El director de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal
Jesús Martínez Carracedo ha llegado muy lejos sin alejarse demasiado de su pueblo natal, Salceda de Caselas (Pontevedra). A caballo entre Madrid y Galicia, combina el sacerdocio en su parroquia de Vigo con la dirección de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal. Tras pasar años 13 años como capellán de hospital y especializarse dos años en Roma, fue nombrado hace cuatro años para este puesto. Sobre sus hombros descansa la coordinación de la relación entre la iglesia y las instituciones sanitarias en las 70 diócesis españolas. Esto abarca tanto a los muchos hospitales católicos presentes en nuestro país, como a los hospitales de la red pública, donde la iglesia mantiene una asistencia “espiritual” no exenta de críticas. También han sido polémicos algunos posicionamientos de la iglesia exigiendo límites en aspectos médicos por razones de conciencia, un ámbito que compete asimismo a la Pastoral de la Salud. Martínez Carracedo conversa sobre estos aspectos con LA REVISTA de Redacción Médica con tono calmado, pero ideas firmes.
Primero de todo, ¿Jesús o Suso?
En Galicia a los Jesús nos llaman casi siempre Suso y, como el Martínez es tan conocido, soy Suso Carracedo. Pero puedes decir Jesús Martínez Carracedo, sin problema.
¿Por qué la Conferencia Episcopal le eligió a usted al frente de la Pastoral de la Salud?
Bueno, además de mi experiencia en los hospitales, yo fui el primer cura de España en hacer la licenciatura en Pastoral de la Salud, en Roma.
Primero de todo, ¿Jesús o Suso?
En Galicia a los Jesús nos llaman casi siempre Suso y, como el Martínez es tan conocido, soy Suso Carracedo. Pero puedes decir Jesús Martínez Carracedo, sin problema.
¿Por qué la Conferencia Episcopal le eligió a usted al frente de la Pastoral de la Salud?
Bueno, además de mi experiencia en los hospitales, yo fui el primer cura de España en hacer la licenciatura en Pastoral de la Salud, en Roma.
Martínez Carracedo, en su despacho.
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Ha sido capellán de hospital durante 13 años. Una pregunta un poco polémica: ¿quién le pagaba la nómina?
La nómina a nosotros nos la paga la diócesis. El servicio religioso es un servicio que el hospital ofrece a los pacientes, pero lo hace a través de, entre comillas para que nos entendamos, “una empresa subcontratada”, que es la diócesis, a la que paga una cantidad por dar ese servicio. La diócesis tiene sus trabajadores, que somos los capellanes, que tenemos que tener la aprobación del gerente. La diócesis propone trabajadores y la Gerencia los aprueba. Somos un servicio para garantizar un derecho del enfermo, que es el derecho a tener la asistencia religiosa.
En esta experiencia de 13 años como capellán de hospital me imagino que habrá estado al lado de muchos enfermos en situaciones muy graves.
Estuve cuatro años en el Hospital Xeral Cíes de Vigo. Una de las plantes en las que acompañaba era la de Pediatría y, bueno, ver morir a niños son de esas situaciones difíciles. Tengo algunos en mente… el acompañarles a ellos, a sus padres, hacer incluso después el entierro con sus compañeros de clase. Experiencias duras, sobre todo el sentido de injusticia… la muerte de un niño es algo casi antinatural. Si se te mueren tus padres, eres huérfano, si se te muere tu marido o tu mujer eres viudo o viuda, pero si se te muere un hijo, ¿qué eres?
Imagino que en este tiempo se habrá encontrado tanto con gente que agradecía su presencia en el hospital, como con gente a la que le molestaba.
Sí. Pero dos o tres personas, no más. La gran mayoría, o me acogían bien, o eran respetuosos, e iniciábamos un diálogo social con tranquilidad. Yo siempre entraba en la habitación y si era en una habitación nueva decía: “soy el capellán, venía a hacerle una visita”. Con la verdad por delante. Entonces, alguno que estaba en la cama de al lado se daba media vuelta y tú ya sabías que a ese no le apetecía. Yo creo que lo primero es que hay que ser normales. Alguna persona me ha dicho “ahora mismo no quiero nada con usted” y yo he salido con toda la tranquilidad del mundo, porque para mí también era difícil entrar en esos momentos tan graves y en su misma situación quizá yo habría hecho lo mismo.
La nómina a nosotros nos la paga la diócesis. El servicio religioso es un servicio que el hospital ofrece a los pacientes, pero lo hace a través de, entre comillas para que nos entendamos, “una empresa subcontratada”, que es la diócesis, a la que paga una cantidad por dar ese servicio. La diócesis tiene sus trabajadores, que somos los capellanes, que tenemos que tener la aprobación del gerente. La diócesis propone trabajadores y la Gerencia los aprueba. Somos un servicio para garantizar un derecho del enfermo, que es el derecho a tener la asistencia religiosa.
En esta experiencia de 13 años como capellán de hospital me imagino que habrá estado al lado de muchos enfermos en situaciones muy graves.
Estuve cuatro años en el Hospital Xeral Cíes de Vigo. Una de las plantes en las que acompañaba era la de Pediatría y, bueno, ver morir a niños son de esas situaciones difíciles. Tengo algunos en mente… el acompañarles a ellos, a sus padres, hacer incluso después el entierro con sus compañeros de clase. Experiencias duras, sobre todo el sentido de injusticia… la muerte de un niño es algo casi antinatural. Si se te mueren tus padres, eres huérfano, si se te muere tu marido o tu mujer eres viudo o viuda, pero si se te muere un hijo, ¿qué eres?
Imagino que en este tiempo se habrá encontrado tanto con gente que agradecía su presencia en el hospital, como con gente a la que le molestaba.
Sí. Pero dos o tres personas, no más. La gran mayoría, o me acogían bien, o eran respetuosos, e iniciábamos un diálogo social con tranquilidad. Yo siempre entraba en la habitación y si era en una habitación nueva decía: “soy el capellán, venía a hacerle una visita”. Con la verdad por delante. Entonces, alguno que estaba en la cama de al lado se daba media vuelta y tú ya sabías que a ese no le apetecía. Yo creo que lo primero es que hay que ser normales. Alguna persona me ha dicho “ahora mismo no quiero nada con usted” y yo he salido con toda la tranquilidad del mundo, porque para mí también era difícil entrar en esos momentos tan graves y en su misma situación quizá yo habría hecho lo mismo.
Martínez Carracedo defiende la labor de la iglesia en materia de sanidad.
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¿Cómo cree que contribuye la figura de un sacerdote en el hospital al bienestar del paciente?
El paciente tiene varias dimensiones reconocidas por la OMS: la dimensión física, a la que se dedican básicamente los médicos y enfermeras; la dimensión psicológica, que el hospital también garantiza con atención psicológica; la dimensión social, de la que se ocupan los trabajadores sociales y tiene una dimensión espiritual o religiosa, que se garantiza también a través de la atención espiritual. En nuestro país hay un acuerdo con la Iglesia Católica para atender a los católicos en el hospital, básicamente porque en principio son bastantes más, pero algo que algunos no saben es que hay acuerdos con las demás religiones mayoritarias. Nosotros estaríamos dentro de la humanización del hospital y de la atención integral al paciente. Nos centramos en la dimensión espiritual, aunque después podamos hacer trámites a nivel social, a través de Cáritas.
La sanidad y la Iglesia Católica han ido de la mano durante siglos, pero eso cambió a raíz del establecimiento de un sistema de salud público...
La Iglesia casi siempre trató de dar respuesta a aquello que no daba el sistema público y hoy está yéndose a los campos que la sanidad pública sigue sin cubrir. Hay dos campos donde inciden los hospitales católicos y donde lo público invierte poco: cuidados paliativos y salud mental. Hace poco Podemos denunciaba que en Madrid hay seis centros paliativos de la Iglesia y uno público. Para mí el problema no es que haya seis de la iglesia, sino que haya sólo uno público. Cómo puede ser que se invierta tan poco en paliativos y hablemos después de acompañar en el final de la vida. En Salud Mental, desde que se cerraron los antiguos manicomios, lo público se quedó solo con la atención a los crónicos muy crónicos que no tienen apoyo familiar o a los agudos.
El paciente tiene varias dimensiones reconocidas por la OMS: la dimensión física, a la que se dedican básicamente los médicos y enfermeras; la dimensión psicológica, que el hospital también garantiza con atención psicológica; la dimensión social, de la que se ocupan los trabajadores sociales y tiene una dimensión espiritual o religiosa, que se garantiza también a través de la atención espiritual. En nuestro país hay un acuerdo con la Iglesia Católica para atender a los católicos en el hospital, básicamente porque en principio son bastantes más, pero algo que algunos no saben es que hay acuerdos con las demás religiones mayoritarias. Nosotros estaríamos dentro de la humanización del hospital y de la atención integral al paciente. Nos centramos en la dimensión espiritual, aunque después podamos hacer trámites a nivel social, a través de Cáritas.
La sanidad y la Iglesia Católica han ido de la mano durante siglos, pero eso cambió a raíz del establecimiento de un sistema de salud público...
La Iglesia casi siempre trató de dar respuesta a aquello que no daba el sistema público y hoy está yéndose a los campos que la sanidad pública sigue sin cubrir. Hay dos campos donde inciden los hospitales católicos y donde lo público invierte poco: cuidados paliativos y salud mental. Hace poco Podemos denunciaba que en Madrid hay seis centros paliativos de la Iglesia y uno público. Para mí el problema no es que haya seis de la iglesia, sino que haya sólo uno público. Cómo puede ser que se invierta tan poco en paliativos y hablemos después de acompañar en el final de la vida. En Salud Mental, desde que se cerraron los antiguos manicomios, lo público se quedó solo con la atención a los crónicos muy crónicos que no tienen apoyo familiar o a los agudos.
en corto
Un libro: En primer lugar La Biblia. Después, 'El Alquimista', de Paulo Coelho.
Una película: 'La Historia de Marie Heurtin'.
Una canción: 'O voo da pomba', de Milladoiro.
Una ciudad para vivir: Vigo… o Roma.
Una ciudad para viajar: Urueña, uno de esos pueblos desconocidos de Galicia.
Un objeto imprescindible: Un bolígrafo.
Un personaje de su vida: Mi madre y ahora mismo mis sobrinas.
Un personaje histórico: Jesucristo.
Equipo de fútbol: El año pasado fui feliz con el Celta, porque ganó al Barça y al Marid.
Lema vital: 'Cualquier otro es mi hermano'.
¿Qué le hace feliz?: Estar con la gente y ayudar.
Una película: 'La Historia de Marie Heurtin'.
Una canción: 'O voo da pomba', de Milladoiro.
Una ciudad para vivir: Vigo… o Roma.
Una ciudad para viajar: Urueña, uno de esos pueblos desconocidos de Galicia.
Un objeto imprescindible: Un bolígrafo.
Un personaje de su vida: Mi madre y ahora mismo mis sobrinas.
Un personaje histórico: Jesucristo.
Equipo de fútbol: El año pasado fui feliz con el Celta, porque ganó al Barça y al Marid.
Lema vital: 'Cualquier otro es mi hermano'.
¿Qué le hace feliz?: Estar con la gente y ayudar.
La Pastoral se encarga de los aspectos de bioética, donde ha habido grandes polémicas. ¿No ha obstaculizado la Iglesia Católica algunos avances que hubieran revertido en más salud y bienestar para los enfermos?
Esa crítica no se le hace solo a la iglesia, sino a todo bioético. Siempre dicen que los comités de bioética son los que limitan las cosas. Pero es que, a lo mejor, no todo vale. Hay una máxima en Bioética que dice “no todo lo posible es éticamente factible”. La Bioética nació como respuesta a los experimentos que se hicieron sobre humanos sin pedir permiso a nadie. Con los enfermos, con los negros en Estados Unidos, infectándolos del sífilis; con los presos en las cárceles y con los prisioneros en los campos de concentración nazis. Todos esos crímenes éticos provocaron que la Bioética dijese que había que poner unos mínimos éticos. La Iglesia propone, pero hoy día no es la voz más importante en Bioética.
¿Qué grado de interlocución tienen con el resto de actores?
He estado 11 años de secretario del Comité de Ética de Vigo. No pedí yo estar allí, sino que fue al revés. Éramos 20 miembros, yo era el único cura: el resto eran profesionales médicos, enfermeras. Allí se decidía sobre cada caso en concreto para informar al médico o a la familia que nos pedía su parecer o a la familia que nos pedía nuestro parecer, que nunca es vinculante. Después, la Xunta de Galicia me lo solicitó y estuve cuatro años en el Comité de Ética de Galicia.
Hay personas que desean morir debido a sus enfermedades.
No niego que pueda haber algún caso muy puntual de una petición de eutanasia, pero a los Comités de Ética en los que yo he estado, no ha llegado ninguna. Mi experiencia es que hablamos mucho de necesidad de eutanasia cuando en España hay un problema mayor, que es el excesivo alargamiento, y de eso no habla nadie, porque alargar las cosas parece que queda bien, y acortar no. Yo creo que la calidad está en cómo ayudar a morir bien. Y en ese acompañamiento final es verdad que hay muchas necesidades en España.
En ese sentido, ¿qué opinión tiene respecto de la sedación terminal?
Hoy la sedación es una parte terapéutica. Pero lo que no se puede es, para una persona que está bien, sin dolor, pedir la sedación porque la familia está llena de ansiedad y miedos. Nosotros a veces en contexto de broma decimos que casi a quien hay que ponerle sedación es a la familia. La familia está angustiada, porque se le está muriendo su ser querido, pero tú ves al enfermo y éste está tranquilo. Te dicen “sédelo”, “pero que está tranquilo, que no tiene dolor”, “ya, pero es que se está dando cuenta de que se está muriendo”. Muchas veces sedamos a las personas sin dejarle la opción a que se enteren de que se van a morir. ¿Por qué digo esto? Porque es muy importante saber que puedes morirte, porque a lo mejor tienes cosas que arreglar: o quieres cambiar el testamento, o quieres pedir que venga el capellán a hablar contigo, o el psicólogo, o quieres llamar a aquel nieto que está en no sé dónde, con el que has tenido un enfrentamiento por teléfono la última vez y quieres pedirle perdón. Y esta parte humana no se la permitimos. Hablamos mucho de autonomía de la persona, y resulta que después no le damos la autonomía, le damos la información a la familia, y es la familia la que decide a quién le da la información. Dicen cosas como: “es que no sé si decirle a mamá que papá está con cáncer”. ¿Pero tú sabes las cosas que ha vivido ya tu madre a sus 80 años? La Guerra Civil, la muerte de sus padres…
Esa crítica no se le hace solo a la iglesia, sino a todo bioético. Siempre dicen que los comités de bioética son los que limitan las cosas. Pero es que, a lo mejor, no todo vale. Hay una máxima en Bioética que dice “no todo lo posible es éticamente factible”. La Bioética nació como respuesta a los experimentos que se hicieron sobre humanos sin pedir permiso a nadie. Con los enfermos, con los negros en Estados Unidos, infectándolos del sífilis; con los presos en las cárceles y con los prisioneros en los campos de concentración nazis. Todos esos crímenes éticos provocaron que la Bioética dijese que había que poner unos mínimos éticos. La Iglesia propone, pero hoy día no es la voz más importante en Bioética.
¿Qué grado de interlocución tienen con el resto de actores?
He estado 11 años de secretario del Comité de Ética de Vigo. No pedí yo estar allí, sino que fue al revés. Éramos 20 miembros, yo era el único cura: el resto eran profesionales médicos, enfermeras. Allí se decidía sobre cada caso en concreto para informar al médico o a la familia que nos pedía su parecer o a la familia que nos pedía nuestro parecer, que nunca es vinculante. Después, la Xunta de Galicia me lo solicitó y estuve cuatro años en el Comité de Ética de Galicia.
Hay personas que desean morir debido a sus enfermedades.
No niego que pueda haber algún caso muy puntual de una petición de eutanasia, pero a los Comités de Ética en los que yo he estado, no ha llegado ninguna. Mi experiencia es que hablamos mucho de necesidad de eutanasia cuando en España hay un problema mayor, que es el excesivo alargamiento, y de eso no habla nadie, porque alargar las cosas parece que queda bien, y acortar no. Yo creo que la calidad está en cómo ayudar a morir bien. Y en ese acompañamiento final es verdad que hay muchas necesidades en España.
En ese sentido, ¿qué opinión tiene respecto de la sedación terminal?
Hoy la sedación es una parte terapéutica. Pero lo que no se puede es, para una persona que está bien, sin dolor, pedir la sedación porque la familia está llena de ansiedad y miedos. Nosotros a veces en contexto de broma decimos que casi a quien hay que ponerle sedación es a la familia. La familia está angustiada, porque se le está muriendo su ser querido, pero tú ves al enfermo y éste está tranquilo. Te dicen “sédelo”, “pero que está tranquilo, que no tiene dolor”, “ya, pero es que se está dando cuenta de que se está muriendo”. Muchas veces sedamos a las personas sin dejarle la opción a que se enteren de que se van a morir. ¿Por qué digo esto? Porque es muy importante saber que puedes morirte, porque a lo mejor tienes cosas que arreglar: o quieres cambiar el testamento, o quieres pedir que venga el capellán a hablar contigo, o el psicólogo, o quieres llamar a aquel nieto que está en no sé dónde, con el que has tenido un enfrentamiento por teléfono la última vez y quieres pedirle perdón. Y esta parte humana no se la permitimos. Hablamos mucho de autonomía de la persona, y resulta que después no le damos la autonomía, le damos la información a la familia, y es la familia la que decide a quién le da la información. Dicen cosas como: “es que no sé si decirle a mamá que papá está con cáncer”. ¿Pero tú sabes las cosas que ha vivido ya tu madre a sus 80 años? La Guerra Civil, la muerte de sus padres…
“Hablamos mucho de eutanasia y hay un problema mayor: el excesivo alargamiento. Yo creo hay que ayudar a morir bien”
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¿Cree que las nuevas generaciones están menos preparadas para enfrentarse al dolor y a la muerte?
Van a sufrir más. Ese “no le vamos a decir al niño que papá está en paro, que igual sufre”.
¿De dónde le vino la vocación sanitaria en un principio?
En el seminario, los formadores me pidieron que fuese a hacer ayuda pastoral en el hospital. Era la época en que había mucho sida y estuve acompañando a los enfermos. A raíz de ahí empezó mi interés en que un sacerdote pueda hacer un bien grande en medio del mundo de la sanidad y de la salud.
¿Echa de menos Galicia?
No, porque yo me voy todos los viernes y vuelvo todos los lunes. Yo trabajo aquí de martes a viernes, el sábado y el domingo estoy en mi parroquia en el centro de Vigo y el lunes doy clase en el seminario de Bioética y Pastoral de la Salud.
Vive a caballo de Madrid y Galicia.
Sí. Estoy financiando Renfe (ríe).
¿Dónde y cómo descubrió la vocación religiosa?
Yo soy del rural, mis padres son creyentes y acudíamos a la iglesia. Teníamos contacto con el sacerdote, que me invitó a ir al seminario cuando terminé EGB y allí entré. Entré con una idea de sacerdote y fui descubriendo otro estilo que me gustaba más.
Van a sufrir más. Ese “no le vamos a decir al niño que papá está en paro, que igual sufre”.
¿De dónde le vino la vocación sanitaria en un principio?
En el seminario, los formadores me pidieron que fuese a hacer ayuda pastoral en el hospital. Era la época en que había mucho sida y estuve acompañando a los enfermos. A raíz de ahí empezó mi interés en que un sacerdote pueda hacer un bien grande en medio del mundo de la sanidad y de la salud.
¿Echa de menos Galicia?
No, porque yo me voy todos los viernes y vuelvo todos los lunes. Yo trabajo aquí de martes a viernes, el sábado y el domingo estoy en mi parroquia en el centro de Vigo y el lunes doy clase en el seminario de Bioética y Pastoral de la Salud.
Vive a caballo de Madrid y Galicia.
Sí. Estoy financiando Renfe (ríe).
¿Dónde y cómo descubrió la vocación religiosa?
Yo soy del rural, mis padres son creyentes y acudíamos a la iglesia. Teníamos contacto con el sacerdote, que me invitó a ir al seminario cuando terminé EGB y allí entré. Entré con una idea de sacerdote y fui descubriendo otro estilo que me gustaba más.
Martínez Carracedo, junto a una imagen de la Virgen en la entrada de la sede de la Conferencia Episcopal.
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¿Cuál es ese estilo?
A mí me gusta mucho escuchar a la gente. Creo que a la gente se le descubre escuchándola, que se le ayuda simplemente con escucharle para que puedan sacar a fuera también sus miedos, sus lágrimas, sus sufrimientos, pero también sus alegrías y sus esperanzas. Entonces creo que eso hace feliz y yo es donde me siento más a gusto.
¿Tiene algún recuerdo especialmente querido de su infancia?
Yo creo que me tiene marcado el mundo rural. Tengo mentalidad rural incluso para leer las cosas del día a día en la ciudad. El rural tiene una cosa bonita y es que el tiempo lo marcan los acontecimientos. En la ciudad el tiempo lo marca el reloj. En nuestra sociedad hoy parece que tú lo controlas todo, cuando la mentalidad del rural te da la conciencia de que tú no eres el que lo controla todo, tú lo que tienes es que adaptarte al medio, y adaptarte al medio no siempre es fácil, pero te da mucha paz.
¿Qué hace en su tiempo libre?
El trabajo me ocupa bastante, pero no me pesa, disfruto con lo que hago. Cuando no tengo trabajo, mis hobbies son sobre todo salir con la bici, estar con los amigos, y normalmente los domingos como en casa con mis padres y mis hermanos, mis cuñados y mis sobrinas.
A mí me gusta mucho escuchar a la gente. Creo que a la gente se le descubre escuchándola, que se le ayuda simplemente con escucharle para que puedan sacar a fuera también sus miedos, sus lágrimas, sus sufrimientos, pero también sus alegrías y sus esperanzas. Entonces creo que eso hace feliz y yo es donde me siento más a gusto.
¿Tiene algún recuerdo especialmente querido de su infancia?
Yo creo que me tiene marcado el mundo rural. Tengo mentalidad rural incluso para leer las cosas del día a día en la ciudad. El rural tiene una cosa bonita y es que el tiempo lo marcan los acontecimientos. En la ciudad el tiempo lo marca el reloj. En nuestra sociedad hoy parece que tú lo controlas todo, cuando la mentalidad del rural te da la conciencia de que tú no eres el que lo controla todo, tú lo que tienes es que adaptarte al medio, y adaptarte al medio no siempre es fácil, pero te da mucha paz.
¿Qué hace en su tiempo libre?
El trabajo me ocupa bastante, pero no me pesa, disfruto con lo que hago. Cuando no tengo trabajo, mis hobbies son sobre todo salir con la bici, estar con los amigos, y normalmente los domingos como en casa con mis padres y mis hermanos, mis cuñados y mis sobrinas.
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