jueves, 17 de octubre de 2024

ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL



Presentación 

El Acompañamiento Espiritual es un camino de vida, es una acción sagrada y un servicio de esperanza. Es una hermosa posibilidad de crecimiento, de búsqueda del sentido y fin de la propia vida.

 Es el encuentro con alguien que siente, que busca, que también necesita ser escuchado y acogido, y que en ocasiones puede sufrir dolores en su cuerpo y en su espíritu. 

De la misma forma, quien acompaña, hace un camino de búsqueda y encuentro desde su propio corazón: “En el hombre interior habita la verdad”, nos recuerda San Agustín.

Introducción

A través de esta Guía de Acompañamiento Espiritual, queremos compartir algunas herramientas que podrían transformarse en un pilar significativo para quien asiste a un enfermo o para quien padece algún sufrimiento. 

En ocasiones, el acompañar se tiende a considerar como estar “junto a ti”, es decir, estar físicamente al lado de una persona y compartir tiempo con ella.

 Desde la perspectiva del Acompañamiento Espiritual, la palabra “acompañar” significa mucho más que estar y compartir tiempo con una persona. Su sentido se va haciendo más profundo y cálido cada vez que nos abrimos a recibirlo como un don o como una vocación y, por otro lado, se hace más sencillo y cercano cuando lo manifestamos con gestos de ternura y cariño. Es decir, somos acompañantes espirituales cuando gratuitamente entregamos nuestro tiempo y disponemos nuestro interior para “escuchar desde el corazón” a quien nos habla.

Esta Guía aspira a ser útil para cualquier persona que la vida lo haya puesto al lado de un enfermo o de quien necesita compañía. El texto está dirigido a todas las personas que deseen iniciar una búsqueda en temas de acompañamiento, independiente de su Credo o visión de la vida.

 Esta Guía está disponible para quien puede transformarse en un puente que atraviesa el camino sagrado de la historia del acompañado: podemos ser alimento de paz para sus inquietudes y testimonio de presencia en los momentos de soledad que se viven. 

Te encontrarás con los tres momentos que te invitamos a leer con detención, y que esperamos sean de riqueza para tu propio discernimiento y desarrollo:

I. Antes del encuentro (preparándonos).

II.Durante el encuentro (escuchando desde el corazón).

III.Después del encuentro (la despedida o cierre)

Tiempos del Acompañamiento

I.Antes del encuentro (preparándonos) 

a) Mirarse a sí mismo

Ante una visita de acompañamiento es muy importante reconocer la propia disposición interior. Es decir, cómo me encuentro: estoy tranquilo, triste por alguna noticia, alterado, alegre, etc. 

Hacerse consciente del propio estado emocional y sicológico puede favorecer una escucha centrada en la persona que acompaño más que en mis propios requerimientos de atención. Por eso, la idea es que esta revisión personal se realice ANTES del encuentro con la persona que se va a acompañar. 

Por lo tanto, es recomendable llegar con tiempo, sin apuro, detenernos y darnos un espacio para disponernos a estar con otro, en este encuentro sagrado donde recibiremos su vida y su historia. 


b) Tener algunas ideas claras

Aunque cada conversación es un mundo nuevo, el tener algunas ideas claras en cuanto al apoyo que se está realizando permite acompañar con palabras prudentes la realidad del acompañado: disponerse a escuchar, dejar fuera prejuicios personales, ser conscientes de que no existirán respuesta a todas las dudas o preguntas que surjan, saber que en este encuentro ambos son iguales, es decir, un acompañante nunca está por sobre el acompañado, etc. 

Siempre ayuda un tono de voz mesurado, cálido y ceñido a la circunstancia, sin juicios y respetando el ritmo del otro. 

Quede claro que no se trata de fingir la voz ni usar una multiplicidad de palabras. Sólo es adaptar lo que se quiere decir, sin dejar de ser uno mismo.


c) Apoyarse en la propia vida espiritual

 Una consideración esencial ante un acompañamiento espiritual es no llevar prejuicios ni opciones personales al encuentro con la persona que se acompaña, según ya se dijo. En cierto sentido nos vaciamos de nosotros mismos para recibir la sagrada historia del acompañado.

 Lo anterior, exige que fortalezcamos nuestra propia espiritualidad, que reconozcamos los frutos de ese don que recibimos, enriquecer la relación con Dios, con nuestra propia creencia de lo trascendente. 

Quien tiene una reflexión espiritual permanente, también fortalece su madurez humana y enriquece las propias características sico´-espirituales necesarias para el acompañamiento. Sus actos se encaminan a valores superiores que, luego, se reflejan en el apoyo y soporte espiritual que el acompañante puede ser para el acompañado. Nos abrimos a vivir un Kairós con el acompañado, un tiempo de Dios.

II.Durante el encuentro (escuchar desde el corazón

a) El saludo en la visita

 un saludo cariñoso, amable, cercano. Llamarlo por su nombre. 

Cuando no se conoce al acompañado, recordar la importancia de presentarse: quién soy, el porqué de la visita, etc. De ser necesario, hazle saber que quieres escucharlo, que estás ahí para apoyarle.

 Se recomienda informarse con el propio entorno o ambiente del acompañado: si tiene fotos de familiares, algún objeto religioso, una Biblia, etc.

b) Ser un oyente efectivo y afectivo

 Ser prudente al preguntar, dejar que hable a su propia velocidad y no apurar el compartir. Las palabras de afecto, dichas en el momento oportuno, se transforman en un bálsamo que fortalece el encuentro. Recordemos que la comunicación con el acompañado se hace presente en el momento en que él se siente ESCUCHADO. Por ello, en ocasiones, es mejor hablar menos y escuchar más. Tampoco debemos tener miedo a los espacios de silencio. 

Ser empático de forma permanente durante el acompañamiento, apoyándose a través de sencillas preguntas: ¿lo que me quieres decir es que…? Entonces, ¿lo que sientes es ...? Que la empatía en la comunicación sea una condición natural durante el encuentro.

c) Atender las necesidades del acompañado 

Acoger con cariño y solicitud sus temores, angustias y anhelos, su Credo o visión de la vida.

 Que el respeto por su realidad y vivencias sea siempre una puerta abierta durante el diálogo. Hay que recordar involucrarse con las necesidades del propio acompañado. 

 Cuando surjan, hay que atender con diligencia las conversaciones relacionadas con la fe, en la importancia y el sentido que tiene para su vida. De igual modo siéntete libre de presentar tu propia creencia espiritual cuando el acompañado te lo pregunte. Compartir la presencia de Dios en la propia experiencia humana, fortalece inmensamente la comunicación y el encuentro. 

d) Usar un lenguaje sencillo 

Generalmente es mejor usar palabras sencillas. Los mensajes se comprenden más rápidamente.

 También, considerar el uso de dibujos u otros materiales para los casos en que las personas estén impedidas de hablar. La creatividad en estos casos puede ayudar muchísimo a quien se acompaña. 

Igualmente, recuerda que nosotros hablamos con nuestro cuerpo, con los gestos que hacemos.


e) Información que se recibe

 Durante la conversación va apareciendo la vida del acompañado y, junto con ella, surgen datos que podrían ser de una riqueza espiritual inmensa: temas religiosos, espirituales, familiares, de su particular estado de salud, de los valores superiores en los que cree, entre muchísimos otros. Debes tener presente el respeto a la privacidad de la conversación con el acompañado.

 Esa información no sólo sirve para entender de forma intelectual la situación de quien se acompaña, sino que ella se torna en la savia que va enriqueciendo el camino al corazón de la persona acompañada. Es en esos momentos cuando nos vamos llenando de esa historia sagrada de la que hemos hablado. 

Consideremos en cada encuentro que las orientaciones religiosas no están excluidas del acompañamiento. De hecho, es recomendable apoyar instancias que fortalezcan o renueven su propia experiencia de fe católica, judía, evangélica, etc. El acompañamiento espiritual es fortalecido por la fe de las mismas personas acompañadas

f) Despedida en el encuentro

 Generalmente, las conversaciones bajan su ritmo después de algunos minutos. Cuando sientas que ya la conversación está llegando a su fin, espera una pausa en el diálogo para comenzar tu despedida. Te puedes ayudar con alguna pregunta. Por ejemplo: ¿Hay algo más que quisieras compartirme?

 Es posible que surja algún tipo de oración o rito espiritual que facilite cerrar la conversación desde su dimensión espiritual. Esa oración o momento litúrgico le ayudará a dar el cierre que él mismo necesita. De ser posible, que el acompañado sea quien lleve activamente la oración.

 Al final de esta guía existe material de oración complementario para diferentes circunstancias. 



III.Después del encuentro (cierre personal) 

a) Mirarse a sí mismo

 al igual que en la preparación para una conversación, es importante revisar el estado emocional y sicológico con el que concluyo el encuentro, hacerme consciente de cómo me siento después de la conversación con un acompañado. Si puedo, revisar mis pensamientos y reflexiones. Es decir, darme tiempo. 

b) Hacer un breve cambio de actividad No es tan infrecuente que algunas de las conversaciones pudiesen afectar los estados de ánimo de los acompañantes. Lo ideal es buscar un equilibrio y hacer algún cambio de actividad para centrar las inquietudes y recuperar la calma interior.

 Un sencillo ejemplo es hacer lo que a uno de le gusta. Por ejemplo: hacer un momento de oración por el enfermo, hacer una caminata, comerse un chocolate, etc. La idea es dar un espacio para centrarse y retomar la cotidianeidad.


c) Fortalecer la propia vida de fe y el equilibrio psico-emocional Sabemos que acompañar implica en muchos modos, salir de sí mismo e ir al encuentro con otro quien a veces ni siquiera sabe que necesita acompañamiento. Todo nuestro ser debe estar inclinado con disposición plena a la escucha de esa persona que lo necesita.

 Sin embargo, debemos alimentar nuestra propia espiritualidad, nuestra fe, nuestra sicología, conocer nuestras emociones y buscar espacios para dar sentido y trascendencia a lo vivido: una oración, una pausa reflexiva, la lectura del Evangelio, la Eucaristía, el diálogo con uno mismo, etc. Lo podemos resumir en autocuidado espiritual - emocional y fortalecimiento de la propia fe.

d) Compartir la experiencia

 Por otro lado, resguardando la confidencialidad de la información que pudiese existir en las conversaciones con el acompañado, es recomendable que el acompañante tenga la posibilidad de revisar aprendizajes, recibir consejos y compartir experiencias con otro acompañante. 





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