jueves, 10 de julio de 2025

La persona con discapacidad y su lugar en la Iglesia

 La persona con discapacidad y su lugar en la Iglesia.

Una Iglesia sinodal, inclusiva y accesible… una Iglesia que incluye…

 Guía para la acogida eclesial

Querido párroco: La guía que tienes en tus manos ha sido confeccionada por un grupo de personas con discapacidad, miembros de diversos movimientos de la Iglesia. Esta guía nace con la vocación y la ilusión de que la inclusión y participación de la persona con discapacidad en la Iglesia sea algún día una realidad. En ella te presentamos una serie de pistas y consejos necesarios para alcanzar esta inclusión.

La realidad de la discapacidad es una realidad compleja, no solo por la amplísima variabilidad de discapacidades y sus grados, sino sobre todo porque la discapacidad es una realidad que únicamente puede concebirse ligada al ser humano. Esta verdad multiplica hasta el infinito la diversidad de situaciones al entrar en juego, no solo la erróneamente considerada enfermedad, sino también el contexto personal, social y cultural en el que toda persona vive y se desarrolla, contextos con los que estas personas están, aun desde la exclusión, en continua interacción. Es por ello que esta guía pretende ser, lo primero de todo, una orientación para la inclusión de la persona con discapacidad en la Iglesia, pero con la debida advertencia de que a quienes hay que incluir es a personas concretas y no a grupos o tipologías de personas, y mucho menos de discapacidades.

Todavía hoy, la plena inclusión de las personas con discapacidad, sea esta del tipo que sea, está muy lejos de ser una realidad. En esto, el ámbito eclesial no es ninguna excepción. Pues la verdad es que muchas personas con discapacidad no han encontrado su lugar propio y específico en la Iglesia, la mayoría de las veces por falta de oportunidad y de ayuda para hacerlo. Sin embargo lo que en el ámbito social es sin duda una injusticia, en la Iglesia, que es ante todo Madre y fiel transmisora del mensaje evangélico, es un escándalo sobre el que hay que actuar.

Ahora bien, la pregunta fundamental es: ¿Cuál es el lugar de la persona con discapacidad en la Iglesia y cómo conseguir que lo ocupe?

Tradicionalmente la pastoral con personas con discapacidad se ha abordado desde la pastoral de la salud. Esta decisión, sin cuestionar la buena voluntad que la sustenta, es una situación que ha tenido dos consecuencias fundamentales: la primera, se ha desdibujado la realidad de la discapacidad, la cual no es una enfermedad en sí, a pesar de que muchas veces ambas concurran juntas; la segunda, ha provocado un sentimiento de incomprensión en las personas con discapacidad, quienes no se sienten reconocidas en su singularidad, sino más bien aparcadas en un lugar como mucho razonable.

Como realidad singular que es, la persona con discapacidad merece el esfuerzo, cuando menos, de todos los que integramos la Iglesia para ayudarla a ocupar su lugar propio, no solo como mero receptora de la acción pastoral sino también como protagonista de la misma. Y si no se sabe cuál es ese lugar, al menos comprometerse con ella en el proceso de descubrirlo, mediante un adecuado acompañamiento. «Igual que con el resto de feligreses», estarás pensando… ¡Exacto!, igual que con todos. Por este motivo creemos que la pastoral con personas con discapacidad debe configurarse de forma transversal al resto de realidades pastorales: niños, jóvenes, familia, enfermos, social, etc. Este enfoque por ser el ideal no debe ser obviado pero somos conscientes de que debe convivir con el enfoque de una pastoral específica de personas con discapacidad, quienes es innegable que tienen unas necesidades para su integración que deben ser abordadas de forma especial.

Articular ambos enfoques no es tarea fácil, pero los autores de la guía consideran que no es imposible, y que dos son los pasos previos imprescindibles: facilitar la accesibilidad de las personas con discapacidad a los templos y a la participación de la liturgia, sacramentos y actividades parroquiales; y acrecentar la formación de todos los agentes de pastoral sobre las personas con discapacidad, procurando pautas para un adecuado conocimiento y acercamiento a ellas.

Por último, nos gustaría que esta guía contribuyese a señalar la necesidad de superar la concepción que parte de considerar a la persona con discapacidad como mero sujeto de evangelización para incorporar otra nueva mirada, que la considere agente de la misma. Esta inversión de la mirada es fundamental pues todo cristiano está llamado a dar testimonio del amor que recibe de Dios. La persona con discapacidad es amada por Dios, y negarle la posibilidad de testimoniarlo implica, por nuestra parte, adquirir una responsabilidad muy grande, de consecuencias no menos grandes; entre ellas, la de admitir implícitamente que cuestionamos que Dios la ame.

Cómo debería ser el símbolo de la discapacidad intelectual? - Plena  inclusión

1. Encuentro con una persona con discapacidad intelectual

Para vivir su fe, toda persona, aún si tuviera una discapacidad mental severa, tiene necesidad de encontrar verdaderos amigos para crear juntos un ambiente cálido en el que cada uno pueda crecer en la fe y en el amor

Carta de Fe y luz

Cómo denominarlas

A lo largo de la historia, los términos para referirse a las personas que tienen una discapacidad intelectual han ido variando según se transformaba su imagen social. Pero no es menos cierto que la imagen social de las personas y colectivos también se modifica y se construye mediante las palabras que se utilizan para nombrarlos.

Hoy en día, la tendencia es a no generalizar el concepto de capacidad y a emplear términos que resalten en la persona, no tanto la ausencia de capacidades intelectuales como el reconocimiento de la presencia de capacidades diversas. En definitiva, ¿quién puede afirmar que posee capacidad para todo?, ¿quién puede afirmar que no posee ninguna? En este sentido, es totalmente incorrecto y peyorativo referirse a ellas como discapacitadas.

No se trata de encontrar la mejor forma de nombrar la diferencia sino de encontrar una forma de nombrar que particularice a cada persona y la respete en su singularidad. Una palabra que trasmita acogida y aceptación.

Las siguientes formas de nombrar a las personas que viven una discapacidad intelectual son las más respetuosas y aceptadas en la actualidad:

• Personas con capacidades diferentes. 

• Personas con diversidad funcional.

 • Personas con discapacidad intelectual.

Sin embargo, nuestro deseo es que en la Iglesia se llame a cada uno por su nombre, ya que el nombre de una persona, al hablar de la identidad personal, es lo único que verdaderamente diferencia a una persona de otra.

Llamar a una persona por su nombre ayuda a consolidar su imagen como persona singular y diferente. Por su nombre llama Dios a cada uno de sus hijos para que descansen en Él. Para cada uno emplea Dios un nombre distinto, para cada uno de ellos ha creado Él un camino, único, que hacia Él conduce.

Las siguientes pistas orientan un camino general que facilita la participación e inclusión de las personas con discapacidad; pero necesariamente han de ser adaptadas a cada persona en función de sus necesidades. La variabilidad de personas es tal que es imposible encontrar unas orientaciones que sean válidas para todas y cada una. Es la necesidad individual la que debe marcar las acciones. 

Qué personas puedes encontrar

 • Personas que no hablan o a las que es difícil entender lo que dicen.

 • Personas con las que es difícil entrar en contacto o que incluso lo rehúyen (en especial, el visual en ciertos tipos de discapacidad). 

• Personas con conversación limitada, movimientos repetitivos como balanceo o movimiento de manos, tics y otras conductas anómalas.

 • Personas adultas acompañadas de padres sobreprotectores que hablan por ellas.

 • Personas con respuestas y ritmos lentos.

 • Personas con un lenguaje y vocabulario altamente desarrollado, con una conversación repetitiva con facilidad para desviarse del tema o con dificultad para comprender el punto de vista de otras personas (síndrome de Asperger). 

• Personas con dificultad para mantenerse quietas o calladas.

 • Personas con una gran disponibilidad para ayudar y deseo de participar. 

• Personas muy espontáneas, generalmente dotadas para la celebración y la fiesta. 

Qué puedes hacer

 • Acercarse a ellas sin miedo y sin ideas preconcebidas, sabiendo que no hay dos personas iguales.

 • Promover el contacto visual pero sin insistir.

 • Tratarlas con naturalidad y mucho cariño.

 • Interesarte por sus capacidades y sus necesidades para integrarles desde ellas. 

• Dirigirte a ellos directamente y no a sus padres. 

• Comprender y respetar su ritmo diferente.

 • Repetir las instrucciones. • No tratar como niños a los que son adultos. 

• Tratarlas en función de sus capacidades, fomentando siempre que alcancen la mayor autonomía posible.

Qué puede ofrecerles la parroquia

 • Una conducta proactiva hacia la acogida e inclusión en la vida de la parroquia, encaminada a detectar necesidades no demandadas en las familias de la comunidad. 

• Ofrecer información sobre comunidades cristianas que integren a personas con discapacidad o promover la formación de las mismas (por ejemplo, comunidades de Fe y Luz). 

• Organizar actividades de acompañamiento y apoyo a las familias.

 • Facilitarles la preparación para los sacramentos adaptando las catequesis. 

• Coordinarse con otras parroquias a través de la vicaría para organizar grupos de catequesis adaptada.

 • Adquirir material de catequesis en lectura fácil o promover su elaboración.

 • Organizar cursos de formación sobre la discapacidad para catequistas y miembros de la parroquia.

 • Favorecer su participación y visibilización en las actividades de la parroquia o promover actividades que puedan integrarlas. 

• Atención pastoral a familias con miembros con grandes discapacidades, atendiéndolas en sus domicilios cuando no pueden salir de casa.

 • Aprovechar la música para integrarlas. 

• Considerarlas como miembros plenos de la Iglesia con necesidades espirituales.

 • Apoyarlas a crecer en su vocación cristiana y evangelizadora

Qué pueden aportar las personas con capacidades diferentes a la Iglesia

 • Testimonio de una fe vivida, sencilla y auténtica. 

• Revelar la belleza de la sencillez de corazón y la vía de la fragilidad para redescubrir a Dios. 

• Revelar que cada persona es una historia sagrada. • La alegría del descubrimiento de Dios en las propias limitaciones. 

• El ejemplo de acogida y amor incondicional por todas las personas.

 • Ejemplo de búsqueda y encuentro de Dios en el sufrimiento. • Confirmación de que Dios escoge lo débil del mundo para confundir a los sabios. 

• Testimonio de sacrificio y entrega de los padres en el cuidado de sus hijos, y de lucha por la defensa de la dignidad humana.

 • Inspirar relaciones humanas basadas en la ternura y la fidelidad, que se alejen de la competitividad y el miedo a la fragilidad propia y ajena. 

• Inspirar caminos de solidaridad y comunión basados en la necesidad mutua, y la ofrenda de los dones de cada uno.

Tipos de Discapacidad Física - ParaPUPAS

2. Encuentro con una persona con discapacidad física

Qué personas puedes encontrar

 Una persona tiene discapacidad física si presenta una pérdida total o parcial de movimiento voluntario, o tiene una estatura inusual, que limita la habilidad de moverse; o tiene problemas de alcance, agarre; y/o dificultades respiratorias, cardíacas o de otro tipo, que vienen frecuentemente acompañadas de fatiga y debilidad, y pueden ser visibles o no.

Aunque todavía hay quien los utiliza, hay que evitar términos como amputado, asmático, cojo, deficiente, minusválido o paralítico...

Puedes encontrarte: 

• Personas que van en silla de ruedas (manual o de motor). 

• Personas con andadores, bastones, muletas, escayolas, prótesis.

 • Personas que requieren aparatos de asistencia respiratoria. 

• Personas con problemas de equilibrio o de espasticidad (movimientos involuntarios) y crisis convulsivas. 

• Personas que andan lento, de manera irregular.

 • Personas de gran o pequeña estatura.

Qué puedes hacer 

• Mantener contacto visual y hablar directamente con el feligrés con discapacidad, no a través de su acompañante.

 • Si no se le entiende, se le pide que lo repita. Y será este feligrés el que pueda pedir a su acompañante que aclare lo que quiere. 

• Preguntar siempre a la persona con discapacidad si necesita ayuda; no asumir que la necesita. 

• No tocar o mover las ayudas técnicas sin consultarlo antes con la persona con discapacidad. Puedes quitarle sus piernas. 

• En el caso de acercarnos a una persona sentada en silla motorizada, no apoyarnos en el mando, que puede estar encendido.

Qué puede ofrecerles la parroquia 

• Proveer estacionamiento accesible y rampas adecuadas, tanto para sillas de ruedas como para bastones.

• Facilitar entradas anchas y fáciles de franquear. Que la persona con discapacidad no se vea obligada a tener acompañante para poder acceder a la iglesia. 

• Instalar ascensores o elevadores para todas las personas con movilidad reducida. 

• Tener aseos accesibles y adaptados. 

• Asegurarse de que el templo y los espacios dedicados a la oración ofrezcan acceso a los sacramentos, permitiendo la participación como un seglar más. 

• Facilitar acceso a despachos, presbiterio, sacristía, confesionario, capilla, salones parroquiales… 

• Usar ambones, altares y mesas de altura e inclinación regulables.

 • Facilitar el acceso a cantorales y otros materiales impresos en soportes fáciles de usar. 

• Disponer de servicio de megafonía móvil, para poder acercárselo a la persona que quiera participar en la celebración y no pueda acceder a la ubicación habitual. 

• Si se aprecia que en la celebración hay muchas personas que no pueden ponerse de pie en los momentos establecidos, valorar con la comunidad la posibilidad de que todo el mundo permanezca sentado para no quitar visibilidad a nadie. O permitir/sugerir que se coloquen más cerca del celebrante. 

• En momentos de recogimiento, como en el sacramento de la Penitencia, facilitar la intimidad de la persona que tenga dificultad de comunicación. 

• Aumentar las precauciones con el uso de velas e incienso.

La importancia del bastón blanco en personas con ceguera

3. Encuentro con una persona con ceguera o deficiencia visual grave

Qué personas puedes encontrar 

Una persona ciega o invidente, pues ambos términos son válidos, suele proceder de patologías oculares o traumatismos que originan ese déficit y hoy en día, gracias a los avances en oftalmología y con la tecnología de la mano, muchas cuentan con un resto visual utilizable que, aunque sea pequeño, mejora muchísimo su participación en actividades diarias.

Por eso, hablaremos de discapacidad visual grave; dentro del mundo de la baja visión, existen múltiples tipos como pueden ser la visión en tubo, solo por los lados, diurna o nocturna, de lejos o de cerca, por lo que lo mejor es preguntar a la persona cuál es.

 En ocasiones, personas con baja visión utilizan materiales ópticos especializados que llaman la atención por no utilizarse habitualmente y que para ellas son imprescindibles. Se trata de lupas de gran aumento, telelupas, monóculos o anteojos de precisión… 

La evolución de la oftalmología como ciencia ha sido sorprendente y enfermedades que originaban ceguera hace 30 años se han atajado en gran medida: las cataratas, el desprendimiento de retina o el glaucoma, entre otras. Actualmente son otras patologías las que irrumpen con fuerza en la visión, como la miopía magna, la degeneración macular o la retinosis pigmentaria.

Qué puedes hacer 

• Normalmente, la persona con discapacidad visual grave suele ir acompañada por un guía vidente que juega un papel activo en su movilidad, colocándose siempre por delante de la persona ciega para que esta detecte con el movimiento de su cuerpo las oscilaciones en el recorrido. Por medio de códigos no verbales suele ir muy bien y la posición más correcta será siempre ofreciéndole el codo para que se agarre y la persona se sienta cómoda y segura. 

• Otra opción de movilidad para la persona con deficiencia visual autónoma es el bastón blanco como herramienta. Al ir muy concentrada en el discurrir habitual, lo más correcto es que le preguntes si quiere tu ayuda y actúes según su respuesta. 

• La última opción es el perro guía, que ya no se le llama perro lazarillo. Perfectamente adiestrado, puede entrar en todos los sitios de uso público y es necesario que, cuando trabaje, no se le increpe o salude pues se podría despistar. Tampoco hay que darle comida, pues se encuentra bien alimentado, ni separarle de la persona ciega esté donde esté. 

• Para interactuar con una persona ciega, es preciso que la toques y la llames por su nombre si la conoces e identificarse siempre para que sepa con quién se ha encontrado. 

• En la relación con esta persona no existen palabras tabú y pueden emplearse sin problemas términos como ver, mirar, etc. Al igual, es muy necesario emplear palabras que indiquen dirección al guiarle diciendo siempre izquierda, derecha, de frente, a la voz, etc. No emplear nunca vocablos como aquí, allá, esto, aquello, etc.

 • En cualquier actividad, comunicar si se está haciendo o se va a hacer; pues si no se hace al no enterarse podrá meter la pata e interrumpir dicha actividad. 

• Si te vas de un lugar y estás hablando con la persona invidente, díselo para evitar que se quede hablando sola. 

Qué puede ofrecerles la parroquia 

• Para trabajar con una persona con deficiencia visual, preguntar cuál es su tipo de visión. 

• Enseñar la parroquia previamente con un recorrido e indicar localizadores (muebles, puertas, etc.) clave del sitio para que pueda orientarse mejor.

 • Es necesario prever siempre los textos que se van a utilizar para así poder descargarlos o trabajarlos antes y, de esta manera, facilitar que la persona ciega pueda seguir el discurrir del acto. 

• En los documentos, ajustar el tipo de letra y aumenta el tamaño conforme a sus necesidades específicas. Si no sabes cuál es, el estándar fijado para trabajar en términos de accesibilidad universal es Arial 14. 

• Si la persona no ve nada, el sistema braille como herramienta básica de lectura y escritura es fundamental. También se utilizan los sistemas en audio para la lectura de documentos. Digitalmente hay más posibilidades y formatos accesibles como documentos en Word, PDF generados en modo texto, formatos HTML rescatados de Internet… 

• Para comunicaciones rápidas, es muy útil WhatsApp, tanto en mensajes de texto como de audio. Las personas ciegas también usan el correo electrónico y, cada vez más, las redes sociales. • Han irrumpido con fuerza aplicaciones para dispositivos móviles totalmente accesibles que acercan multitud de tareas de la vida diaria y del discurrir habitual a las personas ciegas. Se pueden aprovechar.

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4. Encuentro con una persona con sordoceguera

Qué personas puedes encontrar 

No es la suma de sordera y ceguera, sino una discapacidad que afecta a la vista y al oído, en mayor o menor grado, provocando problemas de comunicación únicos y necesidades especiales derivadas de la dificultad para percibir de manera global, conocer y, por tanto, interesarse y desenvolverse en el entorno.

Es necesario poner en práctica otras metodologías aprovechando el posible resto auditivo o visual que tengan y también de los demás sentidos, fundamentalmente el tacto.

La población de personas con sordoceguera podría agruparse de la siguiente forma: 

• Personas con sordoceguera congénita y aquellas que la padecen antes de la adquisición del lenguaje.

 • Personas con sordoceguera adquirida: 

- Personas que nacen sordas y padecen una pérdida significativa de visión o ceguera años más tarde, como sucede con el síndrome de Usher.

Por el síndrome de Usher, la retina no se mueve. 

Por la noche no se ve nada y la luz del día molesta mucho. Es necesario llevar gafas especiales. El campo de visión se va reduciendo poco a poco hasta que se pierde completamente. 

El síndrome de Usher es el responsable, aproximadamente, de la mitad de los casos de sordoceguera.

 - Personas que nacen ciegas o con una pérdida significativa de visión cuyos problemas de audición se manifiestan con posterioridad.

 - Personas que presentan dificultades significativas en la vista y el oído después de adquirir el lenguaje. 

- Otro síndrome que provoca la sordoceguera es el de Wolfram. Los componentes principales de esta enfermedad son diabetes, atrofia óptica y sordera.

A) Comunicación 

• La comunicación con una persona con sordoceguera requiere siempre paciencia y será más fácil o más difícil en función de la persona con quien queremos comunicar, de cuál sea su sistema de comunicación, y de que lo conozcamos y seamos capaces de utilizarlo con mayor o menor fluidez. 

• La persona ciega que posteriormente pierde el oído usa como método de comunicación el sistema dactilológico. Consiste en aplicar un símbolo de cada letra en la mano, haciendo pausas como en el lenguaje oral y haciendo el gesto de borrar en la palma cuando nos equivocamos. 

• La persona sorda leve se comunica con la lengua de signos en el aire como las personas sordas si todavía tiene buen resto visual; en cambio la persona sorda profunda que perdió la vista, continúa usando lengua de signos cogiendo la mano de su interlocutor.

 • Algunas personas sordociegas pueden entendernos con la ayuda de un audífono. 

• Otras se comunican mediante sistemas alfabéticos, que nos resultan más fáciles de aprender, como la escritura en mayúsculas sobre la palma de la mano. 

• Bastantes son capaces de comunicarse a través de las tablillas de comunicación cuando el interlocutor no conoce su sistema.

B) Movilidad y reconocimiento 

• Lo primero que hay que hacer siempre ante una persona sordociega es darle a conocer nuestra presencia tocándole suavemente en el hombro o en el brazo. Si está concentrada en la realización de alguna tarea, esperaremos hasta que pueda atendernos. Si conserva algo de resto visual, trataremos de colocarnos dentro de su campo de visión.

 • El siguiente paso será identificarnos, decirle quiénes somos, deletreando nuestro nombre y por el cual nos conoce. No es conveniente jugar a las adivinanzas. Aunque nos conozca, debemos comunicarle quiénes somos para evitarle confusiones. Si utiliza un audífono porque puede entendernos a través de él, nos dirigiremos a dicha persona de manera clara y directa, siempre vocalizando bien. En estos casos conviene evitar los lugares ruidosos para desarrollar una conversación. 

• Si conserva algo de resto visual, trataremos de no salirnos de los límites de su campo de visión. Quizá pueda entendernos a través de la labiolectura o utilizando otros recursos, como la lengua de signos. Si no conocemos otro método, dirijámonos a ella escribiendo en un papel blanco con letras grandes, frases sencillas y, a ser posible, en tinta negra para que el contraste sea mayor. Un lugar bien iluminado hará más eficaz la comunicación. 

• No debemos olvidar nunca despedirnos. Si tenemos que ausentarnos un momento, se lo diremos y la dejaremos mientras tanto en un lugar cómodo y seguro. No es aconsejable dejarla solo en un sitio desconocido. 

• Al caminar con una persona con discapacidad, la forma correcta de llevarla es dejar que coja nuestro brazo; por lo general, lo hará por encima del codo. Así podrá seguir mejor nuestros movimientos. Nunca debemos intentar llevarla delante de nosotros. Le transmitiremos los signos convenidos para indicarle que hay que subir o bajar escaleras, cruzar una puerta o una calle, etcétera. • Mientras vayamos con ella, es conveniente ir contando dónde nos encontramos y qué sucede a nuestro alrededor. Si vemos algo que nos parece interesante y que puede tocar, no debemos dudar en mostrárselo. 

• Su signo distintivo es el bastón rojo y blanco. Es importante no confundir con una persona ciega oyente.

Qué puedes hacer 

• Explicar a la persona sordociega el contexto, los movimientos del espacio en el que estáis, los objetos que hay en el lugar.

 • Acompañarla a la primera fila de la iglesia o de la sala donde se desarrolle la actividad; mejor en un lateral de la fila donde el perro guía no moleste el paso de las personas. Indicarle dónde está su asiento.

 • En una celebración de la Eucaristía, avisar con un leve toque en el brazo cuando llegue el momento de la paz, cuando tenga que ponerse de pie, arrodillarse, sentarse, etc. Preguntar a la persona sordociega si quiere comulgar y acompañarla.

 • Al final de la Eucaristía o actividad acompañar a esa persona a la calle.

 • No tocar el perro guía ni jugar con él. Tampoco dar comida. 

• Para comunicarse con ellas se puede:

 • Escribir en las notas del teléfono móvil; la persona sordociega puede ampliarlo para verlo. 

• Con una tabla del abecedario, la persona oyente guía el dedo de la persona sordociega por encima de las letras. 

• Deletrear las palabras en la palma de la mano. Siempre con mayúsculas.

 • Utilizar el sistema braille, especialmente con las personas sordociegas de nacimiento.

Qué puede ofrecerles la parroquia 

• Tener una pantalla grande donde se proyecten los textos. 

• Apoyo con hojas con las lecturas, la homilía, la conferencia, etc. con letras grandes, frases sencillas y texto muy claro. Siempre en negro. 

• Si hay intérprete de lengua de signos, tener en cuenta el campo de visión de la persona sordociega para situarse dentro de su campo. 

• Si en el primer banco molesta la luz, dejar que la persona sordociega se siente en un banco lateral.

11.100+ Discapacidad Auditiva Ilustraciones de Stock, gráficos vectoriales  libres de derechos y clip art - iStock | Discapacidad visual, Discapacidad  física, Discapacidades físicas o mentales

5. Encuentro con una persona sorda o con pérdida de audición

Qué personas puedes encontrar

 La pérdida parcial o total de audición en uno o ambos oídos puede limitar la habilidad de tener o usar el lenguaje hablado y/o escrito. Aunque está muy extendido, el término sordomudo no es exacto para definir a una persona con pérdida de audición, pues la mayoría suelen tener un tipo de comunicación diferente con gestos, gutural o de otro tipo. Se pueden encontrar:

 • Personas con prótesis auditivas (audífonos o implantes cocleares).

 • Personas que hablan en un tono diferente o utilizan lengua de signos. 

• Personas que no entienden o tienen dificultad con el lenguaje hablado. 

• Personas que apuntan a su oído y mueven la cabeza cuando se le habla o mira fijamente los labios.

Qué puedes hacer

 • Hablar con un volumen normal y sin exagerar los movimientos de los labios. 

• Ofrecer escribir el mensaje, con frases cortas y vocabulario sencillo. 

• No asumir que la persona puede leer los labios o que una persona con prótesis auditiva escucha de forma normal. 

• Ponerse frente a la persona y conversar de modo que pueda ver la cara. • No cubrirse la boca al hablar. 

• Tener en cuenta que cualquier resplandor a contraluz de la persona que está hablando, o los ruidos de fondo, pueden interferir con la comunicación.

 • Si un intérprete está presente, hablar a la persona sorda, no al intérprete.

Qué puede ofrecerles la parroquia

 • Incorporar un intérprete de lengua de signos (si hay feligreses que usan esta lengua).

 • Si hay un intérprete para la liturgia, permitir que esté directamente al frente, entre la persona que está hablando y los feligreses sordos de tal modo que el intérprete y la acción litúrgica estén en el mismo campo de visión. 

• Procurar una iluminación apropiada alrededor de la persona que está hablando y/o su intérprete

• Reservar asientos sin obstáculos para la vista, cerca de la persona que está hablando y/o su intérprete.

 • Tener una buena megafonía y, si es posible, aparatos auditivos de asistencia (bucles magnéticos). 

• Distribuir material impreso, incluyendo un resumen de la homilía y anuncios.

 • Publicar información sobre Misas interpretadas en lengua de signos y si la parroquia dispone de aparatos auditivos de asistencia.

 • Familiarizar a los que atienden los despachos parroquiales y responsables de pastoral a recibir y mandar mensajes de texto, en lugar de llamadas de voz, y facilitar un número para que estas personas puedan mandarlos. 

🙏 Por las personas con discapacidad (Intenciones del Papa Francisco -  diciembre 2023)

Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en un congreso organizado para la promoción de la nueva evangelización

Sala Clementina Sábado, 

21 de octubre de 2017

Queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra encontraros sobre todo porque en estos días habéis abordado un tema de gran importancia para la vida de la Iglesia en su obra de evangelización y formación cristiana: La Catequesis y las personas con discapacidad. Gracias a s.e. Mons. Fisichella por su presentación, al dicasterio que preside por su servicio y a todos vosotros por la labor en este campo.

 Conocemos el gran progreso que se ha hecho en las últimas décadas frente a la discapacidad. La creciente toma de conciencia de la dignidad de cada persona, especialmente de los más débiles, ha llevado a tomar posiciones valientes de inclusión de aquellos que viven con diversas formas de discapacidad, para que nadie se sienta extraño en su propia casa. Y sin embargo, a nivel cultural todavía hay manifestaciones que hieren la dignidad de estas personas por la prevalencia de una falsa concepción de la vida. Una visión a menudo narcisista y utilitaria lleva, por desgracia, a algunos a considerar marginales a las personas con discapacidad, sin percibir en ellas su múltiple riqueza espiritual y humana. Todavía es demasiado fuerte en la mentalidad común la actitud de rechazo de esta condición, como si impidiera ser felices y realizarse a sí mismos. Prueba de ello es la tendencia eugenética de eliminar a los nonatos que tienen alguna forma de imperfección. En realidad, todos conocemos a tantas personas que, con su fragilidad, incluso grave, han encontrado, aunque con fatiga, el camino de una vida buena y rica en significado. Por otro lado, también conocemos personas aparentemente perfectas y desesperadas. Además, es un engaño peligroso pensar que somos invulnerables. Como decía una chica que conocí en mi reciente viaje a Colombia, la vulnerabilidad pertenece a la esencia del ser humano.

 La respuesta es el amor: no el falso, meloso y pietista, sino el verdadero, concreto y respetuoso. En la medida en que se es acogido y amado, incluido en la comunidad y acompañado para mirar hacia el futuro con confianza, se desarrolla el verdadero camino de la vida y se experimenta una felicidad duradera. Esto, —lo sabemos—, se aplica a todos, pero las personas más frágiles son como una prueba. La fe es una gran compañera de vida cuando nos permite sentir en primera persona la presencia de un Padre que nunca deja solas a sus criaturas en ninguna condición de su vida. La Iglesia no puede ser «afónica» o «desentonada» en la defensa y promoción de las personas con discapacidad. Su proximidad a las familias las ayuda a superar la soledad en que a menudo corren el peligro de terminar por falta de atención y apoyo. Esto es aún más cierto por la responsabilidad que tiene en la generación y en la formación en la vida cristiana. A la comunidad no pueden faltarle las palabras y especialmente los gestos para encontrar y acoger a las personas con discapacidad. Especialmente la liturgia dominical tendrá que saber cómo incluirlas, porque el encuentro con el Señor resucitado y con la comunidad misma puede ser fuente de esperanza y de valor en el camino, no fácil, de la vida. 

La catequesis, en particular, está llamada a descubrir y experimentar formas coherentes para que cada persona con sus dones, sus limitaciones y sus discapacidades, incluso graves, pueda encontrar a Jesús en su camino y abandonarse a Él con fe. Ningún límite físico o psíquico puede ser un impedimento para este encuentro, porque el rostro de Cristo brilla en lo íntimo de cada persona. Tengamos también cuidado, especialmente nosotros, los ministros de la gracia de Cristo, para no caer en el error neo-pelagiano de no reconocer la necesidad de la fuerza de la gracia que viene de los sacramentos de la iniciación cristiana. Aprendamos a superar el malestar y el miedo que a veces se pueden sentir frente a las personas con discapacidad.

Aprendamos a buscar e incluso a «inventar» con inteligencia herramientas adecuadas para que a nadie le falte el apoyo de la gracia. Formemos —¡en primer lugar con el ejemplo!— a catequistas cada vez más capaces de acompañar a estas personas para que crezcan en la fe y den su contribución genuina y original a la vida de la Iglesia. 

Por último, espero que en la comunidad las personas con discapacidad puedan ser cada vez más sus propios catequistas, también con su testimonio, para transmitir la fe de manera más eficaz.

 Os agradezco por vuestro trabajo de estos días y por vuestro servicio en la Iglesia.

 Que Nuestra Señora os acompañe. 

Os bendigo de corazón y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. 

Gracias

(Arzobispado de Madrid)

miércoles, 9 de julio de 2025

El duelo como nunca antes te lo han contado | Padre Mateo Bautista

 


¿Qué pasa cuando muere alguien a quien amamos? El P. Mateo Bautista, impulsor de la Pastoral del Duelo y fundador de los grupos 'Resurrección', ha dedicado su vida a acompañar a quienes viven la muerte de un ser querido. Desde su experiencia personal y pastoral, ha promovido la implantación de grupos parroquiales de ayuda mutua que ofrecen acompañamiento espiritual, humano y comunitario. Porque el duelo no es una herida interior, sino una llamada a la acción para la sanación, para emprender un camino de fe y esperanza, y en comunidad. Con presencia en diócesis de 11 países, el P. Mateo sueña con llevar esta pastoral a cada parroquia, a cada rincón del mundo, para que nadie tenga que vivir herido ni llorar en soledad la muerte de un ser querido. https://pastoralduelo.org

viernes, 30 de mayo de 2025

PASCUA DEL ENFERMOS EN SANTO DOMINGO DE LA CALZADA. 28 DE MAYO


Visita pastoral de nuestro obispo Don Santos a Santo Domingo de la Calzada.
A las 10:30 Eucaristía en el Hospital del Santo con unción de los enfermos. Y a las 12:30 visita al Centro de Día, dando la unción a los enfermos y personas mayores que estaban presentes.
Un abrazo fraterno a todo el personal que dedica su tiempo y su esfuerzo en cuidar a nuestros mayores y enfermos.
Y otro abrazo enorme a todos nuestros mayores que nos alumbran el camino con su experiencia de vida, su sonrisa y sus ganas de vivir.













jueves, 29 de mayo de 2025

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

 

UN SACRAMENTO 

PARA LOS ENFERMOS

 

UNA REALIDAD INELUDIBLE

La enfermedad y el sufrimiento que ella conlleva, se han contado siempre entre los problemas que nos aquejan a los seres humanos. En la enfermedad experimentamos nuestra debilidad y nuestra finitud. Toda enfermedad nos deja entrever la muerte como una realidad ineludible.

La experiencia nos muestra que la enfermedad puede llevarnos a la angustia, al repliegue sobre nosotros mismos, y a la rebelión contra Dios. Pero también puede hacer todo lo contrario: conducirnos a la madurez, ayudarnos a descubrir lo que es  realmente valioso en la vida, e impulsarnos a una relación más íntima y profunda con el Señor.

JESÚS Y LOS ENFERMOS

Los evangelios destacan la compasión de Jesús por los enfermos, y nos narran multitud de milagros suyos en favor de quienes vivían atados a toda clase de dolores y sufrimientos. Las curaciones que Jesús realizaba eran signo de la venida del Reino de Dios, y anunciaban una curación más radical: su victoria definitiva sobre la muerte y el pecado.

“Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente” (Mateo 4, 23).

Más adelante, Jesús comunicó a sus discípulos su poder sanador. San Marcos nos lo cuenta:

“Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros… Ellos fueron entonces a predicar, exhortando a la conversión;  expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Marcos 6, 7.12-13).

LA IGLESIA Y LOS ENFERMOS    

Después de la muerte y resurrección de Jesús, siguiendo las enseñanzas de su Maestro, los apóstoles establecieron un rito propio en favor de los enfermos, tal como nos lo refiere el apóstol Santiago en su carta: 

“… si alguien está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados” (Santiago 5, 13-15).   

La Tradición de la Iglesia ha reconocido en este rito, el sacramento de la Unción de los enfermos.

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

El Concilio Vaticano II nos dice qué es y cómo obra en quien lo recibe, el sacramento de la Unción de los enfermos, que antes llamábamos Extremaunción:

“Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir así al bien del pueblo de Dios” (Constitución dogmática sobre la Iglesia N. 11)

SIGNOS Y ACCIONES SIMBÓLICAS EN EL RITO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Los signos y acciones simbólicas empleados en el sacramento de la Unción de los enfermos, están íntimamente relacionados con las acciones de Jesús, y de sus discípulos en la Iglesia primitiva.

El signo del sacramento es el Óleo de los enfermos, que es aceite de oliva, bendecido especialmente por el obispo en la Misa Crismal, y luego entregado a los sacerdotes de las diversas parroquias. La Misa Crismal se celebra  cada año, antes de la Semana Santa, en la iglesia catedral de cada diócesis o arquidiócesis.  

De manera semejante a como hacía Jesús cuando le llevaban un enfermo para que lo curara, el sacerdote ora por el enfermo y lo unge con el Óleo consagrado en la frente y en las manos, haciendo la señal de la cruz, mientras le dice la fórmula sacramental:

“Por esta santa unción, y por su   bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”. 

El poder del Espíritu Santo hace eficaz la oración y las palabras del sacerdote.

QUIÉN PUEDE RECIBIR LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos no es un sacramento sólo para quienes están ya inconscientes o han entrado en agonía. Todo lo contrario. Como es un sacramento que fortalece la vida, un sacramento que comunica vida, se considera tiempo oportuno para recibirlo, cuando el cristiano empieza a estar “en peligro de muerte”, ya sea por una enfermedad larga  e irreversible, o por una enfermedad grave, o, simplemente, por vejez. También es apropiado recibirla antes de una cirugía importante.

EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La Unción de los enfermos comunica a quien la recibe, una gracia especial de consuelo, de paz y de ánimo, que lo ayuda a vencer las dificultades propias de su enfermedad, o de la fragilidad de la vejez. Además de dar la salud del alma, puede también producir la salud del cuerpo, si esa es la Voluntad de Dios.

En segundo lugar, perdona al enfermo sus pecados, si no ha recibido el sacramento de la Penitencia por un motivo grave, como serían la inconsciencia, la debilidad, la incapacidad para hablar, en fin.

Y en tercer lugar, permite al enfermo, unirse muy íntimamente, con su enfermedad, a la Pasión y Muerte de Jesús. La enfermedad adquiere entonces un valor que la supera, y se hace participación en la obra salvadora de Dios.

Como sucede con todos los sacramentos, la Unción de los enfermos exige también, en la medida de lo posible, por sus condiciones particulares, disponibilidad interior para recibirlo. La gracia del sacramento obra en quien lo recibe, según esta disponibilidad y apertura a la acción amorosa de Dios.

Recibir el sacramento de la Unción, compromete a quien lo recibe – y le da las gracias para ello – a sufrir con fe y con paciencia, los dolores de su enfermedad o las debilidades y limitaciones propias de su vejez, unido íntimamente a los sufrimientos de Jesús Crucificado, humillado y dolorido, por amor a nosotros.

ORACIÓN DE UN ENFERMO

Señor Jesús,  estoy delante de ti,  con todos mis sufrimientos y dolores. Tú los conoces y sabes que son mi pan de cada día y cada noche.

Es difícil para mí, Señor, vivir en paz y con amor, esta etapa de mi vida. Sentir que a pesar de ella, sigo siendo un ser humano íntegro, y que, por lo tanto, debo aceptarla y acogerla con amor,  como parte importante de mi ser.

Por eso, Señor, acudo a ti, para ponerla en tus manos  y pedirte que me ayudes a darle un sentido y un valor especiales. El valor y el sentido que tú le has dado, y que yo debo acoger y desarrollar según mi situación personal. Quiero, Señor, que nada de lo mucho que siento y de lo poco que puedo realizar,  se desperdicie por mi indiferencia o por mi cobardía.

Te entrego, Señor, los sentimientos de soledad, de miedo, de tristeza,  de angustia y de abandono,  que me agobian y me hacen decaer  hasta el punto de desear la muerte para que todo termine.

Te entrego los dolores de mi cuerpo físico,  que me ponen en visible desventaja frente a los demás.

Te entrego los años que he vivido, y todas y cada una de mis realizaciones; y también los días, meses, o años, que me faltan por vivir, aquí en este mundo.

Porque estoy convencido de que si todavía estoy aquí en el mundo, es porque tú lo quieres, y .sé con absoluta certeza, que lo que me falte por vivir en medio de los míos, es un regalo para ellos y para mí,  y una oportunidad para amarte y bendecirte.    Amén.