domingo, 6 de abril de 2025

JUBILEO DE LOS ENFERMOS Y DEL MUNDO DE LA SANIDAD SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

 JUBILEO DE LOS ENFERMOS Y DEL MUNDO DE LA SANIDAD


SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
LEÍDA POR S.E. MONS. RINO FISICHELLA

Plaza de San Pedro
Quinto domingo de Cuaresma, 6 de abril de 2025

«Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (Is 43,19). Son las palabras que Dios, a través del profeta Isaías, dirige al pueblo de Israel en el exilio de Babilonia. Para los israelitas es un momento difícil, parece que todo se hubiera perdido. Jerusalén fue conquistada y devastada por los soldados del rey Nabucodonosor II y al pueblo, deportado, no le quedó nada. El horizonte aparece cerrado, el futuro oscuro, cualquier esperanza frustrada. Todo podría inducir a los exiliados a rendirse, a resignarse amargamente, a dejar de sentirse bendecidos por Dios.

Sin embargo, precisamente en este contexto, el Señor invita a acoger algo nuevo que está naciendo. No algo que sucederá en el futuro, sino que ya está ocurriendo, que está germinando como un brote. ¿De qué se trata? ¿Qué puede nacer, qué puede haber comenzado a brotar en un panorama desolador y desesperanzado como este?

Lo que está naciendo es un nuevo pueblo. Un pueblo que, derribadas las falsas seguridades del pasado, ha descubierto lo que es esencial, permanecer unidos y caminar juntos a la luz del Señor (cf. Is 2,5). Un pueblo que podrá reconstruir Jerusalén porque, lejos de la Ciudad Santa, con el templo ya destruido, sin poder celebrar las liturgias solemnes, ha aprendido a encontrar al Señor de otra forma, en la conversión del corazón (cf. Jr 4,4), en la práctica del derecho y la justicia, en el cuidado del pobre y necesitado (cf. Jr 22,3), en las obras de misericordia.

Es el mismo mensaje que, de un modo distinto, podemos captar en la perícopa evangélica (cf. Jn 8,1-11). También aquí hay una persona, una mujer cuya vida está destruida, no por un exilio geográfico, sino por una condena moral. Es una pecadora, y por ello lejana de la ley y condenada al ostracismo y a la muerte. Para ella tampoco parece que haya esperanza. Pero Dios no la abandona. Al contrario, justo en el momento en que sus verdugos recogen las piedras, precisamente allí, Jesús entra en su vida, la defiende y la rescata de esa violencia, dándole la posibilidad de comenzar una existencia nueva: «Vete» —le dice—, “eres libre”, “estás salvada” (cf. v. 11).

Con estas narraciones dramáticas y conmovedoras, la liturgia nos invita hoy a renovar, en el camino cuaresmal, la confianza en Dios, que está siempre presente, cerca de nosotros, para salvarnos. No hay exilio, ni violencia, ni pecado, ni alguna realidad de la vida que pueda impedirle estar ante nuestra puerta y llamar, dispuesto a entrar apenas se lo permitamos (cf. Ap 3,20). Es más, especialmente cuando las pruebas se hacen más duras, su gracia y su amor nos abrazan con más fuerza para realzarnos.

Hermanas y hermanos, leemos estos textos mientras celebramos el Jubileo de los enfermos y del mundo de la sanidad, y ciertamente la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así. Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos y, si nos abandonamos en Él, precisamente allí donde nuestras fuerzas decaen, podemos experimentar el consuelo de su presencia. Él mismo, hecho hombre, quiso compartir en todo nuestra debilidad (cf. Flp 2,6-8) y sabe muy bien qué es el sufrimiento (cf. Is 53,3). Por eso a Él le podemos presentar y confiar nuestro dolor, seguros de encontrar compasión, cercanía y ternura.

Pero no sólo eso; en su amor confiado, Él quiere comprometernos para que también nosotros podamos ser “ángeles” los unos para los otros, mensajeros de su presencia, hasta el punto que muchas veces, sea para quien sufre, sea para quien asiste, el lecho de un enfermo se puede transformar en un “lugar sagrado” de salvación y redención.

Queridos médicos, enfermeros y miembros del personal sanitario, mientras atienden a sus pacientes, especialmente a los más frágiles, el Señor les ofrece la oportunidad de renovar continuamente su vida, nutriéndola de gratitud, de misericordia y de esperanza (cf. Bula Spes non confundit, 11). Los llama a iluminarla con la humilde conciencia de que no hay que suponer nada y que todo es don de Dios; a alimentarla con esa humanidad que se experimenta cuando dejamos caer las máscaras y queda sólo lo que verdaderamente importa, los pequeños y grandes gestos de amor. Permitan que la presencia de los enfermos entre como un don en su existencia, para curar sus corazones, purificándolos de todo lo que no es caridad y calentándolos con el fuego ardiente y dulce de la compasión.

Queridos hermanos y hermanas enfermos, en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes: la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir. La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor que nos dice también a nosotros: «Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?» (Is 43,19). Y de esa manera renovar y reforzar la fe.

Benedicto XVI —que nos dio un hermoso testimonio de serenidad en el tiempo de su enfermedad— escribió que «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento» y que «una sociedad que no logra aceptar a los que sufren […] es una sociedad cruel e inhumana» (Carta enc. Spe salvi, 38). Es verdad, afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos y compartir el dolor es una etapa importante de todo camino hacia la santidad.

Queridos amigos, no releguemos al que es frágil, alejándolo de nuestra vida, como lamentablemente vemos que a veces suele hacer hoy un cierto tipo de mentalidad, no apartemos el dolor de nuestros ambientes. Hagamos más bien de ello una ocasión para crecer juntos, para cultivar la esperanza gracias al amor que Dios ha derramado, Él primero, en nuestros corazones (cf. Rm 5,5) y que, más allá de todo, es lo que permanece para siempre (cf. 1 Co 13,8-10.13).

El Papa Francisco reaparece en la Plaza de San Pedro del Vaticano

 


Sorpresa y entusiasmo en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Aunque desde hace días se hablaba de una posible reaparición del Papa Francisco ante los fieles este domingo durante el Jubileo de los Enfermos, la llegada del Pontífice, en silla de ruedas y con oxígeno fue una inesperada alegría para los peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Salud, Santa Misa, 6 de abril de 2025

 


Desde la Plaza de San Pedro, Santa Misa presidida por S.E. Mons. Rino Fisichella, Pro-Prefecto de la Sección para las Cuestiones Fundamentales de la Evangelización en el Mundo del Dicasterio para la Evangelización, con ocasión del Jubileo del Mundo de los Enfermos y del Mundo de la Salud.

lunes, 24 de marzo de 2025

Jornada por la Vida 2025

 

La Iglesia celebra el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida. Este año con el lema «Abrazando la vida, construimos esperanza»

lunes, 24 de febrero de 2025

EN VIVO desde el Vaticano: Rezo del Rosario por la salud del Papa Francisco | Lunes 24 Febrero 2025

 


Sigue junto con nosotros el rezo del Santo Rosario por el Papa Francisco desde la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, presidida por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado Vaticano.

viernes, 7 de febrero de 2025

MOTIVACIONES Y COMPROMISO DEL VOLUNTARIO

 


Participan: Ponente: Dª. Emilia Bergasa Lázaro. Médico y presidenta de Lares Aragón. Presenta: Dª Pilar Molina. Delegada Episcopal de Pastoral de la Salud.

lunes, 27 de enero de 2025

INVITACIÓN DE LA HOSPITALIDAD DE LA RIOJA A LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES 2025



Queridos hermanos:

El 11 de febrero celebraremos la fiesta de nuestra Señora de Lourdes, Jornada Mundial
del Enfermo instituida por San Juan Pablo II.

Con tal motivo, tenemos previstos los siguientes actos, a los que la Hospitalidad de
Lourdes tiene el gusto de invitaros a todos:

1) El Triduo en Honor a la Virgen de Lourdes: En la Capilla del Hospital San Pedro de
Logroño a las 12:00 de la mañana.

2) Eucaristía en la Parroquia San Pío X, el martes 11 de febrero, a las 19:00 de la tarde.

3) La “Procesión de las antorchas”: el sábado 15 de febrero a las 18:15 horas, partiendo desde
la plaza de San Bartolomé, rezando el Rosario hasta la Iglesia de Santiago, donde se celebrará la
Eucaristía a las 19:00 horas, presidida por nuestro obispo D. Santos Montoya.

4) A las 21:30 horas, cena en el Hotel NH Herencia Rioja de la calle Murrieta 14, con la
tradicional rifa.

Es necesario que ANTES DEL 6 DE FEBRERO se confirme la asistencia a la cena mediante
llamada telefónica a los números de teléfono de la Hospitalidad: 941 262 886 y 616 796 512. Hay
un aforo limitado a 120 personas, por lo que las reservas realizadas deberán abonar el importe de la
cena, aunque posteriormente no asistan. El coste es de 25€ que se pagarán en el propio Hotel en la
fecha indicada.

También, os invitamos a participar en la Peregrinación anual a Lourdes que tendrá lugar del
jueves 26, al domingo 29 de junio, a la que suele asistir nuestro Obispo, D. Santos Montoya.
Gracias por la colaboración de todos para hacer posible la existencia activa de la Hospitalidad, y
Feliz Año Nuevo.

Federico Diez del Corral
Presidente

HOSPITALIDAD NTRA. SRA. DE LOURDES DE LA RIOJA


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO CON OCASIÓN DE LA XXXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO. 11 de febrero de 2025


“La esperanza no defrauda”. Este es el lema elegido en el marco de la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará, como cada año, el próximo 11 de febrero, en la memoria litúrgica de la Virgen María de Lourdes, el Papa ha dirigido un mensaje a quienes sufren la enfermedad y a sus acompañantes.

“La esperanza no defrauda; es más, nos hace fuertes en la tribulación”, escribe el Papa. Sin embargo, es consciente de que estas palabras pueden generar interrogantes, sobre todo en quienes enfrentan enfermedades graves o tratamientos inaccesibles. Por ello, el Pontífice invita a meditar sobre tres aspectos fundamentales que manifiestan la presencia de Dios junto a los que sufren: el encuentro, el don y el compartir.

En lo relativo al encuentro, Francisco recuerda que Jesús envió a sus discípulos a anunciar a los enfermos que “el Reino de Dios está cerca de ustedes”. Así, Francisco subraya que incluso la enfermedad, a pesar del dolor, puede convertirse en una oportunidad para encontrar al Señor.

“El tiempo de la enfermedad nos confronta con nuestra fragilidad –física, psicológica y espiritual–, pero también nos hace experimentar la cercanía y la compasión de Dios”, asegura el Santo Padre. En Jesús, que compartió nuestros sufrimientos, encontramos una compañía constante. “Él no nos abandona, y muchas veces nos sorprende con el don de una fortaleza que no creíamos tener”.

“Una experiencia que nos vuelve fuertes”

La enfermedad, explica Francisco, es una experiencia que nos transforma al hacernos más conscientes de que no estamos solos. “Es el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida. Una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes”.

Por otro lado, en cuanto al don, Francisco enfatiza que la esperanza es un regalo que proviene de Dios: “Nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene de Dios. Por eso, debemos acogerla y cultivarla, permaneciendo fieles a la fidelidad de Dios”.

El Pontífice señala que la resurrección de Cristo es la clave para entender este don. “Solo en su Pascua encontramos la certeza de que nada podrá separarnos jamás del amor de Dios”. Además, esta esperanza es también una invitación a la fidelidad: “La esperanza nos enseña a confiar, no en nuestras propias fuerzas, sino en la fidelidad de Dios, que nunca nos abandona”.

El tercer aspecto del mensaje papal es el compartir. Para Francisco, los lugares de sufrimiento son, paradójicamente, lugares donde se revela el amor. “Los hospitales, las residencias de ancianos, los hogares donde se cuida a los enfermos se convierten en lugares de intercambio y enriquecimiento mutuo”.

Ángeles de esperanza

El Papa señala cómo, acompañando al enfermo, se pueden aprender lecciones fundamentales. “¡Cuántas veces, junto al que sufre, aprendemos a esperar! ¡Cuántas veces, inclinándonos ante un necesitado, descubrimos el amor!”. En este contexto, cada persona involucrada –familiares, médicos, enfermeros, voluntarios, religiosos– se convierte en un “ángel de esperanza, un mensajero de Dios”.

Finalmente, en el contexto del Jubileo, Francisco subraya el papel especial de los enfermos y quienes los acompañan. “Su caminar juntos es un signo para todos. Es una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor donde más se necesita”.

El Papa anima a toda la comunidad cristiana a abrazar esta misión de esperanza. “En este Jubileo, los enfermos y sus cuidadores tienen una tarea única: recordarnos que la verdadera fortaleza no se encuentra en el éxito o la salud perfecta, sino en la capacidad de compartir el amor de Dios incluso en medio del sufrimiento”.


MENSAJE

 «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)

y nos hace fuertes en la tribulación

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.

Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).

Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.

1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.

La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).

 2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).

Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVICarta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.   

3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.

Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).

Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.

Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025

 

                                               FRANCISCO

domingo, 26 de enero de 2025

LA PASTORAL DE LA SALUD: LLAMADA A LA MISIÓN


martes, 21 de enero de 2025

JORNADAS DE PASTORAL DE LA SALUD 2025 . DIÓCESIS DE CALAHORRA Y LA CALZADA-LOGROÑO

 




FECHAS Y CHARLAS

-        JUEVES 6 DE FEBRERO DE 2025

“Presentación de las Jornadas”. 

-        MARTES 11 DE FEBRERO DE 2025 

JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO - eucaristía en San Pío X A LAS 19:00

-        SÁBADO 15 DE FEBRERO DE 2025:

o  18:15: Procesión de antorchas, desde la Plaza de San Bartolomé de Logroño (rezo del Santo Rosario).

o  19:00: Eucaristía, en la Parroquia de Santiago el Real de Logroño. Presidida por nuestro obispo D. Santos Montoya.

-        JUEVES 20 DE FEBRERO DE 2025: CHARLA

“ESPERANZA EN MEDIO DE LA SOCIEDAD”.

 Fundación Pioneros de Logroño.


-        JUEVES 27 DE FEBRERO DE 2025: CHARLA

ESPERANZA EN EL DUELO Y SUFRIMENTO: 

Centro de escucha

A La presentación de las jornadas y las charlas serán de 17:30a 19:00 en las Oficinas  Diocesanas del Seminario de Logroño.

CC/ Obispo Fidel Garcia.





martes, 14 de enero de 2025

Jornadas de Pastoral de la Salud dedicadas a la esperanza

 



El Centro de Humanización de la Salud y el Centro Asistencial San Camilo celebramos las III Jornadas de sobre Pastoral de la Salud el 6 de febrero 2025 en modalidad PRESENCIAL.

La jornada podra ser seguida de forma online a través del Canal de YouTube del Centro

Los participantes recibirán un libro como complemento formativo a la jornada.
*Sólo se entregará certificado de participación y libro a los inscritos en modalidad presencial.

Inscripción

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9.30-10.30h. Conferencia. La Esperanza no defrauda

  • Nurya Martínez-Gayol. Doctora en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma

  • 11.15-12.45h. Diálogo. “Que sobreabunde la esperanza”
    - Signos saludables de esperanza: Paciencia, Libertad, dar vida, Paz

    Participan:

    • Alba Pérez. Trabajadora Social. Oblatas
    • Alejandro Rocamora. Psiquiatra
    • Consuelo Santamaría. Doctora en Pedagogía. Psicóloga
    • Arnaldo Pangrazzi. Religioso Camilo

    Modera:

    • Rosa Ruiz. Doctora en Teología. Psicóloga. Máster en Cuidados Paliativos.

    12.45-13.45h. Conferencia: Sosteniendo la esperanza y el sentido: un compromiso ético con las personas

    • María Jesús Goikoetxea Iturregui. Doctora en Derechos Humanos. Psicóloga y Teóloga. M***áster en Bioética. Profesora de ética ca y psicología de la salud en la Universidad de Deusto.

    13.45-14h. Coloquio

    • Rafa Sánchez. Licenciado en Educación. Terapeuta Gestalt. Compositor. Asesor Filosófico.

  • 14-14.30h. La melodía de la esperanza con los ecos del cuidado

Campaña del Enfermo 2025: “En esperanza fuimos salvados” (Rom 8,24).




Introducción

Este año 2025 la Campaña del Enfermo está determinada por celebrarse en un año Jubilar. El Papa Francisco nos propone como lema para este Jubileo: “Peregrinos de Esperanza”, que hacemos lema de nuestra Campaña con un tema en consonancia: “En esperanza fuimos salvados” (1) . En consonancia con este acontecimiento tan importante que viviremos en la Iglesia nos ha parecido oportuno centrar la reflexión en los Temas de Formación en qué es un Jubileo en la vida de la Iglesia, el sentido de este Jubileo de 2025 y diversos aspectos de la esperanza en la que somos peregrinos.
Para ayudarnos en la reflexión seguiremos fundamentalmente algunos documentos Pontificios particularmente sugerentes. Vale la pena releerlos y meditarlos en este Año Jubilar centrado en la esperanza para que nos ayuden a vivir “alegres en la esperanza” (2) y contagiar a todos esta alegría de vivir:

  1. Encíclica “Spe salvi” de Benedicto XVI
  2. Catequesis sobre la esperanza del Papa Francisco en las Audiencias Generales del 7 de diciembre de 2016 al 25 de octubre de 2017.
  3. Carta del Papa Francisco a Monseñor Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, para el Jubileo 2025.
  4. Bula de Convocación del Jubileo, “Spes non confundit”.

En la Nochebuena de 2024, en vísperas de la Navidad, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, iniciando oficialmente el Jubileo de la Esperanza 2025. En la ceremonia, el Santo Padre aseguró que al comenzar este año jubilar “entramos en el tiempo de la misericordia y del perdón, para que se revele a todo hombre y a toda mujer el camino de la esperanza que no defrauda (…) Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia (…) Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El Evangelio dice que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, ‘fueron rápidamente’. Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente”. Se trata, por tanto, de adentrarnos en este misterio de gracia, de crecer en la intimidad con el Señor en la oración. Sólo así “cuanto más enraizados estamos en Cristo, cuanto más cercanos estamos a Jesús, más encontramos la serenidad interior” (3) y podremos ser instrumentos de esperanza, de alegría y consuelo para nuestros enfermos. Para ayudarles a ellos, y a cuantos les cuidan, a vivir este tiempo especial de gracia tendremos que dejarnos inundar de la Misericordia del “Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar a los que se encuentran en cualquier tribulación, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda también nuestra consolación por medio de Cristo. Pues, si somos atribulados, es para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, es para vuestro consuelo, que muestra su eficacia en la paciencia con que soportáis los mismos sufrimientos que nosotros. Y es firme nuestra esperanza acerca de vosotros, porque sabemos que, así como sois solidarios en los padecimientos, también lo seréis en la consolación (4)

Notas

1 Rom 8,24.
2 Rm 12,12.
3 Papa Francisco, Homilía del III Domingo de Adviento de 2017.
4 II Cor 1, 3-7.