Jubileo 2025: “Peregrinos de Esperanza”
“En
esperanza fuimos salvados” (Rm 8,24)
Este año 2025 la Campaña del Enfermo está marcada por celebrarse en un año Jubilar. El Papa Francisco nos propone como lema para este Jubileo: “Peregrinos de Esperanza”, que hacemos lema de nuestra Campaña con un tema en consonancia: “En esperanza fuimos salvados” (Rom 8, 24).
En la Nochebuena de 2024, en vísperas de
la Navidad, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San
Pedro, iniciando oficialmente el Jubileo de la Esperanza 2025. En la ceremonia,
el Santo Padre aseguró que al comenzar este año jubilar “entramos en el tiempo
de la misericordia y del perdón, para que se revele a todo hombre y a toda
mujer el camino de la esperanza que no defrauda (…) Con la apertura de la
Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar
en el misterio de este anuncio de gracia (…) Para acoger este regalo, estamos
llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El
Evangelio dice que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, ‘fueron
rápidamente’. Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla
dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de
nuestro mundo rápidamente”.
“No faltan los problemas, en la Iglesia
y en el mundo, al igual que en la vida cotidiana de las familias. Pero, gracias
a Dios, nuestra esperanza no se basa en pronósticos improbables ni en las
previsiones económicas, aunque sean importantes. Nuestra esperanza está en
Dios, no en el sentido de una religiosidad genérica, o de un fatalismo
disfrazado de fe. Nosotros confiamos en el Dios que en Jesucristo ha revelado
de modo completo y definitivo su voluntad de estar con el hombre, de compartir
su historia, para guiarnos a todos a su reino de amor y de vida. Y esta gran
esperanza anima ya veces corrige nuestras esperanzas humanas (…). Esta es la verdadera
razón de la esperanza de la humanidad: la historia tiene un sentido, porque en
ella «habita» la Sabiduría de Dios. Sin embargo, el designio divino no se
cumple automáticamente, porque es un proyecto de amor, y el amor genera
libertad y pide libertad. Ciertamente, el reino de Dios viene, más aún, ya está
presente en la historia Y, gracias a la venida de Cristo, ya ha vencido a la
fuerza negativa del maligno. Pero cada hombre y cada mujer es responsable de
acogerlo en su vida, día tras día (…). Cada vez que el Señor quiere dar un paso
adelante, junto con nosotros, hacia la «tierra prometida», llama primero a
nuestro corazón; espera, por decirlo así, nuestro «sí», tanto en las pequeñas
decisiones como en las grandes” (Benedicto XVI, Ángelus, 3-I-2010).
Se trata, por tanto, de adentrarnos en
este misterio de gracia, de crecer en la intimidad con el Señor en la oración.
Sólo así “cuanto más enraizados estamos en Cristo, cuanto más cercanos estamos
a Jesús, más encontramos la serenidad interior” (Papa Francisco, Homilía del
III Domingo de Adviento de 2017) y podremos ser instrumentos de esperanza, de
alegría y consuelo para nuestros enfermos. Para ayudarles a ellos, y a cuantos
les cuidan, a vivir este tiempo especial de gracia tendremos que dejarnos
inundar de la Misericordia del “Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de
las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar a
los que se encuentran en cualquier tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque, así como abundan en nosotros
los padecimientos de Cristo, así abunda también nuestra consolación por medio
de Cristo. Pues, si somos atribulados, es para consuelo y salvación vuestra; si
somos consolados, es para vuestro consuelo, que muestra su eficacia en la
paciencia con que soportáis los mismos sufrimientos que nosotros. Y es firme
nuestra esperanza acerca de vosotros, porque sabemos que, así como sois solidarios
en los padecimientos, también lo seréis en la consolación” (II Cor 1, 3-7).
Miremos a María. “Ella, desde el momento
de la Anunciación, «esperó con inefable amor de madre» la venida de su Hijo,
Jesucristo” (Prefacio II de Adviento). “Madre
de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer,
esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar,
brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino” (Benedicto XVI, “Spe salvi” 50).
Jornada Mundial del Enfermo
11 de febrero de 2025
Monición de entrada:
El hombre, como nos dice la primera Lectura, ocupa un lugar particular en la creación. La única criatura de la que se dice: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” y “Dios los bendijo”. Los enfermos son especialmente “imagen y semejanza” del Hijo muerto en la Cruz y Resucitado. Son “los hermanos de Cristo paciente” , y especialmente asociados a la redención.
No
podemos desentendernos de ellos ni perdernos en un cuidado formal, sin poner el
corazón si no queremos recibir el reproche de Jesús en el Evangelio de hoy, a
fariseos y algunos escribas. Debemos ofrecer “signos
de esperanza a los enfermos que están en sus casas o en los hospitales. Que sus
sufrimientos puedan ser aliviados con la cercanía de las personas que los
visitan y el afecto que reciben. Las obras de misericordia son igualmente obras
de esperanza, que despiertan en los corazones sentimientos de gratitud. Que esa
gratitud llegue también a todos los agentes sanitarios que, en condiciones no
pocas veces difíciles, ejercitan su misión con cuidado solícito hacia las
personas enfermas y más frágiles (Bula Spes non confundit).
Seamos portadores de esperanza y
consuelo.
Oración de los Fieles:
Elevemos nuestra oración a Dios Padre, en
quien ponemos nuestra esperanza. Lo hacemos por mediación de María, salud de
los enfermos, respondiendo:
R. Padre, en Ti confiamos.
—
Por la Iglesia: para que asumiendo
su vocación maternal acoja en su seno a todos los que se sienten solos y haga
presente el consuelo de Cristo. Oremos.
—
Por nuestros hermanos
enfermos: para que, experimentando el misterio del dolor, sientan también la
presencia cercana y maternal de la Virgen. Oremos.
—
Por todos los consagrados al
servicio de los enfermos y mayores: para que su dedicación y entrega sea
reflejo del rostro misericordioso del Padre para quien nos necesite. Oremos.
—
Por nuestra comunidad
cristiana, nuestra parroquia: para que se muestre siempre cercana a las
necesidades de quienes padecen la tristeza sea un verdadero hogar de acogida,
acompañamiento y servicio para ellas. Oremos.
Escucha, Padre, nuestra oración y danos un corazón compasivo como el de María, para que nos mostremos siempre más atentos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y nos comprometamos, sin miedo, a acompañarlos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Amén y que así sea. Siempre con la esperanza puesta en El.
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