Presentación El Acompañamiento Espiritual es un camino de vida, es una acción
sagrada y un servicio de esperanza. Es una hermosa posibilidad de
crecimiento, de búsqueda del sentido y fin de la propia vida.
Es el encuentro con alguien que siente, que busca, que también
necesita ser escuchado y acogido, y que en ocasiones puede sufrir
dolores en su cuerpo y en su espíritu.
De la misma forma, quien acompaña, hace un camino de
búsqueda y encuentro desde su propio corazón: “En el hombre
interior habita la verdad”, nos recuerda San Agustín.
Introducción
A través de esta Guía de Acompañamiento Espiritual, queremos
compartir algunas herramientas que podrían transformarse en un
pilar significativo para quien asiste a un enfermo o para quien
padece algún sufrimiento.
En ocasiones, el acompañar se tiende a considerar como estar
“junto a ti”, es decir, estar físicamente al lado de una persona y
compartir tiempo con ella.
Desde la perspectiva del Acompañamiento Espiritual, la palabra
“acompañar” significa mucho más que estar y compartir tiempo
con una persona. Su sentido se va haciendo más profundo y cálido
cada vez que nos abrimos a recibirlo como un don o como una
vocación y, por otro lado, se hace más sencillo y cercano cuando lo
manifestamos con gestos de ternura y cariño. Es decir, somos
acompañantes espirituales cuando gratuitamente entregamos
nuestro tiempo y disponemos nuestro interior para “escuchar
desde el corazón” a quien nos habla.
Esta Guía aspira a ser útil para cualquier persona que la vida lo
haya puesto al lado de un enfermo o de quien necesita compañía.
El texto está dirigido a todas las personas que deseen iniciar una
búsqueda en temas de acompañamiento, independiente de su
Credo o visión de la vida.
Esta Guía está disponible para quien puede transformarse en un
puente que atraviesa el camino sagrado de la historia del
acompañado: podemos ser alimento de paz para sus inquietudes y
testimonio de presencia en los momentos de soledad que se viven.
Te encontrarás con los tres momentos que te invitamos a leer con
detención, y que esperamos sean de riqueza para tu propio
discernimiento y desarrollo:
I. Antes del encuentro (preparándonos).
II.Durante el encuentro (escuchando desde el corazón).
III.Después del encuentro (la despedida o cierre)
Tiempos del Acompañamiento
I.Antes del encuentro (preparándonos)
a) Mirarse a sí mismo
Ante una visita de acompañamiento es muy importante reconocer
la propia disposición interior. Es decir, cómo me encuentro: estoy
tranquilo, triste por alguna noticia, alterado, alegre, etc.
Hacerse consciente del propio estado emocional y sicológico
puede favorecer una escucha centrada en la persona que
acompaño más que en mis propios requerimientos de atención.
Por eso, la idea es que esta revisión personal se realice ANTES del
encuentro con la persona que se va a acompañar.
Por lo tanto, es recomendable llegar con tiempo, sin apuro,
detenernos y darnos un espacio para disponernos a estar con
otro, en este encuentro sagrado donde recibiremos su vida y su
historia.
b) Tener algunas ideas claras
Aunque cada conversación es un mundo nuevo, el tener algunas
ideas claras en cuanto al apoyo que se está realizando permite
acompañar con palabras prudentes la realidad del acompañado:
disponerse a escuchar, dejar fuera prejuicios personales, ser
conscientes de que no existirán respuesta a todas las dudas o
preguntas que surjan, saber que en este encuentro ambos son
iguales, es decir, un acompañante nunca está por sobre el
acompañado, etc.
Siempre ayuda un tono de voz mesurado, cálido y ceñido a la
circunstancia, sin juicios y respetando el ritmo del otro.
Quede claro que no se trata de fingir la voz ni usar una
multiplicidad de palabras. Sólo es adaptar lo que se quiere decir,
sin dejar de ser uno mismo.
c) Apoyarse en la propia vida espiritual
Una consideración esencial ante un acompañamiento espiritual es
no llevar prejuicios ni opciones personales al encuentro con la
persona que se acompaña, según ya se dijo. En cierto sentido nos
vaciamos de nosotros mismos para recibir la sagrada historia del
acompañado.
Lo anterior, exige que fortalezcamos nuestra propia espiritualidad,
que reconozcamos los frutos de ese don que recibimos,
enriquecer la relación con Dios, con nuestra propia creencia de lo
trascendente.
Quien tiene una reflexión espiritual permanente, también fortalece
su madurez humana y enriquece las propias características sico´-espirituales necesarias para el acompañamiento. Sus actos se
encaminan a valores superiores que, luego, se reflejan en el apoyo
y soporte espiritual que el acompañante puede ser para el
acompañado. Nos abrimos a vivir un Kairós con el acompañado, un
tiempo de Dios.
II.Durante el encuentro (escuchar desde el
corazón
a) El saludo en la visita
un saludo cariñoso, amable, cercano. Llamarlo por su nombre.
Cuando no se conoce al acompañado, recordar la importancia de
presentarse: quién soy, el porqué de la visita, etc. De ser necesario,
hazle saber que quieres escucharlo, que estás ahí para apoyarle.
Se recomienda informarse con el propio entorno o ambiente del
acompañado: si tiene fotos de familiares, algún objeto religioso,
una Biblia, etc.
b) Ser un oyente efectivo y afectivo
Ser prudente al preguntar, dejar que hable a su propia velocidad y
no apurar el compartir. Las palabras de afecto, dichas en el
momento oportuno, se transforman en un bálsamo que fortalece
el encuentro. Recordemos que la comunicación con el
acompañado se hace presente en el momento en que él se siente
ESCUCHADO. Por ello, en ocasiones, es mejor hablar menos y
escuchar más. Tampoco debemos tener miedo a los espacios de
silencio.
Ser empático de forma permanente durante el acompañamiento,
apoyándose a través de sencillas preguntas: ¿lo que me quieres
decir es que…? Entonces, ¿lo que sientes es ...? Que la empatía en
la comunicación sea una condición natural durante el encuentro.
c) Atender las necesidades del acompañado
Acoger con cariño y solicitud sus temores, angustias y anhelos, su
Credo o visión de la vida.
Que el respeto por su realidad y vivencias sea siempre una puerta
abierta durante el diálogo. Hay que recordar involucrarse con las
necesidades del propio acompañado.
Cuando surjan, hay que atender con diligencia las conversaciones
relacionadas con la fe, en la importancia y el sentido que tiene para
su vida. De igual modo siéntete libre de presentar tu propia
creencia espiritual cuando el acompañado te lo pregunte.
Compartir la presencia de Dios en la propia experiencia humana,
fortalece inmensamente la comunicación y el encuentro.
d) Usar un lenguaje sencillo
Generalmente es mejor usar palabras sencillas. Los mensajes se
comprenden más rápidamente.
También, considerar el uso de dibujos u otros materiales para los
casos en que las personas estén impedidas de hablar. La
creatividad en estos casos puede ayudar muchísimo a quien se
acompaña.
Igualmente, recuerda que nosotros hablamos con nuestro cuerpo,
con los gestos que hacemos.
e) Información que se recibe
Durante la conversación va apareciendo la vida del acompañado y,
junto con ella, surgen datos que podrían ser de una riqueza
espiritual inmensa: temas religiosos, espirituales, familiares, de su
particular estado de salud, de los valores superiores en los que
cree, entre muchísimos otros. Debes tener presente el respeto a la
privacidad de la conversación con el acompañado.
Esa información no sólo sirve para entender de forma intelectual la
situación de quien se acompaña, sino que ella se torna en la savia
que va enriqueciendo el camino al corazón de la persona
acompañada. Es en esos momentos cuando nos vamos llenando
de esa historia sagrada de la que hemos hablado.
Consideremos en cada encuentro que las orientaciones religiosas
no están excluidas del acompañamiento. De hecho, es
recomendable apoyar instancias que fortalezcan o renueven su
propia experiencia de fe católica, judía, evangélica, etc. El
acompañamiento espiritual es fortalecido por la fe de las mismas
personas acompañadas
f) Despedida en el encuentro
Generalmente, las conversaciones bajan su ritmo después de
algunos minutos. Cuando sientas que ya la conversación está
llegando a su fin, espera una pausa en el diálogo para comenzar tu
despedida. Te puedes ayudar con alguna pregunta. Por ejemplo:
¿Hay algo más que quisieras compartirme?
Es posible que surja algún tipo de oración o rito espiritual que
facilite cerrar la conversación desde su dimensión espiritual. Esa
oración o momento litúrgico le ayudará a dar el cierre que él
mismo necesita. De ser posible, que el acompañado sea quien lleve
activamente la oración.
Al final de esta guía existe material de oración complementario
para diferentes circunstancias.
III.Después del encuentro (cierre personal)
a) Mirarse a sí mismo
al igual que en la preparación para una conversación, es
importante revisar el estado emocional y sicológico con el que
concluyo el encuentro, hacerme consciente de cómo me siento
después de la conversación con un acompañado. Si puedo, revisar
mis pensamientos y reflexiones. Es decir, darme tiempo.
b) Hacer un breve cambio de actividad
No es tan infrecuente que algunas de las conversaciones pudiesen
afectar los estados de ánimo de los acompañantes. Lo ideal es
buscar un equilibrio y hacer algún cambio de actividad para centrar
las inquietudes y recuperar la calma interior.
Un sencillo ejemplo es hacer lo que a uno de le gusta. Por ejemplo:
hacer un momento de oración por el enfermo, hacer una caminata,
comerse un chocolate, etc. La idea es dar un espacio para
centrarse y retomar la cotidianeidad.
c) Fortalecer la propia vida de fe y el equilibrio psico-emocional
Sabemos que acompañar implica en muchos modos, salir de sí
mismo e ir al encuentro con otro quien a veces ni siquiera sabe
que necesita acompañamiento. Todo nuestro ser debe estar
inclinado con disposición plena a la escucha de esa persona que lo
necesita.
Sin embargo, debemos alimentar nuestra propia espiritualidad,
nuestra fe, nuestra sicología, conocer nuestras emociones y buscar
espacios para dar sentido y trascendencia a lo vivido: una oración,
una pausa reflexiva, la lectura del Evangelio, la Eucaristía, el diálogo
con uno mismo, etc. Lo podemos resumir en autocuidado
espiritual - emocional y fortalecimiento de la propia fe.
d) Compartir la experiencia
Por otro lado, resguardando la confidencialidad de la información
que pudiese existir en las conversaciones con el acompañado, es
recomendable que el acompañante tenga la posibilidad de revisar
aprendizajes, recibir consejos y compartir experiencias con otro
acompañante.