible de sacerdotes de toda la diócesis.

La Misa Crismal, fuente de unidad sacerdotal

La Misa Crismal es una celebración que como ya hemos indicado, debe presidirla el obispo titular de la diócesis. La consagración del Santo Crisma y la bendición de los otros dos aceites se considera una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo. Además, es importante que en ella participen el mayor número posible de sacerdotes de la diócesis. Y es que uno de los ritos incluido en esta celebración a partir de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II es el de la renovación de las promesas sacerdotales.

Tras la homilía, en lugar de pronunciarse el Credo, el obispo invitó a los sacerdotes presentes en la celebración a prometer solemnemente unirse más de cerca a Cristo, ser sus fieles ministros y conducir a otros a él, renovando su consagración a Cristo y dedicación a la Iglesia.

Otra manifestación del relieve que tiene este rito es que los textos de la celebración presentan un marcado carácter catequético sobre el sacerdocio. Tras esto, llega el momento de la consagración del Santo Crisma y la bendición de los Santos Óleos.

Santo Crisma y Santos Óleos, no son lo mismo

El Santo Crisma, proviene de la palabra latina “chrisma”, que significa “unción”, ¿y éste del griego χρίσμα. El Crisma es el aceite con el cual son ungidos los nuevos bautizados, son signados los que reciben la confirmación y son ordenados los obispos y sacerdotes. Aparte de en estos sacramentos, se emplea en la dedicación de las nuevas iglesias, la consagración de los nuevos altares o la consagración de campanas.

El Santo Crisma.

La palabra “crisma” es griega y denomina un ungüento aromático mezcla de aceite de oliva (que representa la fortaleza) y bálsamo oloroso (cuyo aroma representa el suave olor de la vida cristiana), por lo que, como dice San Pablo en su Segunda Carta a los Corintios, nos ayuda a “desprender el buen olor de Cristo”

Su etimología proviene de “chrio”, ungir, que ha dado origen al término “Cristos” que significa “El Ungido”. De ahí deriva la palabra Cristo, con la que designamos al Salvador.

La unción con el crisma representa la gracia del Espíritu Santo y la plena difusión de ella. Significa que los cristianos, injertados por el bautismo en el misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con él, participando de su sacerdocio real y profético, y recibiendo por la confirmación la unción espiritual del Espíritu Santo, que se les da.

Con este crisma, son ungidos los nuevos bautizados en la coronilla tras el baño del agua. También son signados en la frente los que reciben la confirmación para significar la donación del Espíritu. En la ordenación de presbíteros y obispos se ungen las manos de los presbíteros y la cabeza de los obispos. También con el crisma, se ungen las paredes y los altares en el rito de la consagración de iglesias.

El Santo Crisma destaca de los Santos Oleos, por la brillantez que, los perfumes le dan al ungüento. A diferencia de los Santos Óleos, el Santo Crisma no se bendice, si no que se consagra, por lo que lleva el sello del don del Espíritu Santo.

Los Santos Óleos

Son dos: el de los catecúmenos y el de los enfermos.

El Oleo de los Catecúmenos, que significa purificación y fortaleza, es usado para ungir a los que están preparándose para el Bautismo, por la liberación del pecado. Este óleo extiende el efecto de los exorcismos, para que los bautizándose reciban la fuerza para renunciar al diablo y al pecado, antes de que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida, de manera que el ungido, el que se prepara para entrar en el mundo de Cristo, pueda vencer la lucha contra el mal.

El Oleo de los Enfermos, comúnmente se abrevia: O.I. (Oleum Infirmorum) usado en el Sacramento de la unción de los enfermos. Éstos, son aliviados con la fuerza de dar sanación en sus enfermedades. El óleo de los enfermos remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal, y conseguir el perdón de los pecados. No sólo está indicado para los moribundos: también es aconsejable ungir a los enfermos graves o ancianos ya muy deteriorados en su salud. Lo anterior implica que puede recibirse más de una vez, si hay mejoría y posterior agravamiento