Tema 7.- Orar como María
desde el sufrimiento.
En el Documento de la Comisión Episcopal de Pastoral
“La asistencia religiosa en el Hospital” dice: “La enfermedad es un momento
propicio para la oración. En el corazón de la persona enferma y en sus seres
querido brota, casi de forma espontánea, la oración, la plegaría en sus formas
diversas” Núm. 63
La experiencia nos dice que es así. La enfermedad, de
manera especial si es grave cuestiona a la persona. La actividad, el trabajo
nos impiden, frecuentemente, pensar. El enfermo pasa muchas horas, a veces,
semanas, meses, inactivo. No es infrecuente que pase noches sin dormir. El
silencio, la inactividad, las noches en vela, son circunstancias propicias para
la oración y para que más fácilmente se oiga la voz de la conciencia, la voz de
Dios que habla en el interior de cada uno.
Uno de los objetivos fundamentales de la Pastoral de
la salud ha de ser propiciar, facilitar, tratar de que el enfermo sienta
necesidad de orar y ore. “La oración es uno de los recursos más importantes de
los que dispone el agente de pastoral para crear un clima de paz en torno al
enfermo, para infundir ánimo al que sufre, para abrirle socialmente a los otros
enfermos y para encontrar la energía suficiente, a fin de sobrellevar los
dolores; para progresar en la identificación con Cristo paciente, para dar
gracias a Dios por sus dolores, para realizar, finalmente, el tránsito al Padre”
Núm. 54.
¿Qué es orar?
Yo diría que orar es responder a Dios que previamente
nos ha hablado. Dios nos habla de muchas maneras: Nos habla por su Hijo
Jesucristo; por la palabra de Dios; por la Iglesia; por media de los
acontecimientos personales, familiares o sociales; a través de la conciencia,
de recuerdos, de personas, de objetos religiosos, de experiencias vividas etc.
El problema es que muchas veces no sabemos captar la voz de Dios.
La respuesta
podemos efectuarla con palabras, con gestos, con hechos. La respuesta
más plena es la que se da con hechos. Pero respuestas son: un beso a la imagen
de Cristo crucificado, de la Virgen, una genuflexión, unas manos levantadas,
una inclinación ante una imagen, un ramo de flores para que se ponga ante el
sagrario o a los pies de una imagen; una promesa, una súplica, una limosna para
obras de caridad, pedir recibir la comunión, la penitencia.
La oración genuina y verdadera no pretende cambiar los
plantes de Dios, sino que pretende que los planes, las ideas, los sentimientos
y la vida toda del que ora se identifique con la voluntad de Dios. Intentar que
Dios se identifique con nuestros planes y deseos es querer convertir la oración
en algo mágico.
La oración debe ser dialogo. Dios habla y el hombre
escucha y responde. Dios obra y el hombre colabora. En la medida que escucha se
hace capaz de interrogarse, de comprender. La oración no es un monólogo: es
descender a lo profundo del yo, es salir de si y coloquial con el Otro (Dios).
La oración verdadera es la del corazón, o sea, la que
sube del centro de la persona y de lo más profundo de la vida. La oración de
los labios y de muchas palabras no es auténtica, porque no asciende de la raíz
del hombre.
El enfermo que al orar se centra solo en él y no en
los demás, en sus necesidades fisiológicas y no en todas sus necesidades y en
las de sus semejantes, no ora auténticamente.
El agente de pastoral tiene
el deber de ayudar a orar al enfermo.
Para ello ha de ser una persona de oración, habituada
a escuchar a Dios. Si así es, sabrá descubrir inmediatamente, los momentos, las
circunstancias en las que Dios habla al enfermo y le ayudará a abrir los oídos
del alma y a percibir con claridad lo que Dios le dice; a descubrir los planes,
los caminos que Dios quiere para su vida, ayudándole para aceptar serenamente
lo que Dios quiere.
Para que así sea, tengamos muy en cuenta lo que dice
el documento citado núm. 65 “La oración ha de surgir de la necesidad y el deseo
del enfermo y ha de tener muy presente la realidad que está viviendo. Por eso
la oración con el enfermo presupone la escucha del mismo, de sus vivencias y
estado de ánimo para coger la variedad de aptitudes y reacciones: queja,
impotencia, angustia, amargura, desamparado, soledad, culpabilidad, rebeldía,
gozo, gratitud, alabanza. El saberse poner en sintonía con la historia y el
proceso interior de cada enfermo permite ayudarle a convertir su camino en camino de Dios por medio de la
oración que unas veces es oración de queja otra de agradecimiento, otra de suplica e
intercesión por los demás, otras de contemplación
del misterio o de alabanza y glorificación de Dios”.
Orar
como María desde el sufrimiento.
Supone
a) Orar como María. Para ella es saber escuchar a Dios y
responderle. Dios le habla por medio del ángel Gabriel y ella responde: He aquí
la esclava del Señor. Hágase tu voluntad. Para María orar es dejar que Dios
haga cosas grandes con ella. María responde a Dios con palabras y con obras:
Acepta ser Madre de Dios compromiso arriesgado.
b) Asociándose como ella a la pasión de su Hijo
Jesucristo, cooperando así en la obra de la Redención. Dice Pío XI. “Recuerda,
Virgen, que en el Calvario quedaste constituida en corredentora, cooperando con
la crucifixión de tu corazón a la salvación del mundo juntamente con tu Hijo crucificado”.
“María, padeciendo con su Hijo mientras Él moría en la cruz, cooperó en forma
de todo singular, por la obediencia, por la fe, la esperanza y la caridad en la
restauración de la vida sobrenatural de las almas” LG 61. El enfermo coopera a
la obra de la salvación, si se une a la pasión de Cristo obedeciéndole en todo;
si se fía, si pone toda su esperanza en El y ama a todos como el Señor quiere.
c) Orar con los sentimientos actitudes y disposiciones de
María. Los sentimientos de María, como los del enfermo, pueden ser variados.
Cuando María le dice a su hijo: Mira que tu Padre y yo te andábamos buscando no
lo dice con el mismo sentimiento que cuando canta el Magnificat. Sus actitudes:
aceptación, confianza, agradecimiento. Disposiciones: une oración y vida, culto
y vida, dispuesta a hacer lo que Dios le indique.
d) Captando lo que Dios le dice desde el sufrimiento y
respondiendo a esa llamada; convirtiéndose en ayuda para sus compañeros
enfermos, sus acompañantes y familiares. Etc.; abriendo los oídos a lo que Dios
quiere y aceptado su voluntad. Pensemos en María en el cenáculo orando con los
discípulos de su Hijo en la espera de la venida del Espíritu Santo. Les ayuda a
que abran sus oídos y descubran y
acepten los planes de Dios. Así deben comportarse los enfermos, con
cuantos le rodean y sirven.
Texto bíblico. Hechos de los Apóstoles 1,
9-14
Cuestionario. ¿Qué es para ti orar? ¿Cómo ayudar el agente de
pastoral a orar al enfermo? ¿Crees que la oración es sanante? ¿Qué hacer para
orar como María y ayudar a los que sufren a orar?
Compromiso
Oración
comunitaria.
Estoy
asustada. Tengo miedo, Dios mío; dame fuerza y valor.
Madre,
ayúdame. ¡Quiero unirme profundamente al sacrificio reparador de satisfacción
única de Cristo. Obediencia total al Padre!
En
medio del silencio de la noche y de la paz que mora en mí, siento que mi
corazón se llena de ti y la noche se hace plegaria a Ti, Dios de mi vida. Estoy
respirando a Dios. El me penetra, me envuelve con su amor.
Padre
ayúdame a comprender la fatiga de mis hermanos. ¿Si mi fatiga pudiera aliviar
algo la suya?.
Dios
mío dale fuerza a mi papá para que sufra lo menos posible. Sé que estás
conmigo, Señor, que me quieres, aunque no entiendo nada. Lo acepto; pero sigo
pidiéndote que, si es posible, esto pase pronto.
Yo
te amo Señor, mi roca.
Sí,
quiero tu voluntad. Pero cuando llegan los momentos duros desfallezco.
¿Dónde
te escondiste, Amado, esta noche?
Padre,
me abandono en ti. Haz de mi lo que quieras.
Sea
lo que sea te doy gracias Padre.
(Del
Diario de Belén, religiosa muerta a los 48 años después de una dolorosa
enfermedad).
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