HUMANIZAR
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FE Y SANACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA SANITARIA
Francisco Javier Rivas Flores
Médico y bioeticista
De alguna manera este equilibrio personal es la propuesta de Jesús en su Evangelio y en su vida. Las curaciones parten, más que de unos aspectos biológicos, de las condiciones de la persona: solo cuando se recompone la persona desde su interior se produce la curación. La fe manifestada por la persona y la búsqueda del encuentro personal son las claves que procuran esa sanación.
En los dos últimos siglos, cuando la medicina adquiere un carácter más científico, objetivable y mensurable, y por tanto mas positivista, se dejan de lado estos aspectos de la persona, a pesar de los intentos de Freud y otros de integrar la biología personal en el análisis que debe llevar al diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Esto ha condicionado una situación en la que no siempre el paciente se cura de su enfermedad a pesar de los esfuerzos denodado s de los médicos y por parte de los enfermos y sus familias se recurre a otras ”medicinas”. El fenómeno se ha ido extendiendo claramente, lo que desconcierta a los sanitarios, que no saben como actuar ante estas situaciones.
Vivencia religiosa y ciencia
La fe para muchas personas constituye el elemento central de sus sistema de valores, aunque queda en la esfera más privada de la vida ( no olvidemos que la Ley de Protección de Datos considera esta información especialmente sensible y merecedora de la mayor protección). Pero para bastantes médicos la fe es algo tangencial a su práctica científica de la medicina, con lo que difícilmente puede cumplir con las expectativas de sus pacientes, que necesitan hablar con sus médicos sobre las decisiones significativas en su atención sanitaria en un lenguaje que incluya esta dimensión. Curiosamente, una encuesta realizada a 1.100 mé3dicos en EEUU revelaba que más de un 75% de los médicos creían que los milagros existen ( si bien es cierto que se hizo a médicos con convicciones religiosas, lo que desvela que estos médicos podrían establecer un diálogo con sus pacientes con profundos componentes religiosos.
Haciendo un análisis de las publicaciones científicas se observa que, en aquellas de mayor difusión, hay varios artículos que intentan analizar este fenómeno y valoran aquellos factores de tipo religioso que pueden estar influyendo tanto en la génesis como en la evolución de la enfermedad..
Así, en una revisión de la Fundación Cochrane ( cuya misión es disponer de las mejores evidencias-pruebas que avalen actuaciones sanitarias) se analizan diferentes intervenciones espirituales y religiosas en relación con el bienestar en adultos en la fase final de la enfermedad. En este metanálisis se revisan 14 bases de datos, incluyendo a más de 1100 pacientes y se analizan en concreto las actuaciones de los capellanes o consejeros espirituales. Aunque las conclusiones no son significativas, dados algunos déficit en la calidad de su elaboración, puede aportar alguna pista sobre este tema. De manera que los datos apuntan acerca de los pacientes que recibieron apoyo religioso,
tuvieron una mejor situación emocional y cumplimentaron en mayor número los documentos de instrucciones previas. Sin embargo, no hay diferencia en la intensidad de los síntomas o en que presenten una mayor supervivencia. Por ello parece desprenderse que las personas de fe no se diferencian de manera significativa en los aspectos objetivos de la enfermedad, pero si mejoran en su vivencia e interpretación de la enfermedad y su sentido en la vida de la persona.
La fe y el binomio salud enfermedad desde la perspectiva creyente
En otro magnífico trabajo del delegado de Pastoral de la Salud de Tui-Vigo publicado en Vida Nueva a propósito de la Pascua del enfermo de este año 2012, se hace un repaso al sentido de la fe como una experiencia que salva y cura, dado que el tema de esta Pascua del enfermo ha sido el “poder curativo de la fe”
En este trabajo se pone de manifiesto la importancia que presenta, para que las personas puedan madurar, el tener algo que le dé unidad, dirección y motivación a sus vidas. Estas cualidades pueden ser aportadas en las personas de fe a través de la vivencia que personalizan con Dios (para la no creyentes puede haber otra manera). Apunta a que las cualidades de la fe deben ser potenciadoras de la persona, por lo que vivencias de la fe que no sean portadoras de valores como la libertad, la iniciativa, el amor at todas las criaturas o el sentimiento de estar vinculado a la realidad son vivencias insanas de la fe.
Reforzando esta idea, trae a colación las palabras de Carl Jung, que expresa que nadie se cura de verdad si no llega a recuperar una actitud religiosa ante la vida.
Para el creyente la salud no viene de fuera sino de dentro, la curación viene del compromiso personal para curarnos, manifestado en la responsabilidad personal y un estilo de vida saludable. De alguna manera viene a indicar que dentro de cada persona habita un médico que nos debe impeler a un cambio que nos propicie a una vida más saludable.
Este mismo autor destaca que la fe inspirada en el Evangelio influye de manera indirecta en el debilitamiento de los factores de riesgo de enfermedad. Así, las prácticas de la Cuaresma , que implican una moderación en varios órdenes de la vida y que supone un momento de reflexión sobre la propia vida y cómo vivimos, puede ser una práctica que mejore la salud psicosomática.
Por otro lado, en el análisis de Maslow de las necesidades personales que deben ser cubiertas para que las personas sean felices y que estratifica en cinco puntos, es fácil descubrir que todas estas necesidades se ven cubiertas en una fe viva.
La fe puede dar una orientación positiva a la vida, proporciona esperanza y estimula una actitud introspectiva y de profundización en el interior de uno mismo.
La misma dimensión comunitaria de la fe tiene un efecto beneficioso sobre la salud de las personas. Así el compartir vida y celebraciones lleva al encuentro personal y a
compartir diversos aspectos de su vida con otros.
Búsqueda de sanación desde otras opciones
En la búsqueda de sanación muchas personas recurren a las opciones que se ofrecen desde otras opciones diferentes a la fe sanante y creadora que se ha expresado a aquí. La proliferación de sanadores, chamanes o personas con supuestos poderes sobrenaturales lleva a muchos enfermos a ponerse en sus manos en la creencia de que su acción les va a devolver la salud. En algunos casos estas prácticas pueden ser eficaces porque suponen un proceso de catarsis interior, de conversión, de cambio personal que le lleva a recuperar hábitos y modos de vida sanos, pero desgraciadamente hay muchos aprovechados de la situación de vulnerabilidad del enfermo que le perjudican más que le ayudan. Es muy difícil reconocer los auténticos sanadores de los elementos tóxicos que contaminan más la vida de las personas que buscan su curación. Hay individuos que se aprovechan de la indigencia de los enfermos, proponen medios alternativos que les sumen cada vez más en el pozo de la enfermedad.
Los auténticos sanadores, habitualmente personas de fe, procuran entrar en el interior de la persona para que sea consciente de cuál es su estado y su necesidad para desde ahí ir reconstruyendo su persona. En muchas ocasiones son personas que encarnan el don de curación previsto por Jesús en su predicación y en su vida, encarnan a ese grupo de discípulos a los que el Maestro mandó a los pueblos y aldeas de Galilea para que predicaran la buena noticia y curaran a los enfermos.
A modo de reflexión final
Probablemente todos los cristianos tenemos la obligación de ser portadores de este mensaje de sanación transmitiendo una fe creativa a la imagen de Jesús. Supone una obligación moral. Y los sanitarios cristianos con un mayor convencimiento debemos encamarlo de una manera decidida y firme. En nuestra vida y en nuestra relación con los enfermos nos asaltará la duda y la incertidumbre sobre este don y está claro que no vamos a curar a todos los pacientes con los que nos encontremos, porque la inmortalidad no está entre las características del ser humano, pero no podemos negar una presencia sanante, realizadora de la persona, compartiendo con el corazón y la inteligencia/conociemiento el sufrimiento de la persona para ser portadores de esperanza. Transmitir esperanza de que pondremos nuestro empeño en cubrir las necesidades expresadas por Maslow y, sobre todo, esperanza en el acompañamiento durante el proceso de enfermedad.
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