Líneas de fuerza de una pastoral de la salud
evangélica y evangelizadora
1. El mundo de la salud y la enfermedad, lugar privilegiado para
la evangelización
Consideramos que el mundo de la salud y de la enfermedad es hoy,
igual que ayer, lugar privilegiado para la nueva evangelización. Por varias
razones:
1. En él se viven los acontecimientos
fundamentales de la existencia[1]: la salud y la enfermedad, el
sufrimiento y la curación, el morir y la muerte, la necesidad de ser asistidos
y la prestación de la asistencia.
2. Dichos acontecimientos afectan,
antes o después, de la manera más personal y directa, a todo el hombre[2] y a todos los hombres y mujeres por encima de cualquier diferencia.
La Iglesia ha de ir a su encuentro, ya que ellos son el camino que ha de
recorrer para cumplir su misión[3].
3. En dichos acontecimientos se viven horas cruciales de la
existencia humana y se nos plantean,
aun sin pretenderlo ni poderlo evitar, los
interrogantes últimos de la existencia: el sentido de la vida y la salud,
el por qué del dolor y la muerte, etc.[4]
4. El mundo de la salud y de la enfermedad refleja la verdad desnuda de los
valores de la cultura y de la sociedad, así como su incidencia en la forma
de afrontar y vivir los mencionados acontecimientos. Muestra de ello son la
lucha por la vida, el combate del sufrimiento, la entrega generosa... ; pero
también, la marginación de ciertos colectivos de enfermos, el ocultamiento de
la muerte, la deshumanización de la asistencia, la eutanasia, el aborto....
5. En el mundo de la salud y la enfermedad se percibe la labor de la Iglesia, con sus virtudes y carencias. En
él palpamos a diario el vigor y la debilidad de la fe de los cristianos, pero
también la incultura e indiferencia religiosa...
6. Y en este mismo mundo se presenta una buena parte de los graves problemas humanos, sociales, éticos y
morales a los que se enfrentan hoy la humanidad y la Iglesia y que reclaman
una atenta reflexión e iluminación desde la fe.
7. Estos acontecimientos fundamentales son uno de los momentos más propicios para anunciar a Jesucristo,
prolongando y actualizando su acción sanante y salvadora[5]. De hecho, fue precisamente en
ellos donde el Señor eligió encontrarse más asiduamente con los hombres de su
tiempo, en concreto con los enfermos y sus familiares. En su actuación Cristo
reveló y realizó la ternura del Padre y su designio de salvación integral del
hombre y de todos los hombres, no sólo de los oficialmente enfermos.
8. La acción evangelizadora de la Iglesia en este campo
autentifica a la Iglesia, la devuelve a sus raíces y hace creíble el Evangelio que anuncia.[6]
La nueva evangelización tiene, pues, en el ámbito propio de la
pastoral de la salud un lugar del todo preferente, y la pastoral de conjunto ha
de poner a la pastoral de la salud en el centro de su interés y de sus
objetivos nucleares. [Informe Iglesia y
Salud. 1995]
2. Líneas de fuerza de
una Pastoral de la Salud más evangélica y evangelizadora
La reflexión y el intercambio de
experiencias llevados a cabo en los últimos años, en nuestras iglesias locales,
en la iglesia española y en la universal, han contribuído a perfilar los
grandes objetivos y tareas en los que debe embarcarse la pastoral de la salud
en sus diferentes ámbitos: parroquial, hospitalario, diocesano, interdiocesano
y nacional. Pedagógicamente, los he plasmado en cinco grandes líneas, que
vienen a ser como los grandes indicadores que marcan el camino a seguir:
1.
La pastoral de la salud ha de estar al servicio de la vida, en todas sus
manifestaciones, desde el comienzo hasta el final de la existencia terrena. 2. Ha de trabajar para que el enfermo
sea tratado como persona y como un miembro activo de la comunidad. 3. Los enfermos más necesitados y
desasistidos han de ocupar un lugar preferencial en su programación y el quehacer
de cada día. 4. Su acción ha de
abarcar también a la familia del enfermo. 5.
Finalmente, la pastoral de la salud es misión y responsabilidad de toda la
comunidad cristiana que ha de ejercerla en el nombre del Señor y de la Iglesia.
1.ª SERVIDORES DE LA VIDA. “He venido para que tengáis vida y
la tengáis en abundancia” (Jn 10,10). De
una pastoral de ayuda a “bien morir” (partoral
“sacramentalista y ocasional”), a una pastoral de ayuda a “vivir sanamente”
(cristianamente) la salud, la enfermedad, la muerte y la asistencia (pastoral “evangelizadora y de
acompañamiento”).
La pastoral de enfermos se ha
centrado, durante años y siglos, sobre todo en ayudar al cristiano a bien
morir, es decir, en lograr que muera preparado habiendo recibido los últimos
auxilios (sacramentos). En consecuencia, la pastoral de enfermos había de ser
sacramentalista y ocasional, en el momento cercano a la muerte.
Los aires del Vaticano II y de la
nueva cultura llegaron también a esta pastoral y poco a poco fuimos
descubriendo nuevas perspectivas y caminos: El ser humano necesita ciertamente
ayuda para bien morir, pero igualmente para vivir con sentido la salud que
posee y/o busca, la enfermedad cuando se presenta en él o en sus allegados y la
muerte cuando le ha llegado su hora. Por ello, la pastoral ya no puede
centrarse exclusivamente en el sacramento, como preparación para el más allá,
sino en el anuncio de la Buena Nueva de Jesús de Nazaret para vivir con sentido
esas grandes realidades de la existencia. Este cambio de perspectiva ha
descubierto a la Iglesia nuevas formas de servir al hombre de hoy. He aquí
algunas:
1.ª Educar para vivir la salud, la
enfermedad y la muerte, así como el trabajo sanitario.
“La Iglesia ha de asumir la tarea de educar para vivir con sentido la
salud, la enfermedad y el morir, lo mismo que se ocupa de educar para la paz,
el amor y otras realidades de la vida” (Congreso
sobre Evangelización y hombre de hoy)
1. Evangelizar la salud, constituye un reto que la Iglesia ha de
afrontar inspirándose y siendo fiel a Jesús, dice el mensaje de los obispos de
la Comisión Episcopal de Pastoral con motivo del Día del Enfermo 1991. Para lo
cual invitan a las comunidades cristianas, a los movimientos apostólicos, a las
instituciones sanitarias y educativas de la Iglesia y a todos los cristianos a
plantearse su tarea y colaboración en este campo y proponen pistas como:
• Vivir
la salud como un don de Dios que hemos de disfrutar y cuidar y no como un bien
absoluto al que haya que subordinar todo lo demás.
• Promover
la salud integral abierta a la salvación plena.
• Colaborar
en iniciativas y programas que fomenten una vida sana, tales como la lucha por
un medio ambiente y unas condiciones de vida saludables para todos, el logro de
estructuras justas y humanas....
2. Preparar al hombre
de hoy para que pueda afrontar de forma madura las realidades humanas del
enfermar, del sufrir y del morir cuando se presenten en su vida o en la de sus
allegados, es una actividad que la Iglesia puede y debe desempeñar con todo
esmero, utilizando los cauces formativos de que dispone.
2.ª Acompañar al enfermo en su
proceso para que lo viva sanamente.
La enfermedad es una de las
situaciones límites de la existencia. Afecta a toda la persona y pone en crisis
su relación con ella misma, con los demás y con Dios. Es - como dicen las
Orientaciones pastorales sobre la asistencia religiosa en el hospital - una
experiencia ambigua que puede hundir y destruir a la persona que la padece, o
ayudarla a crecer y madurar; encerrarla en sí misma, o servirle de ocasión para
abrirse y entregarse a los demás; alejarla de Dios o acercarle más a El.
Para vivir sanamente
el proceso de su enfermedad y de su muerte, cada enfermo necesita la ayuda y el
apoyo de alguien que sepa acompañarle con un estilo de presencia nuevo: una
presencia inspirada y dinamizada por el amor; una presencia que sabe adaptarse
a cada persona, respetándola profundamente en su historia, sus creencias, etc.;
una presencia que le ayuda al enfermo a echar mano de sus recursos curativos, a
liberarse de todo aquello que le angustia y hace sufrir; una presencia que sea
capaz de reavivar en él las ganas de vivir y le permita encontrar el “sentido”
a cuanto le pasa, convivir con su enfermedad, asumir serena y cristianamente lo
incurable y la muerte.
3.ª Esclarecer los grandes problemas
éticos que se plantean en el campo de la salud.
En el campo de la salud se plantean
delicados y graves problemas de naturaleza ética. Están relacionados con el
comienzo o el final de la vida, con el ejercicio de la profesión o con la
organización de las estructuras sanitarias, con la investigación o con las
conquistas ciéntíficas y técnicas de la asistencia.
“La Iglesia y los
cristianos deben intervenir decididamente con valentía y clarividencia para
salvaguardar valores y derechos esenciales vinculados con la dignidad y el
destino supremo de la persona humana” (Dolentium Hominum 5)
2.ª EL ENFERMO ES ALGUIEN, NO ALGO. “Lo que hicisteis a uno de esos
hermanos míos más insignificantes a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40) “¿Quieres
ponerte sano?.. Levántate, carga con tu camilla y echa a andar” (Jn 5,6.8)
“Márchate a tu casa con los tuyos ..” (Mc 5,19). De una pastoral que “cosifica” al enfermo (“paternalista”) a una pastoral que lo trata como persona, como a
Jesús mismo, y lo integra en la comunidad.
En el campo sanitario, el enfermo es
tratado, con frecuencia, no como persona sino como un número, un caso
interesante, una enfermedad, un mero consumidor de servicios y medicamentos. En
la pastoral, a menudo, ha sido considerado como mero receptor pasivo de
cuidados y destinatario de la caridad de los demás, cuya única actividad
consiste en rezar y sufrir por los demás.
Sin embargo, tanto en la sanidad
como en la Iglesia se ha dado un cambio de actitud ante el enfermo. La OMS
proclamaba en uno de sus documentos: “Es
de capital importancia que se promueva una toma de conciencia de que cada
individuo es responsable de su propia salud. Es preciso animarle a que cuente
con sus propias fuerzas, consigo mismo” . Y Juan Pablo II en la Christifideles
Laici nº 54 dice: “El enfermo ha de
recuperar el verdadero puesto en la comunidad “no simplemente como término del amor y del servicio de la Iglesia, sino
más bien como sujeto activo y responsable de la evangelización”
Este cambio de
perspectiva conduce a la pastoral de la salud a plantearse las tareas
siguientes:
1.ª Renovar la pastoral de los
sacramentos de los enfermos.
“Toda la pastoral de
enfermos - dicen
las Orientaciones del Ritual - encuentra
plena culminación en la celebración de los sacramentos. Será necesario revisar
una pastoral exclusivamente “sacramentalista” reducida al empeño de hacer
aceptar los sacramentos”
La renovación de la
pastoral de los sacramentos de los enfermos, tanto en sus aspectos doctrinales
como en los prácticos, es tan sólo una tarea pendiente que exige el esfuerzo y
la entrega de sacerdotes, fieles, comunidades cristianas, teólogos, catequetas
y pastoralistas. Es urgente una catequesis que ayude a los fieles a descubrir
el significado de los sacramentos y a celebrarlos con fe consciente y con
sereno abandono en la misericordia del Padre.
2.ª Colaborar en la humanización de la asistencia al enfermo.
La humanización de la
asistencia al enfermo implica - según los obispos - humanizar la política
sanitaria y trabajar para que las instituciones sanitarias estén al servicio
del enfermo y no de intereses ideológicos, políticos, ecomómicos o sindicales.
Comporta ingualmente humanizar la relación que guardan con el enfermo todos los
que le asisten y cuidan. Exige, finalmente, humanizar nuestra propia persona.
Nuestra humanidad, manifestada en la comunión y entrega al enfermo, es la mejor
medicina que podemos ofrecerle, y su humanidad es el gran regalo que él nos
hace.
3.ª Estimular y facilitar la
presencia activa y plena de los enfermos en las comunidades cristianas y
dejarse evangelizar por ellos.
Una comunidad cristiana en la que
sus miembros sanos y enfermos se aceptan, conviven y se ayudan mutuamente, es
una comunidad sana. Una comunidad cristiana en la que no se cuenta con los
enfermos, se empobrece, más aún, es una comunidad enferma. Por ello, ha de
acercarse a los enfermos en actitud de dejarse evangelizar, reconocer la misión
que tienen dentro de la comunidad y facilitarles el desempeño de la misma.
“Su servicio - decía Pablo VI - sería inestimable en la catequesis y
educación de la fe, a la que aportarían el testimonio de su fe vivida en la
pobreza y el dolor de sus limitaciones y desde la que despertarían la
conciencia de toda la comunidad para que viva más cerca de los pobres y
promueva con mayor convicción una sociedad más justa, fraterna y solidaria”.
Como dicen los Obispos de la
Comisión Episcopal de Pastoral en su mensaje del Día del Enfermo de 1986, el enfermo evangeliza:
• Siendo testigo que nos ayuda a ser realistas porque nos
recuerda que somos frágiles, limitados, mortales, pero con enormes
posibilidades.
• Siendo
testigo que enseña a relativizar valores
y formas de vida. "Vosotros, que
vivís bajo la prueba de la limitación, del dolor y de la soledad interior...,
sois para nosotros una constante lección que nos invita a realitivar tantos
valores y formas de vida" Juan Pablo II a los enfermos. Zaragoza 1982
• Siendo testigo que nos
llama a vivir y recuperar valores
fundamentales del Evangelio: la alegría del servicio, la paciencia activa,
lo gratuito, el poder de la ternura, apreciar y vivir el ahora...
• Invitando, desde su
situación, a la solidaridad humana. "El sufrimiento está también para
irradiar el amor al hombre... El mundo del sufrimiento humano invoca sin pausa
otro mundo: el del amor humano.. desinteresado" (Juan Pablo II,
Salvifici Doloris 29)
• Siendo
testigo vivo de que en medio de la enfermedad es posible mantener el vigor de
la esperanza, la paz serena e incluso la alegría.
• Mostrando
el rostro de Jesús y lo más original
y llamativo del Dios cristiano: un Dios sufriente que comparte por amor el
dolor del hombre, hasta el fondo, y así nos salva.
• El
enfermo evangeliza a la comunidad cristiana al descubrirle que, como él, es una
Iglesia necesitada y débil, es peregrina, está crucificada y mostrarle el
rostro de Cristo que le interpela y le invita a servirle.
4.ª Colaborar en la integración de
los enfermos en la sociedad.
Una de las causas de la marginación
de los enfermos en nuestra sociedad son los valores sobre los que está
contruída: la salud, la eficacia, el bienestar, la belleza y el poder. Por
ello, la integración de los enfermos en la misma no es tarea fácil. Implica,
por una parte, la rehabilitación de los enfermos para insertarse lo más posible
en la vida de la sociedad, y por otra, la superación de las barreras que lo
impiden. Cuando los sanos acepten a los enfermos como tales, reconozcan su
dignidad y sus derechos y no les rechacen ni aislen; cuando tomen conciencia de
que también ellos son limitados, vulnerables y débiles y aprendan juntos a
vivir una vida autènticamente humana, se hará realidad la integración de los
enfermos en la sociedad.
3.ª JUNTO A LOS MAS
NECESITADOS Y DESASISTIDOS. “Anda, haz tú lo mismo” (Lc 10, 37) De una pastoral de “conservación”
a una pastoral “evangélica y misionera”.
Los pobres en nuestra sociedad
tienen rostros concretos: los ancianos enfermos que viven solos y abandonados
en sus casas o que andan de hospital en hospital, los enfermos crónicos faltos
de medios económicos y de personas que les atiendan, los enfermos terminales
que mueren bien asistidos técnicamente pero faltos de calor humano, los
enfermos mentales a quienes se niega la comprensión y cariño que necesitan, los
enfermos drogodependientes y de SIDA que despiertan miedo y rechazo en torno a
ellos.
“Su abandono y
desamparo son un reflejo de la insolidaridad que padecemos, de nuestra
creciente apatía, indiferencia e inhibición y de nuestro alejamiento de los
valores evangélicos”.
Hoy hay tres clases de desasistidos:
Los "marginados"
(extranjeros, vagabundos, delincuentes, drogodependientes, enfermos de SIDA.);
los "olvidados" (ancianos,
crónicos..); los "abandonados"
(enfermos mentales, terminales, ancianos enfermos, minusválidos psíquicos...).
Una Iglesia
evangélica, que que quiere ser fiel a Jesús y a su mensaje, ha de estar junto a
los enfermos más desasistidos y atenderles con la misma solicitud con que El lo
hizo. Una Iglesia evangélica ha de ser solidaria con los que sufren más, estar
cercana a los más solos, ponerse al servicio de los desasistidos, defender con
firmeza a los indefensos, luchar con ellos y denunciar con valentía las
situaciones injustas en que se encuentran y trabajar por erradicar las causas
que las provocan, promocionar todo aquello que crea comunión entre los
desvalidos... Para ello la pastoral de la salud en la comunidad cristiana ha de
impulsar las siguientes tareas:
1.ª Descubrir quiénes son los enfermos más necesitados y
desasistidos y estudiar su situación y necesidades.
Es la primera tarea a
realizar: descubrir quiénes son en concreto en la comunidad cristiana los más
desasistidos, conocerles, estudiar su situación y las causas de la misma, y
detectar sus principales necesidades.
2.ª Promover acciones prácticas y
eficaces para atenderlos.
Descubiertos los más desasistidos,
hay que promover las acciones prácticas y eficaces para remediar o al menos
aliviar sus necesidades, que muestren que la comunidad cristiana está a su
lado. Los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral, en su mensaje del Día
del Enfermo 1988, enumeran las siguientes:
• Crear
una nueva sensibilidad colectiva y promover un cambio en la actitud ciudadana
ante estos enfermos. Es necesario romper entre todos el cerco de marginación
social en que se encuentran atrapados.
• Apoyar
y colaborar en toda clase de iniciativas, actividades y asociaciones que
persigan una atención más adecuada a los enfermos más abandonados.
• Promover
una transformación real de las instituciones sociopolíticas y religiosas que
generan o consienten el abandono y la marginación de estos enfermos.
• Apoyar
y alentar la labor abnegada que desarrollan en este campo los grupos de
pastoral de la salud, las asociaciones y movimientos de enfermos, las
religiosas y religiosos y los profesionales sanitarios.
• Potenciar el voluntariado en favor de estos
enfermos.
3.ª Abrirnos a los enfermos más
necesitados y desasistidos del mundo.
No basta con promover la atención a
los desasistidos que hay en la comunidad cristiana, hay que despertar igualmente
una preocupación por los enfermos más desasistidos del mundo, que se plasme en
ayudas concretas.
4.ª LA FAMILIA TAMBIEN
CUENTA. “Al verla,
el Señor tuvo compasión y le dijo: No llores” (Lc 7,13). “Vete que tu hijo
vive” (Jn 4, 50) De una pastoral
centrada sólo en el enfermo a una pastoral que se ocupa también de la familia.
La enfermedad afecta también a la
familia, a veces profundamente. Cambia sus planes y trastorna su ritmo de vida.
Es fuente de inquietud y de dolor, de conflictos y desequilibrios emocionales y
pone a prueba los valores sobre los que se asienta. La enfermedad constituye
también para la familia una experiencia dolorosa y dura. Por otra parte, el
papel de la familia del enfermo es fundamental e insustituíble. El enfermo
necesita su cariño y sus cuidados para sentirse seguro, su comprensión y
paciencia para no verse como una carga y un estorbo, y necesita su compañía y
apoyo para poder afrontar con realismo y asumir con paz la enfermedad y la
muerte.
Por ello, la pastoral de la salud ha
de ocuparse tambien de la familia del enfermo.
“Es necesario un empeño
pastoral generoso, inteligente y prudente hacia las familias que pasan por
situaciones difíciles. Estas son, por ejemplo, las familias con hijos
minusválidos o drogadictos, las familias de los alcoholizados, los ancianos..
la dolorosa experiencia de la viudez, de la muerte de un familiar, que mutila y
transforma en profundidad el núcleo original de la familia”. (Familiaris
Consortio 85)
La pastoral de la salud ha de
impulsar en las comunidades cristianas, como sugieren los obispos en su Mensaje
del Día del Enfermo de 1989, las actividades siguientes:
1. Preparar
a las familias para afrontar la prueba de la enfermedad y de la muerte de uno
de los suyos y para desempeñar su papel.
2. Ejercer
la solidaridad y la cercanía con las familias que cuentan con algún miembro
enfermo, especialmente con las que se ven impotentes para sobrellevarlo solas,
y ofrecerles la Palabra del Señor, la oración y el servicio generoso de la
comunidad para atenderles en sus necesidades.
3. Valorar
la entrega de las familias que cuidan con amor solícito y paciente a sus
enfermos y difundir su testimonio en la comunidad.
4. Acompañar
a las familias que han perdido a un ser querido.
5. Apoyar
y colaborar en toda clase de iniciativas, actividades y asosiaciones que
pretendan una atención más adecuada a las familias de los enfermos.
5.ª TODOS RESPONSABLES
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR Y DE LA IGLESIA. “Los envió a proclamar el reinado de Dios y a curar a
los enfermos... Ellos fueron de aldea en aldea, anunciando la buena noticia y
curando en todas partes” (Lc 9, 2.6) De
una pastoral “clericalizada e
individualista” a una pastoral “eclesial
y comunitaria”
“Si es verdad que los
obispos, presbíteros y diáconos, por razón de su ministerio, deben manifestar
su preferencia por los enfermos, la obligagación de atenderles es cometido de
todos y cada uno de los componentes de la comunidad cristiana” (Ritual de la Unción 47)
Jesús ha confiado a su Iglesia la
misión de asistir y cuidar a los enfermos. Todos los miembros de la Iglesia
participan de su misión, si bien cada uno ha de realizarla en función del
carisma recibido y del ministerio que la Iglesia le ha encomendado, pero
siempre corresponsablemente con los demás para así hacer transparente el
verdadero ser de la Iglesia.
“La pastoral del sufrimiento es parte integrante de la pastoral
de conjunto y no un aspecto suyo separado o separable. Sin esta parte
integrante, toda actividad pastoral es manca y está privada de un rasgo fundamental.
Toda la asamblea eclesial es y debe ser sujeto de la pastoral sanitaria,
directa o indirectamente. No basta que en su interior haya organismos
específicamente dedicados a la pastoral sanitaria; éstos son necesarios pero no
suficientes”.
1.ª Sensibilizar a toda la comunidad
cristiana sobre su misión de evangelizar curando y ayudar a todos los miembros
de la misma a desempeñar su tarea en este campo.
Sensibilizar a toda la
comunidad cristiana es hoy una tarea prioritaria. Durante años ha delegado la
misión de evangelizar curando, a las personas, congregaciones o grupos de la
comunidad que se ocupaban de los enfermos. Ha terminado, en muchos casos, por
vivir de espaldas a ellos, desconociendo sus problemas y perdiendo su capacidad
de asistirles, cuidarles y ayudarles a vivir.
2.ª Apoyar a los que en nombre de la
comunidad asisten a los enfermos y facilitarles su formación específica y
permanente.
Es una responsabilidad de toda la
comunidad cristiana atender y cuidar a los miembros de la misma que hacen palpable
su solidaridad y solicitud con los enfermos. Por ello ha de preocuparse y poner
los medios para:
• Conocer
a los miembros de la comunidad que se ocupan de los enfermos, su forma de
actuar, sus necesidades..
• Procurar
que sean personas no sólo de buena voluntad, sino con unas cualidades para
desempeñar una misión tan delicada: capaces de dar testimonio de su fe y de
transmitir esperanza, personas con sentido común, discretas, sanas y
equilibradas mental y afectivamente, con sentido común, con una formación
religiosa...
• Reconocer,
valorar y apoyar su labor a fin de que no se sientan aislados y solos.
• Fomentar
en ellos el "sentido de Iglesia": que sean conscientes de que la
comunidad cristiana les encomienda a "sus enfermos" y les envía a
visitarles, acompañarles y cuidarles en su nombre.
• Facilitarles la formación que les ayude a
madurar personalmente, a conocer el mundo del enfermo y a capacitarse para el
desempeño de su misión.
3.ª Promover un laicado cristiano
comprometido en el mundo sanitario.
En la comunidad cristiana hay
profesionales (médicos, enfermeras, auxiliares, administrativos...) que
trabajan en el mundo sanitario, en el hospital, en el centro de salud, etc.
Estamos en la hora del laicado. La comunidad cristiana tiene también una responsabilidad
y unas tareas que llevar a cabo en relación con estos profesionales.
• Promover
un laicado comprometido en la sanidad, que aúne la competencia técnica y la
honradez de su trabajo con la cercanía y entrega al enfermo y que asuma su
responsabilidad en el campo social y político.
• Ayudarle
a descubrir y vivir la dimensión evangélica y evangelizadora en su trabajo y
apoyarle en su tarea de mejorar la asistencia integral a los enfermos y de
luchar por unas condiciones que mejoren la calidad de vida de los sanos y de
los enfermos. y a descubrir la dimensión ética y el sentido que encierra la
asistencia sanitaria.
• Valorar
su labor realizada tantas veces con generosidad y dedicación ejemplar en medio
de condiciones difíciles.
• Contar con su valiosa colaboración para
llevar a la comunidad parroquial la preocupación por la Sanidad con el fin de
que sus miembros la conozcan mejor y se comprometan en la solución de sus
problemas.
4.ª Impulsar la coordinación de
todos los agentes de pastoral de la salud entre sí y con los demás.
La pastoral de la salud en la comunidad
cristiana ha de servir de encuentro, comunicación y coordinación de las
personas y de grupos cristianos que, dentro del ámbito de la parroquia, se
interesan por promover acciones de servicio y asistencia al enfermo.
A veces, dentro de la parroquia,
solamente existe el grupo de pastoral de enfermos. Pero, puede haber varios
grupos que se ocupan de los enfermos: Hospitalidad de Lourdes, Fraternidad
Cristiana de Enfermos y Minusválidos, Legión de María, Conferencias de San
Vicente de Paul, etc. La Pastoral de la Salud debe ayudar a aunar fuerzas, sin
trabajar de manera dispersa y aislada, cada uno por su cuenta y sin
relacionarse con los demás. No se trata de ahogar actividades o monopolizar la atención
a los enfermos. Hay que respetar la autonomía y peculiaridad de cada grupo. Lo
importante es mantener buena relación y colaborar juntos para responder mejor a
las necesidades de los enfermos.
"Se impone una coordinación
para que ninguna de las necesidades de los enfermos quede desatendida y a todos
llegue el consuelo. Y ello no sólo por razón de una buena organización, sino
porque forman una comunidad cristiana" (Ritual Unción 58)
Por otra parte, cada vez se ve más
conveniente el contacto y la coordinación de los grupos de pastoral de la salud
de una comunidad cristiana con los de las demás comunidades cristianas de la
zona o arciprestazgo y con los de la diócesis. La Delegación Diocesana de
Pastoral de la Salud ha de promover encuentros de los grupos parroquiales, ya
que son un medio excelente para estimularse y enriquecerse en el desempeño de
su misión.
Rudesindo Delgado
[2] «La enfermedad y el dolor no son experiencias
que afectan exclusivamente a la condición corporal del hombre, sin a todo el
hombre en su integridad» Juan Pablo II, DH 2
[3] Juan Pablo II, RH 14,21; SD 3
[5] «Queremos señalar las posibilidades
evangelizadoras que se presentan muchas veces con ocasión de la enfermedad y de
la muerte; son momentos de especial necesidad y receptividad de la Palabra de
Dios y de su gracia, tanto para el enfermo como para sus familias» Plan Pastoral para la Conferencia Episcopal
Española (1994-1997), p. 35
[6]
«El Evangelio
ilumina también las situaciones de sufrimiento en la enfermedad. En ellas, los
cristianos están llamados a mostrar la cercanía de la Iglesia para con los
enfermos y discapacitados y con los que con profesionalidad y humanidad
trabajan por su salud.» Mensaje del
Sínodo al Pueblo de Dios. 2012
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