Para acercarnos a este tema es importante partir de los 2 textos más emblemáticos: Libro del Génesis 1,1-2,4a y Génesis 2,4b-25. Se trata de dos textos de autores y épocas distintas: el del capítulo primero es llamado ‘texto sacerdotal’, y el del capítulo segundo, Yawishta.
En su redacción definitiva, puestos uno a continuación del otro, nos encontramos con que, en el primero, la creación del ser humano es una más de las obras creadoras de Dios, si bien la más importante; mientras que en el segundo es la creación del ser humano la que ocupa la centralidad del relato.
Recordemos ambos relatos:
Gen 1,1-2,4a Gen 2,4b-25
Entre una introducción y una conclusión, se describe la obra creadora de Dios en dos series:
* en la primera, lo “inanimado” (cielo, tierra, sol, luna, estrellas, vegetación),
* en la segunda serie, lo “animado” (peces, aves, animales terrestres y ser humano)
Gen 2,4b-25
Se narra la formación del hombre del polvo, luego los árboles frutales, los animales, a los que el hombre pone nombre y, finalmente, la formación de la mujer.
Termina con la afirmación de que la unión hombre-mujer es el estado ideal.
Génesis 1,1-2,4a:
En este relato que abre la Biblia nos encontramos con una especie de “programa” de lo que, en una visión creyente, deben ser el mundo y el ser humano. Se trata de un mensaje religioso, no científico. Trata de decirnos qué es, y para qué es, el mundo y el ser humano.
Lo primero a destacar es que el cosmos es un todo armonioso y ordenado. La mayoría de los verbos expresan esa idea de orden:
* separar: “la luz de las tinieblas” (v.4), “las aguas” (v.7)
* poner en su sitio: “los astros” (v.17)
* dar un nombre: “llamó a lo seco “tierra””(v.10)
* asignar una función: el sol es “para el gobierno del día” (v.16)
Y todos ellos dicen relación al verbo que quiere que sobresalga “crear” (bara`) del v.1. Además, el estribillo “Y vio Dios que era bueno/muy bueno” refuerza esa idea de orden y armonía e indica que lo creado se ajusta a lo que el Creador deseaba: es la armonía perfecta del mundo querida por Dios.
Esa acción creadora de Dios alcanza su plenitud con la creación del ser humano: "Y creó Dios a la humanidad a su imagen; a imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó" (v.27). Es el culmen de la acción creadora porque es creado "a imagen de Dios", y se le confía el mundo ; y, para que éste ejerza bien su función, Dios lo bendice (v.28).
Aquí:
a) Dios bendice al ser humano.
b) Dios le encomienda dos tareas: generar vida y dominar sobre todo lo creado.
Fijémonos en que primero es la bendición y después las tareas encomendadas. Dios nos bendice para que generemos vida. Ésa es la primera tarea. La segunda consiste en actuar en nombre de Dios para gobernar y custodiar la creación: "...os entrego plantas... semillas... y a los animales... toda clase de hierba..." (v. 29)
El texto refleja una exaltación de la vida, de la comunión del ser humano con su entorno vital. Nada hay que lleve a pensar en violencia, agresión del medio ambiente o abuso por parte del ser humano de su situación privilegiada en el mundo. La razón de ser del ser humano en este mundo es la de generar vida y cuidarla.
Finalmente, decir que para el Génesis, la creación es un acontecimiento que sucede en el tiempo y, por tanto, en la historia. Esto puede verse, sobre todo, en el ritmo de los seis días de la creación y por el papel de los astros, que señalan estaciones, días, años y fiestas (v.14). Es decir, la creación no terminó en aquel día sino que continúa hoy realizándose en la historia, gracias a la acción de Dios y de la humanidad.
finalmente, "Vio entonces Dios todo lo que había hecho, y todo era muy bueno...". Es decir, Dios coloca toda la creación bajo una luz rotundamente positiva: la bendición y la bondad. A Dios le gusta lo que ha creado, le pone nombre a las cosas y las mira con cariño viendo que son buenas.
Génesis 2,4b-25:
El segundo relato es una especie de cuento en el que lo primero que llama la atención es la imagen que se nos ofrece de Dios: aparece como alfarero que moldea de arcilla al hombre o como un artista que trabaja su costilla para sacar de ella a la mujer.
Pero lo que realmente cuenta en este relato es el ser humano, su creación y los cuidados que Dios le prodiga. Por ello el escenario es un jardín. Dios va a edificar en torno al ser humano su mundo próximo, donde transcurre su vida (el terreno cultivado, el jardín, los animales, la mujer).
Aquí destacaríamos:
* Dios "forma" al hombre de la tierra. En hebreo adam significa ‘humanidad’, y tierra es adamah, su forma femenina. El autor sagrado nos está diciendo que la relación entre el ser humano y la tierra es una relación matrimonial , de unión íntima y vital entre ambos.
* Si vamos al v. 15 vemos que Dios pone al hombre en el huerto de Edén "para que lo cultivara y lo cuidara". Ése es el destino y el proyecto que Dios asigna al hombre: trabajar y cuidar de aquello de lo que el hombre mismo forma parte y procede.
* Dios forma a los animales también de la tierra (v.19): se nos muestra una vez más la comunión entre hombre, tierra, animales; todos tenemos el mismo origen.
* En el v. 20 el hombre pone nombre a los animales, lo que indica, por una parte, su soberanía sobre ellos, pero, por otra, que está llevando a cabo la tarea de "cuidar" que Dios le encomienda.
* Concluye con la creación de la mujer. Quiere mostrarnos, no la inferioridad de la mujer, sino la profunda intimidad y compenetración entre ambos.
* La Biblia transmite en toda esta escena un mensaje muy claro: "se nos ofrece una visión idílica de lo que sería el ser humano en un mundo sin pecado: una persona en las mejores relaciones consigo misma, con Dios, con el prójimo, con la tierra y con los animales". Lo que debería ser
Los Salmos: Otro texto que nos puede ayudar es el conocido Salmo 8,2.4-10:
Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies.
Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar que trazan senda por el mar.
¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!.
El salmista se dirige, en primer lugar, a Dios: la contemplación del cielo lleva a la persona a proclamar la soberanía divina sobre el mundo y a reconocer a Dios como creador (vv. 2.4).
Así, tras contemplar la inmensidad de los cielos y la de su autor, se pregunta el salmista "¿qué es adam...?", igual que, también lo hace en el Sal 144, 3-4:
Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él? El hombre es semejante a un soplo, y sus días, como una sombra fugaz"
Ante tan grandioso espectáculo, el salmista experimenta una tremenda sensación de pequeñez. Pues él, que no es más que un soplo y una sombra, es alguien de quien Dios se acuerda, alguien de quien Dios cuida.
Y no sólo eso, sino que, además, lo ha constituido en señor sobre todo lo creado.
Dimensión escatológica, de esperanza:
Los cristianos intentamos leer la vida y actuar en la historia desde un acontecimiento clave: la Resurrección de Jesús. Creer en la Resurrección, “es creer que la vi da de los seres humanos, y más ampliamente la de todo el universo, puede ser renovada y transformada en todas sus dimensiones por el Espíritu del Resucitado ya desde ahora, sin perder de vista la esperanza en una transformación final, más total aún” . 1
Desde aquí, ¿cómo tendríamos que situarnos?
Dice Lucas, en Hechos: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando el cielo?” (Hch. 1,11). Y Mateo resalta: “Dios me ha dado autoridad sobre cielo y tierra. Poneos, pues, en camino… Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,16-20).
Así, la expresión que puede definir mejor nuestra tarea es la Esperanza activa. El cristianismo es una religión optimista, que cree que el futuro puede ser mejor que el presente. Es verdad, sin embargo, que “la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros mismos gemimos…” (Rom. 8,22-23).
Resulta obvio, hablando en clave ecológica, cuáles son los motivos de ese “gemido”, pero ¿tenemos que quedarnos ahí?. Recordemos que “Dios, que te ha creado sin ti, no te va a salvar sin ti” , así que ya no más “mirar al cielo”, sino ponernos a trabajar, 2 porque “según la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en que habite la justicia” (2Pd. 3,13).
La presencia de Cristo resucitado en la historia, como “animador” de todo este proceso y, por ende, “animador” de nuestro trabajo, es lo que debe dar sentido a la esperanza activa.
Esta visión optimista, de futuro, de tomar el pulso a la vida desde la esperanza cobra toda su fuerza en el hermoso himno de la carta a los Efesios: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que… nos eligió… nos destinó… nos adoptó como hijos… llevando la historia a su plenitud” (Ef. 1, 3-14).
“Visto desde el lado de Cristo, todo está ya dado. Visto desde el lado del ser humano, éste sabe, en la fe, que su vida consiste en estar con Cristo actuando en la historia mientras no se haga realidad cumplida el fin del mundo” .
---------------------------------------------
Michel Quesnel y Philippe Gruson (directores), La Biblia y su cultura. Jesús y el Nuevo Testamento, Ed. Sal Terrae, Santander, 2000, p. 153. San Agustín, Sermón 169, 11, 13. Michel Quesnel y Philippe Gruson, op. cit., p. 239.
Nueva Creación: Leemos en el Apocalipsis: “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Habían desaparecido el primer cielo y la primera tierra y el mar ya no existía. Vi también bajar del cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente, salida del trono, que decía:
Ésta es la tienda de campaña que Dios ha montado entre los hombres. Habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo se ha desvanecido. Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas”. (Ap. 21, 1-5a )
Nos encontramos ante un nuevo Génesis, una nueva creación. Ante Dios desaparecen las formas viejas del mundo y de la historia, pero no para perderse sino para convertirse en algo nuevo y mejor .
Sorprenden las claves en las que el autor sagrado habla de la nueva relación entre Dios y la humani dad: una tienda de campaña en la que habitarán juntos. Una tienda de campaña no es una casa, ni siquiera una tienda -chalet en la que hay varios compartimentos, sino un espacio único en el que quienes lo habitan se encuentran mezclados. Y en esa mezcla Dios-humanidad no hay lugar para el llanto, ni el luto, ni el dolor, ni la muerte.
Desde esa perspectiva tan esperanzadora ¿tiene o no sentido apostar por una ecología integral?
No se trata de negar la presencia del mal ni de cerrar los ojos a cuanto abuso se está cometiendo, sino de asumir que “en el corazón de esta historia , tan surcada y herida por enfrentamientos, Jesús está presente… y su presencia destruye el viejo mundo y transfigura la historia” . Desde esa convicción es como tiene sentido nuestra 5 participación en ese mundo nuevo que Dios quiere hacer brotar, adhiriéndonos a él con un compromiso personal y eclesial.
Propuesta de actitudes:
La pregunta vuelve a resonar: ¿Qué somos? ¿Cuál es nuestro papel? Somos, efectivamente, muy poco, pero destinados a una grandiosa misión. La confianza que Dios ha puesto en nosotros como cuidadores del planeta es enorme pero está en proporción inversa a nuestra fragilidad, como diría S. Pablo, "llevamos ese tesoro en vasijas de barro, para que se vea bien que ese poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios" (2 Cor 4,7).
Por ello, debemos plantearnos qué actitudes nos podrían ayudar para asimilar ese necesario cambio al espíritu de una ecología integral. Proponemos las siguientes:
* Respeto/Humildad:
Somos totalmente interdependientes con lo que nos rodea y con quienes nos rodean. Empezando por el mismo oxígeno que respiramos. No se trata, pues, de no usar, sino de hacerlo con respeto y responsabilidad, renunciando al espíritu posesivo, al consumismo y a malgastar, renunciar a la cultura del "usar y tirar".
El respeto también implica, por otra parte, tener en consideración a las generaciones que vivirán en este mundo en el futuro, lo que el papa Francisco llama "solidaridad intergeneracional" (LS 159).
Finalmente, el respeto hacia la Tierra, en una mentalidad ecológica integral, es entenderla como un sistema agotable que tenemos que cui dar, lo que implica "consumir menos, reutilizar más y reciclar al máximo".
* Valoración:
Todo lo que nos rodea tiene su valor, desde una simple hoja de un árbol hasta una piedra, un riachuelo, una nube o un pájaro. Y también el hermano/a que sufre, el pobre.
Se trata de un modo distinto de estar en el mundo, ya no sobre las cosas, sino junto a ellas, como hermanos y hermanas en una misma casa
* Comunión: La comunión genera hermandad, en la misma línea del Génesis, hermandad con todo y con todos.
Todos somos familia de todos. Somos, por lo menos, primos de las demás especies. Nuestra composición genética es muy similar a la de los demás animales y plantas. Eso tiene que llevarnos a una comunión y una corresponsabilidad hacia lo creado.
* Adoración/Veneración: Desde la inmensidad del Universo hasta la infinita pequeñez de las par tículas, todo ello nos habla de sabiduría, creatividad, dinamismo, misterio,... Es la obra de Dios a la que tenemos que acercarnos desde la adoración y la contemplación. La adoración debería llevarnos a tocar y palpar el paso de Dios a través del Universo. Consistiría en andar por este mundo como Moisés ante la zarza ardiente, "quitándose las sandalias" (Ex 3,5).
* Nueva identidad: Somos conscientes de nuestra situación actual. Situación en la que, en lugar de ser los interlocutores entre Dios y el mundo y, por tanto, cuidadores del mismo, nos hemos convertido en un objeto más, donde muchas veces reina el desprecio de la vida, la adoración de las cosas, el tener por encima del ser .
Donde el ser humano, la persona, no está en el centro del progreso y por eso el progreso está resultando profundamente inhumano, especialmente para dos víctimas frágiles: los pobres y la Tierra.
Una ecología integral debería llevarnos, finalmente, a la búsqueda de una nueva identidad. Formamos parte de una historia que comenzó hace mucho y que nos proyecta hacia el futuro. Por ello, debemos trabajar con la esperanza cristiana de hacer posible “unos cielos nuevos y una tierra
nueva ”. (Ap. 21,1)
Para pensar:
"Yo soy parte del 14% de la humanidad que resulta ya bastante molesto. Con mis 54 años pertenezco a un grupo estadístico que cada vez va a gastar más en el área de la salud y que va a ir decayendo en la productividad...
Vivo en un planeta de sólo 6.000 kilómetros de radio que gira alrededor de una vulgar estrella de segunda generación que ocupa, entre otros cien mil millones de estrellas, una posición no central en una de las más de cien mil millones de galaxias que pueblan el universo. Es notorio lo minúsculo de mi planeta en estas dimensiones.
Estoy compuesto por unos veinticinco elementos, pero mayoritariamente por oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, calcio, azufre y fósforo...
El valor de mis átomos no sobrepasa los quince dólares...".
(Manuel Gonzalo, Ecología y cristianismo, en Revista Electrónica Latinoamericana de Teología)
Preguntas:
* Resume en una frase cómo le gusta a Dios que nos relacionemos con la naturaleza, según lo visto.
* ¿Cuál de las actitudes apuntadas crees que debemos vivir más?.
* Dialogad en grupo por qué son los más frágiles y los pobres los que más sufren las consecuencias de no cuidar el medio ambiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario