domingo, 29 de enero de 2023

ACOMPAÑAR AL MAYOR DESDE Y PARA LA PASTORAL.


 


 

1.- Texto bíblico.

 

“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó,

cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.

Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. “¿Cuál de esos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?” Él dijo: “El que practicó la misericordia con él”. Jesús le dijo: “Anda y haz tú lo mismo.”.

 (Lc 10, 30-37).

2.-Reflexión pastoral.

Desde que el Papa Francisco asumió el pastoreo de la Iglesia universal, ha llegado el aire fresco del protagonismo de los laicos cristianos, ya que “todos estamos llamados a crecer como evangelizadores, precisa de una formación, una profundización de nuestro amor y de un testimonio más claro del Evangelio… En este sentido, todos nos hemos de dejar evangelizar constantemente; pero eso no significa que debamos postergar la misión evangelizadora, sino que encontremos el modo de comunicar a Jesús que corresponda a la situación que nos hallemos. (Papa Francisco, “Evangelii Gaudium”, E.A.: “La alegría del Evangelio.”; nº 221). Desde esta apuesta, se hace plausible, que el laico anciano se convierta en testigo de esta misión eclesial no tanto por ser objeto de la pastoral y de la evangelización de la Iglesia, y abrir el reto de convertir a las personas mayores en animadores y artífices de la evangelización. Pues, bien, en esa evangelización los mayores ejercen un doble papel. Por una parte, son destinatarios de ese mensaje que subraya el valor y la valía de la vida humana, incluso marcada por la fragilidad y la vulnerabilidad, pero por otra, por esta misma razón se convierten en profetas y testigos cualificados. A pesar de su edad o su aparente su vulnerabilidad, su vida merece todo respeto. Y ellos, a su vez, con su propia experiencia, ayudan a las nuevas generaciones a valorar la vida y su sentido último: “Todos nos debemos sentir invitados a estimar y valorar a las personas mayores, a ayudarlas en sus necesidades pastorales y acompañarlas para que puedan ser protagonistas de su propio acompañamiento pastoral, impulsando su rol activo en la Iglesia y en la sociedad. […] Envejecer no debe sacar a la persona de la realidad en la cual está inserido, debe seguir formando parte de la sociedad y continuar implicado como antes en su relación con los demás, incluso desde sus limitaciones físicas, psicológicas, sociales y hasta espirituales.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”, 2022; pg. 25).

 

De dicha reflexión se desprende según el ejemplo del buen samaritano, que además de acoger el valor de la vida humana, las personas mayores necesitan sentir la cercanía de ser acompañados en esta etapa vital. Aceptar los achaques de la vejez con serenidad, sin hacerlos pesar sobre los demás, recibir el mensaje de la dignidad de la vida, aunque sea limitada o dependiente: “La dignidad de cada ser humano es inherente, intrínseca, inviolable e independiente de las condiciones que lo rodean. Aunque el dolor, el sufrimiento y la enfermedad son realidades que nos hacen sentir impotentes, la respuesta no se encuentra en descartar la vida de una persona enferma, porque cuando ya no es posible curar a la persona de su enfermedad es obligatorio éticamente acompañarla en los momentos finales de su vida en este mundo.” (Ibídem; pg. 29). Por otra parte, esa misma fragilidad puede ser una buena manera de evangelizar, el Papa Francisco lo expone en una de sus catequesis sobre la vejez: “Toda la sociedad debe apresurarse a atender a sus ancianos- ¡son el tesoro! - cada vez más numerosos, y a menudo también más abandonados. […] El anciano del salmo confía a Dios su desánimo: “Porque de mi- dice- mis enemigos hablan, los que espían mi alma se conviertan “¡Dios lo ha desamparado, perseguidle, apresadle, pues no hay quien lo libere!”. Las consecuencias son fatales. La vejez no solo pierde su dignidad, sino que se pone en duda incluso que merezca continuar. Así, todos estamos tentados de esconder nuestra propia vulnerabilidad, esconder nuestra propia enfermedad, nuestra edad y nuestra vejez, porque tememos que sean nuestra antesala de nuestra pérdida de la dignidad. Preguntémonos: ¿es humano inducir este sentimiento? ¿Por qué la civilización moderna, tan avanzada y eficiente, se siente tan incómoda con la enfermedad y la vejez, esconde la enfermedad, esconde la vejez? ¿Y por qué la política, que se muestra tan comprometida con definir los límites de una supervivencia digna, al mismo tiempo es insensible a la dignidad de una convivencia afectuosa con los ancianos y los enfermos? […] Existe entonces un “magisterio de la fragilidad” no esconder las fragilidades, no. Son verdaderas, hay una realidad y hay un magisterio de la fragilidad, que la vejez es capaz de recordar de manera creíble para todo el arco de la vida humana. No esconder la vejez, no esconder las fragilidades de la vejez. Esta es una enseñanza para todos nosotros.” (Francisco Papa, “No me abandones cuando decae mi vigor. (Sal 71,9)”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 60, 62).       

 

La evangelización y el acompañamiento de las personas mayores no necesitan tanto de grandes discursos como de la cercanía personal, sencilla y constante, así como de pequeños y cotidianos actos de comprensión y empatía a la manera del samaritano de la parábola: “Es necesario renovar la necesidad y las ganas de querer seguir haciendo camino con los hermanos y hermanas, más vulnerables, afectados por la enfermedad, la limitación mental, el desasosiego, la dificultad por comprender el mensaje de salvación desde la perspectiva de aquellas personas que, cansadas de la vida, no encuentren sentido a la misma.

Pongamos el bálsamo de una pastoral que toque la sensibilidad y el espíritu de estos hermanos que experimentan la fragilidad, imitando el saber hacer y estar presente con amor del buen samaritano.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”, 2022; pg. 29).

 

Es evidente que las personas mayores son destinarios de la misión de la Iglesia y que han de serlo de una forma específica. Anunciar el evangelio y acompañar a las personas mayores es un deber de toda la comunidad eclesial. Pero dicha comunidad ha de adquirir conciencia del protagonismo que ha de reconocer a las personas mayores, ya que es mucho más lo que dan que lo que reciben. De muy diversas formas y en ambientes diversos pueden ser sujetos activos de la evangelización y acompañamiento: “Su acción evangelizadora como agentes pastorales en el acompañamiento tiene, principalmente, dos grandes ámbitos de actuación: con las nuevas generaciones y con sus coetáneos.” (Ibídem; pg. 29).

 

En cuanto a la evangelización de las nuevas generaciones, las personas mayores colaboran en la tarea de transmitir a dichas generaciones las vivencias más profundas de la fe.  En un mundo y sociedad tan líquida como la actual, son las personas mayores quienes transmiten la vivencia de la fe, la experiencia de Dios, la esperanza y el amor cristiano: “Hoy en día, en nuestra sociedad secularizada, las generaciones actuales de los padres no tienen, en su mayoría, la formación cristiana y la fe viva de sus padres. ¿Quién mejor, en esta tesitura, que los abuelos para transmitir la alegría de la fe, el amor a Dios y la esperanza que no defrauda, a las jóvenes generaciones? Son un eslabón indispensable para educar a los niños y a los jóvenes en la fe.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”, 2022; pg. 34). También lo manifiesta el Papa Francisco de la siguiente forma: “Es precisamente la vejez – y esto es bonito para los ancianos- la que aparece aquí como el lugar decisivo, el lugar insustituible de este testimonio. Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida. Les parecería, desde su inicio, como un conjunto de comportamientos que, si es necesario, pueden ser simulados o disimulados, porque ninguno de ellos es tan importante para la vida.” (Francisco Papa, “Eleazar, la coherencia de la fe, herencia del honor.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 40).

 

También es muy importante dicha misión de acompañamiento y evangelización de las personas mayores en su círculo de amigos y coetáneos. Ante ellos están llamados a ser testigos, cercanos y humildes, de su propia fe y de su esperanza: “Hoy cobra especial importancia el apostolado de las personas mayores con sus coetáneos en forma de testimonio de vida… Este acompañamiento debe basarse en el testimonio de una vida vivida en la experiencia del amor de Dios, iluminada por la fe en Cristo y la esperanza de la vida eterna a la que el Señor nos ha llamado.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”, 2022; pg. 35). Asimismo, también lo menciona el Papa Francisco en su Catequesis sobre la ancianidad: “Quizá nos corresponde precisamente a nosotros, a los ancianos, una misión muy importante: devolver a la fe su honor, hacerla coherente que es el testimonio de Eleazar, la coherencia hasta el final. La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza. Ya no somos niños. ¡No bromeamos cuando nos pusimos en el camino del Señor!” (Francisco Papa, “Eleazar, la coherencia de la fe, herencia del honor.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 42).



3.- Cuestiones para reflexionar.

 

a)      Cada uno de nosotros también podemos sentir los cuidados que la Iglesia, a través de la Pastoral de la Salud, nos ofrece. A través de la parábola del Buen Samaritano señalar ¿Qué obligaciones tenemos con los que sufren, están heridos o vulnerables?

 

b)      Desde la fragilidad y la vulnerabilidad también uno puede ser testimonio de Dios para los demás. ¿Cómo pueden implicarse las personas mayores para ser “buenos samaritanos” o al menos posaderos de las generaciones jóvenes y sus coetáneos?



4.- Para orar.

Jesús,

si Tú quieres puedes curarme.

Te enseño mis heridas, mis llagas, mi dolor,

mis debilidades, mis limitaciones.

Soy todo tuyo, gracias por amarme y fijarte en mí.

Quiero transmitir a los demás ese amor que me has dado.

Enséñame a ser buen samaritano, tu buen samaritano.

Amén. (Anónimo).

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