martes, 3 de enero de 2017

Líneas teológico-pastorales a la luz de "Laudato Si" en Pastoral de la Salud

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Aunque hace ya tiempo -algo más de 20 años- que venimos hablando de Pastoral de la Salud en lugar de Pastoral de Enfermos, porque entendíamos que éste era un enfoque reducido de lo que tenía que ser la acción de la Iglesia en el ámbito sanitario y socio-sanitario, conviene reconocer con realismo y humildad que aún queda mucho camino por recorrer para ser en verdad una Pastoral de la Salud que ponga de relieve, no la enfermedad, sino la salud ofrecida a todos. 

Como nos propone Francisco Álvarez: debemos pasar “de una pastoral en la que prevalecía la resignación y la consolación a una pastoral que parte del designio de Dios en Cristo de ofrecer la vida en abundancia (Jn 10, 10) […] y que considera la salud como un objetivo primordial y permanente; de una pastoral limitada a ciertos ambientes y momentos – hospital, tiempo de la enfermedad- a una pastoral que se inserta en el trayecto de los acontecimientos fundamentales de la vida, en la cultura subyacente, en el modo de vivirlos, en la red de factores que repercuten en el mosaico de la salud”6.

Esta renovación de la Pastoral de la Salud no se dará sin la superación de los residuos dolorísticos que consideran el dolor como un valor en sí mismo y sin una nueva creatividad pastoral que incluya “la prevención, las implicaciones de orden biológico de la ecología, los desafíos de la ingeniería genética o todo ese sector que hemos definido como «medicina de los deseos»”7. 

En esta línea se enmarca la Laudato Si. El sufrimiento de los más débiles y pobres nace, en muchas ocasiones y zonas, de la degradación ambiental y laboral. Por ello, hacer pastoral de la salud es trabajar por la PROMOCIÓN, de vida, de salud. Es cuidar que nadie tenga que vivir en un ambiente poco o nada saludable; en un ambiente que le pueda causar enfermedad.

En este sentido, la Encíclica LS nos presenta 5 puntos centrales que nos ayudan como pilares:

1. El valor de cada criatura. Nuestra dignidad de hijos no nos da autoridad para disponer de todo a nuestro capricho (LS 67, 68, 82). Cada criatura tiene su razón de ser y su valor, máxime si nos referimos al ser humano. En este sentido, qué bien suenan las palabras que el papa Francisco pronunció ante médicos españoles y latinoamericanos refiriéndose a las personas enfermas: “La compasión… es la respuesta adecuada al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni se sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento” (9.VI.2016).
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6 Álvarez, F., Teología de la Salud, PPC, Madrid 2013, 32-34. 7 Leone, S., Voz “Salud. Enfoque ético y pastoral”, en  Diccionario de Pastoral de la Salud y Bioética, S. Pablo, Madrid 2009, 1518.

2. Todo está conectado. La creación divina de todos los seres hace que formemos parte de una misma familia: nos unen lazos imperceptibles. Además, “toda criatura lleva en sí una estructura propiamente trinitaria” (LS 239), lo que la sitúa en relación inexorable con Dios, con los hombres y con los demás seres de la creación. Esta comunión “nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (LS 89).
 
Por otra parte, no podemos entender la naturaleza como algo separado de nosotros, puesto que somos parte de ella (cf. LS 139). El Papa nos recuerda la incoherencia que supone sentirnos cercanos a los demás seres naturales si esa cercanía no se siente también con las personas. En este sentido, la indiferencia o crueldad con las demás criaturas termina trasladándose también al ser humano (cf. LS 92).

Podemos decir que la ecología afecta directamente a la salud; degradar el mundo es degradar la salud y provocar enfermedad. Del mismo modo, cuidar de la tierra es apostar por la salud de las personas. Y para cuidar a las personas, es fundamental buscar soluciones integrales de cuidado de la tierra.

3. El bien común y el destino universal de los bienes. Según la encíclica, el referente ético del cuidado del ser humano debe ser el bien común y la salvaguarda de aquellos elementos que lo configuran como son, entre otros, la salud y el medioambiente. Sería absurdo e injusto pretender salvar al ser humano destruyendo aquellas condiciones que le permiten ser lo que es y desarrollarse. Todos los miembros de la sociedad tenemos el deber de colaborar según nuestras posibilidades en la consecución de ese objetivo. 

Además, conviene recordar que la responsabilidad de salvaguardar el medio ambiente, patrimonio común de la humanidad, se extiende no solo a las exigencias del presente, sino también a las del futuro. Como dice el papa Francisco: “la noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras… Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional” (LS 159).

Además, respecto a los que vendrán detrás de nosotros, hemos de plantearnos no solo qué ambiente natural les vamos a dejar, sino también qué orientación general, qué sentido, qué valores (LS 160).  

Por otra parte, tanto el deterioro del medio ambiente como el de la sociedad perjudican especialmente a los más pobres e indefensos. Por delante tenemos, pues, el reto de su cuidado, de su inclusión. Como administradores puestos por Él, hemos de cumplir su encargo. 

4. El verdadero buen vivir. Se ha venido desarrollando una concepción de la calidad de vida que se basa sobre todo en la comodidad, el placer y el uso indiscriminado y sin límite de las cosas e incluso de las personas. Ese modo consumista de vivir, además de producir en el ser humano un profundo vacío, causa una enorme cantidad de basura ambiental, y con ello sufrimiento y enfermedad. 

Por eso, es necesario generar una noción más amplia de lo que es la calidad de vida (cf.LS 192). Esto supone un gran desafío educativo. Como reconoce el Papa Francisco, muchos saben que el progreso, tal como lo entiende hoy mucha gente, no nos llena la vida de sentido. Es necesario enseñar a saber detenerse y gozar con lo más simple sin obsesionarse por el consumo (cf. LS 222-223); descubrir la satisfacción de compartir bienes e incluso la propia vida (cf. LS 208); y poner en el centro de nuestra vida a las personas.

Visitar y acompañar a una persona que se encuentra sola es un ejemplo concreto de cómo dar calidad de vida a alguien sin que cueste dinero. Es una forma evangélica de bien vivir y ser feliz, dándose.

5. Una ecología verdaderamente humana. Tal vez el punto donde se nota mayor contraste entre el magisterio de la Iglesia y el pensamiento ecologista sea la llamada ‘ecología humana’.

A ella se refirió, por primera vez, S. Juan Pablo II en la Encíclica Centesimus annus, 38: “Más allá de la destrucción irracional del ambiente natural, tenemos que recordar aquí otra todavía más grave, la del ambiente humano, a la que se está muy lejos de prestar la necesaria atención”. 

También Benedicto XVI dijo: “La Iglesia tiene una responsabilidad hacia la creación. (…) Y haciendo esto debe defender no sólo la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenece a todos. Debe proteger también al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista algo como una ecología del hombre, entendida en su justo sentido” (Discurso a la Curia vaticana 2008). “Pues es necesario subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar a la naturaleza más importante que a la propia persona humana” (Cáritas in veritate, 48). Y concluye Francisco en LS. 224: “No basta hablar sólo de la integridad de los ecosistemas. Hay que tener el coraje de hablar de la integridad de la vida humana”. 
 
Para pensar:

"La compasión… es la respuesta adecuada al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento”. 
(Francisco a los médicos españoles y latinoamericanos, 9-VI-2016)  

Preguntas:
* ¿Qué diferencia existe entre ‘pastoral de enfermos’ y ‘pastoral de la salud’?. Comentadlo en el grupo. 

* Comentad en grupo el punto 4 de este tema: ‘el verdadero buen vivir’, y las implicaciones que tiene a nivel personal y social, sobre todo cuando invita a: centrarse en la persona, gozar con lo simple y disfrutar del compartir.
 
 

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