miércoles, 1 de mayo de 2019

PASCUA DEL ENFERMO. Identidad del voluntariado de Pastoral de la Salud

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Texto de la Sagrada Escritura
“Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —dice al paralítico—: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos” (Mc 2, 1-12)

Reflexión
En la escena del texto evangélico hay que distinguir varios aspectos. San Marcos no nos dice si aquellos cuatro que llevan al paralítico eran amigos o no, pero es evidente que le querían, pues de lo contrario no se toman tantas molestias. La finalidad de todo lo que hacen es ponerle delante de Jesús, para que éste le sane. La motivación es clara: saben que Cristo puede sanarle y todo su empeño es ponerle frente a él. Además, aquellos cuatro que llevan al paralítico hacen muchas cosas antes de ponerle delante de Cristo para que le cure. Buscar la camilla, transportarle, salir al paso de algunas dificultades como la multitud agolpada en la puerta, poner por obra la solución que han pensado: desmontar el tejado, buscar unas cuerdas para poder descender al paralítico ante la presencia de Jesús para que le cure. Esta puede ser la historia de la labor de tantos voluntarios.

El trabajo de los voluntarios en el cuidado de cuantos padecen por la enfermedad es, por una parte, independiente de partidos e ideologías, sino que es la actualización aquí y ahora del amor que el hombre siempre necesita. El programa del cristiano - el programa de Jesús- es un «corazón que ve». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos, por eso no dejamos de cuidar a personas que no comparten nuestra fe. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuando es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. En consecuencia, la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor. Debemos reforzar esta conciencia en los voluntarios, de modo que a través de su actuación -así como por su hablar, su silencio, su ejemplo- sean testigos creíbles de Cristo. La caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. (cf. Benedicto XVI, Encíclica “Deus caritas est”, 31).

El voluntario cristiano no es un nuevo tipo de voluntario. El voluntario cristiano se distingue del voluntario social, no en lo que hace, sino en las motivaciones, en los estímulos que le vienen de la fe, en el estilo, en el talante, que es el de Jesucristo. El Dios que se nos manifiesta es Jesucristo siente como propios los dolores, las miserias y sufrimientos de los hombres. Nuestro Dios es compasivo y misericordioso, no sólo justo y solidario, y quiere que nosotros también lo seamos. (Cf. Ex 34,6). El voluntario encuentra la motivación para la caridad, en el haber sido amados por Jesucristo. Todas nuestras acciones altruistas, solidarias y compasivas nacen de la gratuidad de un “amor primero”, inmerecido e impagable de Jesucristo. Somos don del Amor de Dios manifestado en Jesucristo en orden a ser don de amor para los demás.

El mismo Espíritu que anima a Cristo es quien nos mueve. Si perdiéramos esto de vista, nuestra labor como voluntarios quedaría profundamente devaluada y sólo encontraría en la eficiencia su razón de ser y actuar. El cristiano ha recibido el Espíritu de Jesucristo para actuar, pensar y sentir como Él. Jesucristo es el voluntario por excelencia que no “vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en  redención de muchos” (Mt 20, 28). En el lavatorio de los pies (Jn 13, 1-17), Jesucristo nos ofreció y explicó una señal muy elocuente de servicio. La lectura de los Evangelios permite constatar que Jesucristo dedicó buena parte de su vida pública a atender, acompañar, cuidar, curar y promocionar a los enfermos, marginados y excluidos.

El servicio del voluntariado no es para el cristiano un privilegio, sino un deber que brota de la fe, una respuesta coherente con los compromisos bautismales, una invitación que espolea a testimoniar la fe, la esperanza y la caridad “Por medio de los laicos la Iglesia de Cristo está presente en los más variados sectores del mundo, como signo y fuente de esperanza y amor” (San Juan Pablo II, Exhortación “Christifideles laici”, 7). la Iglesia, a lo largo de su historia, se inspiró en el ejemplo de su Fundador y quiso siempre vivir el mandamiento del amor.

El trabajo del voluntario en la pastoral de la salud participa de la misión evangelizadora de la Iglesia. Misión que desarrolla en tres dimensiones. A través de la catequesis o conocimiento, profundización y difusión del mensaje de Jesús. A través de la liturgia o celebración de nuestra fe en los sacramentos. A través de la caridad o testimonio de amor de la acción caritativa, especialmente con los más necesitados. Estas tres dimensiones son necesarias y complementarias. Cada una exige a las otras. No se da auténtica evangelización si no se difunde el mensaje de Jesús, si no se celebra, si no se vive. Por ejemplo: No tendría sentido y credibilidad plena anunciar y celebrar que Jesús ama a los enfermos, y que quienes lo anuncian y celebran no amaran a los enfermos al estilo de Jesús.

Los destinatarios fundamentales de en la misión evangelizadora de la pastoral de la salud son los enfermos, sus familiares, las instituciones sanitarias, los sanitarios y cuantos trabajan en este ambiente o actividad humana, los movimientos y asociaciones y, en general, toda la comunidad, pues también se dirige a los sanos, para que todos vivan las realidades que hemos indicado según el espíritu del Evangelio y los valores del Reino de Dios.

Cuestionario
¿Qué diferencias existen entre un voluntario cristiano y un voluntario social?
¿Cuáles cristiano?
¿Qué motivaciones cuidado de los enfermos?
 Nosotros, son las motivaciones o raíces de fe para ser voluntario nos ofrece Jesucristo para ser voluntario en la el cada uno de nosotros, ¿actuamos movidos por la fe?
Imagen relacionadaMISIÓN DIOCESANA


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