El tema central de la Campaña de este año:
“El Voluntariado en la Pastoral de la Salud”, con el lema bíblico “Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10, 8), puede ser trabajado y difundido desde las siguientes razones y posible enfoque.
La aportación del voluntariado en la acción caritativa de la Iglesia se hace cada vez más importante. La caridad cristiana implica la respuesta a una necesidad concreta: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. (cf. Mt 25, 31ss). Y cada vez hay más personas enfermas y solas a las que atender. En esta dirección el Papa Francisco, en el Mensaje de este año, nos exhorta a todos, en los diversos ámbitos, a que promovamos la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte.
Hemos de volver nuestra mirada a hombres y mujeres que son un auténtico modelo de vivir esta caridad y animar a otras muchas a dedicarse en un voluntariado a realizar este servicio con los enfermos y quienes les cuidan. Como nos recuerda el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de 2019, la figura de la santa Madre Teresa de Calcuta, es un modelo de caridad que hizo visible el amor de Dios por los pobres y los enfermos. Y esta Campaña es una excelente ocasión para hacerlo.
Al mismo tiempo se hace imprescindible una adecuada formación del voluntariado para que pueda desarrollar su misión eclesial del mejor modo. Es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes. Es preciso tener en cuenta la necesidad de reflexionar sobre los medios para esta formación, que no puede ser únicamente técnica.
Quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer las cosas del modo más adecuado. Pero esto no es suficiente porque se trata de personas y estas necesitan una atención que sea no sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad, una atención cordial. Esto supone distinguirse por su dedicación al enfermo con una atención que sale del corazón. Se hace necesario una formación del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Habremos, por tanto, de cuidar esta dimensión de la formación, para que los voluntarios sean hombres y mujeres movidos, ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo ( Benedicto XVI, Encíclica “Deus caritas est”, 31-33).
Es decisivo recordar la importancia de no perder la identidad del voluntario en aras de una mayor eficiencia. Esto supone, ciertamente dentro del respeto a las distintas creencias de quienes son objeto de su solicitud, pero sin “esconder” que es la caridad de Cristo quien les mueve. Estando siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se lo pidiere (1 Pe 3, 15). La atención a los voluntarios con un acompañamiento adecuado, prestando atención a la formación espiritual, será imprescindible para ayudar a no perder esa identidad y formación del corazón.
Dado que las necesidades de los enfermos y sus cuidadores son muy diversas y, además, hay modos muy diversos de realizar la labor del voluntario en Pastoral de la Salud, se hace necesario fomentar la capacidad para trabajar en equipo y ser capaces de reconocer cuanto de bueno hay en los modos de hacer y en la tarea del otro. Hace falta, ante todo, promover una espiritualidad de la comunión, que supone fomentar la capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como uno que me pertenece, que es “de los míos”, es ver todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios, rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad (cf. San Juan Pablo II Novo Milenio 43).
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