1.- Texto bíblico.
“Jesús recorría todas las ciudades y aldeas,
enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda
enfermedad y toda dolencia.
Llamo a sus doce discípulos y les dio
autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: Id y proclamad que ha
llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis.”
(Mt 9, 35 - 10, 1.5.7-8).
2.-Reflexión pastoral.
En las últimas décadas, y dadas las características de
nuestra sociedad, el número de cuidadores profesionales (formales) en el ámbito
de la atención a las personas mayores está creciendo de manera considerable.
Cabe mencionar que no debe confundirse las funciones del cuidador familiar en
comparación a una persona técnica (médico geriatra, enfermería, gerocultores),
ya que su objetivo es atender, cuidar y acompañar a estas personas de manera
profesional.
El personal médico-sanitario y social está llamado a
intervenir, de forma supletoria y profesional, cuando la familia de la persona
mayor frágil y dependiente no puede prestar la debida atención al sufrimiento y
las necesidades de sus familiares. En los profesionales de la salud se amplía
el ámbito de la familia natural. A ellos se les confían las intimidades y las
confidencias de las personas mayores junto con la gran responsabilidad de una
acogida que casi nunca pueden prestar otros agentes sociales.
Uno de los retos más importantes al que se enfrenta el
profesional es poder acompañar a los enfermos y a los ancianos, no solo desde
la vertiente científica sino desde la necesaria visión holística de la persona: “Para que haya una buena terapia, es
decisivo el aspecto relacional, mediante el que se puede adoptar un enfoque
holístico hacia la persona enferma. Dar valor a este aspecto también ayuda a
los médicos, los enfermeros, los profesionales y voluntarios a hacerse cargo de
aquellos que sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una
relación interpersonal de confianza (Nueva Carta a los agentes sanitarios, nº
4; 2016). Se trata, por lo tanto, de establecer un pacto entre los necesitados
de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto
mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera
defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la
profesionalidad de los sanitarios y mantener una buena relación con las
familias de los pacientes.” (Francisco Papa. “Mensaje para la XXIX Jornada
Mundial del Enfermo”, de 20 de diciembre de 2020”).
Los profesionales de la salud han de ayudar a las personas
de hoy en día a afrontar las debilidades, fragilidades, las dependencias y la
muerte con esperanza. En una sociedad en que todas estas condiciones de
vulnerabilidad y de manera especial la muerte se están convirtiendo con frecuencia
en acontecimientos solitarios y despersonalizados, confiado al mundo de la
técnica y de los profesionales y privado de la adecuada ayuda humana y
espiritual, el profesional cristiano ha de defender el derecho de los
vulnerables y de la muerte humana: “La
vida siempre es valiosa. Jesús, cuando ve a la anciana mujer, la toma de la
mano y la sana: el mismo gesto que hace para resucitar esa joven que había
muerto, la toma de la mano y hace que se levante, la sana poniéndola de nuevo
de pie. Jesús, con este gesto tierno de amor, de la primera lección a los
discípulos: la salvación se anuncia o, mejor, se comunica a través de la
atención a la persona enferma; y la fe de esa mujer resplandece en la gratitud
por la ternura de Dios se inclinó hacia ella.” (Francisco Papa, “El servicio gozoso de la fe que se aprende en la
gratitud (Mc 1,29-31”: el amor por la vida vivida.”, en “La edad anciana, una
bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg.
70-71).
Los profesionales quieren aliviar el dolor y la pena a la persona en situación vulnerable. Con todo, saben que nunca se podrá eliminar el padecimiento y el sufrimiento de aquellos que están muy enfermos y que frecuentemente experimentan la sensación de impotencia. Los profesionales pueden ayudar a la persona desesperada a superar los movimientos de rebelión. A veces será posible evocar los momentos de la vida, por los cuales hemos de poder dar gracias a Dios. Él podrá ayudar a encontrar consuelo y la ternura palpable de quienes le acompañan: “La enfermedad pesa sobre los ancianos de una manera diferente y nueva que cuando uno es joven o adulto. Es como un golpe duro que se abate en un momento ya difícil. La enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y en todo caso disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos breve. Se insinúa la duda de que no nos recuperaremos, de que “esta vez será la última que me enferme…” y así: vienen estas ideas… No se logra soñar la esperanza en un futuro que aparece ya inexistente.”(Francisco Papa, “Honra a tu padre y madre”: el amor por la vida vivida.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 69-70). Y será bueno hacer referencia a Jesucristo, que aceptó libremente la muerte en la cruz. Un sufrimiento y una muerte inhumana fueron en estos momentos una fuente de salvación porque en aquellos momentos no se cerró en sí mismo sino que lo vivió abiertamente a la voluntad de Dios y al amor de los hombres.
3.- Cuestiones para reflexionar.
a)
Intentar encontrar ejemplos concretos de
diferentes apoyos que pueden ofrecerse a las personas mayores desde las varias
vertientes de la persona: biológica, psicológica, social y espiritual.
b) Reflexionar sobre la importancia del esfuerzo de los sanitarios por tratar a los ancianos como tales y no como “enfermos del descarte”, sin dejarse arrastrar por la mentalidad de empresa imperante de abaratar costos y lograr la máxima eficiencia, como se ha podido constatar en la situación de la pandemia del Covid-19.
4.- Para orar.
Plegaria de los
profesionales.
Señor, me has escogido
para curar y atender a los enfermos.
Me gustaría ser como tú: acogedor con todos
especialmente con los más desvalidos,
sensible ante sus sufrimientos,
paciente con sus limitaciones
y liberador de sus miedos.
Cuida, Señor, mis males,
acepta mis limitaciones,
mitiga mis errores
y fortalece mi debilidad.
Ayúdame a ser un buen profesional,
Competente en mi trabajo,
humano y servicial.
Bendice a los enfermos y a sus familias,
y bendice al personal sanitario.
Amén (Anónimo).
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