1.- Texto bíblico.
“Había un hombre del
grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de
noche y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro;
porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él”. Jesús
le contestó: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede
ver el reino de Dios”. Nicodemo le pregunta: ¿Cómo puede nacer un hombre siendo
viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?”.
Jesús le contestó: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca del agua y
del espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es de
la carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes que te haya
dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla dónde quiere y oyes su
ruido, pero no sabes de dónde vienen y adónde va. Así es todo el que ha nacido
del Espíritu”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede suceder eso?” Le contestó
Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y no lo entiendes? En verdad, en verdad te
digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero
no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me
creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales?”
(Jn 3, 1-12).
2.-Reflexión pastoral.
La persona en situación de fragilidad y vulnerabilidad es motivo de preocupación y solicitud en la acción salutífera de la Iglesia. Las pérdidas, limitaciones, vulnerabilidad, que presenta la etapa de la ancianidad no solo en su aspecto físico, sino que repercuten en su integridad y en su entorno familiar y social. Para aliviar el dolor se necesitan fármacos y analgésicos, para aliviar les necesidades más profundas es necesario encontrar respuestas sobre el sentido y la trascendencia de la vida humana.
La Iglesia siempre ha estado junto a los ancianos y los enfermos ayudándoles a recorrer esta última etapa de su ciclo vital, ofreciéndoles la ayuda material y espiritual, compañía y consuelo. Nuestro trabajo como agentes de pastoral de la salud debe ser el de acompañar a las personas mayores y ayudarles a recorrer su camino del envejecimiento de buena manera, iluminado por el bálsamo de la palabra de la Buena Nueva y la cercanía de Jesús, el Buen Samaritano, en el proceso natural del envejecimiento, pero también cuando pierden la salud física, surgiendo entonces una situación difícil de gestionar para el anciano y su entorno más cercano, su familia, requiriendo la ayuda solicita de la sociedad, de las instituciones y de la Iglesia.
En el documento “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.” que ha servido como eje vertebrador de este itinerario reflexivo, entresacamos las siguientes palabras que corroboran este acompañamiento pastoral: “La iglesia debe empeñarse en la tarea de dar más valor a las personas mayores a través de nuevos instrumentos que ayuden a escucharlas, a educar para asumir dicha etapa de la vida, entendiéndola como una nueva oportunidad, aunque todo esto traiga una respuesta revolucionaria, tanto social como pastoral. […] La Iglesia tiene un compromiso serio y profundo en la organización de una pastoral adecuada para las personas mayores que genere esperanza, vida y capacidad oblativa; una pastoral evangelizadora que ahonde en los cimientos de la fe para poder vivir y anunciar la Buena Noticia con plenitud esta etapa existencial; una pastoral impregnada de calor humano en la cercanía del mayor, en la escucha, acogida y comprensión, desde una dimensión humana y sobrenatural.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”; 2022; pg. 26-27).
La sociedad actual y en especial el mundo de la salud, ha experimentado numerosos y profundos cambios que nos invitan no a tirar la toalla, sino a estar en una actitud de escucha y de búsqueda para actuar pastoralmente con eficacia y realismo. La vida es un acometer nuevos horizontes, retos e ilusiones, superando lo caduco y buscar la novedad en positivo. El horizonte humano nunca debe dar marcha atrás. Sin horizontes nuevos no cabe nueva vida: “El viejo camina hacia adelante, el viejo camina hacia el destino, hacia el cielo de Dios. El viejo camina con su sabiduría vivida durante la vida. La vejez, pues, es un tiempo especial para librar el futuro de la ilusión tecnocrática de una supervivencia biológica y robótica, pero sobre todo porque abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios. Aquí yo quisiera subrayar esta palabra: la ternura de los ancianos… Esta ternura abre la puerta a entender la ternura de Dios. No olvidemos que el Espíritu de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios es así, sabe acariciar. Y la vejez nos ayuda a entender esta dimensión de Dios que es la ternura. La vejez es el tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática, es el tiempo de la ternura de Dios que crea, crea un camino para todos nosotros. Que el Espíritu nos conceda la reapertura de esta misión espiritual —y cultural—de la vejez, que nos reconcilia con el nacimiento de lo alto.” (Francisco Papa, “Nicodemo. ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? (Jn 3,4)”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 67-68).
Motivados tanto por dicha aportación del Papa Francisco, y del documento de la Conferencia Episcopal Española, la realidad del acompañamiento pastoral, con las diversas propuestas que surjan ha de abrir un nuevo horizonte tanto en el momento vital que se encuentra la persona mayor como aquellos que han de hacer junto a ellos el camino, los familiares, los profesionales de la salud, los agentes de pastoral y los voluntarios
El término “horizonte” sugiere meta, futuro, camino, etapas,
proyecto. También las personas somos horizonte: desde nuestras ilusiones se
puede divisar mundos nuevos y atractivos. Desde el nuevo arte del
acompañamiento pastoral podemos adentrarnos en el corazón del misterio, desde
la fe y la esperanza podemos llegar a la persona mayor que está en situación de
debilidad y vulnerabilidad. Al percibir las necesidades, posibilidades e
ideales de las personas mayores es necesario promover unas propuestas que hagan
posible una pastoral de y para los ancianos:
El primer paso será la disponibilidad para estar con el
anciano, hablar con él, conocerlo, y sobre todo amarlo. Lo más importante es
saber escuchar, para ayudarle a profundizar en su vida, en sus problemas y en
sus posibilidades. Así le podremos acompañar, alentarle, compartir los momentos
buenos y malos.
- Pastoral
de conocimiento y comprensión:
El anciano desea ser comprendido y acogido tal como es. Del
conocimiento se ha de pasar a la aceptación: dialogar con él, sin enjuiciarlo,
sin calificarlo, amarlo tal cual es, como condición necesaria para logar su
aceptación y su confianza y para reafirmarle su propia dignidad. No debe
olvidarse que la persona humana, desde el nacimiento hasta su ocaso, es don de
Dios, imagen y semejanza suya; por tanto se ha de esforzarse para que cada
momento de su existencia sea vivido con dignidad y plenitud.
- Pastoral
activa y creativa:
La pastoral de acompañamiento del anciano está llamada a rescatar el protagonismo de las personas mayores, a darles nuevas posibilidades de desarrollo que hagan de la vejez un tiempo de realización y de plenitud.
Es deber de la Iglesia, y de la Pastoral de la Salud de
manera concreta, hacer que los ancianos adquieran la conciencia de la tarea que
tienen, también ellos de transmitir el Evangelio, junto a todos aquellos que
comparten un gesto, una palabra de amor, como bálsamo del consuelo, ante la
sociedad, pero de manera especial a sus coetáneos, pues conocen mejor que nadie
los problemas y la sensibilidad de esta fase de la vida: “En nuestra vejez, queridos amigos, y me dirijo a los “viejos” y
“viejitas”, en nuestra vejez se agudiza la importancia de tantos “detalles” de
los que se compone la vida: una caricia, una sonrisa, un gesto, un trabajo
apreciado, una sorpresa inesperada, una alegría hospitalaria, un vínculo fiel.
Lo esencial de la vida, lo que más apreciamos al acercarnos a la despedida, se
nos hace definitivamente claro. Pues bien, esta sabiduría de la vejez es el
lugar de nuestra gestación, que ilumina la vida de los niños, los jóvenes, los
adultos y de toda la comunidad. Los “viejos” debemos ser esto para los demás:
luz para los demás. Toda nuestra vida es como una semilla que tendrá que ser
enterrada para que nazca su flor y su fruto.” (Francisco Papa, “Los dolores de
parto de la creación. La historia de la criatura como misterio de gestación.”,
en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca
de la vejez.”; 2022, pg. 92-93).
Que estas pinceladas no sean simplemente un momento puntual, en la tarea del acompañamiento de la persona mayor desde su fragilidad, sino que nos den ideas y sugerencias para esta labor y el vivir del día a día. Debe ser primordial acompañarles y ayudarles en sus necesidades específicas, y debe darnos aliento y fuerza para trabajar en esta línea desde la Pastoral de la Salud.
3.- Cuestiones para reflexionar.
a)
Reflexionar sobre las acciones pastorales que
realizáis desde la Pastoral de la Salud con las personas mayores. ¿Creéis que
estas acciones ayudan a crear un clima de comunicación, de apertura y de
alegría que favorezcan el desarrollo de la fe y de evangelización?
b)
¿Cómo crees que podría mejorar el acompañamiento
a las personas mayores desde la Pastoral de la salud? Buscar acciones a nivel
general, pero también a nivel de cada delegación y desde las parroquias.
4.- Para orar.
Señor,
Ayúdanos a descubrir las necesidades de los demás,
Ayúdanos a hacer más de lo que podemos, porque
hacer lo que podemos es hoy demasiado poco.
Enséñanos de una vez a ser más razonables para
hacer el bien a los que necesitan de nosotros.
Amén. (R. Follereau).
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