miércoles, 15 de enero de 2020

EL MANANTIAL DE LA VIDA. 1. ACOMPAÑAR EN LA SOLEDAD

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ACOMPAÑAR EN LA SOLEDAD
<<Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré>> (Mt 11,28)
INTRODUCCIÓN
El tema que nos propone el Dicasterio para el Desarrollo humano Integral para la Jornada del Enfermo 2020 es: <<Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré>> (Mt 11,28). Una de esas causas de ese cansancio y hastío de la vida, es la soledad no deseada ni buscada. El número de personas que se sienten solas es muy preocupante. En España más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas, en nuestro mundo occidental una de cada tres personas dicen sentirse solas. Y el número de las personas que padecen la soledad no para de aumentar.
La soledad es fuente de gran sufrimiento. El papa Francisco se refiere a esto con una expresión fuerte:<<La soledad convierte la vida en un infierno(…) Nuestro mundo está enfermo de soledad.(AUDIENCIA GENERAL-16-III-2019) 

El Papa Francisco nos recordaba cómo el drama de la soledad es experimentado por innumerables hombres y mujeres de nuestro tiempo. Pienso en los ancianos, abandonados incluso por sus seres queridos y los niños, viudas y viudos; los muchos hombres y mujeres que son dejados por sus cónyuges; todos los que se sienten solos, incomprendidos y sin precedentes; migrantes y refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y los muchos jóvenes que son víctimas de la cultura del consumismo, la cultura de los desechos, la cultura del descarte. La soledad es una de las principales causas de exclusión social (Homilía de la misa de inauguración del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, 2015) Solo el amor dado y recibido puede aliviar el sentimiento de soledad. Quien hace esta experiencia, quien acompaña así a quienes se sienten solos, descubre enseguida que quien acompaña es a su vez acompañado, enriquecido en humanidad.




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Es importante hacer una reflexión que nos permita descubrir las causas de las diferentes formas de soledad para encontrar el mejor medio de aliviarlas. Las maneras de hacerlo, por ejemplo, no serán las mismas en la soledad no deseada y experimentada con un particular desamparo de las personas mayores; que la soledad experimentada por la familia con algún miembro con una enfermedad mental grave; o la soledad de quien se encuentra ingresado en un hospital.
Hay muchas formas de soledad que estamos llamados a descubrir y tratar de aliviar. Los cristianos tenemos la posibilidad de mirar con los ojos de Cristo y descubrir el sufrimiento de esa soledad es para, como el Buen Samaritano, <<acompañar en la soledad>>; no es cuestión de tener personas alrededor. Y, al contrario, hay quienes están solos, pero no tienen experiencia de soledad. La soledad no se “alivia” con ruido sino con unas relaciones humanas de cercanía. No se resuelve teniendo al lado a alguien a quien simplemente le cuento las cosas que me pueden preocupar o entristecer, sin que mi interlocutor se sienta involucrado. No necesito únicamente ser oído, sino escuchado, acogido.
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Por nuestra forma de vivir, la sociedad considera que la soledad es una de las causas de infelicidad más extendida que hay y que va acompañada del sentimiento de frustración y angustia. Vivimos en una sociedad intercomunicada, en la que las redes sociales deberían hacernos sentir que somos una piña, y resulta que es al revés, que cada vez somos más solitarios y que compartir nuestras necesidades no es tan fácil como pensamos.
La soledad es una sensación asociada a la calidad de las relaciones interpersonales.Es un estado que provoca emociones, que se emparentan con la ansiedad cuando hay una ausencia: falta alguien. Las situaciones de aislamiento social suelen afectar más a los colectivos más vulnerables, entre los que podemos contar los enfermos y las personas mayores.


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Estos colectivos son, según datos sociológicos muy recientes (INE 2018), los que más sufren esta epidemia del siglo XXI. <<La soledad sigue instalándose en los hogares españoles y ya ocupa uno de cada cuatro que, traducido, significa 4,6millones de personas que viven solas y que, de ellas, el 1,96 millones tienen más de 65 años. La soledad en estos colectivos es una experiencia compleja y multiforme. Supone la separación social, la pérdida de seres queridos, la marginación en la dinámica familiar y social. Todo ello hace que los enfermos y las personas mayores terminen cerrándose cada vez más en el centro de su mundo, muy limitado y lleno de recuerdos.
Desde el voluntariado, habrá que tejer nuevas estrategias para hacernos presentes en los domicilios, los hospitales, los hogares de jubilados, residencias gerontológicas, donde se puedan encontrar estas personas que conforman estos colectivos.


os hogares de jubilados, residencias gerontológicas, donde se puedan encontrar estas personas que conforman estos colectivos.

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