1.- Texto bíblico.
“Hagamos el elogio de los hombres ilustres,
de nuestros padres según sus generaciones. Grandes glorias exhibió el Señor,
desde siempre ha mostrado su grandeza. Unos fueron soberanos en sus reinos y
hombres famosos por su poder; consejeros notables por su inteligencia y
expertos en anunciar profecías.
Otros guiaron al pueblo con sus consejos, con
la inteligencia de la sabiduría popular y con las palabras sabias de su
doctrina.
Hubo inventores de melodías musicales,
compositores de poesías, hombres ricos dotados de poder, que vivieron en paz en
sus casas.
Todos ellos eran honrados por sus
contemporáneos y fueron motivo de orgullo en su tiempo.
Algunos de ellos dejaron un nombre que aún se
recuerda con elogio.
Otros no dejaron memoria, desaparecieron como
si no hubieran existido, pasaron como si nunca hubieran sido, igual que sus
hijos después de ellos.
Pero hubo también hombres de bien, cuyos
méritos no han quedado en el olvido. En sus descendientes se conserva una rica
herencia, su posteridad.
Sus descendientes han sido fieles a la
alianza, y, gracias a ellos, también sus hijos.
Su descendencia permanece por siempre,
permanece por siempre, y su gloria no se borrará. Sus cuerpos fueron sepultados
en paz, y su nombre vive por generaciones. Los pueblos hablarán de su sabiduría
y la asamblea proclamará su alabanza.”
(Ecl 44, 1-15).
2.-Reflexión pastoral.
El creciente número de personas mayores causa asombro, según
se desprende de los últimos datos del informe del INE 2022, alertan del llamado
“invierno demográfico” y sobre la severidad del progresivo envejecimiento por
falta de nacimientos, provocando una inversión de la pirámide demográfica. Los
cambios de configuración social son lentos, pero no dejan de ser previsibles
sus consecuencias: afectaran a la sanidad, al sistema de sostenimiento de las
pensiones, a la dependencia, a la manera de cuidar a los mayores, ya que serán
mayores que cuidaran a personas muy mayores: “El aumento de la esperanza de vida y la mayor calidad de vida durante
más años provoca que cada vez haya más mayores que están sanos y durante más
años. En Europa se ha pasado de haber un 16% a un 30% de personas mayores en
menos de 50 años. Y este dato, que inicialmente se nos presenta como algo
positivo, se convierte en un problema económico, sanitario, social y eclesial; el
envejecimiento de la población se ha convertido a día de hoy, en un problema
para muchos.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La
ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”; 2022; pg. 12). Inclusive el
Papa Francisco nos advierte en sus Catequesis sobre la situación del invierno
demográfico respecto a la vejez como causante de la cultura del descarte: “Junto a las migraciones, la vejez es una de
las cuestiones más urgentes que la familia humana está llamada a afrontar en
este tiempo. No se trata solo de un cambio cuantitativo; está en juego la
unidad de las edades de la vida: es decir el real punto de referencia para la
comprensión y el aprecio de la vida humana en su totalidad. Nos preguntamos:
¿hay amistad, hay alianza entre las diferentes edades de la vida o prevalecen
la separación y el descarte?” (Francisco Papa, “La gracia del tiempo y la
alianza de las edades de la vida.”, en “La edad anciana, una bendición para la
sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 5).
La mayor parte de los discursos y reflexiones sobre las
personas mayores nos suenan con frecuencia a tópicos demasiado manidos. Esta
impresión puede deberse, tal vez, al cambio de paradigma del envejecimiento y
la presencia del mayor tanto en la familia como en la sociedad, en el momento
actual.
Los avances gerontológicos y geriátricos han avanzado mucho
pero no han conseguido frenar las consecuencias de ir cumpliendo años tanto en
el plano fisiológico, psíquico y social de la persona mayor, incluso incrementado
por situaciones de mayor dependencia en todos esos ámbitos. La actual sociedad
no respeta debidamente los derechos, la libertad y la dignidad de los mayores,
necesitando una sensibilización para que respete esa dignidad promoviendo una
nueva manera de acompañarles. La familia también ha contribuido al “descarte”
del mayor a través de un cambio de estructura y dinámica, descuidando el
cuidado del mayor dentro de su seno, junto a la insuficiencia de centros
institucionales para este cometido: “Un
desequilibrio que tiene muchas consecuencias. La cultura dominante tiene como
modelo único el joven-adulto, es decir un individuo hecho a sí mismo que
permanece siempre joven. Pero, ¿es verdad que la juventud contiene el sentido
pleno de la vida, mientras que la vejez representa simplemente el vaciamiento y
la pérdida? ¿Es verdad esto? ¿Solamente la juventud tiene el sentido pleno de
la vida, y la vejez es el vaciamiento de la vida, la pérdida de la vida? La
exaltación de la juventud como única edad digna de encarnar el ideal humano,
unida al desprecio de la vejez vista como fragilidad, como degradación o
discapacidad, ha sido el icono dominante de los totalitarismos del siglo XX.
¿Hemos olvidado esto?” (Francisco Papa, “La gracia del tiempo y la alianza de
las edades de la vida.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad.
Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 6).
También la Iglesia en su labor de acompañamiento pastoral ha
de sentir la necesidad de promover iniciativas en favor de las personas mayores
sintiéndose interpelada a evangelizar a los mayores ante la cultura del
descarte vigente en la sociedad: “No
podemos considerar como un absoluto la ausencia de proyectos de futuro. El
proyecto vital no se extingue hasta el último momento de nuestra existencia en
esta vida. Hemos de ser conscientes de esta realidad, sobre todo en el trabajo
pastoral de acompañamiento y motivación de las personas mayores.” (Subcomisión
Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y
bendiciones.”, 2022; pg. 11), o también como lo refiere el Papa Francisco: “En resumen, para una edad que ya es parte
determinante del espacio comunitario y se extiende a un tercio de toda la vida,
hay –a veces- planes de asistencia, pero no proyectos de existencia. Planes de
asistencia, sí; pero no proyectos para hacerles vivir en plenitud. Y esto es un
vacío de pensamiento, imaginación, creatividad. Bajo este pensamiento, el que
hace el vacío es que el anciano, la anciana son material de descarte: en esta
cultura del descarte, los ancianos entran como materia de descarte.” (Francisco
Papa, “La gracia del tiempo y la alianza de las edades de la vida.”, en “La
edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la
vejez.”; 2022, pg. 7).
Desde el punto de vista espiritual y religioso la persona
mayor, puede preguntarse cuál es el papel de Dios en esta nueva situación de
vida. ¿Qué respuesta puede dar la fe a sus preguntas más hondas?, ¿Cómo encaja
la espiritualidad y su religiosidad ante esta nueva etapa?: “La prolongación de la vida incide de forma
estructural en la historia de los individuos, de las familias y de las
sociedades. Pero debemos preguntarnos: ¿su calidad espiritual y su sentido
comunitario son objeto de pensamiento y de amor coherentes con este hecho?
¿Quizá los ancianos deben pedir perdón por su obstinación a sobrevivir a costa
de los demás? ¿O pueden ser honrados por los dones que llevan al sentido de la
vida de todos? De hecho, en la representación del sentido de la vida —y
precisamente en las culturas llamadas “desarrolladas”—la vejez tiene poca
incidencia.” (Francisco Papa, “La gracia del tiempo y la alianza de las edades
de la vida.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis
del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 6).
La pastoral de la salud que es concebida como humanizadora y evangelizadora que hace presente los gestos y las palabras de Jesús sanador, infundiendo consuelo y esperanza a los que sufren; que anuncia al Dios de la vida y que promueve la justicia y defensa de los derechos de los más débiles, comprometiendo a toda la comunidad cristiana para acompañar a las personas en sus diversas situaciones vitales, entre ellas la ancianidad: “Se trata de un aspecto hoy central de la pastoral de la salud que, debido al aumento de la edad media, afecta a una población cada vez más numerosa, que tiene muchas necesidades pero, al mismo tiempo, cuenta con indudables recursos humanos y espirituales.(Benedicto XVI. Discurso a los participantes de la XXII Conferencia Internacional del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, de 17 de noviembre de 2007). Atendiendo estas palabras del Papa podemos esbozar algunas pistas de acompañamiento de la pastoral de la salud hacia la persona mayor en situación de vulnerabilidad y fragilidad: acercarse al mayor y a su mundo para conocerle mejor, ayudarle a que siga sintiéndose persona digna, promoviendo iniciativas solidarias que le ayuden a él y a su familia a su integración en la sociedad, evangelizar sobre el valor de su vida en esta etapa vital.
3.- Cuestiones para reflexionar.
a)
Desde finales del siglo XX se viene hablando de
un progresivo envejecimiento de la población en las sociedades desarrolladas, a
causa de factores como la transición demográfica (menos nacimientos, más
muertes), una fuerte emigración, el aumento de la esperanza de vida, la
disminución de la natalidad. ¿Estos factores pueden ser causa de que las
personas mayores sean vistas como un segmento poblacional objeto de condiciones
de vulnerabilidad, abandono y maltrato?
b)
Según la doctrina social de la Iglesia ¿qué
cambios deben producirse en el modelo de acompañamiento de las personas
mayores, tanto a nivel ético, moral y pastoral para garantizar una óptima
calidad de atención?
4.- Para orar.
Señor, te doy gracias
por haberme dado una larga vida.
Esta vida es la que te ofrezco, Señor,
con todas sus alegrías y sus penas,
con todas sus buenas acciones.
Gracias, Señor,
porque me concedes estos años de paz
para que tenga tiempo de orar.
Dame, Señor, la transparencia del anciano,
Que no busca ya nada para él
y sólo aspira a dejar un recuerdo en paz.
Te miro a ti, Señor.
Tu venida es para mí una luz. (Jacques Leclerq).
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