lunes, 18 de abril de 2022

La Unción de enfermos, sacramento de la fortaleza, del consuelo y de la esperanza

 Dios nos acoge, consuela y fortalece en nuestra fragilidad

La Unción de los Enfermos no debe ser considerada casi como “un sacramento menor” respecto de los otros. La atención y el cuidado pastoral a los enfermos es señal de la ternura de Dios para los que sufren, y enriquece espiritualmente a los sacerdotes y a toda la comunidad cristiana, sabiendo que todo lo que se hace al más pequeño, se hace al mismo Jesús.» (Mensaje JME 2012)

1. LA UNCIÓN DE ENFERMOS EN LAS COMUNIDADES PARROQUIALES

 La Unción suele dejarse para el final, se celebra muchas veces deprisa y sin una preparación. Corre el riesgo de parecer un rito mágico y aislado y se asocia a la muerte cercana.

A las dificultades comunes a la celebración de todo sacramento, hay que añadir algunas propias de éste:

1. La Unción es un sacramento temido. Se ve, por una buena parte de los enfermos y familias, como un anuncio de la muerte, como el pasaporte para el más allá. Y se comprende que se vea así pues durante siglos se administró tan sólo a los moribundos. Esta percepción del sacramento está motivando que no pocas familias – incluso creyentes y practicantes- retrasen la llamada al sacerdote hasta que el enfermo ha perdido el conocimiento, o dificulten el acercamiento del sacerdote –visto como el mensajero de la muerte- por temor a que el enfermo se vaya a asustar.

2. Su celebración se ha privatizado. Antes, en las comunidades rurales sobre todo, su celebración era conocida. Se hacía públicamente y constituía una especie de invitación a la solidaridad con el enfermo que la recibía y una llamada a la reflexión y a la necesidad de prepararse. Hoy, generalmente, se celebra en la intimidad, a veces a solas, en ocasiones con algunos familiares, casi nunca con la comunidad.

3. La celebración ha cambiado de escenario. Antes era la casa. Hoy es el hospital, un lugar tecnificado y secularizado en el que la Unción puede aparecer como un rito desfasado y extraño.

4. La Unción se celebra en una cultura que, al ocultar y evadir la enfermedad y la muerte, no facilita al enfermo la posibilidad de vivirlas de manera consciente y en comunicación con los que le rodean. La conjura de silencio en torno al enfermo es más frecuente de lo que sería de desear

5. La Unción es uno de los sacramentos menos estimados y más olvidados en nuestra Iglesia. Benedicto XVI lo reconoce en el Mensaje de la Jornada Mundial del Enfermo de 2012: “Este Sacramento –escribe Benedicto XVI- merece hoy una mayor consideración, tanto en la reflexión teológica como en la acción pastoral de los enfermos. Valorando los contenidos de la oración litúrgica que se adaptan a las diversas situaciones humanas unidas a la enfermedad, y no sólo cuando se ha llegado al final de la vida (cfr. CIC, 1514), la Unción de los Enfermos no debe ser considerada casi como “un sacramento menor” respecto de los otros.”1

«En el pueblo persiste una imagen distorsionada de estos Sacramentos, especialmente de la Unción de los Enfermos. Se acentúa su carácter de último sacramento, de extrema unción antes de la muerte, convirtiéndolo en un sacramento temido. Esta convicción está arraigada en el subconsciente colectivo del pueblo en general, pero también en el de la comunidad cristiana. Si bien existen notables diferencias, marcadas por la calidad de su vivencia religiosa y eclesial. Hay personas - frecuentemente mayores y practicantes- que están abiertas a la recepción de los Sacramentos y se sienten consoladas por éstos, mientras que muchas otras apenas se plantean la posibilidad de ser auxiliados por los Sacramentos cuando se sienten enfermos.»2

En los últimos años, constatamos una serie de hechos que permiten entrever perspectivas más favorables para una recuperación de la Unción:

1. La renovación de la presencia de la Iglesia en el mundo de los enfermos y la reforma litúrgica han llegado también a este sacramento.                                                                                                   

2. La publicación del Ritual de la Unión y de la Pastoral de Enfermos (1974), con sus ricas orientaciones pastorales, ha presentado una visión nueva y más dinámica de este sacramento. 

3. En los últimos años, sobre todo desde la celebración del Día del Enfermo, hay un fuerte resurgir de la pastoral de la salud en las comunidades parroquiales. 

4. Por otra parte, son cada día más las parroquias que celebran la Unción comunitaria.

La renovación de la Unción de Enfermos es todavía una asignatura pendiente. Requiere la aportación de los teólogos, catequetas y pastoralistas. Pero no se logrará sin el empeño de los sacerdotes y comunidades cristianas para renovar la atención y cuidado de los enfermos, las familias y los propios profesionales sanitarios.

«En el pueblo persiste una imagen distorsionada de estos Sacramentos, especialmente de la Unción de los Enfermos. Se acentúa su carácter de último sacramento, de extrema unción antes de la muerte, convirtiéndolo en un sacramento temido. Esta convicción está arraigada en el subconsciente colectivo del pueblo en general, pero también en el de la comunidad cristiana. Si bien existen notables diferencias, marcadas por la calidad de su vivencia religiosa y eclesial. Hay personas - frecuentemente mayores y practicantes- que están abiertas a la recepción de los Sacramentos y se sienten consoladas por éstos, mientras que muchas otras apenas se plantean la posibilidad de ser auxiliados por los Sacramentos cuando se sienten enfermos.»3


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