El mes de agosto es el mes dedicado al anciano y se nos presenta como una gran oportunidad para darle atención a estas queridas personas que en nuestra niñez nos enseñaron a amar a Dios, nos enseñaron a vivir los valores cristianos, nos enriquecieron con su experiencia y sabiduría, nos dieron su comprensión y apoyo en momentos difíciles y que ahora, en el atardecer de su vida, necesitan de nuestra compañía, gratitud y reconocimiento.
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