jueves, 9 de enero de 2025

CAMPAÑA DEL ENFERMO 2025

 

Jubileo 2025: “Peregrinos de Esperanza”

“En esperanza fuimos salvados” (Rm 8,24)

Este año 2025 la Campaña del Enfermo está marcada por celebrarse en un año Jubilar. El Papa Francisco nos propone como lema para este Jubileo: “Peregrinos de Esperanza”, que hacemos lema de nuestra Campaña con un tema en consonancia: “En esperanza fuimos salvados” (Rom 8, 24).

En la Nochebuena de 2024, en vísperas de la Navidad, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, iniciando oficialmente el Jubileo de la Esperanza 2025. En la ceremonia, el Santo Padre aseguró que al comenzar este año jubilar “entramos en el tiempo de la misericordia y del perdón, para que se revele a todo hombre y a toda mujer el camino de la esperanza que no defrauda (…) Con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia (…) Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El Evangelio dice que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, ‘fueron rápidamente’. Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente”.

“No faltan los problemas, en la Iglesia y en el mundo, al igual que en la vida cotidiana de las familias. Pero, gracias a Dios, nuestra esperanza no se basa en pronósticos improbables ni en las previsiones económicas, aunque sean importantes. Nuestra esperanza está en Dios, no en el sentido de una religiosidad genérica, o de un fatalismo disfrazado de fe. Nosotros confiamos en el Dios que en Jesucristo ha revelado de modo completo y definitivo su voluntad de estar con el hombre, de compartir su historia, para guiarnos a todos a su reino de amor y de vida. Y esta gran esperanza anima ya veces corrige nuestras esperanzas humanas (…). Esta es la verdadera razón de la esperanza de la humanidad: la historia tiene un sentido, porque en ella «habita» la Sabiduría de Dios. Sin embargo, el designio divino no se cumple automáticamente, porque es un proyecto de amor, y el amor genera libertad y pide libertad. Ciertamente, el reino de Dios viene, más aún, ya está presente en la historia Y, gracias a la venida de Cristo, ya ha vencido a la fuerza negativa del maligno. Pero cada hombre y cada mujer es responsable de acogerlo en su vida, día tras día (…). Cada vez que el Señor quiere dar un paso adelante, junto con nosotros, hacia la «tierra prometida», llama primero a nuestro corazón; espera, por decirlo así, nuestro «sí», tanto en las pequeñas decisiones como en las grandes” (Benedicto XVI, Ángelus, 3-I-2010).

Se trata, por tanto, de adentrarnos en este misterio de gracia, de crecer en la intimidad con el Señor en la oración. Sólo así “cuanto más enraizados estamos en Cristo, cuanto más cercanos estamos a Jesús, más encontramos la serenidad interior” (Papa Francisco, Homilía del III Domingo de Adviento de 2017) y podremos ser instrumentos de esperanza, de alegría y consuelo para nuestros enfermos. Para ayudarles a ellos, y a cuantos les cuidan, a vivir este tiempo especial de gracia tendremos que dejarnos inundar de la Misericordia del “Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar a los que se encuentran en cualquier tribulación, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque, así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda también nuestra consolación por medio de Cristo. Pues, si somos atribulados, es para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, es para vuestro consuelo, que muestra su eficacia en la paciencia con que soportáis los mismos sufrimientos que nosotros. Y es firme nuestra esperanza acerca de vosotros, porque sabemos que, así como sois solidarios en los padecimientos, también lo seréis en la consolación” (II Cor 1, 3-7).

Miremos a María. “Ella, desde el momento de la Anunciación, «esperó con inefable amor de madre» la venida de su Hijo, Jesucristo” (Prefacio II de Adviento). “Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino” (Benedicto XVI, “Spe salvi” 50).

Jornada Mundial del Enfermo

 11 de febrero de 2025

Monición de entrada:

El hombre, como nos dice la primera Lectura, ocupa un lugar particular en la creación. La única criatura de la que se dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” y “Dios los bendijo”. Los enfermos son especialmente “imagen y semejanza” del Hijo muerto en la Cruz y Resucitado. Son “los hermanos de Cristo paciente” , y especialmente asociados a la redención.

No podemos desentendernos de ellos ni perdernos en un cuidado formal, sin poner el corazón si no queremos recibir el reproche de Jesús en el Evangelio de hoy, a fariseos y algunos escribas. Debemos ofrecer “signos de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que sus sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los visitan y el afecto que reciben. Las obras de misericordia son igualmente obras de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud. Que esa gratitud llegue también a todos los agentes sanitarios que, en condiciones no pocas veces difíciles, ejercitan su misión con cuidado solícito hacia las personas enfermas y más frágiles (Bula Spes non confundit).

Seamos portadores de esperanza y consuelo.

Oración de los Fieles:

Elevemos nuestra oración a Dios Padre, en quien ponemos nuestra esperanza. Lo hacemos por mediación de María, salud de los enfermos, respondiendo:

R. Padre, en Ti confiamos.

    Por la Iglesia: para que asumiendo su vocación maternal acoja en su seno a todos los que se sienten solos y haga presente el consuelo de Cristo. Oremos.

    Por nuestros hermanos enfermos: para que, experimentando el misterio del dolor, sientan también la presencia cercana y maternal de la Virgen. Oremos.

    Por todos los consagrados al servicio de los enfermos y mayores: para que su dedicación y entrega sea reflejo del rostro misericordioso del Padre para quien nos necesite. Oremos.

    Por nuestra comunidad cristiana, nuestra parroquia: para que se muestre siempre cercana a las necesidades de quienes padecen la tristeza sea un verdadero hogar de acogida, acompañamiento y servicio para ellas. Oremos.

Escucha, Padre, nuestra oración y danos un corazón compasivo como el de María, para que nos mostremos siempre más atentos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y nos comprometamos, sin miedo, a acompañarlos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



 


 

1 comentario:

  1. Amén y que así sea. Siempre con la esperanza puesta en El.

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