DIÓCESIS DE CALAHORRA Y LA CALZADA-LOGROÑO. PASTORAL DE LA SALUD
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viernes, 30 de mayo de 2025
PASCUA DEL ENFERMOS EN SANTO DOMINGO DE LA CALZADA. 28 DE MAYO
jueves, 29 de mayo de 2025
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
UN SACRAMENTO
PARA LOS ENFERMOS
UNA REALIDAD INELUDIBLE
La enfermedad y el sufrimiento que ella conlleva, se han contado siempre entre los problemas que nos aquejan a los seres humanos. En la enfermedad experimentamos nuestra debilidad y nuestra finitud. Toda enfermedad nos deja entrever la muerte como una realidad ineludible.
La experiencia nos muestra que la enfermedad puede llevarnos a la angustia, al repliegue sobre nosotros mismos, y a la rebelión contra Dios. Pero también puede hacer todo lo contrario: conducirnos a la madurez, ayudarnos a descubrir lo que es realmente valioso en la vida, e impulsarnos a una relación más íntima y profunda con el Señor.
JESÚS Y LOS ENFERMOS
Los evangelios destacan la compasión de Jesús por los enfermos, y nos narran multitud de milagros suyos en favor de quienes vivían atados a toda clase de dolores y sufrimientos. Las curaciones que Jesús realizaba eran signo de la venida del Reino de Dios, y anunciaban una curación más radical: su victoria definitiva sobre la muerte y el pecado.
“Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente” (Mateo 4, 23).
Más adelante, Jesús comunicó a sus discípulos su poder sanador. San Marcos nos lo cuenta:
“Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros… Ellos fueron entonces a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo” (Marcos 6, 7.12-13).
LA IGLESIA Y LOS ENFERMOS
Después de la muerte y resurrección de Jesús, siguiendo las enseñanzas de su Maestro, los apóstoles establecieron un rito propio en favor de los enfermos, tal como nos lo refiere el apóstol Santiago en su carta:
“… si alguien está enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados” (Santiago 5, 13-15).
La Tradición de la Iglesia ha reconocido en este rito, el sacramento de la Unción de los enfermos.
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
El Concilio Vaticano II nos dice qué es y cómo obra en quien lo recibe, el sacramento de la Unción de los enfermos, que antes llamábamos Extremaunción:
“Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir así al bien del pueblo de Dios” (Constitución dogmática sobre la Iglesia N. 11)
SIGNOS Y ACCIONES SIMBÓLICAS EN EL RITO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
Los signos y acciones simbólicas empleados en el sacramento de la Unción de los enfermos, están íntimamente relacionados con las acciones de Jesús, y de sus discípulos en la Iglesia primitiva.
El signo del sacramento es el Óleo de los enfermos, que es aceite de oliva, bendecido especialmente por el obispo en la Misa Crismal, y luego entregado a los sacerdotes de las diversas parroquias. La Misa Crismal se celebra cada año, antes de la Semana Santa, en la iglesia catedral de cada diócesis o arquidiócesis.
De manera semejante a como hacía Jesús cuando le llevaban un enfermo para que lo curara, el sacerdote ora por el enfermo y lo unge con el Óleo consagrado en la frente y en las manos, haciendo la señal de la cruz, mientras le dice la fórmula sacramental:
“Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.
El poder del Espíritu Santo hace eficaz la oración y las palabras del sacerdote.
QUIÉN PUEDE RECIBIR LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
La Unción de los enfermos no es un sacramento sólo para quienes están ya inconscientes o han entrado en agonía. Todo lo contrario. Como es un sacramento que fortalece la vida, un sacramento que comunica vida, se considera tiempo oportuno para recibirlo, cuando el cristiano empieza a estar “en peligro de muerte”, ya sea por una enfermedad larga e irreversible, o por una enfermedad grave, o, simplemente, por vejez. También es apropiado recibirla antes de una cirugía importante.
EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
La Unción de los enfermos comunica a quien la recibe, una gracia especial de consuelo, de paz y de ánimo, que lo ayuda a vencer las dificultades propias de su enfermedad, o de la fragilidad de la vejez. Además de dar la salud del alma, puede también producir la salud del cuerpo, si esa es la Voluntad de Dios.
En segundo lugar, perdona al enfermo sus pecados, si no ha recibido el sacramento de la Penitencia por un motivo grave, como serían la inconsciencia, la debilidad, la incapacidad para hablar, en fin.
Y en tercer lugar, permite al enfermo, unirse muy íntimamente, con su enfermedad, a la Pasión y Muerte de Jesús. La enfermedad adquiere entonces un valor que la supera, y se hace participación en la obra salvadora de Dios.
Como sucede con todos los sacramentos, la Unción de los enfermos exige también, en la medida de lo posible, por sus condiciones particulares, disponibilidad interior para recibirlo. La gracia del sacramento obra en quien lo recibe, según esta disponibilidad y apertura a la acción amorosa de Dios.
Recibir el sacramento de la Unción, compromete a quien lo recibe – y le da las gracias para ello – a sufrir con fe y con paciencia, los dolores de su enfermedad o las debilidades y limitaciones propias de su vejez, unido íntimamente a los sufrimientos de Jesús Crucificado, humillado y dolorido, por amor a nosotros.
ORACIÓN DE UN ENFERMO
Señor Jesús, estoy delante de ti, con todos mis sufrimientos y dolores. Tú los conoces y sabes que son mi pan de cada día y cada noche.
Es difícil para mí, Señor, vivir en paz y con amor, esta etapa de mi vida. Sentir que a pesar de ella, sigo siendo un ser humano íntegro, y que, por lo tanto, debo aceptarla y acogerla con amor, como parte importante de mi ser.
Por eso, Señor, acudo a ti, para ponerla en tus manos y pedirte que me ayudes a darle un sentido y un valor especiales. El valor y el sentido que tú le has dado, y que yo debo acoger y desarrollar según mi situación personal. Quiero, Señor, que nada de lo mucho que siento y de lo poco que puedo realizar, se desperdicie por mi indiferencia o por mi cobardía.
Te entrego, Señor, los sentimientos de soledad, de miedo, de tristeza, de angustia y de abandono, que me agobian y me hacen decaer hasta el punto de desear la muerte para que todo termine.
Te entrego los dolores de mi cuerpo físico, que me ponen en visible desventaja frente a los demás.
Te entrego los años que he vivido, y todas y cada una de mis realizaciones; y también los días, meses, o años, que me faltan por vivir, aquí en este mundo.
Porque estoy convencido de que si todavía estoy aquí en el mundo, es porque tú lo quieres, y .sé con absoluta certeza, que lo que me falte por vivir en medio de los míos, es un regalo para ellos y para mí, y una oportunidad para amarte y bendecirte. Amén.
miércoles, 21 de mayo de 2025
2025. SUBSIDIO LITÚRGICO. PASCUA DEL ENFERMO
DOMINGO 6 DE PASCUA (C)
PASCUA DEL ENFERMO: «EN ESPERANZA FUIMOS
SALVADOS»
Monición inicial
Hermanas y hermanos: Estamos ya en el último tramo de nuestra andadura pascual, que culmina dentro de quince días con el domingo de Pentecostés. Ahora el Señor quiere prepararnos para recibir su Espíritu Santo y afianzar nuestro caminar personal y comunitario, como testigos de su presencia en el mundo.
En este domingo se nos invita a celebrar la Pascua del Enfermo. Una celebración que pone fin a la Campaña del Enfermo, que este año Jubilar tiene el mismo lema propuesto por el Papa Francisco para este Jubileo: “Peregrinos de Esperanza”, en este sentido hacemos tema de nuestra Campaña: “En esperanza fuimos salvados”. [Os acogemos a quienes vais a recibir el sacramento de la Unción en esta celebración (y tenemos presentes a quienes lo recibirán en sus domicilios)].
Nos unimos en el canto.
Canto de entrada
Saludo del presidente
La gracia, el amor y la
paz del Señor resucitado, estén con todos vosotros.
Aspersión con el
agua bendita
Por
el agua del bautismo nacimos a la vida nueva del Espíritu. Recibamos ahora con
fe la aspersión del agua bendecida, con la que renovamos nuestra comunión con
la Iglesia.
Aspersión mientras se
canta un canto bautismal. Al final, el sacerdote dice:
Que
Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta eucaristía,
nos haga dignos de participar del banquete de su reino. R/. Amén.
———————————
O bien el Acto penitencial:
A
Cristo, vivo y resucitado, le pedimos que tenga piedad de nosotros.
¾
Tú
que has destruido el pecado y la muerte con tu resurrección: Señor, ten piedad.
¾
Tú
que has renovado la creación entera con tu resurrección: Cristo, ten piedad.
¾
Tú que das la vida a los muertos con tu
resurrección: Señor, ten piedad.
Monición a las lecturas
LECTURAS BÍBLICAS
1ª lectura: Hech. 15, 1-2. 22-29;
2ª lectura: Ap. 21, 10-14. 22-23.
EVANGELIO Jn. 14,23-29.
En la primera lectura escuchamos que han surgido serias divergencias en la Iglesia. Hay una reunión en Jerusalén en búsqueda de la comunión universal.
En
la segunda lectura, el libro del Apocalipsis emplea un lenguaje profético y
simbólico para describir la ciudad del futuro que participará de la eternidad y
gloria de Dios.
Rito de la
Unción
Se puede
hacer después de la homilía como se indica al final de estas moniciones.
Oración
universal
Elevemos nuestra oración a Dios Padre, en quien ponemos nuestra
esperanza. Lo hacemos por mediación de María, salud de los enfermos [Oremos hoy especialmente por estos
hermanos y hermanas nuestros que han recibido el sacramento de la Unción y por
todas las personas, familiares y amigos, que los acompañamos].
- Oremos por toda la Iglesia, para
que asumiendo su vocación maternal acoja en su seno a quienes sienten la
soledad y haga presente el consuelo de Cristo. Roguemos al Señor.
- Oremos
por quienes sufren la enfermedad, para que, experimentando el misterio del
dolor, sientan también la presencia cercana y maternal de la Iglesia. Roguemos
al Señor.
- Oremos por quienes se dedican al servicio
de los enfermos y mayores, para que su entrega sea reflejo del rostro
misericordioso del Padre. Roguemos al Señor
- Oremos por nuestra comunidad
cristiana, nuestra parroquia: para que se muestre siempre cercana a las
necesidades de quienes padecen la tristeza, sea un verdadero hogar de acogida,
acompañamiento y servicio. Roguemos al Señor
Escucha, Padre, nuestra
oración y danos un corazón compasivo como el de María, para que nos mostremos
siempre más atentos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y nos comprometamos,
sin miedo, a acompañarlos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
_____________________________
O bien, si se ha celebrado
la Unción:
Escucha Padre la oración
que te dirigimos y por la gracia del Espíritu Santo, conforta a estos hermanosy
hermanas que han sido ungidos, alivia sus dolores, perdona sus faltas, ahuyenta
todo sufrimiento de su cuerpo y de su espíritu, y concédeles la paz y la
fortaleza que necesitan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
_____________________________
Despedida del
presidente (después de la bendición)
Hemos
escuchado la Palabra de Dios y hemos comulgado compartiendo la vida nueva que
nos ofrece el Señor resucitado. Él ha puesto su morada en medio de nosotros y
nos ofrece su paz para que seamos testigos de su misericordia con los enfermos
y con todos los que sufren.
Podéis ir en paz.
RITO DE
LA UNCIÓN
Acabada
la homilía se inicia el rito de la Unción.
MONICIÓN
Celebramos
ahora el sacramento de la Unción de los enfermos. La imposición de las manos y
la unción con el aceite son gestos que vienen de Jesús. La imposición de las manos
es señal de que Dios nos acoge y nos protege, y la unción en la frente y en las
manos es el signo de que el Espíritu se derrama en nuestros cuerpos enfermos,
para fortalecernos y darnos la paz y el consuelo.
ACCIÓN DE GRACIAS SOBRE EL ÓLEO
Demos gracias a Dios por el óleo con el que
ungiremos a nuestros hermanos y hermanas. Responderemos a cada invocación
diciendo: Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas, Dios, Padre misericordioso, que por nosotros y por nuestra salvación enviaste a tu Hijo al mundo. Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas, Jesucristo, Hijo de Dios, que te has
rebajado haciéndote humano como nosotros, para curar nuestras enfermedades. Bendito seas por siempre, Señor.
Bendito seas, Espíritu Santo, que con tu poder
fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo. Bendito seas por siempre, Señor.
Oremos.
Señor, mira con bondad a
estos hermanos y hermanas nuestros que, sintiéndose débiles por el peso de los
años y por la enfermedad de su cuerpo, piden recibir la gracia de la Santa
Unción para bien de su cuerpo y de su alma. Concédeles que, confortados con el
don del Espíritu Santo, permanezcan en la fe y en la esperanza y den a todos
ejemplo de paciencia y de esperanza. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
El sacerdote les impone las
manos y unge a los enfermos en la frente y en las manos diciendo:
Por esta Santa unción y por
su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. AMEN
Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. AMEN.
Sigue la
Oración Universal.
EL ENFERMO: «EN ESPERANZA FUIMOS SALVADOS»
martes, 20 de mayo de 2025
Pascua del enfermo: mensaje de los Obispos
“En esperanza fuimos salvados” (Rom 8,24)
En esta Pascua del Enfermo damos gracias a Dios por el papa León XIV, recientemente elegido por el Colegio de Cardenales, pedimos por él, y hacemos nuestras sus primeras palabras y deseos de que la paz de Cristo entre en los corazones y alcance a todos, que caminemos sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, con una Iglesia que busca siempre estar cercana especialmente a los que sufren[1].
Comenzábamos esta “Campaña del Enfermo” con “la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos peregrinos de esperanza. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rom 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación”[2]. Para esta campaña y en consonancia con el Jubileo hemos elegido el lema: “En esperanza fuimos salvados” (Rom 8,24).
La celebración de la Pascua del Enfermo de este año, en pleno tiempo de celebración de la resurrección de Jesucristo -fuente de nuestra esperanza-, quedará en nuestro recuerdo por el fallecimiento de nuestro queridísimo papa Francisco, a quien no dejamos de encomendar, y que ha culminado esa peregrinación de esperanza. A él le pedimos que nos siga acompañando en nuestra peregrinación por esta existencia terrena.
Somos conscientes de que la vida está hecha de alegrías y dolores, que el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento, pero en medio de la oscuridad se percibe una luz, una fuerza que brota de la cruz y de la resurrección de Cristo[3].
Contemplando la resurrección de Jesucristo, tomamos conciencia de que, para vivir el presente “se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”[4]. Y para afrontar nuestro presente necesitamos “momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús”[5].
La enfermedad puede ser una ocasión privilegiada para tener ese encuentro con el Señor Jesús, que al enviar “en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. (…) La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios”[6].
Al finalizar este mensaje, queremos recordar a los enfermos y a los hermanos y hermanas que los asisten las palabras del papa Francisco: “ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza (…) Toda la Iglesia les está agradecida”[7].
Como “peregrinos de esperanza”, pedimos a Santa María, Madre de la Esperanza, no deje de acompañarnos en esta peregrinación.
Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social
+ D. Abilio Martínez Varea
+ D. Vicente Ribas Prat
+ D. Javier Vilanova Pellisa
+ Cardenal D. Juan José Omella Omella
+ D. Florencio Roselló Avellanas
+ D. Vicente Martín Muñoz
[1] Cfr. León XIV, primera bendición urbi et orbi.
[2] Papa Francisco, Mensaje para la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo.
[3] Cfr. Francisco, Bula Spes non confundit, 4.
[4] Benedicto XVI, Encíclica Spe salvi, 1.
[5] Francisco, Bula Spes non confundit, 5.
[6] Papa Francisco, Mensaje para la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo.
[7] Idem