jueves, 14 de noviembre de 2013

TEMA 3. La experiencia de la enfermedad:una prueba

TEMA 3. LA EXPERIENCIA DE LA ENFERMEDAD: UNA PRUEBA

    Solapada o brutal, la enfermedad provoca siempre una ruptura en el desarrollo de la vida del ser humano. Enfermar… y perder así el equilibrio de la salud es una experiencia que <<hace daño>> y que cuestiona en profundidad al hombre. Al perder la independencia, el enfermo se convierte en un asistido. Los proyectos des desmoronan como un castillo de naipes… El abandono del trabajo, la exclusión de la vida social…
Se entra entonces en un mundo nuevo… El cuerpo se convierte en un extraño. El es el que dicta su ley incomprensible e insoportable. Se experimenta el peso de la dependencia de los tratamientos y de las enfermeras.
    La experiencia de la enfermedad revela en profundidad la fragilidad fundamental de toda vida humana. El éxito y la desbordante actividad se relativizan, de pronto, ante lo esencial: ¡vivir! El hombre toca los límites de la carne y del espíritu. Solo ante lo desconocido, la angustia se esconde detrás de su puerta…
    Las preguntas religiosas, durante tanto tiempo escondidas, afloran a veces a la superficie: <<¿Para qué sirve la vida? ¿Para llegar a esto?...>> <<¿Por qué y por quién sufrir…?>>. ¿Me habrá señalado Dios una cita con él?>>.
    Al igual que de cualquier otra prueba, también de la prueba de la enfermedad, se puede sacar enseñanzas: <<Y si esta enfermedad fuese una señal de alarma que me invita a cambiar algo en mi manera de vivir?>>. <<¿Este retiro forzoso no puede convertirse en una ocasión para tomar distancias y revisar mis prioridades?>>.
    Y, a veces, se descubre otro rostro de Dios que cambia nuestra manera de estar en el mundo y de relacionarnos con los demás.

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO:

  1. Después del primer encuentro con el enfermo al que he visitado; me he dado cuenta de cual es su manera de vivir la prueba de la enfermedad? ¿Rebeldía, resignación, angustia…?

  1. ¿En qué puedo ayudar al enfermo a adaptarse a su nueva situación y a su nuevo entorno?
-         Si es dependiente...,¿cómo ayudarle a reencontrar una cierta autonomía?
-         Si está encerrado en sí mismo…,¿cómo ayudarle a salir de sí y a relacionarse con los que le cuidan, con su familia y, eventualmente, con los demás enfermos?
-         Si no está en casa…,¿cómo ayudarle a reencontrar algunas referencias esenciales de su marco de vida habitual?
-         Si es creyente…,¿cómo puedo ayudarle a reajustar su imagen de Dios y la relación que mantiene con Él?

  1. ¿ Qué actitudes debo privilegiar en mis relaciones con el enfermo?
-         ¿Ponerme en su lugar o guardar las distancias?
-         ¿Hablarle de lo que pasa fuera para distraerle un poco, o sobre todo escucharle?

A LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS

  • Lc 18, 35-43: El ciego de Jericó
v. 35: <<Un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna>>.

    La enfermedad nos coloca al borde del camino, al margen de la vida. El enfermo es siempre, de alguna manera <<mendigo>> de cuidados y de cariños.

v. 39: <<Reprendido>> por los que caminaban delante, por los bienpensantes que no se detienen a escuchar, el enfermo lanza su llamada de auxilio:<<Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi>>. Necesidad inmensa de ser reconocido, mirado y escuchado…

v. 40: << Jesús se detuvo… mando que se lo trajesen… le pregunto… y atendió su petición.

    Contemplar el amor que se manifiesta en nosotros.

  • Otros textos
-         Job 19, 13-25: Job, abandonado, sigue confiando en Dios.
-         Is 53, 2-5: El Siervo doliente.

ORACIÓN

Señor, habito todo el día en la oscuridad,
agotado, postrado, sin fuerzas.
Voy encorvado y encogido,
todo el día camino sombrío.

Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne:
estoy agotado y desecho,
me ruge y me brama el corazón.

Señor mío, mis ansias están en tu presencia,
no se te ocultan mis gemidos,
siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas,
y me falta hasta la luz de los ojos.

Mis amigos, mis compañeros, mis parientes,
por mi dolencia se mantienen a distancia;
no me abandones, Señor,
Dios mío, no te quedes lejos:
ven aprisa a socorrerme,
                                        Señor mío, mi salvación.                         Salmo 38

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