UN
PROYECTO SIGNIFICATIVO DE VIDA
¿El secreto de la muerte?
Búscalo en la Vida.
Puede ser que tras la muerte
de un ser querido se aminore o se vacíe el sentido o gusto por la existencia
humana, anulando o entorpeciendo las fuentes de la sanación. Entonces la
tribulación pesará demasiado y sembrará la convicción de ser insuperable.
¿No será entonces un toque de
atención de que se es víctima de una gran ceguera, de toda una manera errada de
situarse ante las realidades de este mundo, ante uno mismo, ante la muerte,
ante Dios?
Y cómo motivarse para elaborar
positivamente esta pesadumbre. No se trata de <<sobrevivir>>, de
<<seguir tirando>> en la vida.
Solo habrá verdadera
liberación del sufrimiento, cuando se vaya a su raíz misma, aceptando ese
cambio radical, con un verdadero proyecto existencial. Este podrá se inmanente
(empieza, se fundamenta y termina en esta vida) o trascendente.
Solo un proyecto trascendente
sostiene la esperanza del reencuentro con el ser querido muerto y recibido por
Dios, mantiene el amor de resurrección, de subida y de bajada, y reaviva la
ilusión de vivir plena y solidariamente, aquí, ahora y por siempre.
.
LAS
REDES DE APOYO SOCIAL
El
doliente-<<dueliente>>-sanador debe <<duelar>> su pena
con un trabajo activo de duelo, pidiendo ayuda y dejándose ayudar, acudiendo a
las redes de apoyo social. No hay que caer en la tentación de aislarse, de
convertirse en una <<nuez>>, ni limitarse a una sola ayuda posible.
Hay que acudir a:
·
La familia.
·
Los amigos.
·
Los compañeros y allegados.
·
La Iglesia.
·
Las organizaciones de pertenencia.
·
Los grupos de apoyo.
·
La ayuda profesional.
· Los voluntarios.
EL
GRUPO DE MUTUA AYUDA
Si nadie debe vivir, gozar,
crecer, envejecer, enfermar… ni morir solo, tampoco debe procesar su
sufrimiento solo. Si todo en la vida es relacional, el trabajo del duelo
también ha de ser relacional.
Dejarse ayudar en la
elaboración de toda dolencia es algo muy sano y necesario.
Hay personas que saben ayudar.
También existen grupo de mutua ayuda que hacen mucho bien. Estos están formados
por personas que han vivido una experiencia similar y son conducidos por
experimentados coordinadores, que también han pasado por la misma realidad o
parecida y la han elaborado con un buen trabajo del duelo.
En estos grupos de mutua ayuda
es posible expresar libremente la propia pena, compartir la esperanza, ayudar y
ser ayudados, aprender de los demás para reactivar el poder terapéutico de cada uno, sanar las heridas a fondo,
recrear un nuevo proyecto existencial, reinsertarse en la comunidad con una
misión solidaria hacia el prójimo, crecer en todas las dimensiones personales y
madurar la fe.
En el grupo se ha de
encontrar:
·
Apertura.
·
Respeto.
·
Discreción.
·
Libertad de participación.
·
Sigilo.
·
Ayuda mutua.
S
EL
COORDINADOR DEL GRUPO RESURRECCIÓN
Su perfil
·
De gran experiencia de Dios y sentido eclesial.
·
Imagen de Cristo, buen samaritano, y de su
Iglesia, en cuyo nombre actúa.
·
Con preparación bíblica y teológica.
·
De mucha esperanza.
·
Saber actuar y relacionarse con la pastoral de
conjunto y con los compañeros coordinadores.
·
Muy humano y humanizador, caritativo y
misericordioso.
·
Con gran actitud de escucha y empatía.
·
Con mucho criterio, discreto y ecuánime.
·
Con sentido de gratuidad, alteridad y dedicación
temporal necesaria.
·
Prudente con el sigilo.
·
Experimentado por haber vivido una experiencia
de aflicción y haberla resuelto.
·
Buen facilitador de las relaciones humanas.
·
Dispuesto a recibir información y formación
permanentes.
·
Amante del trabajo en equipo.
·
No busca protagonismo, ni cae en la tentación
del mesianismo.
·
Disciplinado en su compromiso.
·
Humilde, paciente y perseverante.
·
Conocedor de la psicología de la persona en el
sufrimiento.
·
Perito en la dinámica del trabajo del duelo,
desde las seis dimensiones de la persona.
·
Respetuoso con los ritmos y procesos de cada
doliente.
·
Posee
tenacidad y sabiduría para hacer frente a los momentos delicados y difíciles
del grupo.
METODOLOGÍA
DE SANACIÓN
Resurrección, grupo de mutua
ayuda de la Pastoral del Duelo, quiere ofertar al
doliente-<<dueliente>> un estilo de relación de ayuda terapéutico y
metódico para hacerse protagonista de su sanación y enfrentarse empáticamente
con su sanador herido. He aquí unos criterios que han de ser personalizados:
·
Una vez que llega el sufrimiento a mi vida, no
tengo sufrimiento: yo tengo sufrimiento.
·
El trabajo de sanación lo hago desde la pena de
la separación, desde el que murió. Yo soy el objeto y el sujeto de mi proceso
de duelo.
·
Padecimiento es lo que la herida trabaja conmigo;
lo que yo hago padecer, si no trabajo mi tribulación. Y lo que hago penar a los
demás, si no elaboro sanamente mi aflicción.
·
Lo que no asumo, no lo redimo. Mi proceso de
duelo no es pasividad. Nadie me cura por fuera, si yo no me sano por dentro. He
de reactivar todos los recursos posibles: los personales, los comunitarios y
los de la gracia.
·
El natural apego he de purificarlo desde un
amoroso desapego para querer en verdad y libertad a quien se murió, a los otros
y a mí mismo.
·
Tengo que redimir el concepto insano de
sufrimiento para no hacerme víctima, ni victimario.
·
Solo se transforma de raíz mi pena, si me
transformo como doliente.
·
Mi ser querido muerto no arruinó mi existencia
con su muerte. Mi ceguera ante la verdad de la vida y la muerte me hacen infeliz.
·
La tarea de duelo es una invitación a la
reconstrucción de mi persona a vivir con hondura un proyecto vital ante mí,
ante los hombres y ante Dios.
· Después de una gran tribulación y un trabajo de elaboración, no puedo ser igual que antes, debo ser mejor.
EL
LUGAR, EL TIEMPO, LOS PARTICIPANTES
Elementos
a tener en cuenta:
·
Hay que reunirse en un local de la parroquia
que sea amplio,
acogedor, límpio, cómodo, silencioso; que disponga de los recursos necesarios,
como una pizarra; en el que sea posible colocar el mensaje del grupo.
·
El
tiempo prudente de cada sesión: no superior a dos horas.
·
De
marzo a Diciembre es un tiempo prudencia, siendo incluso mejor que concluya una
semana después de la Navidad.
·
El
grupo ha de estar abierto, con criterio discrecional, a todos los miembros de
la familia. Aporta la ventaja de una sanación multidimensional comunitaria y
ayuda a tomar conciencia de que los otros familiares también deben hacer el
proceso del duelo. Si bien existen grupos específicos: solo para padres, para
viudos, para huérfanos…
·
No
conviene que el grupo sea numeroso. No debería pasar de doce miembros. Todos
deben tener una identificación con su nombre escrito bien claro.
·
El
grupo ha de facilitar la reinserción en la sociedad, no creando la mentalidad
de que solo <<mi grupo>> me entiende y ayuda.
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