miércoles, 8 de junio de 2016

La experiencia de la enfermedad

La experiencia de la enfermedad.
 

La enfermedad sorpresa dolorosa
1. En el mundo actual, la calidad de vida y la salud constituyen los bienes más estimados y ambicionados, junto con el bienestar, la juventud, la eficacia, la competitividad, la capacidad de disfrute y de consumo, y el éxito. Se vive en función de la salud y de los sanos.

Por eso, cuando la enfermedad irrumpe y se instala en la vida del ser humano, constituye una dolorosa sorpresa. Hoy se vive más penosamente que en otras épocas la enfermedad, pues estamos menos preparados para asumirla.

 

y experiencia decisiva que afecta a todo el ser humano

2. La enfermedad es una experiencia decisiva en la vida de cualquier ser humano. Afecta a toda la persona, ya que, cuando uno enferma, enferma en su totalidad y entra en un mundo diferente del habitual y cotidiano. El equilibrio que caracteriza el estado de salud se rompe y el enfermo entra en una crisis cuyos rasgos más importantes se describen a continuación.

 

le hace descubrir su fragilidad

3. La enfermedad provoca una convulsión en el mundo interior de quien la padece. El cuerpo se vuelve molesto y rebelde, desconocido y amenazador, y el enfermo se ve obligado a prestarle mucha más atención que cuando estaba sano.

La enfermedad suscita la experiencia de la propia limitación y fragilidad (in-firmitas), experiencia que obliga a cuestionar la imagen y la estima que uno tenía de sí mismo antes de enfermar. "No somos nadie", dicen a menudo muchos enfermos.

 

modifica sus relaciones con los demás

4. La enfermedad afecta también a las relaciones y a la comunicación entre el paciente y su mundo circundante: la familia, las amistades, el trabajo, la sociedad entera.

La enfermedad obliga al enfermo a replegarse en sí mismo, a la vez le lleva a observar a los demás con máxima atención por saberse y sentirse mucho más dependiente de ellas. Esta sensación de dependencia modifica profundamente dichas relaciones y a menudo le resulta al enfermo muy penosa.

le plantea los grandes interrogantes

5. La enfermedad no es, pues, un episodio intranscendente. Es un parón obligado y doloroso en el correr de la vida. De no tener tiempo para nada, el enfermo pasa a disponer de mucho tiempo para pensar y reflexionar.

Surgen entonces casi inevitablemente las preguntas: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿por qué he caído enfermo? ¿por qué me ha tocado a mí? ¿qué he hecho yo para acabar así? ¿qué sentido tiene sufrir como estoy sufriendo? ¿cómo puede Dios permitir esto? ¿por qué, Señor?.

 

La enfermedad experiencia ambigua que marca la vida

6. La experiencia de la enfermedad es ambigua: puede hundir y destruir a la persona que la padece, o ayudarla a crecer y madurar; encerrarla en sí misma, o servirle de ocasión para abrirse y entregarse a los demás; alejarla de Dios, o acercarla más a El. En uno u otro sentido, marca y moldea siempre la vida del ser humano.

 

El enfermo necesita una atención integral
7. El enfermo es, pues, un ser sumamente necesitado de ayudas de muy diverso tipo, a causa de la diversidad de sus necesidades; biológicas, psicológicas, sociales y espirituales (de carácter ético y religioso).

Su situación reclama lo que hoy se llama atención integral para poder restablecerse o para asumir sanamente la enfermedad, para luchar contra la muerte o para poder aceptarla y vivirla con dignidad cuando llega.

 

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