lunes, 7 de noviembre de 2022

EL ANCIANO ENFERMO: NECESIDADES ESPIRITUALES

 

El término necesidad es ambiguo, pero lo refe-rimos normalmente a un objeto cuya ausencia o no satisfacción lleva consigo un sufrimiento, e incluso, a la larga, una amenaza vital. Por ejem-plo, carencia de comida o bebida. Si se satisface la necesidad cesa el sufrimiento.

 

Las necesidades psicológicas y espirituales se satisfacen, más que con cosas, con relaciones con los demás y con Dios.

 

No es fácil determinar en qué consisten las necesidades espirituales. Ante todo, es preciso aclarar que toda persona humana, creyente o no, posee, además de la dimensión física, psíquica, mental y social, una dimensión espiritual. Para realizarse como persona ha de cultivarla, atender a sus exigencias, vivirla.

 

En segundo lugar, la dimensión religiosa (de la que hablaremos en el tema octavo) es la misma dimensión espiritual, pero canalizada, expresada y vivida dentro de una religión concreta (cris-tiana, budista, mahometana, etc.).

 

NECESIDADES ESPIRITUALES DEL

ANCIANO ENFERMO, CREYENTE O NO


1. Necesidad de ser reconocido como persona

 

Cada persona tiene su identidad; no es un nú-mero. Tiene un nombre, un apellido, una historia personal, un rostro, un cuerpo, una nacionalidad, un oficio, un saber, un hacer, una familia. Pertenece a un partido, a un movimiento, a una religión...

 

La necesidad de ser reconocido como persona se expresa en que debe ser llamado por su nom-bre; en que ha de ser amado y respetado en sus diferencias, en sus decisiones.


2. Necesidad de encontrar un sentido a la vida.

 

Esta necesidad es común a todo hombre y mu-jer. Pero se hace más apremiante en ciertos momentos de la vida. Por ejemplo en la ancia-nidad y en la enfermedad.

 

La enfermedad coloca al anciano frente a lo esencial de la vida. Siente necesidad de volver a leer su pasado, de interpretarlo de nuevo: Hablar de su vida pasada, reafirmar lo positivo, liberarse de la nostalgia por las oportunidades perdidas, desechar falsos sentimientos de culpabilidad.

 

Necesita encontrarle un sentido a lo que le está aconteciendo, reconciliarse con sus límites, en-contrar nuevas posibilidades, abrirse a la espe-ranza, abandonarse en Dios. Tal vez necesite también rectificar las decisiones y orientaciones que han guiado su vida, o fortalecerlas y ratifi-carlas.

 

3. Necesidad de respuesta a los interrogantes fundamentales.

 

En algún momento de la vida toda persona se ve confrontada con los interrogantes más hondos de la existencia. Con el misterio, con los enigmas de la vida.

 

Ante la perspectiva inmediata e ineludible de la muerte, el anciano puede preguntarse si ha vali-do la pena vivir y, sobre todo, si seguirá viviendo después de la muerte. El anciano necesita afir-mar su identidad, el valor de la vida, encontrar respuestas, un rayo de luz.

 

4. Necesidad de confesar la propia fe.

 

Es la necesidad de afirmar, expresar y apoyarse en la propias convicciones, de encontrar adhe-sión, y sobre todo de afirmar un cierto sentido de pertenencia.

 

Si el anciano es creyente, siente necesidad de que se respeten su religiosidad, sus hábitos reli-giosos, de que no se interrumpan bruscamente sus prácticas religiosas y su participación en la comunidad.

 

5. Necesidad de reconciliación.

 

El anciano, como toda persona, necesita "despedirse" de este mundo reconciliado consigo mismo, agradecido a la vida, en paz con sus seres queridos, con Dios. El anciano necesita experimentar el perdón recibido y ofrecido.

 

6. Necesidad de continuidad, de un más allá.

 

En toda persona habita una cierta sed de inmortalidad, de superar las fronteras del tiempo. Unos encuentran la continuidad de su vida en los valores que ellos han defendido y vivido; otros la sitúan en la "heredad" que dejan. Otros creen en la reencarnación. El cristiano, en la resurrección de Cristo, en el don de la vida eterna.

 

¿QUE HACER?

 

Acompañar al enfermo y cuidarlo, no sólo con cuidados materiales, sino también con una cercanía hecha de gestos, a través de los cuales se siente respetado, querido, valorado.

 

Escucharle: provocar espacios de tiempo para que el anciano enfermo formule sus angus-tias, dudas, esperanzas, temores.

 

Si es creyente, facilitarle su participación en la vida de la comunidad, favorecer sus prácticas religiosas. Orar con él.

 

Facilitar las gestiones de reconciliación con familiares. Ayudarles, a leer su vida desde lo positivo.

 

Procurar que tengan vida social, alimentar su "enganche" a la vida, estimular su participación en alguna iniciativa comunitaria o social.

 

Ayudarle a expresar su apertura al Otro, a lo trascendente: leerle algún poema, un pasaje bíblico, audición de tal o cual música.

 

El anciano enfermo necesita un confidente y lo escoge él, no se lo impongamos.

 

TESTIMONIO

Guy Deblic, jesuita obrero, muerto a los 32 años en 1970. Escribe: "Para el personal cuidador se es ante todo un enfermo, para los otros enfermos eres un compañero de fatigas, alguien que tiene su pasado, su trabajo, sus proyectos; en una palabra, una persona a quien se le puede hablar y decir sus temores y esperanzas".

 

CUESTIONARIO

 

¿Qué es necesidad? ¿Qué es necesidad espiritual?

 

¿Cuáles son las principales necesidades espirituales de un anciano enfermo?

 

¿Qué hacer para satisfacerlas?

 

COMPROMISO

 

BIBLIOGRAFIA

 

López Apzitarte E., "La dimensión religiosa en el anciano", en "¿La edad inútil? Para ayudar y prepararse a la vejez" Edic. Paulinas 1993.

 

Conde J., "Papel de las creencias religiosas en la asistencia sanitaria al anciano", en AA.VV., Problemas éticos en relación con el anciano, Ed. Médicas, Madrid 1995.

 

Card. Tarancón, Espiritualidad de la vejez, en "Vida Religiosa", Vol. 74, 4, 1993.

 

ORACION COMUNITARIA

 

Estuve enfermo y me llamaste por mi nombre.

Estuve enfermo y venías cada mañana a decirme:

       ¡buenos días!

Estuve enfermo y fui para ti alguien, y no algo.

Estuve enfermo y me tratabas con competencia.

Estuve enfermo y me diste lo que más necesitaba:

       cariño, comprensión, escucha y amor.

Estuve enfermo y me diste a Dios.

         Pedro Núñez

 

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