viernes, 23 de octubre de 2015

MISERICORDIA

"EL PADRE Y LOS DOS HIJOS EN CLAVE HOSPITALARIA"
Lc 15,11-32
 
 
El hijo pide lo que cree que es suyo y el padre <<les repartió la hacienda>>; o, como dice el texto griego <<repartió en ellos la vida<<- La hacienda que el padre reparte es su misma vida.
Pero si nos fijamos bien, esto ocurre cuando estabas en lo mejor de la vida, llenos de salud, fuerte. Cuando se goza de buena salud la dimensión espiritual puede quedar infravalorada, por la primacía y se da en nuestros día  a todo lo material.
 
"Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte que me corresponde". y él les repartió la hacienda.
 
El hijo menor decía abandonar la casa y marcharse a un país lejano.
 
No existen respuestas fáciles para los profundos desafíos e interrogantes que brotan del sufrimiento humano. El sufrimiento es un misterio. El dolor no se deja domesticar. Además hay que correr un largo camino y nadie puede hacerlo por nosotros. Se requiere paciencia. Hay que darse tiempo y dejarse ayudar, no es fácil. En ocasiones tendemos  a huir, en lugar de enfrentarnos a ello, preferimos marchar  a un país lejano, lejano tanto espacial como espiritualmente.
 
... pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Ante el riesgo de quedarnos absortos en nuestro dolores y problemas, como si nada más existiera, un medio eficaz de superar o de aliviar nuestro sufrimiento es romper el círculo en el que pretendemos encerrarnos. La realidad no se agota en el sufrimiento. Se cierran unas puertas pero se abren otras. Cuando se sufre, los lazo que vinculan a unos a otros no se rompen, sino que adquieren un sentido nuevo y una forma nueva.
 
La vulnerabilidad puede ser ocasión de conocer a otros y de ver su bondad, de conectar con personas de las que nos hemos alejado y de abrirnos en profundidad a  los demás. Nada ni nadie puede quitar el poder amar a los demás, el ser solidarios, el orar por ellos.
 
... me levantaré, iré a mi padre y le diré...
 
En Getsemaní Jesús nos muestra su humildad. Ante él sufrimiento que le invade, siente miedo y angustia, necesita desahogarse y que alguien le acompañe (Mc 14, 33-34). No juzga o reprime sus sentimientos "Me muero de tristeza".
 
El que sufre necesita desahogarse, dejar que afloren sus sentimientos y expresarlos ante alguien que le acompañe y escuche. El desahogo emocional mediante la expresión de sentimientos es de suma importancia para la reducción de la tensión emocional y del estrés inherente al afrontamiento de una situación de dolor o de sufrimiento. La tención emocional disminuye después del llanto. Es pertinente evitar incomodarse con las lágrimas de la persona acompañada y no tratar de obstaculizar que las mismas broten. Las lágrimas constituyen un mecanismo natural de expresión de sentimientos y de alivio de la tensión emocional.
 
... y levantándose, partió hacia su padre.
 
Muchas veces para recapacitar en el verdadero amor, tenemos que bajar hasta lo más hondo de nuestra vida, y descubrir nuestra pequeñez, para allí experimentar que he sido amado y volver a mar (arrepentimiento).
 
Como la medida del amor es un amor sin medida, a Dios no se va caminando, sino amando. Si no tengo amor nada me vale nada, la vida carece de sentido, la esperanza no existe, el mundo está descalabrado. Pero si tengo amor se encuentran más que razones para vivir y esperar, la fe lo llena todo de vida, la esperanza es gozo y compromiso, el mundo se contempla como espacio para la gloria de Dios, para hacer el bien y servir...
 
¿Por dónde comenzar la acogida? No hay duda: la cogida comienza por la realidad que está delante de nosotros. Por la realidad que está a la vista, la persona concreta aquí y ahora. Por lo que al ser que sufre le interesa, no por lo que a nosotros nos interesa. Acoger no es estar l acecho para disparar a la primera. Acoger es estar, sin más pretensión que escuchar, servir, comprender, hablar de corazón a corazón...

 
... estando todavía lejos, lo vio su padre y conmovido corrió...
 
No se puede ayudar al que sufre a distancia. Hay que acercarse a él y adentrase en lo que está viviendo, movidos por el deseo de consolar, alentar y servir de apoyo. Es hacerlo sin prisa, con tacto y con respeto, sin paternalismos, dejando y facilitando que el enfermo sea en cada momento el protagonista.
 
La solidaridad tiene un poder curativo. activa y hace presente al que sufre el amor de los hermanos y de Dios.
El tiempo de sufrimiento o alejamiento es largo, se acorta tan sólo con la cercanía y el calor humano de quien corre para estar a su lado, para tenderle una mano...
 
... se echó a su cuello y lo besó efusivamente.
 
La comprensión de las reacciones del que sufre es un medio terapéutico que alivia el peso del corazón herido. Por el contrario la incomprensión constituye un dolor sobreañadido para quien está sufriendo y se queja.
 
Cuando actuamos desde la incomprensión, nos convertimos en consoladores poco oportunos y falsos, como los amigos de Job, que en lugar de llevar alivio y paz, provocan su irritación y le sublevan contra todos.
 
El cardenal Veuillot, después de largos sufrimientos, confiaba a un sacerdote cercano: "sabemos decir bellas frases sobre el sufrimiento, yo mismo he hablo do calor. Decid a los sacerdotes que no digan nada".
 
... porque este hijo me estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y hallado.
 
Participar de la presencia simbólica-celebrativa de Dios, mediante la celebración de los sacramentos. Se puede actuar en la dimensión celebrativa de la fe propiciando espacios de celebración litúrgica, centradas en la persona que sufre. Para la celebración de los sacramentos, el agente de Pastoral de la Salud, especialmente si es presbítero o diácono ha de poner de relieve la dimensión simbólica de los gestos realizados, por medio de una adecuada catequesis y la creación de un clima humano que esté en sintonía con los valores proclamados por la celebración sacramental. Ha de procurar, igualmente, que los signos sacramentales sen verdaderamente significativos.
 
Hay que tener presente que lo importante es la persona a la que administra los Sacramentos. Una celebración sacramental se da en la persona, encuentro con Dios, por ello, el Sacramento hay que presentarlo como medio de encuentro entre las dos realidades persona-Dios.
 
... y comenzaron la fiesta.
 
Por lo que se refiere al servicio que ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente: quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúen después las atenciones necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Deben distinguirse por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una "formación del corazón". se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra  su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por caridad.        (Benedicto XVI (Deus caritas est. Dios es amor)
 

(Gracias Norka por tu reflexión)
 
 
 
 
 
 
 
 
 


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