sábado, 11 de noviembre de 2017


Resultado de imagen de el buen samaritano
Líneas de fuerza de una pastoral de la salud
evangélica y evangelizadora

1. El mundo de la salud y la enfermedad, lugar privilegiado para la evangelización
Consideramos que el mundo de la salud y de la enfermedad es hoy, igual que ayer, lugar privilegiado para la nueva evangelización. Por varias razones:

1. En él se viven los acontecimientos fundamentales de la existencia[1]: la salud y la enfermedad, el sufrimiento y la curación, el morir y la muerte, la necesidad de ser asistidos y la prestación de la asistencia.

2. Dichos acontecimientos afectan, antes o después, de la manera más personal y directa, a todo el hombre[2] y a todos los hombres y mujeres por encima de cualquier diferencia. La Iglesia ha de ir a su encuentro, ya que ellos son el camino que ha de recorrer para cumplir su misión[3].

3. En dichos acontecimientos se viven horas cruciales de la existencia humana y se nos plantean, aun sin pretenderlo ni poderlo evitar, los interrogantes últimos de la existencia: el sentido de la vida y la salud, el por qué del dolor y la muerte, etc.[4]

4. El mundo de la salud y de la enfermedad refleja la verdad desnuda de los valores de la cultura y de la sociedad, así como su incidencia en la forma de afrontar y vivir los mencionados acontecimientos. Muestra de ello son la lucha por la vida, el combate del sufrimiento, la entrega generosa... ; pero también, la marginación de ciertos colectivos de enfermos, el ocultamiento de la muerte, la deshumanización de la asistencia, la eutanasia, el aborto....

5. En el mundo de la salud y la enfermedad se percibe la labor de la Iglesia, con sus virtudes y carencias. En él palpamos a diario el vigor y la debilidad de la fe de los cristianos, pero también la incultura e indiferencia religiosa...

6. Y en este mismo mundo se presenta una buena parte de los graves problemas humanos, sociales, éticos y morales a los que se enfrentan hoy la humanidad y la Iglesia y que reclaman una atenta reflexión e iluminación desde la fe.

7. Estos acontecimientos fundamentales son uno de los momentos más propicios para anunciar a Jesucristo, prolongando y actualizando su acción sanante y salvadora[5]. De hecho, fue precisamente en ellos donde el Señor eligió encontrarse más asiduamente con los hombres de su tiempo, en concreto con los enfermos y sus familiares. En su actuación Cristo reveló y realizó la ternura del Padre y su designio de salvación integral del hombre y de todos los hombres, no sólo de los oficialmente enfermos.

8. La acción evangelizadora de la Iglesia en este campo autentifica a la Iglesia, la devuelve a sus raíces y hace creíble el Evangelio que anuncia.[6]

La nueva evangelización tiene, pues, en el ámbito propio de la pastoral de la salud un lugar del todo preferente, y la pastoral de conjunto ha de poner a la pastoral de la salud en el centro de su interés y de sus objetivos nucleares. [Informe Iglesia y Salud. 1995]

 
2. Líneas de fuerza de una Pastoral de la Salud más evangélica y evangelizadora
La reflexión y el intercambio de experiencias llevados a cabo en los últimos años, en nuestras iglesias locales, en la iglesia española y en la universal, han contribuído a perfilar los grandes objetivos y tareas en los que debe embarcarse la pastoral de la salud en sus diferentes ámbitos: parroquial, hospitalario, diocesano, interdiocesano y nacional. Pedagógicamente, los he plasmado en cinco grandes líneas, que vienen a ser como los grandes indicadores que marcan el camino a seguir:

1. La pastoral de la salud ha de estar al servicio de la vida, en todas sus manifestaciones, desde el comienzo hasta el final de la existencia terrena. 2. Ha de trabajar para que el enfermo sea tratado como persona y como un miembro activo de la comunidad. 3. Los enfermos más necesitados y desasistidos han de ocupar un lugar preferencial en su programación y el quehacer de cada día. 4. Su acción ha de abarcar también a la familia del enfermo. 5. Finalmente, la pastoral de la salud es misión y responsabilidad de toda la comunidad cristiana que ha de ejercerla en el nombre del Señor y de la Iglesia.

1.ª   SERVIDORES DE LA VIDA. “He venido para que tengáis vida y la tengáis en abundancia” (Jn 10,10). De una pastoral de ayuda a “bien morir” (partoral “sacramentalista y ocasional”), a una pastoral de ayuda a “vivir sanamente” (cristianamente) la salud, la enfermedad, la muerte y la asistencia (pastoral “evangelizadora y de acompañamiento”).

La pastoral de enfermos se ha centrado, durante años y siglos, sobre todo en ayudar al cristiano a bien morir, es decir, en lograr que muera preparado habiendo recibido los últimos auxilios (sacramentos). En consecuencia, la pastoral de enfermos había de ser sacramentalista y ocasional, en el momento cercano a la muerte.

Los aires del Vaticano II y de la nueva cultura llegaron también a esta pastoral y poco a poco fuimos descubriendo nuevas perspectivas y caminos: El ser humano necesita ciertamente ayuda para bien morir, pero igualmente para vivir con sentido la salud que posee y/o busca, la enfermedad cuando se presenta en él o en sus allegados y la muerte cuando le ha llegado su hora. Por ello, la pastoral ya no puede centrarse exclusivamente en el sacramento, como preparación para el más allá, sino en el anuncio de la Buena Nueva de Jesús de Nazaret para vivir con sentido esas grandes realidades de la existencia. Este cambio de perspectiva ha descubierto a la Iglesia nuevas formas de servir al hombre de hoy. He aquí algunas:

1.ª Educar para vivir la salud, la enfermedad y la muerte, así como el trabajo sanitario.

“La Iglesia ha de asumir la tarea de educar para vivir con sentido la salud, la enfermedad y el morir, lo mismo que se ocupa de educar para la paz, el amor y otras realidades de la vida” (Congreso sobre Evangelización y hombre de hoy)

1. Evangelizar la salud, constituye un reto que la Iglesia ha de afrontar inspirándose y siendo fiel a Jesús, dice el mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral con motivo del Día del Enfermo 1991. Para lo cual invitan a las comunidades cristianas, a los movimientos apostólicos, a las instituciones sanitarias y educativas de la Iglesia y a todos los cristianos a plantearse su tarea y colaboración en este campo y proponen pistas como:

  Vivir la salud como un don de Dios que hemos de disfrutar y cuidar y no como un bien absoluto al que haya que subordinar todo lo demás.

  Promover la salud integral abierta a la salvación plena.

  Colaborar en iniciativas y programas que fomenten una vida sana, tales como la lucha por un medio ambiente y unas condiciones de vida saludables para todos, el logro de estructuras justas y humanas....

2. Preparar al hombre de hoy para que pueda afrontar de forma madura las realidades humanas del enfermar, del sufrir y del morir cuando se presenten en su vida o en la de sus allegados, es una actividad que la Iglesia puede y debe desempeñar con todo esmero, utilizando los cauces formativos de que dispone.

 
2.ª Acompañar al enfermo en su proceso para que lo viva sanamente.

La enfermedad es una de las situaciones límites de la existencia. Afecta a toda la persona y pone en crisis su relación con ella misma, con los demás y con Dios. Es - como dicen las Orientaciones pastorales sobre la asistencia religiosa en el hospital - una experiencia ambigua que puede hundir y destruir a la persona que la padece, o ayudarla a crecer y madurar; encerrarla en sí misma, o servirle de ocasión para abrirse y entregarse a los demás; alejarla de Dios o acercarle más a El.

Para vivir sanamente el proceso de su enfermedad y de su muerte, cada enfermo necesita la ayuda y el apoyo de alguien que sepa acompañarle con un estilo de presencia nuevo: una presencia inspirada y dinamizada por el amor; una presencia que sabe adaptarse a cada persona, respetándola profundamente en su historia, sus creencias, etc.; una presencia que le ayuda al enfermo a echar mano de sus recursos curativos, a liberarse de todo aquello que le angustia y hace sufrir; una presencia que sea capaz de reavivar en él las ganas de vivir y le permita encontrar el “sentido” a cuanto le pasa, convivir con su enfermedad, asumir serena y cristianamente lo incurable y la muerte.


3.ª Esclarecer los grandes problemas éticos que se plantean en el campo de la salud.

En el campo de la salud se plantean delicados y graves problemas de naturaleza ética. Están relacionados con el comienzo o el final de la vida, con el ejercicio de la profesión o con la organización de las estructuras sanitarias, con la investigación o con las conquistas ciéntíficas y técnicas de la asistencia.

La Iglesia y los cristianos deben intervenir decididamente con valentía y clarividencia para salvaguardar valores y derechos esenciales vinculados con la dignidad y el destino supremo de la persona humana” (Dolentium Hominum 5)

2.ª EL ENFERMO ES ALGUIEN, NO ALGO. “Lo que hicisteis a uno de esos hermanos míos más insignificantes a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40) “¿Quieres ponerte sano?.. Levántate, carga con tu camilla y echa a andar” (Jn 5,6.8) “Márchate a tu casa con los tuyos ..” (Mc 5,19). De una pastoral que “cosifica” al enfermo (“paternalista”) a una pastoral que lo trata como persona, como a Jesús mismo, y lo integra en la comunidad.

En el campo sanitario, el enfermo es tratado, con frecuencia, no como persona sino como un número, un caso interesante, una enfermedad, un mero consumidor de servicios y medicamentos. En la pastoral, a menudo, ha sido considerado como mero receptor pasivo de cuidados y destinatario de la caridad de los demás, cuya única actividad consiste en rezar y sufrir por los demás.

Sin embargo, tanto en la sanidad como en la Iglesia se ha dado un cambio de actitud ante el enfermo. La OMS proclamaba en uno de sus documentos: “Es de capital importancia que se promueva una toma de conciencia de que cada individuo es responsable de su propia salud. Es preciso animarle a que cuente con sus propias fuerzas, consigo mismo” . Y Juan Pablo II en la Christifideles Laici nº 54 dice: “El enfermo ha de recuperar el verdadero puesto en la comunidad “no simplemente como término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y responsable de la evangelización”

Este cambio de perspectiva conduce a la pastoral de la salud a plantearse las tareas siguientes:


1.ª Renovar la pastoral de los sacramentos de los enfermos.

“Toda la pastoral de enfermos - dicen las Orientaciones del Ritual - encuentra plena culminación en la celebración de los sacramentos. Será necesario revisar una pastoral exclusivamente “sacramentalista” reducida al empeño de hacer aceptar los sacramentos”

La renovación de la pastoral de los sacramentos de los enfermos, tanto en sus aspectos doctrinales como en los prácticos, es tan sólo una tarea pendiente que exige el esfuerzo y la entrega de sacerdotes, fieles, comunidades cristianas, teólogos, catequetas y pastoralistas. Es urgente una catequesis que ayude a los fieles a descubrir el significado de los sacramentos y a celebrarlos con fe consciente y con sereno abandono en la misericordia del Padre.

 
2.ª Colaborar en la humanización de la asistencia al enfermo.

La humanización de la asistencia al enfermo implica - según los obispos - humanizar la política sanitaria y trabajar para que las instituciones sanitarias estén al servicio del enfermo y no de intereses ideológicos, políticos, ecomómicos o sindicales. Comporta ingualmente humanizar la relación que guardan con el enfermo todos los que le asisten y cuidan. Exige, finalmente, humanizar nuestra propia persona. Nuestra humanidad, manifestada en la comunión y entrega al enfermo, es la mejor medicina que podemos ofrecerle, y su humanidad es el gran regalo que él nos hace.


3.ª Estimular y facilitar la presencia activa y plena de los enfermos en las comunidades cristianas y dejarse evangelizar por ellos.

Una comunidad cristiana en la que sus miembros sanos y enfermos se aceptan, conviven y se ayudan mutuamente, es una comunidad sana. Una comunidad cristiana en la que no se cuenta con los enfermos, se empobrece, más aún, es una comunidad enferma. Por ello, ha de acercarse a los enfermos en actitud de dejarse evangelizar, reconocer la misión que tienen dentro de la comunidad y facilitarles el desempeño de la misma.

“Su servicio - decía Pablo VI - sería inestimable en la catequesis y educación de la fe, a la que aportarían el testimonio de su fe vivida en la pobreza y el dolor de sus limitaciones y desde la que despertarían la conciencia de toda la comunidad para que viva más cerca de los pobres y promueva con mayor convicción una sociedad más justa, fraterna y solidaria”.

Como dicen los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral en su mensaje del Día del Enfermo de 1986, el enfermo evangeliza:

   Siendo testigo que nos ayuda a ser realistas porque nos recuerda que somos frágiles, limitados, mortales, pero con enormes posibilidades.

   Siendo testigo que enseña a relativizar valores y formas de vida. "Vosotros, que vivís bajo la prueba de la limitación, del dolor y de la soledad interior..., sois para nosotros una constante lección que nos invita a realitivar tantos valores y formas de vida" Juan Pablo II a los enfermos. Zaragoza 1982

   Siendo testigo que nos llama a vivir y recuperar valores fundamentales del Evangelio: la alegría del servicio, la paciencia activa, lo gratuito, el poder de la ternura, apreciar y vivir el ahora...

   Invitando, desde su situación, a la solidaridad humana. "El sufrimiento está también para irradiar el amor al hombre... El mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa otro mundo: el del amor humano.. desinteresado" (Juan Pablo II, Salvifici Doloris 29)

   Siendo testigo vivo de que en medio de la enfermedad es posible mantener el vigor de la esperanza, la paz serena e incluso la alegría.

   Mostrando el rostro de Jesús y lo más original y llamativo del Dios cristiano: un Dios sufriente que comparte por amor el dolor del hombre, hasta el fondo, y así nos salva.

   El enfermo evangeliza a la comunidad cristiana al descubrirle que, como él, es una Iglesia necesitada y débil, es peregrina, está crucificada y mostrarle el rostro de Cristo que le interpela y le invita a servirle.

4.ª Colaborar en la integración de los enfermos en la sociedad.

Una de las causas de la marginación de los enfermos en nuestra sociedad son los valores sobre los que está contruída: la salud, la eficacia, el bienestar, la belleza y el poder. Por ello, la integración de los enfermos en la misma no es tarea fácil. Implica, por una parte, la rehabilitación de los enfermos para insertarse lo más posible en la vida de la sociedad, y por otra, la superación de las barreras que lo impiden. Cuando los sanos acepten a los enfermos como tales, reconozcan su dignidad y sus derechos y no les rechacen ni aislen; cuando tomen conciencia de que también ellos son limitados, vulnerables y débiles y aprendan juntos a vivir una vida autènticamente humana, se hará realidad la integración de los enfermos en la sociedad.

3.ª JUNTO A LOS MAS NECESITADOS Y DESASISTIDOS. “Anda, haz tú lo mismo” (Lc 10, 37) De una pastoral de “conservación” a una pastoral “evangélica y misionera”.

Los pobres en nuestra sociedad tienen rostros concretos: los ancianos enfermos que viven solos y abandonados en sus casas o que andan de hospital en hospital, los enfermos crónicos faltos de medios económicos y de personas que les atiendan, los enfermos terminales que mueren bien asistidos técnicamente pero faltos de calor humano, los enfermos mentales a quienes se niega la comprensión y cariño que necesitan, los enfermos drogodependientes y de SIDA que despiertan miedo y rechazo en torno a ellos.

“Su abandono y desamparo son un reflejo de la insolidaridad que padecemos, de nuestra creciente apatía, indiferencia e inhibición y de nuestro alejamiento de los valores evangélicos”.

Hoy hay tres clases de desasistidos: Los "marginados" (extranjeros, vagabundos, delincuentes, drogodependientes, enfermos de SIDA.); los "olvidados" (ancianos, crónicos..); los "abandonados" (enfermos mentales, terminales, ancianos enfermos, minusválidos psíquicos...).

Una Iglesia evangélica, que que quiere ser fiel a Jesús y a su mensaje, ha de estar junto a los enfermos más desasistidos y atenderles con la misma solicitud con que El lo hizo. Una Iglesia evangélica ha de ser solidaria con los que sufren más, estar cercana a los más solos, ponerse al servicio de los desasistidos, defender con firmeza a los indefensos, luchar con ellos y denunciar con valentía las situaciones injustas en que se encuentran y trabajar por erradicar las causas que las provocan, promocionar todo aquello que crea comunión entre los desvalidos... Para ello la pastoral de la salud en la comunidad cristiana ha de impulsar las siguientes tareas:


1.ª Descubrir quiénes son los enfermos más necesitados y desasistidos y estudiar su situación y necesidades.

Es la primera tarea a realizar: descubrir quiénes son en concreto en la comunidad cristiana los más desasistidos, conocerles, estudiar su situación y las causas de la misma, y detectar sus principales necesidades.

 
2.ª Promover acciones prácticas y eficaces para atenderlos.

Descubiertos los más desasistidos, hay que promover las acciones prácticas y eficaces para remediar o al menos aliviar sus necesidades, que muestren que la comunidad cristiana está a su lado. Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral, en su mensaje del Día del Enfermo 1988, enumeran las siguientes:

  Crear una nueva sensibilidad colectiva y promover un cambio en la actitud ciudadana ante estos enfermos. Es necesario romper entre todos el cerco de marginación social en que se encuentran atrapados.

  Apoyar y colaborar en toda clase de iniciativas, actividades y asociaciones que persigan una atención más adecuada a los enfermos más abandonados.

  Promover una transformación real de las instituciones sociopolíticas y religiosas que generan o consienten el abandono y la marginación de estos enfermos.

  Apoyar y alentar la labor abnegada que desarrollan en este campo los grupos de pastoral de la salud, las asociaciones y movimientos de enfermos, las religiosas y religiosos y los profesionales sanitarios.

  Potenciar el voluntariado en favor de estos enfermos.

 

3.ª Abrirnos a los enfermos más necesitados y desasistidos del mundo.

No basta con promover la atención a los desasistidos que hay en la comunidad cristiana, hay que despertar igualmente una preocupación por los enfermos más desasistidos del mundo, que se plasme en ayudas concretas.

4.ª LA FAMILIA TAMBIEN CUENTA. “Al verla, el Señor tuvo compasión y le dijo: No llores” (Lc 7,13). “Vete que tu hijo vive” (Jn 4, 50) De una pastoral centrada sólo en el enfermo a una pastoral que se ocupa también de la familia.

La enfermedad afecta también a la familia, a veces profundamente. Cambia sus planes y trastorna su ritmo de vida. Es fuente de inquietud y de dolor, de conflictos y desequilibrios emocionales y pone a prueba los valores sobre los que se asienta. La enfermedad constituye también para la familia una experiencia dolorosa y dura. Por otra parte, el papel de la familia del enfermo es fundamental e insustituíble. El enfermo necesita su cariño y sus cuidados para sentirse seguro, su comprensión y paciencia para no verse como una carga y un estorbo, y necesita su compañía y apoyo para poder afrontar con realismo y asumir con paz la enfermedad y la muerte.

Por ello, la pastoral de la salud ha de ocuparse tambien de la familia del enfermo.

Es necesario un empeño pastoral generoso, inteligente y prudente hacia las familias que pasan por situaciones difíciles. Estas son, por ejemplo, las familias con hijos minusválidos o drogadictos, las familias de los alcoholizados, los ancianos.. la dolorosa experiencia de la viudez, de la muerte de un familiar, que mutila y transforma en profundidad el núcleo original de la familia”. (Familiaris Consortio 85)

La pastoral de la salud ha de impulsar en las comunidades cristianas, como sugieren los obispos en su Mensaje del Día del Enfermo de 1989, las actividades siguientes:

1.   Preparar a las familias para afrontar la prueba de la enfermedad y de la muerte de uno de los suyos y para desempeñar su papel.

2.   Ejercer la solidaridad y la cercanía con las familias que cuentan con algún miembro enfermo, especialmente con las que se ven impotentes para sobrellevarlo solas, y ofrecerles la Palabra del Señor, la oración y el servicio generoso de la comunidad para atenderles en sus necesidades.

3.   Valorar la entrega de las familias que cuidan con amor solícito y paciente a sus enfermos y difundir su testimonio en la comunidad.

4.   Acompañar a las familias que han perdido a un ser querido.

5.   Apoyar y colaborar en toda clase de iniciativas, actividades y asosiaciones que pretendan una atención más adecuada a las familias de los enfermos.

5.ª TODOS RESPONSABLES EN EL NOMBRE DEL SEÑOR Y DE LA IGLESIA. “Los envió a proclamar el reinado de Dios y a curar a los enfermos... Ellos fueron de aldea en aldea, anunciando la buena noticia y curando en todas partes” (Lc 9, 2.6) De una pastoral “clericalizada e individualista” a una pastoral “eclesial y comunitaria”

“Si es verdad que los obispos, presbíteros y diáconos, por razón de su ministerio, deben manifestar su preferencia por los enfermos, la obligagación de atenderles es cometido de todos y cada uno de los componentes de la comunidad cristiana” (Ritual de la Unción 47)

Jesús ha confiado a su Iglesia la misión de asistir y cuidar a los enfermos. Todos los miembros de la Iglesia participan de su misión, si bien cada uno ha de realizarla en función del carisma recibido y del ministerio que la Iglesia le ha encomendado, pero siempre corresponsablemente con los demás para así hacer transparente el verdadero ser de la Iglesia.

“La pastoral del sufrimiento es parte integrante de la pastoral de conjunto y no un aspecto suyo separado o separable. Sin esta parte integrante, toda actividad pastoral es manca y está privada de un rasgo fundamental. Toda la asamblea eclesial es y debe ser sujeto de la pastoral sanitaria, directa o indirectamente. No basta que en su interior haya organismos específicamente dedicados a la pastoral sanitaria; éstos son necesarios pero no suficientes”.

 
1.ª Sensibilizar a toda la comunidad cristiana sobre su misión de evangelizar curando y ayudar a todos los miembros de la misma a desempeñar su tarea en este campo.

Sensibilizar a toda la comunidad cristiana es hoy una tarea prioritaria. Durante años ha delegado la misión de evangelizar curando, a las personas, congregaciones o grupos de la comunidad que se ocupaban de los enfermos. Ha terminado, en muchos casos, por vivir de espaldas a ellos, desconociendo sus problemas y perdiendo su capacidad de asistirles, cuidarles y ayudarles a vivir.

 
2.ª Apoyar a los que en nombre de la comunidad asisten a los enfermos y facilitarles su formación específica y permanente.

Es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana atender y cuidar a los miembros de la misma que hacen palpable su solidaridad y solicitud con los enfermos. Por ello ha de preocuparse y poner los medios para:

  Conocer a los miembros de la comunidad que se ocupan de los enfermos, su forma de actuar, sus necesidades..

  Procurar que sean personas no sólo de buena voluntad, sino con unas cualidades para desempeñar una misión tan delicada: capaces de dar testimonio de su fe y de transmitir esperanza, personas con sentido común, discretas, sanas y equilibradas mental y afectivamente, con sentido común, con una formación religiosa...

  Reconocer, valorar y apoyar su labor a fin de que no se sientan aislados y solos.

  Fomentar en ellos el "sentido de Iglesia": que sean conscientes de que la comunidad cristiana les encomienda a "sus enfermos" y les envía a visitarles, acompañarles y cuidarles en su nombre.

  Facilitarles la formación que les ayude a madurar personalmente, a conocer el mundo del enfermo y a capacitarse para el desempeño de su misión.

3.ª Promover un laicado cristiano comprometido en el mundo sanitario.

En la comunidad cristiana hay profesionales (médicos, enfermeras, auxiliares, administrativos...) que trabajan en el mundo sanitario, en el hospital, en el centro de salud, etc. Estamos en la hora del laicado. La comunidad cristiana tiene también una responsabilidad y unas tareas que llevar a cabo en relación con estos profesionales.

   Promover un laicado comprometido en la sanidad, que aúne la competencia técnica y la honradez de su trabajo con la cercanía y entrega al enfermo y que asuma su responsabilidad en el campo social y político.

   Ayudarle a descubrir y vivir la dimensión evangélica y evangelizadora en su trabajo y apoyarle en su tarea de mejorar la asistencia integral a los enfermos y de luchar por unas condiciones que mejoren la calidad de vida de los sanos y de los enfermos. y a descubrir la dimensión ética y el sentido que encierra la asistencia sanitaria.

   Valorar su labor realizada tantas veces con generosidad y dedicación ejemplar en medio de condiciones difíciles.

   Contar con su valiosa colaboración para llevar a la comunidad parroquial la preocupación por la Sanidad con el fin de que sus miembros la conozcan mejor y se comprometan en la solución de sus problemas.

4.ª Impulsar la coordinación de todos los agentes de pastoral de la salud entre sí y con los demás.

La pastoral de la salud en la comunidad cristiana ha de servir de encuentro, comunicación y coordinación de las personas y de grupos cristianos que, dentro del ámbito de la parroquia, se interesan por promover acciones de servicio y asistencia al enfermo.

A veces, dentro de la parroquia, solamente existe el grupo de pastoral de enfermos. Pero, puede haber varios grupos que se ocupan de los enfermos: Hospitalidad de Lourdes, Fraternidad Cristiana de Enfermos y Minusválidos, Legión de María, Conferencias de San Vicente de Paul, etc. La Pastoral de la Salud debe ayudar a aunar fuerzas, sin trabajar de manera dispersa y aislada, cada uno por su cuenta y sin relacionarse con los demás. No se trata de ahogar actividades o monopolizar la atención a los enfermos. Hay que respetar la autonomía y peculiaridad de cada grupo. Lo importante es mantener buena relación y colaborar juntos para responder mejor a las necesidades de los enfermos.

"Se impone una coordinación para que ninguna de las necesidades de los enfermos quede desatendida y a todos llegue el consuelo. Y ello no sólo por razón de una buena organización, sino porque forman una comunidad cristiana" (Ritual Unción 58)

Por otra parte, cada vez se ve más conveniente el contacto y la coordinación de los grupos de pastoral de la salud de una comunidad cristiana con los de las demás comunidades cristianas de la zona o arciprestazgo y con los de la diócesis. La Delegación Diocesana de Pastoral de la Salud ha de promover encuentros de los grupos parroquiales, ya que son un medio excelente para estimularse y enriquecerse en el desempeño de su misión.

Rudesindo Delgado



[1] Juan Pablo II, DH (Dolentium Hominum) 3
[2] «La enfermedad y el dolor no son experiencias que afectan exclusivamente a la condición corporal del hombre, sin a todo el hombre en su integridad» Juan Pablo II, DH 2
[3] Juan Pablo II, RH 14,21; SD 3
[4] GS 10; SD 9
[5] «Queremos señalar las posibilidades evangelizadoras que se presentan muchas veces con ocasión de la enfermedad y de la muerte; son momentos de especial necesidad y receptividad de la Palabra de Dios y de su gracia, tanto para el enfermo como para sus familias» Plan Pastoral para la Conferencia Episcopal Española (1994-1997), p. 35
[6] «El Evangelio ilumina también las situaciones de sufrimiento en la enfermedad. En ellas, los cristianos están llamados a mostrar la cercanía de la Iglesia para con los enfermos y discapacitados y con los que con profesionalidad y humanidad trabajan por su salud.» Mensaje del Sínodo al Pueblo de Dios. 2012
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario