En este año de la Misericordia que
estamos a punto de comenzar son muchas las iniciativas que surgen y
que nos ayudan a vivir con intensidad este Año Jubilar. Animamos a las comunidades parroquiales a caer en la
cuenta de un apostolado de la Misericordia que se practica en nuestras parroquias y entre nuestras familias, la pastoral con nuestros enfermos.
Hay que dar gracias a Dios por tanto
cariño, paciencia y generosidad derramadas por tantas familias que cuidan a sus
enfermos con esmero y constancia y, de un modo singular, a los que sirven a los
enfermos crónicos y dependientes que hay en los hogares .
Son ejemplo vivo de la misericordia de Dios en medio de la vida cotidiana de la
Iglesia y del mundo.
Un sencillo dolor o una enfermedad
pasajera que surge de modo espontáneo en nuestro día a día, sabemos que nos
descentra y nos hace caer en la cuenta de nuestra limitación y fragilidad.
Cuando el sufrimiento se prolonga es capaz de minar equilibrios aparentemente
bien asentados tanto en la persona enferma como en quienes la cuidan. Nos sitúa
ante grandes interrogantes existenciales que en ocasiones pueden llevarnos a
desesperar del sentido y valor de la vida. La experiencia cristiana que
contempla la enfermedad desde la fe, nos ayuda a introducirnos en un camino
nuevo como enfermos, como acompañantes de los mismos o como visitadores.
Muchas veces al acercarnos al lecho
del enfermo y de la familia que le cuida, nos encontramos sin las palabras
adecuadas para expresar lo que nos gustaría, pues nos sentimos superados. El
sufrimiento es siempre un extraño. Su presencia es imposible de domesticar e
irrumpe con múltiples rostros y situaciones. Sabemos que entonces es necesaria
una presencia amorosa que el enfermo encuentra muchas veces en la familia y en
la cercanía de aquellos a los que les unen lazos de amistad. También es
necesaria, en esos momentos, la cercanía y la intimidad de aquellos a los que
le unen vínculos de fe, que pertenecen a su misma comunidad. “Y ¿quién más íntimo
que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada? Ellos son, más que nadie,
capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el
sufrimiento. En la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las
criaturas (Santa María), se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la
dignidad que nunca abandona a quienes están enfermos. Esta sonrisa, reflejo
verdadero de la ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable”. (Benedicto
XVI, homilía en Lourdes, 15-9-2008).
Cristo se hace singularmente presente
a través de los sacramentos de la Iglesia. A los que sufren enfermedades o tienen
una discapacidad el Señor les auxilia a través de la gracia de la Unción de los
Enfermos:
“la gracia propia del mismo consiste en acoger en sí a Cristo médico. Sin
embargo, Cristo no es médico al estilo de mundo. Para curarnos, Él no permanece
fuera del sufrimiento padecido; lo alivia viniendo a habitar en quien está
afectado por la enfermedad, para llevarla consigo y vivirla junto con el
enfermo. La presencia de Cristo consigue romper el aislamiento que causa el
dolor. El hombre ya no está solo con su desdicha, sino conformado a Cristo que
se ofrece al Padre”. (Benedicto XVI, homilía en Lourdes,
15-9-2008).
Esta interesante perspectiva sobre el
Sacramento de la Unción nos anima a presentarlo en nuestras comunidades y a
ofrecerlo a nuestros enfermos. Conforme a la doctrina del Concilio Vaticano II
es el sacramento que ilumina la enfermedad, más que la muerte. La Santa Unción
no es, de ningún modo, el anuncio de la muerte cuando la medicina ya no tiene
nada que hacer.
En muchas parroquias se celebra de
forma comunitaria presentando la Unción de los enfermos como un Sacramento de
Vida en tal situación y que ayuda a vivir la enfermedad conforme al sentido de
la fe convirtiéndose en fuente de esperanza. Para poder presentar de modo
adecuado esta rica fuente de Misericordia, es necesario acompañarla con la
debida catequesis preparatoria.
Os animamos a programar en este curso
distintas acciones pastorales en nuestras parroquias que nos ayuden a potenciar
esta excelente pastoral de la Misericordia y a redescubrir la fuerza de la
Unción de los Enfermos como signo fecundo y cercano del Corazón misericordioso
de Cristo.
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