martes, 10 de noviembre de 2015

I. VIVENCIAS DE LA MISERICORDIA HACIA LOS ENFERMOS

I.            VIVENCIAS DE LA MISERICORDIA HACIA LOS ENFERMOS

La atención espiritual de los enfermos corresponde, en primer lugar, a la familia como célula fundamental de la Sociedad y, desde luego, a la Comunidad Cristiana y a los Pastores de la Iglesia. ¿Está enfermo algunos de vosotros?. Llame a los presbíteros de la Iglesia (St. 5, 14).

La Comunidad Cristiana y los cristianos no podemos desatender la apremiante llamada del Señor: ”Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36): obra de misericordia; la caridad debe manifestarse siempre, pero es más urgente cuando el hombre se encuentra en necesidad, y la enfermedad es uno de los estados de indigencia más duros del hombre.

Aún para los no - creyentes, cuando el hombre se fractura es cuando puede dar este sentido más pleno a su existencia o rectificarla; pues el hombre auténtico es el que se enfrenta lúcidamente a la enfermedad y a la muerte. A nadie se le oculta la importancia de la enfermedad y de la muerte ante el encuentro con el Absoluto. Es por ello que la atención espiritual de los enfermos es muy importante.

Pero entre todos los servicios humanos y espirituales a los enfermos, ninguno es tan importante como el ofrecido por los Pastores de la Iglesia: ocasión privilegiada de Evangelización y encuentro que muchas veces es difícil de obtener en otras condiciones.

Es por ello que la atención de los sacerdotes a través de los sacramentos es indispensable para los creyentes.

Al enfermo conviene recordarle siempre la visión cristiana de la enfermedad y de la muerte; la enfermedad completa la Pasión de Cristo, y los enfermos en la Iglesia tienen la misión de recordarnos con su ejemplo los valores esenciales, como también demostramos que la vida mortal del hombre ha de ser redimida con el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo. (Cfr. Ritual de la Unción de los Enfermos)

La Iglesia debe hacerse presente en todos los momentos de la vida del católico y, más aún, en el momento de morir. Presencia llena de caridad y amor, de fe y de confianza.

Se constata la necesidad de buscar, capacitar y promover diversos tipos de agentes de pastoral. Ante la realidad anteriormente expuesta sobre: los enfermos en sus domicilios, la responsabilidad de las parroquias, los retos pastorales en el hospital, se hace necesario marcar las pautas para los Agentes de Pastoral de la Salud (sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos (as), Ministros extraordinarios de la Comunión Eucarística y laicos) para un mejor desempeño auténtico de la misericordia, en su servicio al enfermo.

1. EL ENCUENTRO PERSONAL CON EL ENFERMO

En la actividad del Agente de Pastoral de Salud tiene una gran importancia el encuentro personal con el enfermo. Ha de ser la expresión de su fidelidad a las palabras de Jesús: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt. 25, 36).

La cantidad de personas a visitar, el riesgo de caer en la rutina y, a voces, la ausencia de una preparación adecuada y de un método, pueden contribuir a hacer pesada y poco gratificante esta importante actividad pastoral. Por lo cual es necesario revisarla constantemente y perfeccionarla.

 El agente de Pastoral de Salud ha de saber distinguir entre la visita amistosa y la relación pastoral de ayuda. Mientras la primera es bueno brindarla a todos los enfermos, la segunda es conveniente tan sólo para un grupo reducido de personas que están dispuestas a recorrer un camino más largo, profundo y continuo. El discernimiento de las diferentes necesidades y la oferta de respuestas apropiadas, permiten al agente de pastoral distribuir de manera racional ayuda a las personas que lo han pedido.

Tanto en las visitas breves como en las más extensas, el agente de Pastoral de Salud ha de saber pasar de la conversación social al diálogo pastoral. Para ello, ha de:

·         concentrarse más en la persona que en los hechos externos;

·         saber escuchar, ser comprensivo y amable;

·         aceptar la tensión del enfermo, ayudándolo a afrontar la realidad, aunque sea dura;

·         preocuparse más de ayudar que de distraer, estando disponible al acompañamiento del enfermo;

·         saber pasar de la discusión sobre Dios a la experiencia de Dios y a la relación con él.

Si la vista diaria es un ideal a tener presente en la programación de la actividad pastoral, no por ello ha de constituir un absoluto que absorba todas las energías del agente de pastoral. Teniendo como firme el principio de que todos los enfermos tengan la posibilidad de un encuentro con el agente de pastoral, han de estudiarse, para la organización de las visitas, formas realistas y armonizadas con las otras exigencias del trabajo apostólico.

En el delicado ministerio de la visita, el agente de Pastoral de Salud ha de evitar la improvisación. Ha de prepararla elaborando un plan de pastoral que después sabrá adaptar con flexibilidad a las distintas situaciones. Un plan pastoral implica señalar objetivos claros y concretos y seleccionar los medios idóneos para conseguirlos.

Superando la tentación de ampararse en el propio rol o de manifestar solamente algunos aspectos de su propia personalidad, el agente pastoral de la nueva evangelización ha de trabajar por ser él mismo y presentarse con su propia identidad, atento a sus sentimientos que sabrá utilizar de manera apropiada en la relación con el enfermo y sus familiares.

El agente Pastoral de Salud ha de manifestar con su modo de actuar aquella estima y respeto profundos que ayudan al enfermo a mantener el sentido de integridad de la propia persona a pesar del desmoronamiento causado, en el cuerpo y en el espíritu, Por la enfermedad.

 Hay que tener el máximo respeto a la religiosidad del enfermo, evitando imponerle los propios estilos de fe. A los que no creen o no practican, no ha, que privarles de la amistosa atención del agente de pastoral. Es importante tener en cuenta y no despreciar la "piedad popular". Para algunos enfermos la forma de llegar a Dios y tener una conexión con el mundo de la fe, es su devoción a la Virgen, a un santo o una santa. El encuentro pastoral comporta caminar por sendas que no son, a veces, las del propio agente y acomodarse a la sencillez y al candor de una confianza, de una fe y de un amor que Dios juzgará de forma muy distinta a la nuestra.

Consciente de que tanto Dios como el enfermo tienen sus caminos, que no siempre coinciden entre sí o con los nuestros, el agente de pastoral ha de respetar los pasos del enfermo y la lentitud en el proceso de su maduración humana y cristiana.

En una perspectiva de fe, las actitudes humanas positivas del agente de pastoral, sus gestos humanos, se convierten en símbolo del amor de Dios que él mismo anuncia con su palabra, y dan a su presencia un valor casi sacramental.

En el contexto de la visita pastoral es donde el agente de pastoral realiza principalmente su misión evangelizadora o celebrativa de la comunicación, de la escucha de la Palabra, de la oración, del proceso penitencial. Para que el anuncio de la Buena Nueva resuene eficazmente en el corazón del enfermo, es necesario que se centre en la situación que está viviendo y le sea transmitido de forma humana.

Las líneas que hay que privilegiar en la misión evangelizadora del enfermo brotan y se fundamentan en el misterio de la Encarnación, expresión visible del amor del Padre. A la luz de la palabra y del ejemplo de Cristo y del misterio pascual vivido por él, la vida humana tiene sentido aún en las situaciones penosas por la presencia del mal, del sufrimiento y de la muerte.

La difícil catequesis, dirigida a ayudar al enfermo a transformar su propia experiencia negativa en ocasión de crecimiento, ha de ser iluminada por la esperanza que nos viene de Cristo resucitado. El encuentro evangelizador ha de ser personalizado, en un diálogo franco y confidencial, sin limites ni cálculos, sin presiones indebidas, respetuoso con la libertad y las disposiciones del enfermo. El dogmatismo, el juicio y la condena son actitudes que deben desaparecer del comportamiento del agente de pastoral.

 

2. LA ORACIÓN CON EL ENFERMO Y POR EL ENFERMO

La enfermedad es un momento propicio para la oración. En el corazón de la persona enferma y en sus seres queridos brota casi de forma espontánea la oración, la plegaria en sus más diversas formas.

En la oración del enfermo tiene un gran peso la realidad que está viviendo, cuenta igualmente su visión de Dios, su temperamento, su historia personal, su educación religiosa, su medio cultural. Cada enfermo tiene su forma original de orar y modalidades diversas de dirigirse a Dios.

 La oración es uno de los recursos más importantes de los que dispone el agente de pastoral para crear un clima de paz en torno al enfermo, para infundir ánimo al que sufre, para abrirle solidariamente a otros enfermos y personas, para ayudarle a descubrir la voluntad de Dios, para encontrar la energía necesaria a fin de sobrellevar los dolores, para progresar en la identificación con Cristo paciente, para dar gracias a Dios por sus dones, para realizar, finalmente, el tránsito al Padre.

La oración ha de surgir de la necesidad y deseo del enfermo y ha de tener muy presente la realidad que está viviendo el enfermo. Por ello, la oración con el enfermo presupone la escucha del mismo, de sus vivencias y estados de ánimo, para acoger la variedad de actitudes y reacciones: queja, impotencia, angustia, amargura, desamparo y abandono, soledad, culpabilidad, rebeldía, confianza, gozo, gratitud y alabanza.

El saber ponerse en sintonía con la historia y el proceso interior de cada enfermo, permite al agente de pastoral ayudarle y convertir su camino con Dios por medio de la oración que unas veces es oración de queja, otras de agradecimiento, otras de entrega confiada, otras de súplica y de intercesión por los demás, otras de contemplación del misterio o de alabanza y glorificación de Dios.

La Sagrada Escritura ofrece innumerables y variadas oraciones de enfermos, especialmente en los Salmos. El agente de Pastoral de Salud sabrán escoger, proponer y utilizar la que responda mejor a las necesidades espirituales del enfermo en cada momento. Pero es sobre todo en Jesús, modelo de oración, en quien debe inspirarse el agente para acompañar y ayudar al enfermo a orar.

La oración por los enfermos ha estado y está presente en la vida de la Iglesias y de sus comunidades cristianas. La Iglesia ora por los enfermos en la Eucaristía, la Liturgia de las Horas, en la celebración de los sacramentos. El agente de pastoral ha de orar por los enfermos y ofrecer ocasiones y cauces comunitarios para orar con los demás enfermos, la familia v la comunidad cristiana.

La oración por los moribundos, siempre valorada por la tradición eclesial, se ve hoy dificultada a causa de la atmósfera distraída, indiferente o asustada que muchas veces caracteriza el ambiente donde muere el enfermo. Practicada con discreción y adaptada a las circunstancias particulares y concreta de cada enfermo, constituye una ayuda valiosa para el enfermo y sus familiares.

3. LA CELEBRACIÓN SACRAMENTAL
En las últimas décadas, la celebración de los sacramentos de los enfermo ha sufrido profundas transformaciones. Por una parte hemos asistido a uní progresiva superación del sacramentalismo y, por otra, a un importante des censo en la petición de los sacramentos. Ambos fenómenos, junto con la reforma litúrgica, han estimulado una mejor comprensión de los sacramenta y una búsqueda más atenta de modelos de celebración adecuados al contexto sanitario, lugar secularizado y pluralista.

Por medio de la reconciliación, la unción de los enfermos y la Eucaristía se ayuda al enfermo a vivir el sentido pascual de la enfermedad.

La importancia de estos instrumentos del amor redentor del Señor exige del agente de pastoral un compromiso especial. La celebración sacramental ha de constituir, habitualmente, la culminación de una relación significativa con el enfermo y el resultado de un proceso de fe realizado por éste. Los sacramentos, signos que atestiguan el amor de Dios al enfermo, no deben ser ritos aislados sino gestos situados en el corazón de una presencia fraternal, que los que rodean al enfermo han de expresar de múltiples maneras: lucha contra la enfermedad, cariño, escucha y atención a las necesidades del enfermo, amistad y servicio.

Esta presencia fraternal junto al enfermo del agente de Pastoral de Salud y de todo cristiano, tiene un valor casi sacramental desde la perspectiva de una Iglesia sacramento de salvación para el Mundo. El agente de pastoral al ofrecer los sacramentos ha de respetar los niveles de fe cristiana de los enfermos y las etapas de su caminar en la fe para actuar gradualmente con discreción y pudor, evitando todo lo que pueda provocar dolor, resentimiento o alejamiento.

El agente de Pastoral de Salud evitará todo tipo de coacción y celo intempestivo, opuesto a la dignidad de la persona humana y a la libertad religiosa y ayudará al enfermo a superar los condicionamientos personales y sociales que posan sobre él a la hora de manifestar y celebrar su fe. El agente de pastoral ha de contar con el enfermo en la celebración sacramental. Es el enfermo quien ha de solicitar o aceptar el sacramento con plena fe y celebrarlo en las mejores condiciones, activa y conscientemente. Es él, su nivel de fe, su estado de salud y de fuerzas quien ha de marcar el ritmo de la celebración, las lecturas, oraciones, etc.

El agente de Pastoral de la Salud ha de discernir pastoralmente las motivaciones de los enfermos y de sus familiares o allegados al pedir, no pedir o rechazar un sacramento. Ha de discernir, igualmente, sus propias motivaciones al ofrecer los sacramentos.

Para la celebración de los sacramentos, el agente de Pastoral de Salud, especialmente si es presbítero o diácono, ha de poner de relieve la dimensión simbólica de los gestos realizados, por medio de una adecuada catequesis y la creación de un clima humano que esté en sintonía con los valores proclamados por la celebración sacramental. Ha de procurar, igualmente, que los signos sacramentales sean verdaderamente significativos.

3.1 SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Un momento crítico en la vida humana, como es la enfermedad, puede ser una ocasión propicia para oír la llamada de Dios a la conversión. La enfermedad, al replantear los valores en los que vive centrada la persona, le lleva, a menudo, a revisar su conducta y a reorientar su vida. Este cambio ni es fácil ni es cuestión de un momento. Puede exigir, a veces, un largo proceso.

Un punto muy importante a tener en cuenta por el agente de Pastoral de Salud, durante la etapa de catequesis pro -sacramental, es la conexión que muchos enfermos hacen entre la enfermedad que padecen y algún pecado, real o imaginado, en su vida pasada. Por otra parte, el agente de pastoral nao' puede olvidar que la Revelación es la respuesta liberadora tanto a la enfermedad como al pecado de los hombres, están ambos, o no, unidos en la vida de un enfermo concreto. Por ello, un cometido específico de la pastoral de sacramento de la penitencia deberá ser iluminar la dimensión curativa y rehabilitadora del mismo, y ayudar al enfermo a discernir entre la angustia que genera la propia enfermedad y el sentimiento de culpa proveniente de sus pecados.

El sacramento de la penitencia es la celebración del encuentro del cristianó enfermo, débil y pecador, con Cristo que "perdona sus culpas y cura su' enfermedades" (Sal. 103, 3). Con este sacramento, la comunidad cristianó se dirige al enfermo para decirle, en el nombre de Jesús: "Tus pecados Que dan perdonados... Levántate y anda". (Cf. Mt. 9, 5-ó).

Los sacerdotes procurarán estar atentos para que el deseo de conversión del enfermo no termine con el simple "acto de confesarse". Para ello, tratará de acompañar todo lo que puedan al enfermo en el proceso de su conversión, a fin de que llegue a realizar el cambio de vida que ha descubierto.

Cada sacerdote, aun reconociendo el poder ilimitado de la intervención de Dios en la celebración del sacramento, no puede olvidar la influencia de sus propias actitudes -- comprensión, respeto y discreción-- en el fruto que el penitente puede sacar de la confesión.

 En cuanto sea posible, ha de procurar atender a los enfermos en un lugar acogedor que permita un coloquio franco y liberador, y que salvaguarde la intimidad y la integridad de la confesión. Será comprensivo y magnánimo sobre todo cuando el enfermo está débil o ha de confesarse en un lugar en el que es imposible respetar el secreto.

 Conviene fomentar las celebraciones comunitarias de la penitencia para que gracias a ellas se descubra mejor la solidaridad en el pecado, la debilidad y la conversión, al escuchar juntos la Palabra de Dios, reconocer todos sus propios pecados y expresar la voluntad de conversen, y la alabanza y gratitud de Dios por su perdón.

3.2 EUCARISTÍA Y COMUNIÓN DE ENFERMOS



La Eucaristía, sin ser el sacramento específico de la enfermedad, tiene estrecha relación con ella. Primero, porque el enfermo, que ya vive en la fe la incorporación de su enfermedad a la pasión de Cristo, puede tener el deseo de celebrarla sacramentalmente. En segundo lugar, porque la Eucaristía servirá para descubrir al enfermo, tentado de encerrarse egoístamente en sí mismo, el sentido de comunión total con Dios y los hombres que Cristo da a la vida.
 La celebración de la Eucaristía en los hospitales tiene lugar en momentos y lugares diversos. Cada uno requiere una preparación adecuada, en la medida de lo posible se ha de procurar que los enfermos asistentes, los médicos, enfermeras y familiares presentes participen activamente en la celebración.

Algunos enfermos, que no pueden participar en la celebración de la Eucaristía por razones de salud, sienten la necesidad de recibir el Pan de la Palabra y el Pan que da la Vida.

Desde los primeros siglos la comunidad cristiana se ha preocupado de lleva' al enfermo la Palabra proclamada en la Asamblea y el Cuerpo de Cristo. No se olvide que el fin primario y principal de la reserva eucarística consiste en la posibilidad de llevar la comunión a los enfermos que no han podido participar en la Misa.

Se ha de procurar, en la medida de lo posible, que la distribución de la Comunión revista el carácter de una verdadera celebración de fe. Por ello ha de:

·         estudiar los métodos adecuados para responder a las necesidades de los enfermos, respetar el sacramento y permitir al agente la libertad y la Creatividad suficientes en su celebración;

·         dar la comunión en un contexto de presencia humana y de oración;

·         dar la comunión sin prisas ni rutina, buscando la frecuencia y las modalidades que permitan una celebración digna, sirviéndose de los medios mí convenientes para ayudar al enfermo a prepararse y dar gracias;

·         escoger el momento más oportuno para el enfermo, evitando la coincidencia con otros servicios, con el fin de que disponga de un momento de calma suficiente para acoger el don que recibe y para la plegaria personal.

Se dará la comunión a quienes la soliciten personalmente v por medio de sus familiares, pero no se ofrecerá la comunión a las personas que, por diversos motivos, no parecen convenientemente dispuestas para recibirla. Por respeto a la fe y a la práctica religiosa del enfermo, no presionará indebidamente recibir cada día la comunión a personas que tan sólo la reciben ocasionalmente. Urgente es reestructurar los grupos ya existentes de ministros extraordinarios de la comunión eucarística para lograr una mejor y mi personalizada celebración.

El Viático es el sacramento específico para los enfermos que viven la última fase de su existencia; marca la última etapa de la peregrinación del cristiano iniciada en su bautismo; es el sacramento del tránsito, del paso de la muerte a la vida; es la espera, iluminada por la presencia privilegiada de Cristo, del cumplimiento del misterio de la muerte y resurrección de cada uno de nosotros. No se trata de la última comunión recibida por el enfermo antes de morir, sino más bien de una comunión en la que el enfermo, asumiendo en la fe su camino hacia la muerte como paso con Cristo hacia la vida, se pone en las manos del Padre. Por ello debe recibirlo en plena lucidez. Transformar este ideal en realidad cotidiana es uno de los desafíos con que se enfrenta hoy el trabajo pastoral en los hospitales.

3.3 UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

 Más que cualquier otro sacramento, la Unción de los Enfermos es fuente de paz y confianza. El Señor le concede al enfermo, el auxilio para vivir su enfermedad y su restablecimiento conforme al sentido de la fe. La dimensión comunitaria es un rasgo esencial en todo sacramento. Por ello, el sacerdote procurará evitar que la celebración de la Unción sea un acto solitario, realizado entre la indiferencia de los que cuidan al enfermo. La presencia de Cristo junto al enfermo, actualizada por el sacramento, se ha de hacer visible por la presencia significativa de los que le rodean y, cuando sea posible, de su comunidad cristiana de origen. El agente de Pastoral de la Salud ha de ayudar al enfermo, a sus familiares y al personal de salud, especialmente al de enfermería a descubrir las necesidades espirituales del enfermo para que en el tiempo propicio pueda celebrar la Unción como un acto libre y responsable.

4. LA ATENCIÓN PASTORAL A LOS ENFERMOS GRAVES Y MORIBUNDOS

 La atención pastoral a los enfermos graves y moribundos ha de ser hoy una de las actividades prioritarias del servicio de asistencia religiosa y pastoral. Hay que ayudar al enfermo, a cada enfermo, a morir con dignidad y al enfermo cristiano a morir en Cristo. Esto no puede hacerse a distancia; hay que acercarse al moribundo, conocer e identificar sus necesidades espirituales y procurar atenderlas.

El enfermo moribundo necesita curar las heridas causadas por la toma de conciencia de la propia finitud y "pobreza": miedo, angustia, sensación de impotencia y de abandono, desesperación ante lo desconocido. El agente de pastoral tiene la posibilidad de poner bálsamo en estas heridas del espíritu haciéndose presente, próximo y participe en el drama que vive el enfermó! percibiendo su estado de ánimo, acompañándole en silencio y permitiendo que exprese sus sentimientos y reacciones .

El agente de Pastoral de Salud ha de unirse al enfermo en la búsqueda de dicho sentido, sin imponer su punto de vista. Su estilo de presencia profundamente respetuosa y comprensiva con el enfermo, puede ser para éste una fuente de sentido.

El moribundo tiene una profunda necesidad de reconciliación. La mirada su pasado y el descubrimiento de sus fallos puede despertar en él sentimientos de culpabilidad, hacerle difícil aceptar sus errores pasados y reconocer sus buenas acciones.

El agente de Pastoral de Salud ha de ayudar al enfermo a mirar su vida con la misma mirada del Señor, una mirada de aceptación y perdón. Esto 14 permitirá sentirse aceptado y aceptarse, sentirse perdonado y perdonar a los demás, estar en paz consigo mismo y con Dios.

5. LA ATENCIÓN PASTORAL A LAS FAMILIAS DE LOS ENFERMOS

Toda persona normalmente vive en una familia y de ella recibe valiosa ayuda. Cuando cae enferma, la familia se ve afectada, a veces profundamente y necesita por ello, atención y apoyo. En determinados casos lo necesita tanto o más que el propio enfermo: cuando éste es un quemado grave aislado en zona estéril, o está en coma durante períodos prolongados, o se trata de un niño, o es alguien que ha sido desahuciado, que se está muriendo o que se acaba de morir.

Desde el principio lo hemos enunciado y ahora lo corroboramos, los agentes de pastoral de salud han de procurar estar cercanos a las familias de los enfermos, tener presentes sus necesidades, especialmente las espirituales y ofrecerles la atención pastoral que precisen en cada momento. Han de contar con su valiosa ayuda a la hora de prestar la asistencia religiosa al enfermo.

 En la etapa que precede a la muerte, el agente de Pastoral de Salud ha de ayudar a la familia a afrontar la situación, a prepararse para la separación con esperanza, aceptando sus reacciones, posibilitándole su expresión, caminando a su lado con profundo respeto y ofreciéndole los recursos de la fe.

Los momentos que siguen a la muerte de un ser querido son especialmente significativos para la familia y constituyen un espacio privilegiado y delicado para la pastoral. El agente que es sensible, que está atento al estado de ánimo de los familiares y se acerca con un rostro humano dando expresión a la voz del corazón, puede ofrecer a la familia ayuda inestimable. Hay voces en que una oración serena y sentida será la ayuda mejor para la familia. Otras, será un abrazo, un apretón de manos o la sola presencia física.

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