sábado, 28 de enero de 2023

EL VALOR DE LA VEJEZ.

 

1.- Texto bíblico.

“Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas,

como está escrito: “Este pueblo me honra con

los labios, pero su corazón está lejos de mí.

El culto que me dan está vacío, porque la

doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a

la tradición de los hombres. Y añadió: “Anuláis el mandamiento de Dios para mantener vuestra tradición”. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”.

Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o la madre: los bienes con los que podría ayudarte son corbán,

es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o su madre; invalidando la palabra de Dios

con esa tradición que os transmitís, y hacéis otras

muchas cosas semejantes.”

(Mc 7, 9-13)

 


2.-Reflexión pastoral.

Los mayores no pueden permanecer en una especie de remanente de experiencia, de memoria del pasado. Reconocer esto debe llevarnos a todos a asumir el compromiso responsable de valorarle como un referente del presente que ha vivido el pasado y encara el futuro.

 

A lo largo de la historia se ha valorado cada período de edad con una significación y unas exigencias determinadas. La vejez ha sido objeto de valoración muy rica. La longevidad en sí, no es un período estancado, sino una etapa en continuo movimiento desde los valores socioculturales que dicta la sociedad: “En el pasaje bíblico de las genealogías de los antepasados sorprende enseguida su enorme longevidad: ¡se habla de siglos! ¿Cuándo empieza, aquí, la vejez? Uno se pregunta ¿Y qué significa el hecho de que estos antiguos padres vivan tanto después de haber generado hijos? ¡Padres e hijos viven juntos, durante siglos! Esta cadencia secular de la época, narrada con estilo ritual, otorga a la relación entre longevidad y genealogía un significado simbólico fuerte, muy fuerte.” (Francisco Papa, “La gracia del tiempo y la alianza de las edades de la vida.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 8).

 

Para mejor entender el valor del anciano en nuestra sociedad, es esencial comprender de dónde viene y hacia dónde va. La vida es un acometer nuevos horizontes e ilusiones. El valor de las personas nunca debe pivotar solamente en el pasado, sino en la mirada de esperanza hacia el futuro. Sin valorar el pasado de las personas mayores no hay cabida de mirada al futuro:

  • Los mayores en la Sagrada Escritura.

Para entender plenamente el sentido y el valor de la vejez, es preciso ante todo ver lo que de ella nos refiere la Biblia. Solo a la luz de la palabra de Dios, podemos sondear la plena dimensión espiritual, moral y experiencial de esta época vital. Como estímulo para poder reflexionar y comprender el mundo de la ancianidad en la Biblia, sugerimos a continuación algunos puntos de referencia bíblicos sobre los retos que ellos representan en una sociedad como la nuestra, tan distinta y distante:

-          La vejez como eternidad (Éx 3,16).

-          La vejez como libro de sabiduría (Eclo 25,4).

-          La vejez juiciosa como patrimonio de la juventud (Sab. 4,8).

-          La vejez como realce de las virtudes (Tit 2, 2-5).

-          La vejez como promesa llena de bendiciones (Gén 12, 3-7).

-          La vejez como cumplimiento de las promesas (Lc 2,34).

 

En un mundo como el de nuestra cultura occidental, en que la persona mayor no es el protagonista del presente, y que parece que cuenta poco para el futuro y el pasado se reduce a su misma vida, que interesa a pocos, porque la ciencia y la experiencia se transmite hoy de manera diferente a como se hacía antaño, es bueno que haya una nueva mirada y reflexión de la persona mayor desde la perspectiva bíblica: “Esta visión respetuosa y llena de admiración ante la ancianidad que nos muestra la Escritura y la más antigua tradición cristiana, en la que se subraya la profunda vinculación de las personas mayores con sus familias, contrasta con la realidad que se nos impone en los albores del tercer milenio que nos toca vivir.”  (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”; 2022; pg. 20).

 

  • En la familia, la sociedad y la Iglesia.

Actualmente la unidad familiar vive una disposición diferente a la de antaño, por diferentes realidades que han ido apareciendo: urbanización, paso de la vida rural a la urbana, la prevalencia de familia nuclear, o sea dos generaciones, frente a la familia tradicional de tres generaciones, trae como consecuencia el abandono o por lo menos la soledad de las personas mayores, por lo que la aparición de situaciones patológicas como soledad no deseada, enfermedades seniles psíquicas, deseo de no continuar viviendo están apareciendo en la estructura familiar y de manera especial en las personas mayores: “Hoy, con la ayuda de la palabra de Dios que hemos escuchado, abrimos con un pasaje a través de la fragilidad de la edad anciana, marcada de forma especial por las experiencias del desconcierto y del desánimo, de la pérdida y del abandono, de la desilusión y la duda. Naturalmente, las experiencias de nuestra fragilidad, frente a las situaciones dramáticas – a veces trágicas- de la vida, pueden suceder en todo tiempo de la existencia. […] En la común experiencia humana, el amor- como se dice- es descendiente: no vuelve sobre la vida que está detrás de las espaldas con la misma fuerza con la que se derrama sobre la vida que está todavía delante. La gratuidad del amor aparece también en esto: los padres lo saben desde siempre, los ancianos lo aprenden pronto. A pesar de eso, la revelación abre un camino para una restitución diferente del amor: es el camino de honrar a quien nos ha precedido. El camino de honrar a las personas que nos han precedido empieza aquí: honrar a los ancianos.” (Francisco Papa, “Honra a tu padre y a tu madre”: El amor por la vida vivida.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 30-31).

 

La familia es el soporte más sólido que puede tener el ser humano a cualquier edad, pero es en la ancianidad en la que ésta presenta una significación especial. Es en su seno donde los miembros que la conforman deben aprender a atender y a la vez adaptarse a que su ser querido está viviendo la última etapa, que puede ser breve o prolongada de su vida: “Las personas mayores ante todo son esposos, hermanos, abuelos de otras personas. Por tanto, queremos poner de relieve que el lugar de las personas mayores es su familia, donde por una parte, tienen mucho que aportar y, por otra, deben ser acogidos, cuidados y respetados.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”; 2022; pg. 21).

La familia constituye el apoyo psicológico a muchos déficits del mayor al poder ayudarlos a sustituir su rol de protector por el de protegido en forma armónica, manteniendo el respeto y la valoración que le da su status anterior, la experiencia y el fuerzo que realizaron.

La sociedad, la familia y el propio mayor necesitan de un estilo de vida en el cual estén presentes algunas orientaciones de salud como pueden ser:

a.      Mejorar la autoestima y la autoimagen de la persona mayor, para pasar de ser dependiente a ser activo, debido a la disminución de las capacidades a todos los niveles.

b.      El apoyo emocional de la familia ya que puede formar parte de la adaptación y superación de problemas de cualquier índole.

c.       El mayor, como ser social debe estar vinculado a la relación intergeneracional siempre y no aislarlo porque no se comunique apropiadamente por sus vulnerabilidades o disminuciones de sus facultades.

d.      Deben ser valorados los factores de riesgos, todos de importancia en la atención, tanto individual, como familiar y comunitaria de los mismos. Todos ellos deben ser tenidos en cuenta en sus niveles biológicos, psicológicos, sociales y espirituales.    

 

  • El mayor portador de las raíces y la memoria.

En la tradición de la Iglesia hay todo un bagaje de sabiduría que siempre ha sido la base de una cultura de cercanía a los ancianos, una disposición al acompañamiento afectuoso y solidario en la parte final de la vida. Es muy necesario recuperar la figura del mayor como abuelo: “Hemos de ayudarnos a romper con una sociedad que se reduce a una mera realidad económica o a una red de relaciones guiadas por la funcionalidad y por el interés, y para eso es necesario poner el valor la vejez como el depósito de la sabiduría y la experiencia que ayuda a los más jóvenes a caminar en el camino correcto.” (Subcomisión Familia y Defensa de la vida de la CEE, “La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones.”; 2022; pg. 23). Por eso, ellos, que son memoria viva de la familia, tienen la trascendental misión de transmitir el patrimonio de la fe a los jóvenes: “La transmisión de la experiencia de la vida de los abuelos a los nietos. Lamentablemente hoy esto no es así y se piensa que los abuelos sean material de descarte: ¡no! Son la memoria viva de un pueblo y los jóvenes y los niños deben escuchar a los abuelos. En nuestra cultura, tan “políticamente correcta”, este camino resulta obstaculizado de varias formas: en la familia, en la sociedad, en la misma comunidad cristiana” (Francisco Papa, “La despedida y la herencia: memoria y testimonio.”, en “La edad anciana, una bendición para la sociedad. Catequesis del Papa acerca de la vejez.”; 2022, pg. 21).



3.- Cuestiones para reflexionar.

a)      La persona mayor, en el pensamiento del papa Francisco juega un rol muy valioso en la sociedad, pues es el testimonio de la memoria colectiva, la presencia viva de las raíces de una cultura, de una tradición. ¿Por qué, entonces, son sistemáticamente relegados del cuerpo social en el marco de la cultura occidental contemporánea?

 

b)      Ante las cualidades que ya no se poseen, ¿Cómo puede la Pastoral de la Salud acompañar a las personas mayores para reforzar con una actitud positiva las cualidades pérdidas y las que aún se conservan?

4.- Para orar.

Se entienden ellos bien.

Por el oído el nieto aprende sabiduría y experiencia.

Habla, abuelo, que siempre queda algo más de lo que piensas.

Pero el abuelo establecerá también un puente con el mundo distinto que ya no entiende y se le escapa.

Habla, nieto travieso; cuenta tus aventuras y tus descubrimientos.

Habla, nieto. Y no se lo digas a nadie. Pero yo me siento ahora como tú. Aprendiendo el lenguaje y la clave de un mundo distinto que me espera.

Los dos afrontaremos el futuro nuevo. Y allá, desde lo alto, vigilaré tus pasos algún día; seré la voz indescifrable que te anime y la mano que te estará ayudando sin que tú lo adviertas.

Amén. (Antonio Alonso; Bienaventuranzas del atardecer).


 

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