LA SABIDURÍA DE CORAZÓN
COMO CAMINO DE SANACIÓN EN TERESA DE JESÚS.
Francisco Javier Sancho Fermín, ocd.
Universidad de la Mística (Ávila)
En los últimos decenios
se ha multiplicado los estudios que hablan de la repercusión positiva que tiene
en la salud la práctica de la meditación, y como ésta repercute de manera
saludable en el mismo organismo biológico.
Teresa de Jesús ha sido
objeto de diversos estudios desde la perspectiva médica desde hace ya más de un
siglo. Muchos de esos estudios –especialmente los más alejados en el tiempo-,
se han realizado en base a principios que se pueden benignamente designar como
“poco científicos”, y cuya la pretensión era la de “tirar por tierra” la
experiencia mística teresiana, haciendo depender todos los fenómenos de algún
tipo de enfermedad o desorden mental.
El paso del tiempo, y
la intervención o visión objetiva de otros profesionales de la salud,
generalmente ha desmontado la aparente base científica de esas sentencias
médicas, fundadas normalmente en lecturas sesgadas y hasta malintencionadas de
la obra teresiana, y de la experiencia mística cristiana.
Nadie pone en duda, y
eso porque la misma Santa lo testifica y relata, su poca salud. Sin embargo, y
esto resulta mucho más curioso todavía, Teresa es una mujer que aboga por la
salud y la vida saludable. De hecho y como dato
constatable anotamos que en su vocabulario aparece 4 veces más la
palabra salud (394) que la palabra enfermedad (103).
Mirando a la historia
personal de Teresa creo que podemos contemplar dos momentos muy diferentes en
su manera de vivir la salud, y en el modo de afrontar la enfermedad o los
achaques que de un modo u otro parece que siempre la acompañan.
Momentos que será
necesario distinguir para comprender el cambio que una auténtica experiencia de
Dios va a producir en ella, convirtiéndose en el fundamento de una vivencia
saludable, incluso de la enfermedad y de las limitaciones físicas y psíquicas a
las que toda persona, en mayor o menor medida, está sometida.
1.
Antes de su conversión.
Aunque muchos datos no
nos ofrece la Santa al respecto, sí que contextualiza con claridad el contexto
en el que surgen esas enfermedades. La primera de ellas se da durante su
estancia en el convento de Santa María de Gracia, lugar donde su padre –y
contra su voluntad- la ingresa para evitar que Teresa siga con una vida frívola
de adolescente que amenazaba con poner en grave peligro la “honra” de la
familia.
A los pocos meses de su
internado Teresa enferma y ha de ser llevada a su casa para recuperarse, además
de una estancia más saludable en casa de su hermana, en el pueblecito de
Castellanos de la Cañada.
Independientemente del
tipo de enfermedad que sufre, sí que podríamos pensar que el factor
psicosomático ejerció un inflijo determinante, si bien Teresa llega a afirmar
que llego a sentirse a gusto en ese lugar.
Más grave y duradera en
el tiempo y por las secuelas que dejará en Teresa, será la enfermedad que años
más tarde le obligará a salir del convento de la Encarnación. Teresa, en esa
ocasión, ingresa en el monasterio por propia voluntad, aunque contra el deseo
de su padre.
Entonces tenía Teresa
20 años. Y aunque aparentemente es una opción libre la que ella toma, ella
misma reconoce que en el fondo la motivación última radicaba en un miedo
terrible a condenarse o a tener que pasar por el purgatorio. Ella misma lo
describe con estas palabras:
“Y
aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi era el mejor y más
seguro estado. Y así poco a poco me determiné a forzarme para tomarle. En esta
batalla estuve tres meses, forzándome a mí misma con esta razón. Que los
trabajos y penas de ser monja no podía ser mayor que la del purgatorio, y que
yo había bien merecido el infierno; que no era mucho estar lo que viviese como
un purgatorio, y que después me iría derecha al cielo, que éste era mi deseo.
Y
en este movimiento de tomar estado, más que parece me movía un temor servil que
amor .” (Libro de la Vida 4, 5-69)
Tras estas palabras de
Teresa descubrimos una situación de presión psicológica y espiritual que no
extraña que termine desembocando –no mucho tiempo después de su ingreso- en una
nueva enfermedad. Aquí será evidente el factor psicosomático que, unido a otras
posibles causas, desemboca en una nueva salida del monasterio. El proceso de
esta “enfermedad” será largo y de no fácil identificación por parte de la
medicina de su tiempo. Hasta la llegan a
poner en manos de una famosa curandera, cuyos remedios terminarán por ser aún
más dañinos para su salud. La apoteosis de la enfermedad llegará aun especie de paroxismo que la dejará como
muerta durante casi 4 días, y prácticamente paralizada en la cama durante más
de un año.
Independientemente de
los diagnósticos médicos o causas de esta enfermedad, parece evidente que la
situación psicológica y de presión interna espiritual que vive Teresa previa a
su enfermedad es una situación complicada, que remite a un terrible sentido de
culpa y a una frustración profunda del sentido de la vida y de una posible
realización personal.
Esta enfermedad, sin
embargo, dejará sus secuelas físicas en Teresa, que nunca gozará –desde el
punto de vista biológico- de una buena salud. De hecho parece que su sistema
inmunológico quedará en cierto sentido debilitado, ya que no dejará de sufrir
en muchas ocasiones episodios febriles y frecuentes dolores de cabeza.
Si bien la enfermedad o
enfermedades que sufre Teresa parecen
reducir su capacidad operativa, lo cierto es que será también la ocasión para
que se le abran nuevas perspectivas y la necesidad de darle un sentido nuevo a
su vida. De hecho será en el transcurso de su segunda enfermedad cuando – por
diversas mediaciones- comience a practicar la oración de recogimiento, que será
la vía que facilitará el que Teresa comience a sobreponerse a su enfermedad.
2. Después de su conversión.
De hecho su capacidad de sobreponerse y de superar la invalidez va a
intensificarse en la medida en que a
través del camino de la oración vaya descubriendo el sentido de su dignidad
personal y el nuevo rostro de un Dios
misericordioso, amigo, frente al Dios Juez y castigador. Se podría afirmar que
estos dos elementos (conocimiento de sí y conocimiento de Dios), van a ser la
verdadera medicina para Teresa.
El encuentro personal con Cristo, el crecimiento en la amistad con Dios,
va ir forjando en Teresa un modelo diferente de situarse en la vida.
Si bien es cierto que su
“frustración interna” tuvo efectos negativos en su salud física, también es
cierto que el encontrar un sentido a su vida y vocación será la fuente de un
gozo interior y de su capacidad de posicionarse frente a su debilitada salud de
un modo totalmente nuevo. Esto favorecerá una convivencia “saludable” con todos
sus problemas físicos. Y esto será una dinámica constante en Teresa hasta su
muerte.
3.
La salud en la vida cotidiana de
Teresa después de la conversión.
Desde el simple acercamiento a su
epistolario podemos darnos cuenta de su manera de vivir, ya en la plenitud de
su vida espiritual, el tema de la salud y la enfermedad, de su importancia y
cómo no sucumbió cuando ésta falta, llevando adelante un modo saludable de
afrontar la vida, aún en las limitaciones de la falta de salud.
El tema
de la salud aparece como una de las preocupaciones más frecuentes en el
epistolario teresiano, lo que nos hace ver la importancia que adquiere esta
cuestión para Teresa. En casi todas sus cartas hay una preocupación latente por
la salud de sus interlocutores, ya sea alegrándose de que está bien, ya sea
lamentando su estado de falta de salud, o simplemente preguntando y deseando
buena salud.
Hay muchos consejos que ella da desde su
experiencia: aguas medicinales, sangrías, buena alimentación, descanso, evitar
calores o tejidos más saludables para cada circunstancia, etc… recomienda se
coma carne y/ u otros productos si la salud lo requiere, recomienda que se
eviten ayunos, penitencias, dormir poco, trabajos excesivos, etc… Y se ha de
procurar que todo ayude a la salud del cuerpo, sin demoras:
“…
A ser para la salud del alma, todo ha de posponerse; más para la del cuerpo es
de hartos inconvenientes el hacer este principio, y tantos, que respondí poco a
los muchos que se me representan…”(Cartas 91 – fragmento)
Pero nunca cae en la tentación de absolutizar
la salud, sino siempre orientada al mayor servicio, y cuando ésta falta, hacer
que esa situación se convierta en algo positivo, es decir, que sirva de lección
y orientación de cuáles son los valores verdaderos que han de motivar la vida.
En este sentido la falta de salud para Teresa puede tener un valor
pedagógico-teológico:
“Harto
grande será que se vaya entendiendo lo poco que se ha de hacer caso de vida que
tan continuo da a entender que es perecedera, y se ame y procure la que nunca
se ha de acabar”. (37,2; cf.24, 4;71,2)
Y en esta perspectiva trata de ver y
enseñarlo todo, como medio que nos ha de llevar a valorar lo que verdaderamente es
fundamental:
“Una
vez leí en un libro que el premio de los trabajos es el amor de Dios. Por tan
precioso
precio
, ¿quién no los amará? Así suplico yo a vuestra señoría lo haga, y mire que se
acaba
todo
presto, y váyase desasiendo de todas las cosas que no han de durar para
siempre”.
(38,2) (cf. 136,1;
136,9.10, 137,1; 139,3-4; 143,1; 148, 3-4; 182, 7; 202,6, 213; 311,2; 337,1).
Respecto a su salud personal es un tema que
también aparece con frecuencia: sus dolores de cabeza, sus fiebres, las
sangrías que le han hecho, dolores de todo tipo, etc… (cf. 14, 1: 17,2; 24,3).
Pero sorprende que casi nunca habla de ello en tono de lamento.
Hay una aceptación
evidente de sus limitaciones (cf.74, 1) y reconoce lo que le ayuda o no,
tanto en lo referente
al clima como en alimentación 8cf. 24,3; 70,3;180,4, 185,2). Se nota
que busca cuidarse en
la medida de lo posible, pero sin obsesiones en el tema.
También aflora su capacidad de sobreponerse a
esos condicionantes, casi siempre porque el Señor da fuerza para ello, y sus
ansias de servirlo le ayudan a relativizar los muchos achaques, si bien
reconoce que necesita un mínimo de salud para llevar adelante los muchos
trabajos (cf.38,2). O como dice ella:
“Cuando
el Señor ve que es menester para nuestro bien, da salud; cuando no, enfermedad” (24,4),
“Cuando
el Señor quiere que alga algo, luego me da más salud” (71,2)
Incluso ve como una
“gracia” sus males (dimensión pedagógica):
“Cuento
a vuestra señoría estos males porque no me culpe si no he escrito a vuestra señoría, y porque vea que son las
mercedes que el Señor me hace en darme lo que siempre le pido.
Cierto, a mí me parecía imposible, luego que
aquí vine, poder mi poca salud y flaco natural tanto trabajo, porque los
negocios son muy ordinarios de cosas que se ofrecen en estos monasterios y de
otras hartas cosas que aun sin esta casa me traían cansada, para que vea que
todo se puede en Dios, como dice San Pablo.
Dame en tan en un ser poca salud 8y que con
esto lo haga todo, yo me río algunas veces), y déjame sin confesor y tan a
solas, que no hay con quién tratar cosa para algún alivio, sino todo con
miramiento.
Aunque para lo que toca el regalo del cuerpo
no ha faltado harta piedad y quien tenga
cuidado, y en lugar me han hecho harta limosna,
que de la casa sólo pan como, y aun eso
no quisiera.” (41,2)
No sólo lo acepta, sino que es capaz de
verlo incluso como un valor positivo, una ocasión para crecer. Y se da por bien
pagada con ellos:
“Trabajos
grandes hasta ahora no han faltado y ocupaciones y poquísima salud los
inviernos, por ser contraria a mis males esta casa.
Todo lo doy por bien empleado después que veo
las mercedes que su Majestad que ha hecho. Deseaba harto que supiese vuestra
merced estas nuevas, y si le pudiese ver, consolarme haría mucho. Haga el
Señor, en todo lo que sea servido”. (48,39) (cf. 198, 1-2,
230,1;244,4;335,2).
4.
La Salud que se forja desde el
interior.
Este acercamiento tan somero a la
experiencia y vivencia de la enfermedad en Teresa, pone de manifiesto algo que
frecuentemente se olvida en el tema de la salud. La atención a la dimensión
espiritual de la persona, donde se forja y se potencia la salud, pero principalmente
la actitud saludable ante la vida.
Lo importante para Teresa, aún en
medio de la posible enfermedad o carencia de salud, es la actitud interior con
que se acoge:
“Harto contenta estaba, que me decían
tiene vuestra señoría mucha más salud. ¡Oh, si tuviese un señorío interior como lo tiene
exterior, que en poco tendía ya vuestra señoría estos que acá llaman trabajos!;
que el miedo que tengo es el daño que hacen en su salud”. (Carta a doña María de Mendoza, en Valladolid Finales marzo 1569).
La gran lección y aporte que Teresa puede dar al mundo de la salud
ciertamente nos habla de su experiencia y vivencia de la enfermedad. Pero donde
realmente ella puede ofrecer aportes significativos es en la visión global e
integral de la persona.
Sólo desde una dinámica que tenga en cuenta todo ser uno, especialmente
la dimensión que llena y colma de sentido el todo que constituye la persona
humana, se podrá hablar de una atención integral y humanizadora.
Y seguramente se
despertarán en la persona unas actitudes que le harán capaz de vivir de una
forma saludable, ya sea con una buena salud física y psíquica, o en medio a la
enfermedad.
En estas páginas
sólo hemos hecho insinuaciones que, profundizadas y ampliadas, pueden ofrecer
buenas pistas de cara a una pastoral de la salud fundada en la sabiduría del
corazón.
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